sábado, 18 de febrero de 2017

Series para ver, volver a ver o pensárselo mejor antes de ver: A Series of Unfortunate Events


Cuando se lleva a los terrenos televisivos un argumento anteriormente basado en una película los resultados suelen ser de dudosa calidad ya que los tiempos, el lenguaje visual y sobre todo la expresividad que la historia cobra en la pantalla grande se hace imposible de replicar por TV o cualquier otro formato, por lo mismo no hay muchos ejemplos que parezcan contradecir esta máxima, que por lo demás en su mayoría son series infantiles animadas. Pero cuando una serie se basa en una saga de libros que ya tuvo su accidentada versión cinematográfica, las comparaciones se inclinarán a favor de la primera al demostrar no sólo una gran  factura y calidad técnica, sino que también a diferencia de su versión cinematográfica logra expresar con mayor estilo y dinamismo el alma de la historia. Sin dudarlo digo que estamos en presencia de un potencial clásico moderno. Esto es A Series of Unfortunate Events, la serie.


 Olvídense de que esto fue una película, pero no una serie de novelas


“Para qué ir al cine a ver una película, yo prefiero las series de formato largo en la comodidad de mi casa” decía irónicamente Neil Patrick Harris bajo el papel del Conde Olaf, en una escena de “A Series of Unfortunate Events” mientras miraba directamente al espectador en una de esas meta referencias de las que Los simpsons nos tienen ya acostumbrados. La frase, por lo demás, venía cargada de jocosa burla a aquellos que criticaban la serie y la comparaban con su versión fílmica  de 2004 estelarizada por Jim Carey la cual con un modesto éxito de taquilla no logró convencer a nadie para continuar con más secuelas, ni siquiera a su autor que no tuvo buenos términos con los productores. A la saga de los famosos libros infantiles narradas por Lemony Snicket (seudónimo de Daniel Handler) que empezó en 1999 y cuya última parte se publicó en 2009 no carece de potencial para convertirse en una obra audiovisual genial ya sea en formato animado o live action, pero bueno ya sabemos que un tal Harry Potter monopolizó ese mercado durante la década pasada dejando que otras sagas juveniles e infantiles respiraran el aire sobrante que el personaje de la Rowling acaparaba con toda la mercadotecnia que tenía por detrás, sin embargo hoy con el niño mago desesperado por reencantar a su audiencia de la forma que sea (ya sabemos que el nuevo libro de Harry Potter fue un desastre y la película “Animales Fantásticos y dónde encontrarlos” decepcionó a varios) se generan las vacantes necesarias para que otras sagas irrumpan, por su puesto muchas malas, pero otras de gran calidad como ésta que no pudo encontrar mejor lugar que Netflix para desarrollarse como serie.
 
La película “Una serie de eventos desafortunados” para muchos no logró hacer justicia a la irónica y desfachatada historia que se contaba en los libros, convirtiéndose más en una comedia con cierto aire gótico y personajes exagerados…bueno ya saben cómo es Jim Carey para sus papeles. La serie en cambio nos ofrece una adaptación acorde tanto de manera plástica y narrativa a las desventuras de estos tres huérfanos acosados día y noche por su malvado tutor, una serie que no subvalora la mentalidad ni inteligencia infantil, no busca risas fáciles, ni hace apologías del humor negro dirigido a los más pequeños. Estamos ante una serie que expresa un sombrío realismo a través de un mundo de fantasía e ilusión. Para mi una de las joyas de este joven 2017, pero vamos revisando paso a paso el asunto, no obstante, con este preámbulo sólo quería dejar claro como hacía falta que una saga de libros con la premisa y el mundo intrincado en que nos sumerge el tal Lemon Snicket le hacía falta la profunda pericia técnica y narrativa que una serie puede brindar con su parsimonia y desglose narrativo preciso para desarrollar personajes, vamos que con Walking dead y Game of thrones tenemos el ejemplo perfecto de aquello, pero ya hacía falta una serie enfocada más directamente al público infantil y familiar de estas características. 

