Una historia tragicómica,
altisonante, un retrato irreverente sobre la adolescencia. El despertar sexual,
la deconstrucción de los anhelos e ilusiones, conquistarse más allá de las meras emociones, y
finalmente, hacerse responsable de la vida, mandando el mundo a la mierda.
Todas esas vainas convergen en esta película disfrazada de serie que ha
conquistado el corazón de tantxs hipsters.
Una
adolescencia rabiosa
Hacía falta una
historia de adolescentes que se mostrasen en el pináculo de su vulnerabilidad
(salvando el caso de la primera temporada de Skins, obvio), generando odio e
identificación por partes iguales. Fuera del cinismo o mensajes de auto
superación personal que despliegan otras series que se enfocan en esta etapa de
la vida, The End of the F***ing World nos
presenta una historia llena de humor negro con tintes dramáticos que no
romantiza la adolescencia en ningún sentido, todo lo contrario, emplea
elementos no muy convencionales para retratarla, a veces excediéndose en lo
naif y pecando de efectista y extravagante. La serie es la adaptación del cómics homónimo de Charles Forsman, un dibujante underground que
admite estar encantado con la versión audiovisual. Si comparamos brevemente,
podemos notar que la simpleza del cómics, sus humildes trazos y el ambiente
oscuro generalizado, se distancian mucho de la serie que ha terminado
suavizando algunos aspectos de la trama y por supuesto estetizando todo de un modo
casi vintage (desde el vestuario, la música y la imagen) No obstante, estas
decisiones estéticas no la hacen perder potencia en su mensaje, es más,
funcionan como fuerte contrapunto y aportan varios momentos de comicidad al relato.
La producción británica cuenta la tórrida
historia de “amor” (vamos a poner muy entre comillas la palabra) entre James (Alex
Lawther, quien protagonizó un capítulo muy bueno de Black Mirror….y además se
parece mucho a un joven Damon Albarn) y Alyssa (Jessica Barden) ambos de 17
años, marginados de entre sus pares, arrastran traumas y secuelas emocionales
que expresan de distintas formas. James, inseguro, silencioso y nihilista, está
convencido de que es un psicópata, de niño mataba animales y cree estar listo
para dar el siguiente paso: asesinar una persona. Alyssa es una chica
impulsiva, furiosa, sin filtros e irreflexiva, no se siente a gusto con su
familia ni con la vida que se supone debe llevar. La unión entre ambos se da
sin mucho preámbulo, ella lo busca creyendo encontrar un chico distinto al
resto y le ofrece tener sexo sin demasiados rodeos, a su vez, James ve en
Alyssa la oportunidad perfecta para cumplir su fantasía criminal.
El choque de
personalidades resulta intenso desde el primer momento en que vemos como Alyssa
le mordisquea los labios a James y le lleva las manos a sus senos, mientras él
apenas y puede fingir satisfacción. Las siguientes escenas nos enseñan un poco
más de la realidad de estos jóvenes del sur de Inglaterra. James no tiene mamá
y odia a su papá, un ser optimista y alegre, mientras que Alyssa no aguanta a
su padrastro, un hombre con dinero que de forma poco sutil maltrata
emocionalmente a ella y a su madre. La chispa que une a ambos personajes es
detonada por Alyssa, cuando ésta le sugiere al tímido James que se escapen, el
muchacho, sin mucha capacidad para tomar determinaciones, le sigue el juego
hasta que empiezan a adentrarse en una espiral criminal y violenta que sólo
puede terminar en tragedia.
Una
road-movie bien indie
Como ya dije, la serie
es realmente una película dividida en ocho partes, cada capítulo dura alrededor
de 20 minutos (algo que se agradece ahora que las series pueden llegar a durar
hasta una hora por capitulo) lo que daría por resultado una película de dos
horas, una road-movie. Esteticamente, desde los escenarios, las ropas, la
música (tanto incidental como diegetica) cada pieza audiovisual recuerda una road-movie
estadounidense, en este caso sería una mezcla entre Bonnie and Clyde y Thelma
and Louise. Los crímenes de James y Alyssa siempre tienen un matiz que los libera
de culpa haciendo que lxs espectadores nos pongamos cada vez más de su lado. Ya
sea que actuasen en defensa propia, o porque el acto delictivo estuvo plagado
de escenas cómicas (pobre Frodo) la trama se las arregla para que les deseemos
un final feliz a esta pareja.
