miércoles, 19 de octubre de 2016

¿Por qué es Ni una menos y no Nadie menos?



No quiero creer que es sólo una problemática latinoamericana, pero la triste realidad es que la tasa de femicidios en varios países de la región resulta abismal en lo que va del año. Prácticamente cada semana mueren mujeres a causa de crímenes de odio de los cuales muchas veces son sus propias parejas las culpables. Y la contingencia continúa con su brutal implacabilidad, ¿recuerdan a las mochileras argentinas que fueron asesinadas a principios de año en Ecuador? A ese lamentable hecho hoy le sumamos el crimen de Lucía Pérez en Mar del Plata que vuelve a encender la antorcha pública de esta situación debido a su crudo relato. Nuevas víctimas misma cuasa y así cada país puede revisar su inventario de femicidios y sentirse tan o más avergonzado al respecto. Ante esto urge visibilizar y estabilizar la problemática como un asunto social, no como un hecho aislado ni casual, se hace necesario construir una resistencia que imponga la disidencia al pensamiento patriarcal que regula el orden de nuestra vida. Se hace necesario abrir los caminos  que permitan construir un puente de ideas en el que los hombres puedan realmente entender que su papel en este contexto dejó de ser hace mucho el único factor determinante, y es aquí donde me quiero detener porque ante la inmensa cantidad de manifestaciones y marchas propuestas desde el feminismo para promover una desestructuración del orden social se alzan desde la multitud voces asolapadas que intentan básicamente bajarle el perfil al asunto, desacreditar el feminismo, consentir que las conquistas sociales de las mujeres son más  un beneficio y en definitiva ocultar la problemática concreta bajo la lógica del empate y una consigna ambigua llamada Nadie menos.

 

Hace años que vivo con mi pareja, ella cocina y yo lavo los platos, es nuestra dinámica, a ella le gusta cocinar y yo odio lavar los platos, he intentado cocinar, pero siempre termino haciendo cosas horribles, además no me gusta hacerlo así que al final mejor me dedico a lavar la loza, el caso es que no pocas veces le he termino alegando a mi novia el que deje muchas cosas sucias en la cocina, esta crítica es en realidad algo tendencioso porque mi fin es que ella  me ayude también a lavar los platos, pero yo no le ayudo casi nunca a cocinar. Detalles más, detalles menos un día ella me paro los carros y me dijo que no tenía por qué alegarle nada ya que esa era mi función en esta especie de comunión que hemos formado,  estaba enojada cuando me lo dijo y yo también me enoje, me sentí pasado a llevar y para mis adentros no entendí por qué ella tenía derecho a enfadarse cuando yo de todos modos terminaba haciendo mis funciones caseras, a lo que ella me dio la respuesta cristalina “Por qué cuando alegas que dejo todo sucio es un ataque directo hacía mi” y es cierto. Yo era el que estaba mal, ante eso trate de sacarme las balas aduciendo que aunque alegara ella no tenía que tomarme en serio, pero al final tenía razón, no era justo alegarle nada, si me daba lata lavar la loza tenía que putearle a los plato, pero no a ella. En fin, quise contar esta anécdota domestica e íntima para ilustrar un poco lo que viene. Está actitud que tomaba era básicamente residuos de un machismo  heteronormativo en el que fui criado porque como muchos vengo de una familia que inconscientemente ha instaurado esos valores directamente en algunos momentos e indirectamente en otros, por supuesto los medios y su influencia no pueden quedar afuera, y también podemos meter dentro del saco la religión que de alguna forma perfila un modelo basado en el hombre por sobre la mujer, todo eso me convirtieron en un machista, y dentro de ese espectro muchas veces sentía la necesidad de ser un ente protector, de llevar las riendas de mi vida e idealmente las de mi pareja por sólo ser el hombre dentro del conjunto, por supuesto esta visión no me permitía entender el radicalismo con que algunas feministas actuaban ya que sentía que eran voces que no permitían establecer diálogos concretos por venir desde el resentimiento y del odio. Fui imbécil y en más de una ocasión piropeé chicas en la calle creyendo que no le hacía daño con ese accionar, figuré en la  mujer un agujero de residuos (residuo de deseo, de frustración, de cariños, de locura) pero lo peor de todo es que en cierto modo creía que los derechos que las mujeres habían conquistado a través de la historia habían sido algo que se construyó mancomunadamente con el poder.

Toda esta ingenuidad con el pasar de los años disminuyo mucho y quiero dejar registro de todo  porque para muchos no hay nada de malo en comportarse así, y si bien muchos aún creen que el acto de piropear o alegarle a la novia que cocine a una hora determinada no tiene la misma gravedad que violar y asesinar es porque han sido formados dentro de un modelo machista social que los ha prefigurado como tales  sin siquiera saberlo, sin embargo, llega un punto en que todos podemos discernir realmente de qué va todo esto y  tomar un camino que permite romper con esos patrones de comportamiento, con esos micromachismos e intentar construir una sociedad basada en la igualdad o seguir apernándose al mismo ideario que ha regido por siempre nuestra existencia, o en otras palabras, hacerse cargo desde el lugar con que uno construye su realidad o seguir haciéndonos los locos, no obstante, por como están las cosas hoy en día hacerse el loco resulta más bien una opción socarrona. El feminismo es un movimiento gigantesco que no lucha para tener una banquilla especial en los parques,  lucha por conquistar y mantener derechos lícitos de las mujeres, por preservar la igualdad entre los géneros, lucha para que la mujer pueda decidir sobre lo que quiere sin que detrás de ella haya una sombra masculina acusándola, denigrándola. Hoy más que nunca es necesario cuestionar todo para visibilizar los conflictos que antes se teñían de anécdota, el crimen de Lucía en un par de meses será un recuerdo que unos pocos conservarán, pero la voz que se alza en contra de todo esto es de una vibración real y no es mera disidencia por el placer de molestar. El machismo por su parte está tan adherido a nuestro pensamiento que puede incluso subsistir en aquello que parece empoderar a la mujer como es el caso de las novelas románticas, pero también en las estrategias que buscan minimizar el conflicto mediante la lógica del empate. Se crítica mucho que la forma en que se visibilice la problemática por las redes sociales sea bajo la marca #NIUNAMENOS por considerarla sexista y me he encontrado en las redes sociales que muchas personas instauran que es mejor decir #NADIEMENOS, donde básicamente se mete todo en el mismo saco, es decir la violencia contra los hombres, contra los niños y contra los animales.

