jueves, 10 de junio de 2021

100 Discos para mis treinta: #35 Opeth – Damnation (2003)



Llega el invierno y junto a el empiezan a salir los discos de tonalidades frías que mantienen ese ambiente melancólico y taciturno. Para mi uno de los mejores ejemplos para representar esa sensación es este, que además es mi favorito de esta banda de metal Sueca que sin duda supo atreverse a romper los propios paradigmas que ellos mismos hasta ese momento se habían creado.


La soledad hecha sonido



Opeth actualmente es esa clase de banda que sólo “intelectuales” saben apreciar, siempre odie que la banda tuviera ese rotulo tan marcado, pero evidentemente no es un grupo que busque un sonido mainstream. De raíces metaleras agresivas, con mucha influencia death metalera incluso, arrancaron a principios de los noventa de las cenizas de varias bandas metaleras de la escena, siendo su principal componente (aunque originalmente no fue quien fundó la banda) el músico Mikael Åkerfeldt a quien de aquí en más llamaré simplemente Mikael.

Con un oleaje de cambios de miembros durante gran parte de su carrera, la banda siempre se las ingenió para pulir un sonido propio que tuvo su momento bisagra con su cuarto disco “Still life” (1999) el cual conseguía mezclar acertadamente la oscuridad del death metal con el causal más acústico y tranquilo. Este último elemento se vería reflejado posteriormente con mayor evolución en posteriores trabajos, dejando en claro que lo de Opeth no era tanto un sonido que anhelaba ser técnico dentro de lo metalero sino que también exudaba mucha tradición emocional del rock progresivo.

En 2002 la banda decide grabar largas sesiones que serían divididas en dos trabajos, todo bajo la producción atenta y estilística de Steven Wilson quien ya había colaborado en la producción del disco anterior “Blackwater park” (2001) el que hasta ese momento consiguió ser uno de los trabajos más exitosos comercialmente hablando. De esta forma “Damnation” nace como el mellizo de “Deliverance”, un disco brutal, poderoso, abrumadoramente técnico, pero sobre todo muy tétrico en donde la tradición del death metal consigue llegar a su máxima expresión y por muchos años una banda de metal no conseguiría alcanzar tal maestría del genero (quizás la llegada de Gojira movió los estandartes, pero fue una buena cantidad de años) La idea de llevar adelante la sonoridad de las facetas más características del grupo, en todo caso, no fue de Mikael sino del vocalista de Katatonia Jonas Renske quien se lo sugirió.

Steven Wilson junto a Mikael


“Deliverance” es un disco de sólo cinco canciones de más de diez minutos de duración cada una, además de un track instrumental que sería el anzuelo para poder entender lo que vendría después con “Damnation”, ya que ambos trabajos fueron lanzados de manera independiente pese haberse grabado en las mismas sesiones. Fueron concebidos como discos distintos en cuanto a su concepto, pero hermanos con respecto al momento de su creación y bien se puede entender a uno como el némesis del otro debido a la diferencia tan notoria de estilos, de hecho “Damnation” hasta ese momento se podría entender como una excentricidad de la discografía del grupo, para el momento de su publicación consiguió incluso desencantar a muchxs de sus fans.

Paisaje gris y frio


Recuerdo que Opeth era la banda favorita de un compañero de mi colegio, un compañero algo involuntariamente clasista en su forma de ser y por lo mismo alguien que solía generar antipatía en el resto, pero sin duda era alguien que conocía mucho de música. Fue quien me mostro Opeth, al principio no me gustaron mucho por lo cansino que resultaba su formula. El metal progresivo de aquellos años estaba embadurnado de la influencia de Dream Theater e incluso un poco de Tool, bandas que se basaban mucho más en su técnica y estilo que elementos que suelen gustarme más en la música como la visceralidad o espontaneidad,
  y con Opeth no había caso, todo me parecía tan obtusamente armado y dispuesto que me costaba estar expectante ante algo que ya parecía demasiado bien hecho. Aún así sería estúpido no reconocer la calidad musical de la banda, tanto en su faceta más metalera como en aquella donde rinden tributo al sonido más progresivo (como ocurre con sus excelentes últimos trabajos “Sorceress” del 2016 y “In Cauda Venenum” del 2019) pero con “Damnation” si pude sentir algo más que técnica,  un verdadero escalofrió.

