jueves, 10 de octubre de 2019

100 Discos para mis treinta: #87 Metallica - S&M (1999) y #86 Placebo – Battle for the sun (2010)



Volvemos con este conteo, recuerden que de aquí en más los puestos serán dobles. En esta ocasión tenemos dos trabajos de una duración considerable y al mismo tiempo admirados por la fanaticada correspondiente de cada grupo. Coincidentemente lo que ambos trabajos tienen en común es su componente sinfónico que deja ver la buena conexión que existe entre la tensión dramática de una orquesta y la explosión iracunda del rock.



Metallica de gala




Metallica no es una banda que suela escoger para acompañar mis ratos de ocio musical. Hay muchos temas sueltos de su carrera que me gustan y respeto su contribución al trash metal y al metal en general, pero no hay forma de que pueda fumarme un disco entero de ellos, la gran excepción es éste, que al mismo tiempo, es uno de esos trabajos atípicos con que el cuarteto de vez en cuando conseguía sorprender y entusiasmar a melómanos. Ahora que al parecer el conjunto está cerca del retiro y aprovechando que hace poco comenté brevemente este trabajo, me parece justo traerlo a este conteo.

El proyecto de llevar clásicos de Metallica en versión orquestal fue producto del riesgo que la misma banda quiso tomar por hacer algo diametralmente opuesto a lo que venían produciendo, especialmente luego del aluvión de críticas negativas que reportaron sus anteriores trabajos “Load”, “Reload” y “Garage INC”. Uno de los antecedentes más directos seguramente fue la aceptación casi transversal que recibió el disco “Play Metallica by four Cellos” de la banda finlandesa Apocalyptica, quienes reinventaron en clave de cámara algunos clásicos de la banda de Los Ángeles. Por alguna razón, sea porque el choque de conceptos era irresistible o porque simplemente la estridencia heavy de Metallica tiene un potencial dramático que calza a la perfección con los aires tensos y las atmósferas densas que propone una sinfónica, es que este proyecto resulto bastante bien, además, el plus de que sea un disco grabado en vivo (con los obvios retoques correspondientes de estudio) hace que se pueda transmitir de forma casi íntegra la energía abrazadora de un show de esta banda.

Este disco tiene características de ser un verdadero lujo, a la altura de que sólo lo recomiendo escuchar en equipos de sonido envolvente, los únicos que pueden darle un acercamiento justo a lo que intenta ser esta experiencia. La producción, a cargo del gran Bob Rock es simplemente espectacular, y hace que la banda se escuche majestuosa. La orquesta de San Francisco consigue brillar, incluso cuando su conducción busca sólo acompañar los riff y coros. Los créditos de esta hábil reinterpretación corren por parte del experimentado Michael Kramen, compositor, arreglista, letrista y músico de sesión que ya había trabajado con Metallica en 1990, en el álbum negro, en aquella bien lograda balada llamada “Nothing else matters”  


La experiencia fue como una bomba que detonó lentamente, en confesiones posteriores, el bajista de aquella época, Jason Newsted aseguró en la revista Heavy Rock: “Fue una experiencia maravillosa de la que todos pudimos aprender. Antes del concierto la gente hablaba de dos mundos que chocaran, dos puntos de vista de ver la música, y lo que hubo fueron dos mundos diferentes que se unieron en uno para actuar juntos. Imagínate noventa piezas de una orquesta, montones de voces diferentes, violines, trombones, cellos, clarinetes…Yo tenía seis contrabajistas que tocaban conmigo… También fue muy especial para la orquesta porque era la primera vez que salían al escenario y la gente los recibía como a METALLICA, es decir gritando, aplaudiendo a rabiar, con unas muestras de entusiasmo que obviamente no estaban acostumbrados a ver en los teatros. Esa reacción creo que les gusto mucho, ¡Se sentían como estrellas de Rock! y es muy bonito sentirse así lo comprendo. Quizá por eso tocaron con unas ganas y un entusiasmo increíbles, y nos ayudaron mucho a sentirnos muy a gusto y a tocar con mucha más solidez”

