viernes, 25 de diciembre de 2015

Cuento: Dolor de cabeza II PARTE

Y aquí les dejo la segunda parte y final de la historia sordida sobre un policia cordobes. Ah y aproposito, feliz navidad....


A la mañana siguiente lo primero que vi fue la almohada de mi sabana entintada de oscura sangre. Me fije en el espejo del baño y note que la herida se había abierto un poco más, ya estaba bastante fea y se hacía necesario que me la revisara pronto un doctor porque prácticamente mi dedo índice podía introducirse por entero ahí, yo estoy seguro que esto se dio porque me rasco la nuca todo el día, no hay momento que no lo haga, las uñas calaron hondo. Antes de salir la flaca me dice que tiene que hablar conmigo, me hago el boludo, realmente no tengo ganas de que el elástico que ha estado estirando se deje de tensar entre nosotros, así que le digo que hablemos a la tarde como para zafar mejor de la situación, pero ella me insiste así que ni modo la subo al auto y ahí me recuerda que el cumple de la nena se viene la próxima semana y que le gustaría celebrarla en uno de esos centros de entretenimiento para niños, que ya va a cumplir cinco años y que sus compañeritos de la guardería han celebrado todos sus cumpleaños en esas cosas. La quedo mirando extrañado, ni una mueca de disgusto, ni un regaño gestual, la flaca sabe disimular bien su enojo por algo siempre sale como la mejor promotora en la plaza de autos donde trabaja, pero de todos modos entiendo que está enojada porque ni la mano me toma. “Sí, ok ¿cuánto cuesta eso?” Le pregunto y ella sin darme una mísera sonrisa me entrega una lista de precios que le han recomendado sus amigas, es como si me estuviese entregando un informe impersonal. Le echo una rápida ojeada al asunto, todos los precios se ven caros, pero igual puedo llegar a pagar la cosa, bajo la hoja y la quedo mirando fijo, espero que me diga alguna cosa, estoy esperando un regaño, me atrevo incluso a preguntarlo si acaso todo esta bien. Claro que sí me dice ella, asiento con mi cabeza algo incómodo le entrego la hoja y le digo que me parece bien, que gestione el asunto por su cuenta y después yo le paso la plata que necesite. Ella acepta silenciosa, se va a bajar del auto sin despedirse, la agarro fuertemente de la cintura la llevo hasta mis piernas y dejo caer mis labios sobre los de ella imponiendo mi lengua en su boca casi recorriéndola toda, ella parece resistirse, no estoy seguro, pero finalmente se impulsa para quitarse de mi lado.
-¿Qué te pasa?.- Me grita furiosa. La miro con deseo, pero más que deseo es provocación quiero que me diga alguna mierda, le recuerdo que soy su marido y ella mi mujer, que de vez en cuando necesito que me quiera. Ella se queda en silencio mirando al suelo, noto que esta un poco sorprendida, nunca la había forzado para que me besara (o quizás alguna vez lo hice, no lo recuerdo, pero definitivamente nunca de esta forma tan rara) espero que se arme una tormenta, ya me veía haciendo las maletas para salir de ese auto, pero nada, la flaca sin dejar de mirar al suelo asiente y me dice que tengo razón, luego se baja del auto y se mete a la casa rápidamente. Golpeo el manubrio del auto, me quito la gorra y me pongo a rascarme la herida, al rato decido salir de ahí y empiezo a patrullar. Cojo a los primeros negros que encuentro y les hago los mismos que a los chicos del otro día, les pregunto si acaso prefieren otra opción a irse presos, estos que estaban igual de asustados que los del otro día tampoco me responden o no me saben qué responder, los presiono y me dan la razón, los llevo al sitio eriazo y me ensañó cagándolos a trompadas.
