No es un descubrimiento
muy millenials, pero tengo la sensación de que cualquiera cuya infancia y adolescencia
haya sido secuestrada por el anime de los noventa y dos mil, recuerda con mucho
cariño tantas series japonesas que forjaron nuestras convicciones de vida. Pero
a veces, más que las series en si mismas, son los opening, sus canciones, las
que dan la nota nostálgica alta. El otro día mientras hacía ejercicio viendo a
un tipo por youtube (porque soy paaaabre y no puedo gastar en gimnasio) para
evitar escuchar la molesta voz del entrenador (y su aún más nauseabunda música
de fondo) puse una lista de reproducción que tenía sólo canciones de anime, y
la energía me subió a tope. Entonces, será únicamente porque crecimos
escuchando esto que nos produce ese subidón o será porque reamente en el
mercado japonés, la música de los openings (y de algunos endings) está tan bien
escogida que se nos marca con fuego en nuestra memoria.
Una
nostalgia comandada por la televisión
Creo que fue por el
2005 cuando se empezó a poner de moda las canciones del Capitán Memo, un músico
chileno que tuvo el privilegio de adaptar al español los temas principales de
varias series de anime setenteras que fueron transmitidas en Latinoamérica
durante la época de los ochenta, una década en que el anime no pego con tanto
impacto como posteriormente lo haría, pero que de todas maneras produjo una
primera generación de frikis muy consolidada. No tengo idea qué movida
publicitaria o agencial hizo el Capitán Memo y compañía para ponerse tan de
moda después de veinte años de irrupción, pero creo que supo jugar las cartas
de la nostalgia con mucha certeza. Capitán Memo cantaba canciones del “Capitán
Futuro”, “El galáctico”, “Ángel, La niña de las flores” y “El Vengador”
(también de otras series no anime como He-Man) a una audiencia que ya contaba
con treinta años o un poco más, pero que en su infancia y juventud se habían
grabado su voz en esas canciones que repetían como mantra durante todas las
tardes a la hora de la merienda. De este modo, el Capitán Memo hacía cantar a
adultos canciones que ya no podían ser otra cosa que algo kitsh, debido a que
su valor no era tanto artístico, sino más bien, simbólico. Esas canciones
representaban una época, una infancia y un modo en que la inocencia parecía
comandar la realidad.
Actualmente el Capitán
Memo sigue haciendo de vez en cuando alguna presentación en discotechs, eventos
de anime o incluso festivales de alguna ciudad o pueblo latinoamericano alejado
de la mano de Dios. Es interesante notar como ese valor transversal de su
música, supera la simple etiqueta en la que podría fácilmente caer (de música
infantil) y es que el hecho de que tantos vejetes coreen y se emocionen con su
música, es un síntoma de que se trata de un artista que sólo tiene sentido
gracias a la nostalgia televisiva.
Pero si creíamos que
los papas y las mamas que gozaban con las canciones simplonas del Capitán Memo
eran ridículxs, es porque no nos hemos visto en un espejo. Actualmente quienes
crecimos en los noventa ya bordeamos los treinta, (y aunque los tiempos han cambiado y en la mayoría de los
casos estamos muy lejos de la [supuesta] estabilidad financiera que nuestros
Padres tenían a esa edad) igualmente sentimos una fuerte dependencia a aquellos
elementos nostálgicos que armaron en gran parte nuestra personalidad.
