Mr. Bungle es un grupo que cambio mi forma de apreciar la música, fue la primera roca que golpeó mi cabeza rompiendo varios prejuicios respecto a otros sonidos y mundos musicales. En parte mi amor a la música en general se debe a como este disco me transporto a sitios insospechados, de esta manera como un buceador que se sumerge en las aguas oscuras e inhóspitas del océano en busca de tesoros insólitos, pude encontrar un disco que resquebrajo bastantes percepciones internas.
Cuando lo bizarro queda pequeño
Mr. Bungle nunca fue una banda trazable en cuanto a géneros o estilos. A grandes rasgos se les podría considerar como una banda de rock alternativo, pero el más evidente detalle rompe un universo de distancias con cualquier otro grupo por el estilo. Básicamente fueron un grupo que siempre siguió sus propios lineamientos, incluso su atipico regreso de hace un par de años los hizo volver a tocar trash y speed metal, tal como cuando comenzaron en la secundaria, pero su carrera durante la década de los noventa tiene un componente experimental que pocos grupos han sabido enmarcar de forma tan atractiva, siendo este disco el ejemplo más extremo al que pudieron llegar.
Ya hablé del California, otro disco que está en la cúspide de la excelencia y excentricidad, le di también su mención de honor a su debut, pero qué pasa con su segundo LP. Para muchos es un disco excesivo, caótico y enredado sin razón alguna. Y es cierto, cuesta encontrarle un hilo y quizás luego de escucharlo muchas veces en distintos momentos de la vida se puede encontrar una razón estética que una toda esta locura, también es cierto que no es un trabajo que tiene que agradar, a todas luces se trata de un suicidio comercial que el sólo hecho de haber sido lanzado bajo el catálogo de una multinacional le da un toque intrínseco de pura anarquía. Disco Volante o DV como le diremos de ahora en más, es un llamado a la curiosidad, no me parece que intente sonar agradable (definitivamente no con ese arranque) o que busque cautivar, es más bien un sonido desafiante al cual buscarle sentido parece ser un acto medio snob.
Lo que a mí me parece tiene el DV y por lo que llega a funcionar es por su enérgica locura explorada a través de sonidos y ritmos lúdicos, rupturistas y toscos. No me parece un trabajo refinado o intelectual como para decirle a cualquiera “es que no eres lo suficientemente culto para entenderlo” primero para mí no hay nada que entender, el disco fue lanzado en un punto de la carrera en que estos muchachos estaban ingresando al mundo intenso y variado del advantgarde, no hay demasiado canon para atrás y Mike Patton era en ese momento la figura de una banda de rock relevante que mucho no ganaba con estas experimentaciones de su vocalista. Se nota el ímpetu rebelde de querer hacer la música que a estos jóvenes les salía y necesitaban hacer.
Por otro lado, Mr. Bungle no es una banda muy intelectual o que se necesite de un gran bagaje para disfrutarlos, el que este disco sea complejo en su expresión no tiene ninguna relación con que “haya que estudiar para comprenderlo” Es simplemente un viaje como lo proponen los mejores discos, claro, uno que podría haber salido mal, pero debe ser por sus momentos imprevisibles, por el derroche de osadía y la fluida interpretación casi cinematográfica que esta música otorga, por todo eso es que Bungle llegó a ser una banda que destaco de toda la rareza underground de los años noventa. Si California termino siendo la cohesión de la locura, en DV el deleite de las manías de sus principales lumbreras (Trevor Dunn, Trey Spruance y Mike Patton) es dejarse llevar por un caleidoscopio de sonidos que representan con todos los impulsos posibles y pintorescos, imágenes muy surrealistas.
El primer disco que escuche de Bungle fue precisamente este y no pude más que sentir una desconexión total con el proyecto, me resulto totalmente chocante, pero al mismo tiempo reconocía elementos que llamaron mi atención, como una especie de Inception, aquella primera escucha aunque violenta, en algo trastoco mis sentidos. Esa hibridez de sonidos fue perdurando en mi memoria y curiosidad sónica al punto de seguir la senda. Un par de meses después volví a escucharlo y otra vez sentí una extrañeza aunque ya podía disfrutar un poco más la dinámica, especialmente en algunas canciones. Así fue como de a poco fui valorando el estupor que se me hacía sentir, ya que no podía evitar querer escuchar más, eventualmente sólo me entregué al bizarro disfrute que el esto me generaba, sin buscar muchas causas. Es por eso que es uno de mis favoritos y tan relevante en lo que va de la historia de mi vida, marco un punto y aparte de mi relación y amor con la música.
Aguas profundas
Para este punto de la historia Mike Patton ya era toda una figura reconocida en el mundo del rock por ser el vocalista de Faith No More, incluso lo que para muchxs, él ya había firmado con los de San Francisco la obra cumbre de aquella banda: Angel Dust. Reconocido trabajo de hard rock que bebe mucho del concepto audaz que entiende (o entendía por aquellos años) Patton en cuanto a música. El primer LP de Mr Bungle, lanzado en el año 91’ un poco a presión por parte del mismo Patton hacía la discográfica, abrió un flanco de extrañeza en el público mainstream que rápidamente supo ser apropiado por bandas del rock más alternativo como Incubus por ejemplo. Con DV la banda abandona casi al 80% esa performance de grupo de rock y se atreven a deconstruir su sonido en algo mucho más perturbador y al mismo tiempo alucinante en relación a su anterior trabajo, pero sería en todo caso un concepto que estila muy bien con la energía desatada que derrochaba la creatividad de este grupo.