La flaca y yo nos pusimos de novios cuando íbamos en el secu, al año la mina quedo embarazada y desde el primer momento le dije que no la iba abandonar, yo ya había entrado a la escuela de policías y ella le quedaba un añito para salir del secundario. No sabía muy bien qué hacer con mi vida, pero me gustaba la acción, las peleas, darle su merecido a los culeados, supongo que eso es porque de niño vivía cerca de una villa, mi casa quedaba al lado, ladito de hecho de la mierda esa y todas las noches nos teníamos que bancar a los negros con su música fuerte que no nos dejaba dormir, mi padre no hacía nada por el miedo a lo que le podían hacer, en realidad nadie les reclamaba. Mi fantasía era ser karateca para poder defenderme de toda esa basura, pero ya al ir creciendo abandoné la idea porque nunca pude integrar un grupo de karate de forma continua, nunca aprendí las artes marciales más allá de un par de movimientos re básicos, pero bueno supongo que no me costó resolver que lo más cercano a ser luchador de karate, a ser un justiciero era ser un policía, aparte venía una niña en camino y no me veía enquilombándome poniéndome a estudiar cualquier cosa. Me metí a la escuela de policías convencido de querer serlo, después nació la nena, me fui a vivir con la flaca a la casa de sus viejos, todo muy rápido, el primer año de familia estuvo bien y me fue meteóricamente excelente en el trabajo, salí destacado un buen par de veces por los sub oficiales, todo iba tan excelente que la flaca quedo esperando otro bebe, yo estaba entusiasmado con la idea de por fin experimentar la plenitud, sabía que si seguía haciendo las cosas tan bien pronto me subirían el sueldo y me podría ir a vivir a otro lado con la flaca y los niños, comprar un auto, tener un perro, todo eso. Pero nada, la flaca una noche me contó que había decidido abortar, me lo conto con miedo, con asco, con vergüenza, no paraba de llorar y trataba de explicarme cosas que no tenían ni un sentido para mí, me enculé de tal forma que le di un puñetazo en su rostro justo cuando ella se acercó a implorarme perdón, era la primera vez que le pegaba a una mujer y sentí instantáneamente un miedo, un pavor al verla tirada sobre la cama con sus palmas en su rostro tapando el dolor. No supe qué hacer, me empezaba a desesperar, pensé en seguir pegándole hasta matarla, pero un segundo pensamiento se interpuso con más fuerza, le pedí perdón y salí de la casa, fue la primera noche que la pase sin ella a mi lado. Sus viejos si es que no lo sabían todo de seguro lo sospechaban con fuerza, pero no decían nada o al menos a mi no me decían nada, aunque esa semana me trataron de manera grosera. De todos modos las cosas se arreglaron solas, nunca hable del asunto con la flaca, pero el tiempo hizo que la relación mejorara, simplemente enterramos bajo tierra aquel episodio, los dos habíamos actuado mal, ella con lo del aborto y yo al golpearla, después de eso no le volví a tocar ni un pelo, pero de que las cosas se quedaron estancadas lo hicieron, me subieron el sueldo en dos ocasiones más, pero me di cuenta que no era suficiente para irse a un hogar digno con la nena y con la flaca, lentamente me fui olvidando de todas las ilusiones y me entregue a la realidad de mi vida diaria, no armaba proyectos sólo existía por inercia.


