lunes, 6 de octubre de 2014

El cine que no vimos: GUMMO



 Película: Gummo
Año: 1997
Director: Harmony Korine
País: Estados Unidos

Una pandilla de freaks, unos niños absolutamente irregulares y deformes, tras ser maltratados por sus padres, adquieren una personalidad un tanto prohibitiva. La acción se desarrolla en un poblado que, tras ser azotado por un desastroso tornado, es incapaz de recuperar una vida minimamente digna, y se niega a morir a pesar de vivir en unas condiciones infrahumanas y sin ningún recurso económico ni social.

Decir que “Gummo” (Harmony Korine; 1997) es una película que devela (o más bien, manifiesta) la decadencia de los valores, la sub-cultura de lo marginal, la White trash de la sociedad norteamericana sería algo tan vano como decir que el agua moja y que el fuego quema. Basta teclear las palabras “GUMMO + ANÁLISIS” en Google para encontrarnos con varios blogs en que los cinéfilos de turno exponen la tesis aparente del film y generalmente la alaban. Superficialmente la cinta es dura por lo que su visionado resulta una rica experiencia de cine independiente, en donde el director manipula temas tabú para mostrarlos de la manera menos critica posible, adecuando el formato de la película incluso al de un documental y realizando continuos ejercicios de desviación en una historia que en realidad no tiene hilo conductor, al menos no del correspondiente al tipo inicio-desarrollo-conclusión…y si es posible que los protagonistas logren un objetivo. No, Gummo es un collage armado con los restos que dejo aquel tornado que arrasó la ciudad (Xenia, Ohahio) de nuestros personajes. Ya en el inicio a través de imágenes crudas podemos apreciar aquella devastación, aquel caos, aquella anarquía que rompe todos los patrones establecidos y aceptados por la sociedad. Las imágenes del comienzo son acompañados por la voz en off de un niño (ante todo ingenuo y ajeno a la moral burguesa) que relata con absoluta naturalidad y sin pizca de drama su experiencia como sobreviviente del tornado. Es este el punto de vista con que se presenta Gummo y la forma en que se exponen los sucesivos hechos dentro del film, de manera escéptica, espontánea, estoica y (¿por qué no?) nihilista. ¿Pero hay sólo eso? ¿Un vomito a todos los valores morales que construyeron la sociedad ? ¿Se debe reducir Gummo a eso? 
Un tornado que lo desarma todo, todo. Códigos y esquemas son destruidos y nos encontramos con un panorama puramente postmoderno, es decir, revuelto, en donde todo se entremezcla con todo como si se tratase de una sopa y no nos es posible distinguir el caldo de los fideos. Un verdadero caos. Pero a pesar de aquello es razonable encontrar el engranaje imperturbable, lo inmanente, eso que no se “desorienta” por la acción de la violencia. Hablo de la belleza y entonces entramos en tierra de nadie porque todo y nada se ha dicho con respecto a la belleza. El mismo Platón se lastimó queriendo darle sentido a aquello (“Difícil cosa es lo bello”   Hipias; Platón) y hoy la sociedad envuelta en esta singular anarquía aún no lo puede tener claro. “Toda belleza es hoy engañosa” (pag. 178)  escribe Fredric Jameson en “El giro cultural” haciendo referencia al proceso de mercantilización actual del arte en el cual se impone una ceñida idea de lo bello a las imágenes, ahorcando antiguas libertades para poder reproducir a los consumidores aquella estética artística  standart. Ese parece ser el papel de la belleza en nuestra sociedad mercantilista en donde el ser humano se enfrenta a un torrente de imágenes que no parecen terminar y entonces se tiende a industrializarlas y ofrecerlas dentro de una moda consumible para la gran mayoría. Jameson explica con acierto que “Su posmodernidad [de las películas comerciales] consiste en la forma en que empacan el pasado como mercancía y ofreciéndola al espectador como un objeto de consumo puramente estético” (pag. 173) Ósea, el asunto es unir un conjunto de imágenes susceptibles a consumirse, fáciles y atractivas a la vista para que quien las tenga frente suyo no entre en debates si es eso o no la belleza. Aquello en cierta medida obedece a una Hiperrealidad que postula Baudrillard, en donde lo bello es aún más bello, tan bello que ni siquiera puede llegar a nuestros límites. Basta con pasear por el centro de la ciudad y toparse  con alguna gigantografía de una modelo promocionando vestimentas de la última temporada, desde el punto de vista masculino-heterosexual, la imagen es atractiva y se transforma posteriormente en un parámetro de belleza, el mismo Jameson
              El simulacro de la belleza comercial que se crea bajo el alero del discurso hegemonico
 postula que la belleza sensorial es una vez más el corazón del asunto dentro del rol que cumple la estética en esta época con sus correspondientes paradigmas. Ok, la modelo en si puede ser linda, pero dentro del anuncio ha sido embellecida (por medio de programas como el photoshop) a límites imposibles dentro de nuestra realidad, de esa forma nos topamos no sólo con una estandarización de los tópicos de la belleza sensorial (que es, básicamente la belleza inmediata a la que pueden acceder las imágenes de publicidad y también las de cine) sino también a una sublimación de esta que termina por neutralizar a todas las demás formas de belleza que resultan más abstractas e imposibles de modificar con programas de computación. Estas otras formas de bellezas si bien son percibidas por cualquiera, son al mismo tiempo invisibles al no ser tan masificadas como las “normales” (palabra que no repetiré más) y que resultan sumamente personales en cuanto a interpretación. Un pequeño ejemplo de esto podría ser el poema de Baudelaire “Una carroña” que exalta el raro hallazgo de la belleza dentro de lo sórdido. Y es que a pesar de todo, lo bello (debiese) permanecer indestructible a los procesos consumistas del arte y ser parte de la esencia de toda creación. Curiosamente aquel tornado posmoderno que hoy en día lo desordena todo, es incapaz aun de desbaratar este sentimiento, incluso con la hiperrealidad operante en un mundo saturado de imágenes (como Jameson acusa) es imposible imponerle al ser humano un ideal de belleza, al menos imponérselo del todo y hay en “Gummo” un ejemplo de ello.  

