The Residents no es una banda fácil de asimilar y evidentemente no entra en el mismo catalogo pop/rock de lxs artistas que venimos revisando en los últimos puestos. Una banda tan misteriosa que ni sus miembros se conocen a la posteridad (bueno, al menos hasta que Hardy Fox murió hace algunos años, no se sabía quiénes estaban detrás de esta banda) Desde la idea de la teoría de la oscuridad en donde se cree que para que la obra no sea contaminada con las referencias del autor, éste debe permanecer en completo anonimato, hasta la creación de discos conceptuales bastante intrincados, The Residents es el equivalente a Chris Marker en el mundo de la música: Unos desconocidos muy conocidos.
Ojos saltones
Mi primer acercamiento con The Residents se dio por ahí en el 2008 en mi obsesión por buscar música rara, el grupo cumplía a cabalidad los requisitos. Entendido más como un colectivo de arte vanguardista, este grupo en el que figuran unos personajes vestidos con smoking y cabezas gigantes con forma de ojo, no fueron muy fáciles de asimilar, especialmente porque su música no sigue patrones muy estructurados, es más cercano a lo que se podría llamar música de collage, es decir, canciones que se construyen en base a distintos ritmos e ideas. Allí entra una amalgama que puede considerar tanto el rock de Zappa, como la música concreta de Shaeffer, siempre con una mirada sardónica y bastante absurda en cuanto a la industria musical y cultural. Y de ahí a la teatralidad o al componente tremendamente performatico de sus presentaciones, es imposible no pensar los trabajos de este colectivo sin su materialidad escénica.
La verdad que me fue difícil entender la idea de este grupo porque en su basta discografía las cosas no son más fáciles. Primero es una banda muy longeva que comenzó sus andanzas por los años 70’ y siempre proponiendo una música muy vanguardista y experimental dentro de un terreno que se podría considerar más bien naif, quizás pop, pero un pop bastante surrealista, algo así como lo que representa Twin Peaks, además el grupo no es que tenga periodos de estilos muy definidos, está por ejemplo “The Comercial álbum” de 1980 que es un conjunto de 40 canciones que duran alrededor de 1 minuto y que están construidas en formato de jingle comercial, pero por otro lado tienen una genialidad como “Eskimo” un disco ambiental lanzado sólo un año antes y en el que la música se vuelve casi un homenaje al rock experimental de Captain Beefheart. Eso sin contar su incursión en fanzines, multimedia (uno de mis discos favoritos tiene que ver con esto) y también proyectos alternos.
Amparados en su propio sello discográfico Ralph Records (que otro aguantaría sus excentricidades) The Residents desde ese lugar hacen y deshacen todo los proyectos demenciales que quieren, bajo una estética infantil, pero al mismo tiempo incomoda, hasta el día de hoy siguen produciendo discos, comics, videos, películas independientes, series web e incluso han realizado cosas tan bizarras como un concurso donde sorteaban un frigobar en el que se incluía casi toda su colección discográfica más un compartimento con canciones secretas y una réplica de las cabezas de ojo gigante. Definitivamente se trata de un universo muy complejo que ha encantado a artistas como Les Claypool de Primus, Jerry Harrison de Talking Head o incluso bandas como DEVO o Animal Collective. Como les digo, intentar captar la carrera de este grupo puede ser un trabajo arduo, pero en 2015 se estrenó un documental llamado “Theory of obscurity: A Film About the Residents” que sirve como guía al concepto artístico de la banda y también al trabajo musical del colectivo.
Dicho esto nos podemos ahora enfocar en este trabajo que de los que conozco del grupo me parece uno de los más destacables y disfrutables a un plano casi meramente musical, como ya comente, The Residents no es una banda que se asiente únicamente en ese aspecto, pero algunos discos consiguen resaltar un poco más por su trabajo “compositivo” y creo que éste es uno de esos casos.