Al día siguiente fui al médico, me reviso la herida, me dijo que no veía nada raro, que en efecto habían marcas de rasguños y que debía evitar rascarme con tanta obsesión la cabeza, pero en ningún caso vio el hoyo que me desangraba. No me atreví a decirle nada, pensé que todo era una joda, que había una cámara escondido porque yo sí había visto una herida gigante ahí arriba, pero el médico gordo y taciturno mantenía firme su diagnóstico.
-Ha de ser la presión, por tu trabajo vos estás expuesto a demasiadas situaciones estresantes, eso te puede afectar el cuerpo y el sistema nervioso, te voy a recomendar unos calmantes que son buenísimos.- Sentenció con su conocimiento hipocrático. Yo me sentía desencajado, es que acaso me estaría volviendo loco, yo el hoyo lo vi, pero no le iba a contradecir la palabra a un médico. Salí de la consulta con la receta en mis manos y rascándome la cabeza anonadado. Pero el día no haría más que empeorar, cerca de las 14 horas me llamaron de la jefatura de la ciudad, había un problema grave, aparentemente había metido preso a un extranjero, un chileno y no cualquier chileno, el hijo de un empresario o algo así. El jefe me gritaba enojadísimo, nunca lo había visto tan furioso, decía que el chileno ese había armado un escándalo terrible a penas lo encerraron y que en la mañana había llegado una carta de unos abogados demandando a la institución y a la ciudad de Córdoba por discriminación y xenofobia.
-¿Me podes decir que tenías en la cabeza?.- Me gritaba el jefe dejándome sordo, cerré los ojos e intente hacer memoria, yo no me acordaba de nada, mire inútilmente los documentos del informe de detención, efectivamente había sido yo el que lo había llevado y dejado en el calabozo junto a otros chicos. Luego vinieron a mi cabeza vagamente un par de imágenes, sí, había tomado preso a un chico morocho y que vestía raro, para mí como un delincuente que suelo agarrar por la calle, el chico iba junto a otras personas que no puedo recordar, lo que sí me podía acordar medianamente es que cuando le pedí el documento el chico me hablo de forma muy rápida y no le pude entender nada, luego me mostró un documento que ni me moleste en revisar, ese día andaba con la jaqueca a flor de piel y simplemente me llevaba preso a todo el mundo que reuniera las condiciones necesarias, estaba sordo ante cualquiera.
-¡Pero sos pelotudo! Cómo se te ocurre llevarte a un chileno cheto, por último si querés cagarte extranjeros andá al mercado Norte y llévate un Bolita que ande vagando por ahí. Pero esto es grave Sánchez.- Me seguía gritando el jefe.
-Yo sólo seguía el protocolo.- Le dije abnegado.
-¡Las pelotas el protocolo Sánchez! nos metiste en un lío a todos, la gobernación ya está al tanto y nos van a pasar revista, el padre de este chico es el dueño de medio Chile, no sabés la cagada que dejaste. Pero cómo es que ni siquiera te diste cuenta cuando lo dejaste en el calabozo. Sos tarado, sos un nabo, no sé en qué andas, ¿andas en drogas?.- El jefe suspiro, saco un cigarro se sentó cerca mío.
-Mirá, por ahora estamos haciendo lo posible para que la cosa quede en la más absoluta discreción, que no pase a escándalos, pero vamos a tener que suspenderte.- El jefe me miro fijo, pétreo, fulminante, acto seguido llamó a su secretaria que trajo unos documentos que me hizo firmar, yo me sentía impotente…y seguramente así se sentían los chicos que me llevaba presos. Trague saliva, tenía que hacer una firma en como diez hojas, no me dejaban leer nada y luego me hicieron desarmarme, fue ahí cuando comprendí realmente que estaba cagado y le suplique al jefe que me diera otra oportunidad.
-Ese día andaba con la cabeza en otro lado, tenía una jaqueca muy fuerte, estaba re jodido, por favor jefe, se viene el cumpleaños de mi hija. Entiéndame no estaba en condiciones ese día por eso hice todo mal.- El jefe me miró sin ninguna emoción, se sentó en la silla frente a su escritorio, levanto las manos aduciendo que no había nada que pudiese hacer y sentenció con brutalidad “¿Y si no estabas en condiciones de trabajar porque vienes al trabajo?, bestia” Lo miré con rabia, salí de su oficina y me fui caminando lentamente, ya era un policía menos en la ciudad.
Intente ocultar las cosas en casa, pero me fui imposible hacerlo por más de dos días, les inventé cualquier cosa, la mamá de la flaca, la vieja me preguntó al toque ese día cuando me vio llegar sin el auto y sin el uniforme, no sé cómo zafé, pero no me creyeron ni una mierda. Intente volver a hablar con la jefatura, que me dieran una oportunidad, con menos sueldo, con menos honores, pero que no me quitaran el uniforme, el trabajo, el uniforme. No había caso, me cerraron las puertas en la cara, ese mismo día pude notar que en el diario se informaba sobre el tema del chileno, era un titular bastante simple “Familia Chilena acusa a la gobernación por malos tratos” leí y noté la gran cantidad de basura que la noticia explotaba, sin embargo, me detuve en una pequeña cita del general superior de policía quien decía que ofrecía disculpas formales a la familia y que ya se han tomado medidas estrictas para dar de baja a los responsables que ocasionaron tan mal rato al jovencito. Lo que más me jodió fue que cuando le preguntaban sobre posibles acciones legales, el general declaraba que evaluarían la cosa, pero que no le parecía que por el error de uno la institución tenga que mancharse por lo que se delegaría la responsabilidad inmediatamente al responsable directo. Ósea que más encima si la cosa se pone más fea me pueden mandar a la cárcel. Lleno de rabia arrugué el diario, el quiosquero me puteo, pero le di un puñetazo que lo dejo viendo pajaritos. Cuando llegue a casa no pude seguir disimulando, se lo dije a la flaca de una manera cortante y directa, esperaba su silencio y apoyo, me mando a la mierda de inmediato, me gritó como nunca antes la había escuchado, armó un escándalo gigante, los viejos llegaron y a penas se enteraron que ya no era policía me echaron de la casa así sin más tirándome la ropa por la ventana, no fui capaz de decir nada, me quede mudo, atónito, la flaca tenía voz después de todo sólo hacía falta que yo fuese un don nadie para que me la alzara.