Es mi deber advertirles que las siguientes líneas están llenas de desafortunadas argucias

Un plano de una playa sombría, un día nublado, lastimoso y feo. No parece el contexto adecuado para dar inicio a una serie infantil en un mundo onírico, pero es el punto adecuado para esta serie. “Una serie de eventos desafortunados” como fue titulado en su versión latina, nos narra las angustiosas peripecias de los hermanos Baudelaire (apellido prestado del poeta francés maldito por excelencia) Violet la mayor y con prodigiosas habilidades para la invención, Klaus el lector empedernido y Sunny la bebe que mastica todo sin parar, al morir sus padres en un misterioso incendio los educados hermanos quedan por culpa de un irresponsable e ineficiente funcionario del banco en manos del terrible Conde Olaf quien sólo busca hacerse con la herencia que los tres chicos podrán recibir cuando Violet sea mayor de edad. En síntesis, la serie nos muestra los desfachatados y a la vez crueles intentos del Conde y sus ridículos secuaces por lograr su cometido, pero los niños al final siempre logran hacerle frente y escapar de sus afiladas garras, un clásico juego del gato y el ratón, pero al mismo tiempo la serie enarbola de a poco curiosos descubrimientos que los huérfanos consiguen saber sobre el extraño y desconocido pasado de sus padres, un pasado que esta directamente involucrado con el Conde Olaf y una sociedad secreta, misterios que poco a poco se develan y que forman parte de una interesante subtrama que aún se agazapa con cautela hacía la audiencia.

Con divertidos personajes que representan las adversidades de quienes tienen buenas intenciones y la crueldad de quienes no. “Una serie de eventos desafortunados” va narrando con gracia y buen ritmo (cada dos capítulos se desarrolla la historia de un tomo de la saga de novelas) las peripecias de estos huérfanos cuyo negro destino se niega a abandonarlos, por lo mismo frente a toda la hecatombe de hechos malditos y lastimeros los niños representan la visión del espectador, son los personajes centrados dentro de un mundo de adultos incompetentes, ingenuos, apáticos, terribles y sobre todo incapaz de comprender el mundo con objetividad y atención, los tres niños son la voz de la razón y la perspectiva lógica, por eso, aunque sus personalidades parecen algo planas durante los primeros capítulos, sus actitudes y sentimientos están muy bien equilibrados al enfrentarse a eventos desconcertantes como el shock inicial que produce la muerte de sus padres o el genuino miedo que les impone el Conde Olaf, así como la frustración de que los adultos no los tomen en cuenta ni puedan lograr desentrañar el misterio del pasado de sus padres. Impotentes al no poder hacer dar cuenta al resto de cosas tan evidentes, a través de los niños el espectador queda con esa sensación de lastima y empatía, generando inmediata irritación ante la mayoría de los adultos torpes y desprolijos que manejan la vida de los Baudelaire con la menor responsabilidad y capacidad, aunque mención aparte merece la bebe Sunny que si bien por medio de sus subtitulados balbuceos calza con ser la voz de la cordura en esta historia, al igual que sus hermanos, también es un personaje que transgrede con gran acierto el trágico realismo por medio de sus comentarios irónicos o sus acciones inverosímiles como cuando se pone a jugar poquer con un maleante, convirtiéndose muchas veces en un elemento que relaja entre tanta desesperación. 