El éxtasis del oro




Entendiendo que la experiencia era de corte completamente grandilocuente y hasta cinematográfica, Metallica arranca este concierto con el cover a Morriconne “The ectasy of gold” que pone los primeros ladrillos de una experiencia sonora como pocas. Yo recuerdo que la primera vez que escuche este disco fue a mis tiernos diez años, una época de mi vida que mis gustos musicales conciliaban más con el Nu-metal o el Happy Punk, Metallica me parecía algo demasiado estridente y monótono para satisfacer mis energias, sin embargo, recuerdo perfectamente el contexto en que pude escuchar este disco, o al menos, parte de él. Año 2000, iba por la carretera en un auto junto con mi Papá y un tío, ellos hablaban y me ignoraban, en la radio del auto sonaba, intervenido por un chirrear que hacía que a veces se perdiese la señal, la transmisión de un programa que olvide el nombre, pero pertenecía a Radio Concierto. En ella comentaban parte del disco de Metallica, alabando la interesante mezcla del sonido sinfónico con el poder roquero. Ese choque de mundos fue lo que me atrajo, podía percibir ese toque mágico y grandilocuente de una orquesta, sumado a la energía de temas emblemáticos (aunque para mí en ese entonces no lo eran) como “Master of puppets”, “Fuel” o “One”

Sin duda la orquesta le dio más textura y energía, sobre todo a temas como “Hero of the day” o “Enter the Sandman” así como mayor magia y vitalidad a temas como “The Call Of Ktulu” o “Bleeding me”, aunque también hay momentos en que se restringen a ser meros ornamentos como en los casos de “Until It Sleeps” o “The Thing That Should Not Be”, aunque son bastante adecuados, también hay que destacar que la banda presento dos temas inéditos en este disco, algo que me gusta mucho, ya que dentro de todo el valor que puede tener un disco en vivo, el que posea canciones originales lo hace un poco más único, fueron los casos de la “popera” “No Leaf Clover” así como la ajustada “Human” nada muy sobresaliente dentro del catálogo de la banda, pero que demostraba como el grupo podía amoldarse a los nuevos desafíos que se proponía.

El trabajo dividido en dos discos de alguna manera se fragmenta en aquellos éxitos noventeros (escazos para el grupo) y el espíritu más clásico con canciones como “From Whom the Bell Tolls” que gana en intensidad o la sobresaliente “Wherever I May Roam” que gana en contundencia y oscuridad gracias a los elementos orquestales. Tampoco hay que desdeñar la emotiva versión de “Nothing else matters” que consigue tener un matiz mucho más íntimo a pesar de la afectada propulsión que la sinfónica entrega. En fin, un disco largo, intenso y completamente de película, a pesar de todo, un buen cierre de ciclo para el cuarteto metalero que empezaba a cranearse como enfrentarse a la industria musical del eminente siglo XX que ya sabemos cómo termino, para nada bien, Metallica se terminaría convirtiendo cada vez más en un cliché de ellos mismos.

Placebo al límite



Placebo fue una de esas bandas de mi temprana adolescencia que me sedujo con sus grandes éxitos. Frente al estúpido prejuicio que tenían muchos de evidenciar cierta homosexualidad al admitir su gusto por esta banda inglesa (lo cual hacía que me gustasen doblemente) y tomando en cuenta su declarada estética sadomasoquista y la postura medio andrógina de su líder Brian Molko, era evidente que estábamos hablando de una banda que transmitía tanto con su imagen como con su música.

Después del lanzamiento de Meds en 2007, la banda, fracturada por la salida de su histórico baterista, se propone un retorno a los sonidos más estridentes haciendo uso de la coctelera para mezclar sus principales influencias: new wave, David Bowie, sensibilidad gótica,  hardcore, britpop a lo Suede,  pop y algo de aquel Glam a lo T Rex que tanto inspiro a Molko en su juventud. Para la crítica de la época el resultado termino siendo sobreproducido y redundante, casi sin orientación y con un uso innecesario de una sección de cuerdas que parecía destinada a algo mejor. Es decir, para muchxs, este fue el disco más débil de Placebo. No obstante yo lo reivindico.


Ya con el brit pop muerto y con los ecos del sonido hardcore melódico cada vez más apagados, Placebo parecía perder horizonte dentro del mainstream por lo que la tarea era simple: volver a encantar con el estilo. De alguna forma este disco viene a ser uno de aquellos trabajos de culto que sólo aprecian lxs fans, no obstante, siento que en muchos momentos consigue elevarse bastante para ser considerado un imprescindible dentro del panorama musical del rock. Quizás el gran tema que da nombre al disco es la mayor prueba de ello, un verdadero himno lleno de puntos altos, un in crescendo que revela potentes guitarras metaleras y un coro sólido que entrega sin duda una de las mejores momentos en la carrera de la banda.