Sobre al amor, la
historia toca el tema de una manera casi marginal, al final podemos notar que
más que una dependencia emocional, ambos personajes logran una afinidad y
complicidad necesaria (más allá de que son forajidos). Se quieren, van
madurando, pasan de ser unos millenials trancados, quejumbrosos e inseguros a
seres con cierta autonomía en sus decisiones, aunque no tienen la menor idea
sobre qué hacer con sus vidas en el peor momento, pero quieren seguir juntos a
toda costa.
A diferencia de muchas
críticas, yo no veo elementos clichés en las personalidades de Alyssa o James,
la conexión que tienen es rica en ambigüedades y significaciones. Ella
constantemente es avasalladora, irrespetuosa, pero por dentro se muestra
insegura y nostálgica, mientras James va descubriendo lados de su personalidad
que creía completamente cerrados. Esta pareja cambia ciertos paradigmas, no es
el chico el que defiende y cuida a la chica, en muchos casos es al contrario. Ella
es fría e irresoluta (aunque a veces ni sabe lo que hace), y el cariño que le
va agarrando a James se da por los chispazos de ingenio que éste muestra en
ocasiones (que no son muchas), así mismo, James no se enamora de Alyssa por
cosas banales como su belleza o mero carácter, sino por su determinación y aparente seguridad. Su relación pasa por
varias etapas: desde el interés, la dependencia, hasta terminar en la afinidad.
Por eso creo que el amor no es un tema tan central (más bien satelital) como si
lo es la adolescencia en toda su extensión, en último caso podríamos hablar más
de amistades y compañerismos.
El despertar sexual es
otro tema que se toca con cierta oscilación. Nunca van directamente al grano,
pero en varios momentos se puede entender que el sexo como deseo es algo que no
termina de encajar en esta pareja. Por supuesto, la adolescencia es más que
estar furioso y querer sexo, es sufrir, creer en modelos de vida que se
desmoronan, darse de bruces con los anhelos y sobre todo adolecer. Hacía falta
que se reflejaran estos aspectos con fuerza en las producciones actuales ya que
siempre los adolescentes son tratados como grandes imbéciles o como héroes en
desarrollo. Aquí ni lo uno, ni lo otro, vemos dos personas frágiles, totalmente
precarizadas y con un oscuro porvenir, del que nos vamos enterneciendo.
Lxs antagonistas de
esta historia, por supuesto tienen que ser lxs adultos, pero más allá del rol
del papá de James y la mamá de Alyssa, que a medida que pasan los capítulos vemos
que no son tan cómo pensábamos que eran, el verdadero rol antagónico lo cumple
la ley, en el papel de las detectives Teri
(Wunmi Mosaku) y Eunice (Gemma Whelan), dos policías lesbianas que van tras los
pasos de James y Alyssa. Estos personajes tienen su propia subtrama, que es
básicamente un desperdicio de minutos, porque aunque son pintorescos, no aportan mucho a la historia central y
finalmente su relación se ve muy forzada para caer con embudo a la trama, cabe
esperar que en la próxima temporada se involucren de mejor manera, porque como
personajes brillan bastante. Aunque bien podríamos decir que la posición de
Teri de darle asilo y comprensión a lxs chicxs es más cercana a la del
espectador, en contraposición a la de Eunice que quiere hacer cumplir la ley a
como de lugar y ve en James y Alyssa sólo un problema molesto que quiere
sacarse rápido de encima.
No
me gusta mi vida. Entonces, haz algo
El mensaje de la
historia puede resultar de una ternura ingenua, ya que a fin de cuentas nos
dicen explícitamente “si no te gusta tu vida, pues haz algo” aunque eso
involucre mandar todo a la mierda. Sin embargo, dentro de un ímpetu juvenil y
caradura, se me hace un mensaje con mucho sentido, manoseado y hasta
transformado en un logo empresarial, si se quiere, pero a fin de cuentas,
efectivo para cualquier adolecente aislado y confundido con el mundo, que está
más cerca de ser un paria que un ciudadano bien asimilado.
La estética hipster
aunque no es de mis favoritas por tratar de embellecer fotográficamente todo,
en este caso la dejo pasar, porque logra conectar bien con los personajes y su
entorno. Indudablemente se trata de una historia de madurez, y en ese sentido
el lenguaje audiovisual juega bien los elementos fotográficos y sonoros para
entregarnos esa sensación de crecimiento interno. Sin duda una serie que le
recomendaría a cualquier adolecente furioso con su vida, y también a cualquier
viejo o vieja que quiera sentirse nostálgico y decir “Ah, yo pude haber hecho
eso a mis diecisiete años” En fin, hay etapas para todo, ahora si me disculpan,
me tengo que ir porque se me hace tarde para llegar a mi trabajo de mierda.-
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