Entiendo que el disco se fue armando de manera esporádica entre el 92 y 95, por lo que seguramente algunas ideas iban y venían, otras se desechaban, por lo que de un concepto muy consistente no se puede hablar, pero tampoco termina de ser un rejunta de canciones aisladas. Quizás por su caprichosa y vertiginosa creatividad es que el disco termina sintiéndose único en su esencia. Y también deja ver un momento bisagra en la carrera de Trey Spruance el guitarrista quien en este disco consigue adentrarse en un mundo advantgarde que seguiría profundizando para luego decantar en su proyecto personal Secret Chiefs 3, también pasa con Trevor Dunn, quien en su búsqueda por el mundo del jazz improvisado que le otorgaba la mano de John Zorn (recordemos que fue él quien les produjo el debut de Mr. Bungle) se permite explorar sin tapujos su esquizoide forma de tocar el bajo, sin la atadura a una idea preconcebido de banda de rock. En pocas palabras si Mr Bungle ya era audaz y medio indefinible, después de este disco no permitieron etiqueta alguna.
Con respecto al resto de los miembros de la banda, si bien no forman parte importante en materia compositiva, saben llevar los elementos propios del sonido cinematográfico e intenso de las canciones dando lugar a los momentos atmosféricos más impecables, quizás el caso de Danny Heifetz al ser el baterista del grupo es quien menos se siente presente, más que nada porque el carácter de las canciones en su mayoría no hacen que este no pueda expresarse mucho más de como se lo pida el momento de tal o cual momento, pero siendo así, ejecuta todo bastante bien, simplemente no se siente que este aportando algo más destacado a diferencia de sus compañeros, por otro lado, aunque son Clinton McKinnon y Theo Lengyel quienes consiguen entregar verdaderamente momentos destacados, evidentemente este disco esta mucho más definido por la identidad de quienes fueron los fundadores de esta banda, vuelvo a repetir estos tres nombres que son muy relevantes Mike Patton, Trey Spruance y Trevor Dunn.
El estruendo y primer impacto arranca sin sutilezas con la retumbante “Everyone I Went to High School with Is Dead” salida de la mente más paranoica de un Trevor Dunn convulso, el tema parece una fusión entre The Locust, Sonic Youth y Hanatarash. Un arranque que no necesita demasiadas explicaciones, violento, ruidoso, exasperante, las primeras versiones de este tema tenían una duración de casi nueve minutos y abundaba en improvisación extrema, para esta versión de estudio Trevor redujo mucho la duración y desintegra un hardcore acido que comienza a corroer todo el tema ni bien arranca, para mí siempre fue un puñetazo por parte del grupo arrancar de esa manera, pero a vista general, no había otra forma de decir: “cuidado si quieres seguir adelante”
“Chemical Marriage” retrotrae la influencia del músico predilecto de las caricaturas Carl Staling con ingredientes de jazz progresivo para terminar en una orgia de ruidos que varían entre el despilfarro bromista y el sello autoral, algo así como “tan estúpido que es bueno” “Carry Stress in the jaw” uno de los pocos temas que la banda mantendría en su setlist de la era del California, parece mantener esa vibra jazzera nocturna, sobre todo por ese arranque del saxofón que recuerda mucho a un Ornete Coleman o por los interludios previos a la explosión de la distorsión guitarrera, porque en ese momento el track se transforma en una verdadera lucha que se adentra en terrenos de riff metaleros extremos con un Patton que se suma a la locura gritando hasta despellejarse la garganta. Por si fuera poco la canción esconde un tema secreto que parece más un chiste interno y cuya melodía siempre me recordó por alguna razón esa onda GO-GO de la música de Scooby – Dooh mientras la voz de un viejo cascarrabias canta de forma aleatoria. Todo muy random, pero también muy bien ejecutado, esos climas que propone cada canción y como en todo momento es tratado casi como una parodia hace que el disco sea siempre más que la suma de sus partes.
“Desert Search for Techno Allah” es la temprana influencia de la música arábica en Trey Spruance, en este caso con el referente casi inconexo a la música del peculiar Omar Souyleman y todo su techno árabe de alto éxtasis, la banda propone un ambiente más oscuro y hasta místico si se quiere, siempre fragmentado por los arranques enérgicos y locuaces de algunos intensos riff de guitarras, mientras que la percusión en este caso se gana su lugar particular, percusión que sería garantizada por William Winnat, parte fundamental del grupo en sus presentaciones en vivo a partir de esta época.
