Considerados
por la crítica musical Chilena como una de las bandas fundacionales del sonido
rock nacional, y a su lider Jorge González bautizado bajo el rotulo del “Padre
del Rock (y el pop) Chileno” este disco en particular suele filtrarse como uno
de sus trabajos más ambiciosos y de algún modo carga el estigma de ser bastante
inferior a sus dos LP´s anteriores. Hola, aquí estoy yo para tratar de
reinvindicar otro disco medio maltratado por la historia, porque sí, llámenme
señor Contreras o lo que quieran, pero “La cultura de la basura” es mi disco
favorito del conjunto San Miguelino.
Poder
Elegir
“La cultura de la basura” fue el tercer disco del conjunto y el ultimo en incluir composiciones de los tres integrantes, así mismo fue el penúltimo disco que lanzarían como trio hasta ese curioso experimento que desarrollaron después de su reunión post 2001. Grabado durante caóticas sesiones en la primavera de 1987 en los estudios Fusion, pertenecientes al sello discográfico independiente de Carlos Fonseca, el manager y eterno cuarto integrante del grupo quien nunca se sintió muy convencido por el sonido y las canciones de este trabajo. Desde el vamos el disco iba destinado al fracaso, con un Jorge González casi desmotivado y más pendiente de pensar con la tula, el grupo evidentemente había perdido cierta frescura y prácticamente estaban pasando por un periodo de sequía creativa, lo curioso es que todo esto finalmente no se refleja tanto en el producto final que gracias a su temática política tiene el honor de ser uno de los larga duración más representativos de ese sentir social que el público chileno suele relacionar inmediatamente con esta banda.
Para
esas alturas en la sociedad Chilena estaban claras dos cosas: Primero, Los Prisioneros
habían alcanzado el tope de su carrera y eran totalmente venerados. Segundo, orbitaba
un ambiente social que anticipaba el fin de la dictadura. Quizás este ultimo
aspecto no era algo tan visible, pero trazando líneas a modo general dentro de
la historia, 1987 se contempla como un año bastante pomposo: Desde la llegada
del pontífice Juan Pablo II, pasando por el ¿honor? de la elección de la única
Miss Universo Chilena, hasta desencadenar en un clima social de protesta en
donde el miedo a la represión empezaba cada vez a menguar y por lo demás, las sucias
tácticas de terror dictatorial se denunciaban ante el ojo mundial. La
reactivación económica no llegaba nunca y el país que poco a poco fue abrazando
el neoliberalismo (a punta de ametralladoras) la misma elite socioeconómica que
lo impulso comenzó notar en la misma dictadura un estorbo para su desarrollo.
El
llamado a un plebiscito democrático donde de manera transparente y directa (o al
menos eso se intentaba) se consultaba a la ciudadanía que estaba ad portas de entrar
a los años noventa, sobre la continuidad de la dictadura o el comienzo de una
transición democrática. Movilizo enérgicamente a gran parte de la sociedad por
la opción del NO (a la continuidad de la dictadura) y al mismo tiempo casi que
obligó al aparato represor del Estado a bajar mucho su perfil especialmente
luego de la Operación Albania, en la
cual 12 miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez fueron asesinados por
agentes de la Central Nacional de inteligencia (CNI), como venganza al fallido
atentado contra el dictador Augusto Pinochet ocurrido un año atrás.
Los
Prisioneros por su parte habían pasado rápidamente de ser una banda de barrio
precaria, ultra criticada y hasta ninguneada por “los expertos de siempre”, para
convertirse en la sensación más fresca que remeció la cultura chilena de
aquella época, pasando a ser los principales estandartes de toda una movida de
bandas que explotaron en ese momento, ya sea por moda (muchas de esas bandas
estaban apadrinadas por Carlos Fonseca quien con su buena visión para los
negocios se dio cuenta que era el momento de fomentarlas) o simplemente porque
el contexto empezaba a permitir su aparición. Pero con Los Prisioneros pasaba
algo distinto. Pese a que muchas veces ellos han relativizado su influencia
dentro del contexto de la dictadura, para muchas personas sí fueron
determinantes para energizar y levantar
una sociedad que venía golpeada luego de un trauma tan profundo como lo
fue el golpe militar de 1973. Canciones como “Por qué no se van”, “Muevan las
industrias”, “La voz de los 80’” o “Quieren dinero” fueron apropiadas por el
publico como himnos contra Pinochet, y lo más importante, himnos que nada o muy
poco tenían que ver con el canto popular marxista que el tirano tanto se había
esmerado en hacer desaparecer. Es por ello que para 1987 los aún muy jóvenes
Jorge González, Claudio Narea y Miguel Tapía estaban en la cresta de la ola,
pero muy próximos a estrellarse.