Es cierto que el disco arranca débil, con canciones autocomplacientes, que sólo replican automáticamente lo que se hizo bien en el pasado sin darle una vuelta de tuerca o un sentimiento nostálgico más valorable, pero desde el tercer tema el disco sube de nivel increíblemente. “Battle for the sun” es uno de los grandes temas de Placebo, dramática, potente, propone guitarras cercanas a la pomposidad glam al conjugarse con un arreglo de cuerdas bien acompasado. Lo mejor de todo, es que no deja de ser un tema en estructura simple.  “For What It’s Worth” cuarto tema, consigue llevar intensidad y se aprecian los detalles que le dan brillo a la composición y que remiten completamente a las canciones de Marc Bolan, sin duda a ese apoteósico “20 th Century Boy” el cual Placebo versionó en su momento.


“Devil in the details” se yergue como una canción lenta, serpenteante, cercana a temas de otras canciones clásicas como “Without you im nothing” llegando al momento de coros explosivos típicos de esta banda.  “Bright Lights” es otro gran momento del álbum, con una vibra más nostálgica y trayendo a colación un sonido new wave, el tema, quizás el más popero del disco, nos devuelve a esos Placebo  amables a la escucha.

Las letras rondan sobre los temas preferidos de Molko: La inseguridad, la soledad y el sufrimiento que nos genera la sociedad y las relaciones. Quizás para el 2010 estos temas como temática parecían recontra quemados, sin embargo, consigue mantener cierta sensibilidad a la altura de sus letras, sobre todo en canciones como “Speak in tongues” en donde el sonido metálico de un xilófono va direccionando los climas melódicos. “The never ending why” mantiene los ecos tributarios a Marc Bolan, especialmente por la pomposidad de instrumentos que acompañan al trío. Se nota el ímpetu punk y los esfuerzos por enganchar a la primera con quien escuche la producción.

“Julien” por un momento parece retrotraer a la fase experimental del Meds, pero rápidamente vuelve a su fuerza más estridente, con violines que agregan un aire solemne y un final lóbrego. “Happy you´re gone” es la primera balada del disco, nos retrotrae casi de manera inconsciente a David Bowie, quizás hasta por el tono de voz con que Molko comienza al principio. Un tema introspectivo y delicioso. “Breathe Underwater” nos regresa a los Placebo del “Black Market Music” y aunque la canción se ajusta correctamente a lo que se le pide, no consigue sorprender mucho, aunque estratégicamente, por el lugar que esta puesta en el disco resulta grata de oír. “Come Undone”  narra en tono épico una desilusión amorosa y en cuanto a su melodía retrotrae a algunos sonidos concernientes a su segundo disco “Whitout you i´m nothing” del 1998, es otro de los puntos más álgidos del disco. Finalmente, el trabajo termina con la excelente “Kings of Medicine” que a través de una melodía dinámica e inquieta nos entrega uno de los mejores cierres de discos que la banda haya conseguido, llevando toda su historia y estilo al límite.

La épica de Placebo





Luego del experimental Meds, Placebo quiso regresar a sus raíces, pero agregando elementos relativamente nuevos que le dieran un giro de tuerca a su legado. El resultado es un disco imperfecto, a ratos pretensioso y a ratos grandioso. No muy bien asimilado por la crítica, pero amado inmediatamente por lxs fans y que de alguna manera le da a Placebo algo que no habían conseguido en toda su carrera y que es justamente lo que el disco de Metallica mencionado arriba rebosa en cada momento: épica. Este disco contundente, rabioso y pomposo, consigue transmitir lo que sería una nueva etapa en la carrera de la banda, la etapa de la completa madurez y de algún modo viene a cerrar con el sonido que propuso en sus primeros cuatro trabajos. Lo que vino después ha virado en algo que Molko y compañía no terminan de definir completamente y bastante tiempo que les ha tomado levantar cabeza para proponer un nuevo proyecto. De todos modos queremos a Placebo y los bancamos a muerte, así que nada, buena suerte chicos.- 

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