Una de las canciones
que más se repite a la hora de buscar un referente de música de anime que nos
lleve a ese lugar de “pasado idealizado” del que habla el psicoanalista español
Manuel Fernández Blanco, sería el primer opening de Digimon - que por fortuna
en Latinoamérica se adaptó directamente del japonés y no tuvo transformación
melódica como paso horriblemente en Estados Unidos - El opening de Digimon goza
de una personalidad única que le dio un empuje muy interesante a la popularidad
de la serie en esta región, pero vayámonos a lo musical ¿por qué es tan
efectivo? Podríamos decir que la canción clásica del juego de Super Mario Bross
debería generar lo mismo, pues también es un monumento a la infancia de tantxs,
pero por si misma no provoca el mismo efecto. En cambio, el opening de Digimon
resulta orgánico a la hora de querer revisitar ese lugar que fue nuestra
infancia. Quien haya visto la serie, aunque se acuerde pobremente de ella,
siempre será capaz de cantar o al menos tararear la melodía del opening,
incluso he sabido de boliches que han puesto en algún momento esta canción. No
deja de ser un guiño a lo kitsh, pero más allá de aceptar lo ridículo y
abrazarlo con cierto deleite, esta canción bien podría ser aceptada por gente
que no sabe de qué se trata la misma serie. Dejando de lado la estúpida letra
que la adaptación realizo (cuya voz corre a cargo el joven y patético Cesar Franco,
otro que se pasea constantemente por toda Latinoamérica invitado por eventos de
anime) la música funciona en muchos niveles. No soy ningún experto para hablar
de acordes u octavas, pero me parece que la energía que transmite la melodía no
tiene lugar a resistencias: es alegre, transmite poder y positividad. Este
patrón se puede rastrear en muchas otros opening de la época como los de Dragon
Ball Z, Dragon Ball GT, Shaman King, Detective Conan, Marmalade Boy (a pesar de
su toque synth ochentero), Saint Seya, Hajime No ipo, muchos opening de Naruto,
Full Metal Alchemist, Bleach…
La energía y el ritmo
de estas canciones va de unos acordes generalmente poderosos que incentivan una
sensación de energía en quien los oye. Tiene sentido, si lo pensamos, ya que la
mayoría de los opening buscan siempre ser el gancho publicitario de la serie.
Esa estrategia también se puede rastrear en otros ejemplos más autóctonos como
pasa con las telenovelas latinoamericanas, en donde la canción de apertura busca
pegar al punto de ser un éxito radial para así garantizar la atención de sus televidentes.
Además, la mayoría de los animes que tuvieron popularidad en los noventa
trataban sobre aventuras, peleas o situaciones mágicas. Los animes más
introspectivos o realistas no tuvieron mucho arrastre en el mainstream
televisivo y esos eran justamente los que tenían otro tipo de canción en su
apertura como el caso de “Lain” o “Paranoia Agent”.
Canción
buena + emocionalidad = Power energy
Cualquier canción del
pasado nos lleva a un remoto lugar en que creímos que la felicidad tenía una
forma determinada. Según una teoría científica, existe un fenómeno psicológico llamado choque de reminiscencia donde los sucesos ocurridos en nuestra infancia, adolescencia
y temprana adultez, son atesorados en nuestra memoria con mayor ímpetu, por
ende las canciones que nos gustaban por aquella época suelen seguir teniendo
una potencia importante en nuestras sensaciones adultas. Para muchxs
piscologxs, la razón clave de porque volvemos a las canciones de ese periodo con
tanta necesidad se debe a que nos recuerdan quienes somos. Ciertamente, el
periodo de vida que va entre los 12 y 28 años es crucial porque tomamos decisiones,
aprendemos cosas que nos marcan y experimentamos por primera vez muchas
situaciones que empiezan a definir nuestra personalidad. Lxs cientificxs
incluso han ubicado un área específica del cerebro -la corteza prefrontal media-
que conecta los recuerdos y las emociones con temas musicales específicos. Es
por ello que muchas veces no aceptamos la nueva música que este de moda en la
juventud actual, o más que no aceptar, simplemente no la queremos comprender.
Tener la cabeza abierta
musicalmente suele romper un poco con esos vínculos cerebrales que nos atan a
ciertas estructuras. Finalmente nos gusta la música que nos hizo sentido en un
periodo de formación y es fácil quedarse atrapado escuchando siempre lo mismo o
cosas que se le parecen. En el caso de los opening de anime de los noventa y dos
mil, el efecto está tan relacionado con un momento de sumo agrado (la infancia-adolescencia)
pero que al mismo tiempo se resignifica simplemente porque la música también es
buena y potente en su calidad técnica. Y es que no se trata de canciones
infantiles soporíferas, sino de verdaderos temas que uno puede cantar en un
karaoke o abrazado a un amigx mientras se empeda toda la noche.
Canciones como las de
Asian Kung Fu Generation o L´arc en ciel (algunas de las bandas de rock que más
han intervenido en el desarrollo de openings de anime) son técnicamente buenas,
y comercialmente funcionan, pero sólo se activan cuando las relacionamos con la
serie de turno en las que aparecieron. Tal vez este tipo de canciones, al
mezclar su funcionalidad técnica junto con los recuerdos que albergamos de la
serie que vimos, nos hace detonar algo en el cerebro parecido a la dopamina, que
automáticamente nos da felicidad y power up para afrontar lo que sea que
estemos haciendo, quizás por eso simplemente amamos a los opening de animes y
siempre volvemos a ellos, porque ocupan un lugar especial en nuestras emociones
y recuerdos.-
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