 Solomon y Tummler personajes principles de la película
Bajo un visionado simple, la película resulta fea, inquietante (incluso algunos recomiendan tener “estomago” para verla) nos encontramos entonces frente a una oposición a las imágenes de consumo, al prototipo estético que reúnen las películas comerciales y que bien saben explotar mediante figuras empáticas. Aquí no hay nada de eso, los protagonistas (Solomon y Tummler) son niños desagradables tanto visual como psicológicamente. Las escenas suceden en exteriores devastados, mientras que las escenas interiores muestran un desorden constante, casas maltrechas, piezas desordenadas, ambientes repulsivos, como aquella parte en que Solomon mientras toma un baño de tina se pone a comer tallarines y su madre le lava el cabello. Por su puesto también vemos otras cosas, como gatos muertos, niños drogándose, intentos de violación y un lenguaje obsceno que le valió la calificación de película para mayores. Todo esto que fue tan anti comercial en su momento (hoy, cosas como el lenguaje obsceno o las drogas ya no lo son tanto) hacen de Gummo una producción opacada por el impacto de su mensaje y muchos son incapaces de percibir la belleza que se esconde detrás de toda esa devastación. Tal como Baudeleaire lo hacía con su carroña yo veo en la película un testimonio de belleza, no de aquella sensorial naturalmente.

Para empezar, podría decirse que el tornado transforma a todos los personajes de la película en Outlaw y desde ese punto de vista referirse a ellos dentro de la moral imperante que existe dentro de una sociedad burguesa intacta resulta inútil. Lo segundo que se aprecia es que hay un código de violencia presente en la película que sirve más como ritual familiar que confrontacional, hay dos escenas clarísimas de aquello, la de los hermanos –aparentemente- skin head que “pelean” por unas zapatillas y la de la reunión de amigos y familiares de Tummler en donde se da una surrealista escena de un hombre luchando contra una silla. Esta violencia presentada (que es la única presentada en el film) no es como decía, una violencia que traiga consecuencias lamentables, es más bien una violencia amigable que se apareja a un código de conducta entre amigos y familia. Entendiendo estas actitudes, podríamos entrar un centímetro más en la cabeza de nuestros personajes que no son seres tan oscuros como se cree. “La vida es hermosa, llena de hermosura y de ilusión. La vida es fantástica, sin ella estarías muerto”  Dice Solomon en algún momento de la cinta. Un pensamiento honesto e ingenuo que a todas luces contrasta con su estilo de vida, así mismo su amigo que tiene dentro de si una problemática más honda, carga con la muerte de su madre cuestionándose en algún punto de su vida si es necesario seguir existiendo, sin embargo, no escoge suicidarse, escoge vivir porque para estos seres humanos la vida es un verdadero regalo, el mismo Tummler entrega otra escena solemne en donde “asiste” a una anciana que vivía únicamente gracias a un respirador artificial. “Ya estaba muerta hace mucho” resuelve el joven sin un ápice de oscuridad o maldad, demostrando pura humanidad en su accionar. Entonces nos encontramos con una paradoja. Estos personajes completamente trastornados, que son capaces de matar gatos para ganar dinero, de drogarse para evadir la realidad, de pagar por sexo cosificando a la mujer (al menos Tummler lo hace, en Solomon hay claramente otra intención, más pura) personajes que bajo la óptica de cualquier película comercial serían aquellos malos que a raíz de sus desgracias han caído en una locura que los ha mutado de su condición humana y los ha transformado en verdaderos monstruos, estos personajes también son capaces de tomarle el peso a la vida y no sólo ellos, en realidad la película esta plagada de testimonios de ese estilo, testimonios de personajes con ciertos aires patéticos que dentro de un suburbio devastado por un tornado son capaces de ver la belleza en la vida y de querer mantenerla y aprovecharla. 