“Violencia Domestica” es escalofriante, quizás la que más aire de imagen cinematográfica puede estampar al solo escucharla, básicamente es un ejercicio de música concreta utilizando elementos como percusiones y bandaleon para adentrarnos en la mente de un marido que golpea a su mujer, el hecho que Patton la haya decidido interpretar en italiano le da un toque mucho más escabroso no sólo porque consigue tonos perturbadores, sino más bien porque todo se enmarca en una escena de maltrato cotidiano en algún pueblo de Sicilia o algo por el estilo. Mucho más inquietante resulta “After School Special” en donde Patton canta la aterradora vida de un niño abusado por sus padres, una crítica muy criptica en todo caso, al alto índice de abusos que en Eurecka (ciudad originaria de estos chicos) era bastante alto por esos años. El tema lúgubre y casi de aire funerario se interrumpe eventualmente por un siniestro tango, pero lo más difícil de escuchar es el macabro final, en donde Patton interpreta a un infante. Incomodo, repulsivo, demasiado oscuro, lo que indica que este viaje cada vez se vuelve más descontrolado y así parece hacerlo notar el arranque hardcore y estruendoso de “Phlegmatics” aunque luego el tema vuelve a tornarse en un ejercicio de ambientes jazz totalmente resquebrajados.
Mi favorita o por lo menos una de las que desde siempre me mantuvo atento a este álbum es la caricaturesca “Ma Meeshka Mow Skwoz” un tema con un idioma inventado en el que la melodía te llevara todo el rato por un torrente de colores y sensaciones. Como si fuese el soundtrack de algún capitulo lisérgico de Tom y Jerry este tema te lleva para un lado y otro de la incertidumbre, acá sí que hay que dejarse llevar sin cinturón. Este tema tiene la extraña sicodelia de Frank Zappa mezclada con la manía neurótica de los Looney Tones.
Para quienes llegan a este punto “The Bends” ofrece un torbellino singular, ya estamos en algo así como Las marianas, el punto más profundo del mar, así lo hace ver el arranque de esta canción conceptual que más conecta con la idea de profundidad marina que exhibe la portada del disco. “The Bends” es una selección de temas que Patton fue elaborando por separado y que decidió estampar en este collage que exhibe una producción low-fi como si se tratase de temas de los años 60’ de películas de ciencia ficción, hay momentos psicotrópicos, otros mucho más jazzeros, instantes más cercanos al noise que haría el mismo Patton muchos años después en el proyecto Maldoror. Dejarse llevar por este track es sumergirse hasta perderse, si bien es necesario algo de paciencia ya que su duración de 10 minutos acojona un poco, enmarcado en la experiencia del disco entero, sí que tiene mucho peso. Como dato curioso decir que varios extractos de estos temas fueron usados como música de fondo para comerciales de MTV, sí, de esos comerciales bizarros que le daban esa identidad tan propia al ex canal de música.
“Backstrokin´” parece música de ascensor intervenida por una especie de glitch asesino, de todos modos es un respiro al gigantesco panorama de ruidos que nos brindó el tema anterior. “Platypus” es la adición más cuestionable dentro de este disco, se trata de una canción antigua que incluso fue pensada para el primer disco. En esta versión toma un aire más onírico con mucho swing jazz de fondo. A primera escucha pareciera ser la más convencional en términos prácticos, es decir, es la que tiene más clara la estructura de una canción estándar a diferencia del resto, pero ese tono más noise que se le agrega en distintos momentos, pasando por los pasajes jazz, hacen que igual se sienta extraña como el resto, aunque no deja de sentirse muy torpe y es que la letra es sonrojantemente tonta, obviamente pensada adrede.
“Merry go by by” es un cierre perfecto, arranca como una rola de los años 50’ y se mantiene en esa onda de manera súper lúdica y hasta onírica hasta llegar a su segundo coro, cuando sorpresivamente todo torna a una pesadilla de death metal que va cediendo su estruendo al noise más pesadillezco. Este tema la primera vez que lo escuche me hizo quedar con la boca abierta y me hizo entender que esta banda era realmente genial, la forma de llevar adelante esta mezcla era tan ingeniosa y al mismo tiempo (en apariencia) tan poco elaborada, hacía que la banda no dejase de sentirse como un grupo que no destacaban por su virtuosismo sino por su creatividad, obsesiva e impulsiva creatividad. La canción cierra de manera celestial volviendo a ese tono de rock and roll hasta extinguirse en un halo de luz.
El último gusto que la banda se da es un par de minutos de puro silencio para luego volver con otra canción secreta, pero que sólo se trata de grabaciones de ruido al parecer en tono de chiste en el que Clinton McKinnon y Theo Lengyel curiosamente se llevan las palmas. Aunque sólo estoy bromeando y en definitiva es algo que no es necesario escuchar para la experiencia del DV igualmente para cualquier curioso o curiosa del ruido puede llegar a ser interesante. En fin, esta banda genero un disco que yo veo casi imposible que una casa discográfica tan grande edite, tampoco sé si es necesario que vuelva a darse un disco tan variopinto y desafiante como este dentro del contexto actual, creo que dentro de todo es un viaje turbulento que quienes disfrutan de esos impulsos que el sonido intenso y a la vez difuso genera, será un tesoro invaluable. En lo personal fue un disco que cambio mi forma de apreciar la música y hasta el día de hoy sigue siendo igual de desafiante y excitante. -
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