POP DADAISTA
The Residents nunca temieron ser provocadores, claro de una forma un poco naif y al mismo tiempo bruta, pero quizás por ese anonimato que los enaltecía, nunca tuvieron muchos miramientos en ser políticamente incorrectos y este disco, para la época en que salió, es bastante decidor: El concepto juega con la idea de cómo se hubiese desarrollado la música comercial (el rock y el pop) si los Nazys hubiesen ganado la segunda guerra mundial. Este argumento, hoy casi de ciencia ficción, funciona como idea para desarrollar un conjunto de temas que no se basan en una estructura muy clara y que fiel al sentido surrealista del colectivo, se desarrolla bajo el menor uso de instrumentos (a penas un bajo, una guitarra y un par de teclados, los elementos principales que la banda han llevado adelante en su carrera) junto a la predica del dictador, la figura que toma el micrófono para relatar, cantar o simplemente recitar pasajes completamente dadaístas.
Referencias a modo de burla no faltan, desde el “Lets twist again” de Chubby Checker que abre el disco de un modo irónico, a guiños al “Hey Jude” de los de Liverpool o el “Satisfaction” de los Rolling Stone. The Residents meten en una coctelera los referentes principales del pop/rock de su época, la música que dominaba las masas del momento y se atreven con canciones cuyas melodías son sólo vacuas referencias a coros y sonidos asimilados por nuestro inconsciente colectivo, completamente atravesadas por un halo bizarro y volátil.
El sonido de este disco es un deleite apreciarlo en formato análogo, porque se puede escuchar la gran cantidad de detalles que los múltiples pasajes de este collage de ruidos van adornando o sobre dimensionando, la cantidad de estados por los que la música se va construyendo es simplemente abrumador. Estamos ante puro Advante Garde al estilo de John Cage, sólo que en este caso se puede apreciar una incursión por la electrónica que podría parecer una prehistoria del sampler y su uso luego en el trabajo de músicos electrónicos experimentales como Merzbow.
The Residents son más unos teóricos de la música pop y de la cultura popular, la desarman y la proponen casi como un concepto de la situación de su tiempo. La iconografía Nazy, presente en el diseño de la portada del disco (que muestra a Dick Clark, un famoso conductor televisivo de los cincuenta que hizo popular a muchas bandas durante esa década, vestido con el uniforme Nazy) así como en el poco sutil titulo de algunas canciones como “Hitler was a vegetarian” o “Swastikas on parade” dejan ver que la idea del disco incluso podía ser tomado como una muy burlona protesta a la industria del entretenimiento de la época. Ambas canciones mencionadas bordean la duración de 18 minutos y son un pastiche de medley radiales, canciones pop, melodías populares que se funden en si mismas como pequeños segmentos de una obra de teatro, canciones o simplemente guiños a canciones de America,? And The Mysterians, James Brown, los Box Tops, Beach Boys, The Doors, Iron Bitterfly, The Tornados, Van Morrison …
Resulta comprensible entonces el chiste del disco, y se aprecia la deconstrucción casi impulsiva de aquellas canciones populares como “Yummy-Yummy-Yummy” que siempre se escuchan de una forma casi boba, pueden tornarse de las manos de este colectivo en algo pesadillezco y muy contrario a su sentido comercia,. “Satisfaction” es una versión del popular tema bastante de los Rolling Sone, pero muy pasado por acido, sin embargo, y quizás entrando en su propia parodia, el tema tuvo un videoclip promocional tan exuberante como es de esperar, mientras que el tema más corto “Looser = Weed” está construido más como la música de una propaganda que previene el consumo de drogas. “Beyond the Valley of a Day in the Life” es un - podría decirse - homenaje a Los Beattles, repleto de voces fantasmales y baterías marchantes. Finalmente “Flying” es un cover más directo, pero igual de onrico, a uno de los temas más singulares del cuarteto.
El disco tuvo bastante notoriedad dentro del mundo académico de la música, pero igualmente consiguió ser tomado en cuenta por la crítica comercial que definió el trabajo como “Cuando el pop conoce al dada” y alabaron el acercamiento de esta música mucho más teórica hacía un sector amplio. En efecto esta reimaginación intensa de los temas populares de aquellos años, intervenido de una manera oscura, irónica, bajo un semblante nazy y un contante sentido de que todo lo que estamos escuchando sólo se va a poner más y más raro. Termina siendo un gran lujo.
De difícil escucha, algo primitivo en su ritmo, a pesar de ello, aún sigue sonando como algo curioso y un completo reto para aquellxs melomanxs exigentes que disfrutan no sólo de dejarse llevar por la música sino también por decodificar el concepto e ir desarrollando una propia teoría frente al mensaje del álbum.-
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