Vagué de aquí para allá, me rasqué la cabeza, miré con furia los carros policiales que pasaban, los uniformados que respiraban adentro de esos autos. Me emborraché mal, me fui cerca de la cañada y me emborraché mal, me metí con unas travas que se dejaron culear, anduve dando vueltas de allá para acá hasta que doble una esquina, chupado como estaba me fije en unos policías que hacían su trabajo arrestando unos pibes, los policías me miraron, me tambaleé, perdí el equilibrio y caía al suelo, uno de los policías se acercó a verme, tenía olor a que había estado fumando porro, le sentí su olfato me reí de su estupidez, cómo puede andar con uniforme y fumar porro cero respeto a su persona pensé, pero no le dije nada sólo le escupí tremendo gallo en la cara, nunca había visto a ese policía en mi vida e ignoraba si acaso él me reconoció, de todos modos ya nada tenía sentido y la única verdad es que él era un policía y yo un cualquiera. Me pegaron, no sé muy bien cómo pasó, pero termine en el calabozo junto a otros pibes cagados de miedo y rabia. No quería ver a nadie así que me guarecí en la oscuridad, quizás cuánto tiempo me tendrían encerrado ahí, me senté en un rincón con la cabeza apoyada sobre mis rodillas y me rasqué con fuerza la herida, empecé a notar como la sangre chorreaba a borbotones, me rasqué cada vez más fuerte, con más potencia mientras de a poco el tibio murmullo de los apresados dejaba de escucharse para dar paso a una incesante fricción de las uñas sobre la cabeza. Me rasqué, me rasqué, me rasqué como si fuese el único placer que me quedaba en ese momento y me finalmente me rasqué tan fuerte que el hoyo de mi cabeza se abrió haciéndola explotar vomitando un glaciar de sangre que se desparramó por todo el calabozo por más de diez minutos, era como un grifo descontrolado. Mi cuerpo quedo pegado al pavimento, lo último que pensé fue que me perdería el cumpleaños de la nena.-

Licencia Creative Commons
Dolor de cabeza por Nicolas aravena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://blogdeperrachica.blogspot.cl/2015/12/cuento-dolor-de-cabeza.html.

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