He vuelto a ver The
Walking Dead luego de muchos años, la abandoné a mitad de la tercera temporada
y no la extrañe para nada porque narrativamente encontré que había caído en un bucle repetitivo y
obstinado del que en realidad aún no sale. Al contrario de lo que ocurre en los
comics o sus juegos donde sí gozan de buena salud en ese aspecto. Sin embargo,
la aparición del personaje de Jeffrey Dean Morgan, el infame Negan le dio todo
un plus y frescura a la alicaída trama y es que a la serie le faltaba un personaje
de esa magnitud, característico y fuerte en el cual sostenerse, en el fondo
Negan es un villano lo suficientemente llamativo como para detestarlo, pero
imposible de odiar completamente y sus minutos en pantalla siempre son
estelares, en parte eso es gracias a la buena interpretación del actor quien
desde su parada y gestualidad se planta como un bravucón engreído, pero
convincente para un contexto tan terrible como el universo en el que se
desenvuelven estos personajes. Pero también porque el personaje en si está muy
bien ideado.
La cosa es que viendo
los capítulos de esta séptima temporada y estudiando un poco más sobre este
gran personaje he querido realizar el ejercicio de mezclar filosofía con
cultura pop, una de mis combinaciones predilectas, para explicar el influjo y
carácter de tan potente personaje en la serie para lo cual creo que no hay nada
mejor que las lecciones del peladito Michelle Foucault sobre poder y control,
conceptos a los que les dedicó bastante trabajo y análisis, y que por lo demás fue
bastante reconocido. Pues bien, revisemos las relaciones de Poder de Negan bajo
la óptica Foucaultiana.