Sin demasiado anuncio
la segunda parte de la nueva serie creada por Matt Greoning (Los Simpsons,
Futurama) llegó a Netflix y no consiguió levantar demasiadas expectativas.
Luego de una correcta, pero tibia, primera temporada, esta segunda parte parece
confundir mucho más el tono de la serie y desaprovecha bastante a sus
personajes.
Un
hechicero lo hizo
La primera parte de Disenchantment consiguió
terminar de una forma bastante aceptable dando a entender que más que una
sitcom buscaba ser una serie épica con una historia trazada de antemano y llena
de elementos de comedia. Y en efecto, esta nueva entrega despliega en sus tres primeros
episodios los puntos más fuertes que la serie evocó: buen uso de los personajes
y sus características, espacios dinámicos y una historia bastante interesante
que se desarrolla a buen ritmo. Recapitulemos un poco:
Luego de que la reina
Dagmar vuelva a la vida y traicione a su familia, todxs lxs habitantes de
Dreamland son petrificados salvo el rey Zøg. Dagmar se lleva a su hija la
princesa Bean, quien confundida y aún triste por la muerte de Elfo no puede
conciliar esta nueva situación en su vida. Dagmar lleva a Bean al reino de Maru
en donde conoce a sus tíos, nada más ni nada menos que los mismos tipos que le
enviaron a Luci para corromperla. Rápidamente la princesa presiente que hay algo
raro en todo esto y su curiosidad la lleva a acertar, aparentemente su madre es
una hechicera que usa fuerzas oscuras y quiere usar a su hija en sacrificio
para pagar una deuda con el infierno…o eso es lo que se nos deja ver.
Este nuevo escenario da
pie a muchos momentos interesantes y por sobre todo, a personajes bien
diseñados que sin perder – cuando se es necesario – la cuota humor o sarcasmo
necesario saben aportar bien a la historia. La trilogía que conlleva estos
primeros capítulos en cierto modo le dan un cierre a las cosas expuestas en los
capítulos finales de la temporada pasada, no así a la mitología de la serie, ya
que ésta continua extendiéndose en elementos, incluso del folclor medieval, así
como en personajes que esconden secretos y nuevos misterios a los que sólo
tenemos pinceladas de explicación (La madre de Elfo, las criaturas que viven
bajo el castillo de Dreamland, el pavo que Ona y Osvald enviaron con un
mensaje).
El problema aquí es que
luego de estos tres primeros episodios (que son los mejores de lo que va de
serie) todo se vuelve predecible, repetitivo, tanto en trama como en actitudes
de los personajes, salvo Zøg a quien se le otorga más profundidad entrando de alguna
manera al grupo protagónico sin necesidad de que su rostro figure en los poster
ni nada. El mayor problema es que luego de darnos una seguidilla de capítulos que
mezclaban muy bien el humor y la trama de aventuras (al estilo de Futurama) los
siguientes episodios (con excepción de aquel en que Zøg se enamora de una mujer oso) no consiguen
mostrar nada muy interesante, es más, salvo uno que otro detalle misterioso que
tiene relevancia al final de esta segudna temporada, todas las historias son
bastante clichés y no muestran ningún aspecto divertido ni interesante de sus
protagonistas y mucha menos del resto del elenco.
Si la serie toma el
ritmo de una sitcom y sólo vuelve a mostrarse interesante y bien construida
tanto en los primeros como en los últimos capítulos, quizás es porque hay un
problema de dirección. Por otro lado, si Greoning lee esta insípida crítica, le
sugeriría con todo mi corazón que abandone las tramas de sitcom que actualmente
están más muertas que la economía neoliberal. Definitivamente los mejores
momentos de Futurama se dieron cuando nos encontrábamos con historias bien
desarrolladas y enfocadas en sus personajes, no en historias azarosas ni
aventuras insulsas. Definitivamente podemos decir que por la dejadez y mínimo
desarrollo de sus personajes, esta temporada un hechicero la hizo.
Cuestión
de enfoques
Si bien en Futurama nos
enteramos recién en la cuarta temporada de la misión real que tiene Fry en el
futuro (algo que él mismo ignoraba), aquella serie no se proponía mostrarse
como una saga épica. En este caso, las pretensiones de Disenchantment parecen
ir desde un primer momento por ese lado.
También es difícil recordar buenos diálogos, salvo aquellos que expresa
Dios en el segundo capítulo, que definitivamente
podemos decir es el mejor de lo que va de serie.
También duele ver que
el personaje de Luci pasa cada vez a ser más intrascendente, su pasado no consigue
ser muy interesante, aunque da pistas algo confusas sobre en qué época transcurre toda esta fantasía (Luci declara
haber sido el secretario de Satanás en el 2004…¿2004 antes de Cristo?) son
cosas que quedan en un limbo de suposiciones y sólo sirven para que lxs fans de
siempre elaboren sus locas teorías, si es que acaso ese mundo tiene una
conexión con Futurama o son sólo guiños que los creadores hacen para darle un
contexto unificador a ambas creaciones de Greoning.
Crear una serie con una
mitología interesante y llena de interpretaciones es posible, pero termina
siendo muy difícil o más bien molesto, cuando esa mitología se mantiene en
suspenso por casi cinco o seis capítulos que en este caso no parecen ser otra
cosa que un relleno, ¿Elfo viviendo con Luci?, ¿Derek triste por no tener amigxs?,
¿Bean viajando a un mundo steampunk?, ¿Bean planeando robar el dinero de su
Padre? En su mayoría tramas tan carentes de interés que hasta los mismos
personajes parecen desacreditados con lo que la historia les demanda.
Los aspectos positivos
siguen siendo los concernientes a la producción: los paisajes, las
ilustraciones y los nuevos escenarios presentados (especialmente el alucinante
infierno) consiguen ser de una calidad inmensa y le dan una personalidad
llamativa a la serie, así como su entretenida intro. Disenchantment sigue
conservando el potencial que muchxs le vieron en su primera temporada, sigue
acumulando secretos y misterios a priori llamativos, pero si no consigue
perfilar su historia o generar un vínculo más llamativo con el carácter de sus
personajes (Bean se hace infumable en esta temporada,) no podrá sobrevivir a
una tercera temporada.
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