Gracias a Gummo ahora el black metal es algo existencialista 

Es esta la belleza que Gummo ofrece, nada que ver con artificios Hiperreales dispuestos al consumo fácil, no, Korine se ríe de eso, de hecho al inicio hay una escena entre Tummler y una chica, se besan en un auto bajo la noche y entonces el joven rompe el romántico clima diciéndole a su pareja “Tienes un grumo en la teta” Así, sin más, porque aquella bella escena de la pareja besándose a orillas del mar es quizás lo más falso que podríamos encontrar. Las imágenes dispuestas en el film las podemos hallar también en la calle, en los suburbios, en los barrios bajos, en los barrios donde se respire la verdadera humanidad. Hay una escena que como imagen creo enmarca el sentido de belleza que la película ofrece, la escena en cuestión está ya al final y es cuando ese muchacho que usaba orejas de conejo (que finalmente nunca se resuelve qué cosa representaba) se besa bajo la lluvia en una piscina con las dos hermanas rubias que buscaban un gato, mientras suena de fondo la canción “Crying” de Roy Orbison. Esa escena, bella en su composición, resume quizás todo el pensamiento de los chicos de Gummo: La vida son instantes. Es ahí donde veo la belleza, una belleza más profunda que los rostros atractivos y reproducibles en masa, una belleza que si bien por un momento es posible transportarla a una imagen, resulta obsoleta sin el contexto que la adecua, es decir, esa belleza no se podría descubrir o revelar si no fuese en ese pueblo sórdido y devastado, con esos personajes trastornados que después de todo saben apreciar la vida tanto o más que un común burgués acechado en sus reglas y normas.   

Si Jameson nos dice que el posmodernismo hace nuevo lo viejo, haciendo que el arte pierda su capacidad de innovar (como bien pasó con el Pop art) pareciera ser que entonces no queda otro camino que lo esencial detrás de tanto artificio. Si queremos ir más hondo podemos decir que en los escombros de este tornado posmoderno encontramos los restos de la verdadera belleza que subyace en el arte de Gummo. Lo bello enmascarado en lo feo. Citando a Baudelaire: Entonces ¡Oh mi belleza! Dile a los impíos gusanos/ que te devorarán a besos/ que he conservado la forma y la divina esencia/ de nuestros amores descompuestos.-      


*Algunas cosas que decir sobre esta entrada: Primero que todo puede parecer que está escrita de un modo distinto y tal vez sea porque la escribí el 2011 para una materia (problemática social) de la carrera de cine de la Universidad de Valparaíso, a mis tiernos 21 años. La verdad creo que es un buen informe, por ese tiempo estaba muy rayado dialecticamente con el posmodernismo y la belleza escondida y este trabajo refleja eso, pero creo honestamente que llegue a forzar algunos elementos presentes en está película para poder confeccionar el informe y por supuesto siento que rellene un gran vacio de ideas con sólo aire, pero de todas formas me saque una buena nota entonces...o el profesor le dio paja leer bien mi informe o los demás trabajos eran penca.
Lo segundo, me llama la atención lo azaroso del nombre que tomó esta sección, el cine que no vimos, igual voy a comentar sobre películas que realmente mucha gente vio y que si bien no han tenido la repercución comercial de otras, de todos modos son películas para nada oscuras de encontrar, por lo tanto no sé si cambiarle el nombre a la sección, aunque sí es cierto que lo que distingue esta sección de cualquier reseña de película X es que pretende ser, en realidad, más que una reseña un análisis desde algún vertice social/psicologico/filosofico de una película que no tuvo exito comercial, ¿qué opinan ustedes? ¿who cares? en fin, nos vemos.


1 comentario:

  1. Fue interesante leer sobre esta película, es como el prólogo de una novela, da muchas luces e insta a conocerla. Gracias.

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