Es un disco con pocos matices en cuanto a estados de ánimo, de hecho, recuerdo que en mi adolescencia era uno de esos discos que siempre escuchaba cuando estaba deprimido…y básicamente lo hacía por el placer masoquista de deprimirme más. Por esa razón el disco parece un trabajo propio para contemplarse en una fría noche de invierno mientras deliberas si tirarte de la ventana o no. Sí, suena horrible, pero no cualquier trabajo con tintes oscuros consigue ser tan sugestivo. Todo comienza con la tranquila y friolenta Windowpane, donde las voces limpias de Mikael, las melodías delicadas y deliberadamente pausadas hacen que inmediatamente se sienta algo tan intimo como profundo y muy distinto a lo que ya se había escuchado antes. La canción incluye la colaboración de Wilson en los coros y teclados, dándole ese aire que el ingles siempre riega en sus proyectos, de profunda introspección, tanto Mikael como Wilson volverían a unir sus visiones deprimentes en un proyecto de no mucho aliento llamado Storm Corrosion.



In my time of need mantiene esa línea tranquila y algo acantilada del primer corte, una canción que transmite una sensación de estar al filo de la condena. Esta sensación igualmente se puede reflejar por las condiciones de presión que la banda tuvo al momento de grabar este y el disco “Deliverance” ya que el sello ante el gasto que supuso el que la banda llevase adelante la grabación simultanea de dos trabajos les otorgo un estudio algo barato el cual poseía un equipamiento bastante anticuado, que dio problemas técnicos que iban desde que las cintas de grabación se rompían y los micrófonos del baterista Martín López eran cambiados a antojo del productor. El aporte de Wilson para darle mayor forma tanto harmónica como coherencia a las canciones que la banda le costaba encontrar hablan de su excelente papel como productor, pero también de su gran implicancia en este trabajo. De hecho, Death Whispered A Lullaby contiene letras escritas por él, intentando ayudar a un cansado Mikael quien realmente quedo exhausto después de tamaña aventura.



Closure lleva adelante un sentimiento de amargura compuesto bajo el shock de la muerte de la abuela de Mikael, a quien el cantante estaba muy unido (de hecho, tanto Deliverance y Damnation van dedicados en su memoria) pero el tema también tiene muchas vibras a canciones más propias de Porcupine Three e incluso es la que mejor despliega esa esencia de rock progresivo setentero más propio de bandas como Pink Floyd. Nuevamente los aplausos para la producción de Wilson quien consigue darle forma a una batería apabullante y a una escalofriante sección de guitarras acústicas para cortarse abruptamente con un in crescendo de metal que no llega a concretarse pues es interrumpido por la árida calma de Hopes Leaves una de las mejores canciones de la banda y que realmente es una belleza donde las guitarras consiguen transmitir una gracia imposible de apreciarse en cualquier otro trabajo de Opeth, en esta canción el bajo también se lleva las palmas y nuevamente los ambientes de los teclados de Wilson le dan una atmosfera inquietantemente bella a todo.



En  To Rid The Disease fascina ese aire melancólico y triste que toca la fibra huyendo de histrionismos, todo se desarrolla mediante una elegante batería bien ajustada, una melodía casi de ensueño y unos pequeños acordes que hacen alusión a un momento pesadillezco. Ending credits es un instrumental que realmente no aporta mucho más que sumar un poco más de ambiente, pero que en relación al resto de los siete temas queda muy apocado, aunque es el que tiene la mayor vibra de un sonido de otra década. El final con Weaknes arranca como una canción de la banda Noman de Wilson con el característico sonido de un melotron dibujando notas enigmáticas, la voz de Miakel tranquila y algo fantasmal para combinarse con los coros del propio Wilson.



Damnation es un trabajo hermoso, oscuro, de sonido introspectivo y sobre todo muy elegante en su propuesta. Marcó un punto y aparte para la carrera de la banda y supuso un gran desafío a la hora de su elaboración. También destaca la cooperación casi autoral de Steven Wilson quien realmente salva el disco en muchas secuencias y por lo mismo le doy tanto crédito al respecto. En fin, si alguien no conoce esta banda y quiere comenzar el camino de su escucha, recomiendo fervientemente arrancar por Damnation, aunque realmente de aquí en adelante cada disco de Opeth fue una sorpresa tras otra en la que la banda se siguió atreviendo con mayores técnicas e ideas.-

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