La
banda se puso a trabajar de forma desordenada, apresurada, algo desganada y por
sobre todo poco cohesionada. Incluso uno de los ingenieros musicales, Caco
Lyon, angustiado por la desidia de González y el poco tino para cantar de
Narea, decidió salirse del proyecto a mitad de camino argumentando falta de
profesionalismo. Con un sonido que deja mucho que desear, una mezcla bastante al
tres y al cuatro, pese a todo ello el resultado final permite tantos prismas
que a mí no me deja de encantar cada vez que lo reescucho, aún con todos sus
desaciertos y sus pocos, pero increíblemente potentes aciertos. Quizás la
canción que mejor define esta mezcla imperfecta, pero a ratos gloriosa es
justamente la última del disco Poder elegir, la más larga en la historia
del grupo, con ocho minutos expone mediante una letra soberbia lo que significa
justamente la responsabilidad social. Hay que decir que Los Prisioneros desde
el primer momento se adhirieron a la opción por el NO dentro del plebiscito, lo
que les valió una amplia censura, pero eso ya es otro tema.
Poder
elegir entre brincos synth pop, una guitarra
cabalgada como solía ser el estilo de Narea y unos teclados oscuros, es una
idea interesante, pero mal ejecutada y que aún así no pierde potencia para
quien la escuche atentamente por primera vez, y quizás eso es el mejor resumen
posible de este disco, un diamante en bruto que vale la pena escuchar con
atención para sacarle todo su brillo.
Un
disquito
Primero
que todo hay que dejar en claro que debido a la censura y estrepitoso fracaso
en ventas que el disco tuvo, que contrastaba con la situación internacional de
la banda que durante el 87’ ya empezaba a hacerse fuertes ecos en el publico
Latinoamericano, es que al año siguiente se decidió relanzar este disco para
una versión especial lanzada fuera de chile, la llamada edición Latinoamericana
donde se regrabaron algunos temas y se incluyo la emblemática We are
sudamerican Rokers con su respectiva video musical que sería el primer
video transmitido en la MTV Latinoamérica. Fuera de eso, el 2004 se lanzó una
remasterización de este trabajo en donde realmente se puede apreciar una mejor
ecualización en la mezcla sonora y de esta manera el disco tiene algo más de
justiciar ya que su versión original, pese a que el sonido precario puede
trasladarnos a una época ochentera agarrando una estética casi de forma
involuntaria, la reedición de 2004 es mucho mejor.
Los
Prisioneros es una de esas extrañas bandas que siempre han sonado mejor en vivo
que en sus discos, eso quiere decir que siempre fueron un grupo muy enérgico y apasionado,
mezcla que a veces el estudio no consigue encapsular, pero también siento que a
diferencia de otros grupos Latinos de la época, los sanmiguelinos durante los
ochenta nunca pudieron producir un disco con un sonido decente y nunca existió
una línea clara que los definiera en su sonido. En su primer disco estaban más cerca del post
punk, pero en su segundo del synth pop a lo Depech Mode, y en este tercero hay
una mezcolanza que no termina de cuajar bien, pero que cuando consigue
sobresalir lo hace de manera casi impactante, no obstante, la mayoría de estas
canciones tocadas en vivo (sobre todo en sus presentaciones post reunion)
sonaban bastante bien y quedaba claro que quizás no manejaron la tecnología
adecuada para sacarles mayor brillo a ese sonido enclenque con el que tuvieron
que renegar.