Deslegitimizar el llamado
Creo que esto no es más que la estrategia de un sector que le irrita el hecho de que el feminismo  gane adherencia dentro de la sociedad, y sobre todo que permita que muchos sujetos como yo seamos capaces de pensar por un momento la realidad más allá del hecho de un crimen a una chica para ver una problemática real cuyos cimientos están en los códigos con que nos hemos forjado como individuos, es decir, básicamente, desde la superestructura del capitalismo.   Hace unos meses atrás descubrí un blog de un tipo que abogaba por un extraño movimiento llamado Varonismo que en realidad se trataban de puras ideas misóginas encubierta en una extraña formula que buscaba darle libertad a los hombres en una supuesta realidad en donde la jerarquía femenina dentro del marco de la vida familiar era opresiva para con este. Uno lee y se horroriza y cree que este tipo de cosas no pueden hacer daño porque nadie se las va a tomar en serio, pero eso es un error, mucha gente se toma en serio ese tipo de locuras porque realmente el feminismo les asusta al sentir amenazados los modelos estructurales de poder con que se han establecido, y la respuesta para contener todo esto y hacernos creer que en realidad el mundo es más equitativo es mostrando el ejemplo de mujeres con poder e influencia en las grandes esferas del conocimiento, de la industria, de la política, pero a pesar de todo eso las mujeres de la vida diaria siguen siendo perpetuadas como una fuerza débil que corren el peligro de ser vulneradas o asesinadas sólo por el hecho de tener vagina, eso sin mencionar el menosprecio laboral, social y económico con el que corren en disparidad en relación a los hombres. Siempre que se ha generado una crítica contra el feminismo ha sido orientada con el fin de deslegitimizar el movimiento como por ejemplo darle el apelativo de feminazy o hembrista a las adherentes, términos que buscan generar una actitud de rechazo desde el común de la sociedad, cuando en realidad esa clase de apelativos vienen desde el sector que más quiere restringir las libertades femeninas, desde los sectores que están más cómodos con el status quo.

Ahora parece que la sutileza de generalizar el término de la violencia es más efectiva que atacar directamente un movimiento con sentido crítico y real.  Cuando se propone el  #NADIEMENOS se busca des-radicalizar la problemática, hacerlo ver como si la taza de violencia de mujeres hacía hombres fuese la misma que de hombres hacía mujeres, hacer creer que la naturaleza de la violencia hacía los niños es la misma que hacía los animales, no distinguir ni hacer objetivar los contextos en que cada una de estas problemáticas se desenvuelve y además apelar a una lógica simplista porque obviamente todos queremos un mundo feliz y pacífico. Me recuerda un poco el conflicto del #Alllivematter que desviaba la discusión del #Blacklivematter. Entiendo que muchos que proponen este emblema no lo hacen con mala intención, pero en el fondo es porque también les produce resquemor hacerse cargo en su vida de cambiar esas cosas, tanto hombres como mujeres. En el fondo es totalizar el asunto  y a la vez hacerlo más ambiguo. Me parece un error alzarse por el #NADIEMENOS porque desarticula la base del problema. Por lo demás yo como ciudadano puedo formar parte una manifestación a favor de los derechos indígenas sin ser uno, a favor de los derechos homosexuales sin ser uno, a favor de los derechos raciales sin ser negro, a favor  de los animales sin ser animalista, a favor de los estudiantes sin ser uno y a favor de los derechos de las mujeres sin ser mujer, el que la consigna se refiera directamente a las mujeres no quiere decir que uno como hombre no pueda empatizar e involucrarse al respecto para colaborar desde su lado. Creo que cada conquista social se logra desde la calle, desde la lucha, pero también desde la radicalización de los grupos que los construyen,  el querer generalizar todo como un mismo problema sólo provoca confusión y finalmente termina desviando el asunto para que culmine en la nada a modo de esos rebeldes que están hartos de todo, pero que no saben puntualmente cuál es su problema. Yo apoyo lo que considero que es justo y como hombre creo que nuestra forma de cambiar las cosas es en la práctica del cotidiano. Mi vida privada se ha trastocado porque yo lo he decidido, y aunque aún quedan retazos de un machismo siempre me esfuerzo por cambiar el modelo familiar/social con que me crie,  también mi novia lo hace e intenta día a día romper con el modelo de crianza que tuvo alzándose como una figura fuerte y libre por si misa. Es la lucha que como individuos podemos dar, las marchas son importantes y sirven para visibilizar la causa, pero romper con la mentalidad heteronormativa configurando el cambio social desde nuestra realidad, desde nuestro cotidiano como dice Michel de Certeau, es un trabajo que continua por nuestra cuenta dentro del diario vivir. Pero en definitiva y aunque suene horriblemente cliché lo único que hace falta hacer es abrir los ojos y bombear más fuerte que nunca el corazón.- 


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