El conde Olaf por su parte es un gran acierto, a diferencia de Jim Carey, Neil Patrick Harris ha decidido no potenciar con exagerado humor o personalidad grotesca un personaje que ya de por si resulta complejo llevarlo con gracia, tenemos un tipo vil, oscuro, sin escrúpulos y capaz de todo para obtener sus anhelos, llegando a intentar casarse con Violet o matar incluso al que se le ponga enfrente, esto último si bien se muestra por medio de escenas bastante bien cuidadas para ser vistas por un público infantil, no dejan de ser terribles. El Conde Olaf bien pudo agarrarse del trillado tópico del villano que genera simpatía por su estupidez y al que todo le sale mal eventualmente, pero lo de Harris es distinto, si bien estamos ante un tipo locuaz, magnético y con genuina capacidad de llevar el chiste de sus ingenios a un plano simpático, no deja de ser un verdadero peligro que se respira cada vez que está a punto de lograr lo que quiere, ya en el primer capítulo después de que le da una bofetada a Klaus por considerar que el chico había preparado una cena horrible queda claro la condición nefasta de este personaje, que sin embargo, en la mayoría de las veces genera risa por sus locas personificaciones, absurdos planes que salen bien (gracias a que el mundo está rodeado de incompetentes personajes adultos) y estúpidos comentarios que dejan ver el nivel de ignorancia que posee. A esto hay que sumarle su singular grupo de secuaces que forman un cuarteto absurdo y encantador, desde el malvado hombre con manos de garfio, pasando por las mellizas ancianas que parecen estar enamoradas del Conde, hasta el singular personaje trans que de vez en cuando realiza algún comentario sobre la condición del género en el ser humano (algo muy inusual para una serie familiar, pero que celebro enormemente que se agregue de un modo tan normal y orgánico) son el típico grupo de segundones sin cerebro que le siguen el amen al malo en lo que sea, pero sus intervenciones resultan funcionales y divertidas.


En último plano tenemos a Patrick Warburton interpretando a Lemon Snicket quien rompe la cuarta pared para contar de primera mano la historia, realizando intervenciones curiosas y sobre todo dramáticas que anticipan al espectador el mal rollo que se viene, ojo con este personaje ya que tarde o temprano irrumpirá como activo en la trama (ups, SPOILER)   

Un lugar lúgubre y sarcástico, lleno de ironica oscuridad


Así se podría resumir el mundo en que se mueve esta serie, con una iluminación, fotografía y estilo visual que de inmediato remitirá a Tim Burton, “Una serie de eventos desafortunados” esta dirigida por Barry Sonnenfeld mismo hombre detrás de las películas de “Los locos Adams” por lo que se comprende este énfasis y pericia en la estética lúgubre de tono infantil. Cabe destacar que Sonnenfeld intentó llevar este proyecto el 2004 encabezando la pre-producción de lo que sería película, pero la abandonó por diferencias creativas, ahora con el apoyo directo de Daniel Handler escritor de la saga de novelas, podemos tener de primera mano una versión completamente pura y digna de esta obra, en palabras del propio Sonnenfeld esta versión a diferencia de la película es: Más oscura, menos burda, más emocional, y con un elenco fenomenal, con Neil Patrick Harris haciendo un rol genial interpretando al Conde Olaf. Creo que es más oscura, porque la película era luminosa y colorida, y nuestra versión es más monocromática. Por otro lado queda claro el enfoque más teatral y expresivo que se busca en las actuaciones, no en vano Harris, ganador de un Tony y actor de musicales  se siente tan cómodo en el papel del Conde Olaf, un personaje que logra un punto medio entre una actitud espontáneamente teatral, pero a la vez realista. Los otros personajes adultos no se quedan atrás en este apartado por cierto.

Si bien por las cosas que pasan puede parecer desesperante cada capítulo, los niños representan y mantienen la luz de esperanza que se ve al final de temporada, aunque todo sale mal una y otra vez, esto no es casualidad, el director quería mantener elevado los elementos positivos de la infancia y brindarle crédito al ingenio y capacidad que tienen los niños frente  a un mundo innecesariamente duro y cruel, en ese punto la serie se empareja en algún grado con “Gravity Falls” e incluso con “Strangers things” al mantener la genialidad infantil por sobre la insensatez e inutilidad de los adultos. Con la esperanza de llegar a las tres temporadas para narrar por completo esta historia y con una que otra sorpresa, podemos estar seguros que la fantasía para grandes y chicos ha llegado con buen pie.-


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