Somos
solo ruido es una simpática composición de Narea,
cantada por Miguel Tapia, tiene mucha influencia de Devo, pero también tiene
bastantes remembranzas de un punk violento, lastima la batería programada suene
tan mal, por cierto el tema era una burla justamente a quienes en los primeros
años de vida del grupo no se cansaron de criticarlos justamente por su mala
capacidad como músicos. Narea arremete en este disco con dos canciones más de
su autoría, la emblemática Lo estamos pasando muy bien uno de los
mejores temas de la banda y que recuerda bastante ese sentir irónico en las
letras de Gonzales del primer disco del grupo, una canción casi carnavalesca
que se burla con sorna de los discursos oficialistas que remarcaban el gran
progreso económico del país, increíblemente contemporánea, es un buen himno que
de alguna manera Narea ha replicado en canciones propias como “Rico el país”.
En la versión Latinoamericana del disco este tema lo canta Gonzalez y aunque sí
lo interpreta mejor, la instrumentalización se siente más acertada en la estrambótica
versión del disco original. El vals es otro aporte de Narea, un tema
interesante con tiempos de vals que habla sobre la desigualdad en la sociedad
Chilena, todo desde un punto de vista muy personal, la canción lamentablemente
cuesta agarrarla porque tiene unos teclados al borde de lo desafinado y esa
malvada batería programada termina demoliendo el espíritu de la canción, pero
de todas formas con paciencia se convierte en una curiosidad del grupo bastante
aceptable.
Algo
tan moderno es la composición de Tapia, un ska
muy influenciado en la banda The Specials, especialmente la canción Friday
Night, Saturday Morning la verdad es que es una canción buenisima, algo diferente
a la temática sonora del disco y por lo mismo muy refrescante. Ahora si nos
vamos con los temas que compuso Gonzalez, que son la mayoría, abría que
rescatar la punki y genial La cultura de la basura, la proto tecno y
bastante dramática Que no destrocen tu vida, la intensa balada Cuando
te vayas el único tema del disco que trata una dimensión más personal en la
vida de Gonzalez que era básicamente una exposición de cómo su primer
matrimonio se estaba yendo a pique. La canción es solemne y desde la primera
escucha se puede sentir un aire a Salvatore Adamo mezclado con una energía
cercana a The Cure.
Papapa
es el primer tema del que tengo memoria
que alguna vez escuche de este grupo, a mis tiernos cuatro años y me encantaba,
le tengo especial cariño simplemente por ese detalle azaroso de la vida. Maldito
sudaca es otra cancion que sobresale bastante, directa, rápida y pujante,
un mensaje contra la xenofobia en esos codigos satiricos que Gonzalez tan bien
sabia llevar adelante. Luego tenemos algunos temas que se sienten fuertes, pero
que en el disco empiezan a perder el rumbo como la rockera Usted y su
ambición que en vivo es bastante potente, pero en el disco queda a medio
camino entre la rabia y el sosiego, caso similar a Jugar a la Guerra una
idea que no se desarrolla de la mejor manera, nuevamente por las baterías tan
sintéticas, en este caso la versión de la edición latinoamericana esta mucho
mejor lograda, en clave rockabilly le queda bastante bien el estilo. El es
mi ídolo canción medio mala onda, dicen, dedicada a Cerati aunque es más
bien la exploración de la mente de un fanático que solo ama al artista por
cosas superficiales, es una canción entretenida, bastante en la onda de New
Order, pero que no esta a la altura de otros temas y finalmente el desacierto
de Otro día nuevamente con las influencias de Devo a flor de piel, pero
con la idea muy mal llevada adelante entre un caos de sintetizadores que no
logran darle sentido al tema.
La cultura de la basura, pese a todo, es un disco de culto para muchxs fanaticxs y es después del CORAZONES, el más conocido fuera de Chile. Es un disco a ratos ambicioso, desprolijo y completamente atropellado, pero si en eso ya encontramos excelentes ideas, canciones que con una segunda o tercera vuelta se convierten en algo muy interesante de apreciar y sobre todo, esa fuerza en sus letras termina de perfilar a esta banda como el disco que busca hacer mella en la conciencia social. Creo que es un trabajo arriesgado, lleno de matices y un extremo del que la banda pudo seguir desarrollándose de no ser por las conocidas rencillas entre Gonzales y Narea que desencadenaría, para muchxs en algo mucho mejor, la llegada a un sonido más pop y mejor elaborado que encaminaría la carrera de Gonzalez como uno de los grandes de la música Chilena, pero este disco de algún modo es una Piedra angular y tuvo una insolita influencia en el punk nacional, solo por ello le doy todo mi amor.-
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