Película: Gummo
Año: 1997
Director: Harmony Korine
País: Estados Unidos
Una pandilla de freaks, unos niños absolutamente irregulares y deformes,
tras ser maltratados por sus padres, adquieren una personalidad un
tanto prohibitiva. La acción se desarrolla en un poblado que, tras ser
azotado por un desastroso tornado, es incapaz de recuperar una vida
minimamente digna, y se niega a morir a pesar de vivir en unas
condiciones infrahumanas y sin ningún recurso económico ni social.
Decir que “Gummo” (Harmony Korine; 1997) es una película que devela (o más bien, manifiesta)
la decadencia de los valores, la sub-cultura de lo marginal, la White trash de la sociedad norteamericana
sería algo tan vano como decir que el agua moja y que el fuego quema. Basta
teclear las palabras “GUMMO + ANÁLISIS” en Google para encontrarnos con varios
blogs en que los cinéfilos de turno exponen la tesis aparente del film y
generalmente la alaban. Superficialmente la cinta es dura por lo que su
visionado resulta una rica experiencia de cine independiente, en donde el
director manipula temas tabú para mostrarlos de la manera menos critica
posible, adecuando el formato de la película incluso al de un documental y
realizando continuos ejercicios de desviación en una historia que en realidad
no tiene hilo conductor, al menos no del correspondiente al tipo inicio-desarrollo-conclusión…y
si es posible que los protagonistas logren un objetivo. No, Gummo es un collage armado con los restos que dejo
aquel tornado que arrasó la ciudad (Xenia,
Ohahio) de nuestros personajes. Ya en el inicio a través de imágenes crudas
podemos apreciar aquella devastación, aquel caos, aquella anarquía que rompe
todos los patrones establecidos y aceptados por la sociedad. Las imágenes del
comienzo son acompañados por la voz en off de un niño (ante todo ingenuo y
ajeno a la moral burguesa) que relata con absoluta naturalidad y sin pizca de
drama su experiencia como sobreviviente del tornado. Es este el punto de vista
con que se presenta Gummo y la forma en que se exponen los sucesivos hechos dentro
del film, de manera escéptica, espontánea, estoica y (¿por qué no?) nihilista.
¿Pero hay sólo eso? ¿Un vomito a todos los valores morales que construyeron la
sociedad ? ¿Se debe reducir Gummo a eso?
Un tornado que lo
desarma todo, todo.
Códigos y esquemas son destruidos y nos encontramos con un panorama puramente
postmoderno, es decir, revuelto, en donde todo se entremezcla con todo como si
se tratase de una sopa y no nos es posible distinguir el caldo de los fideos.
Un verdadero caos. Pero a pesar de aquello es razonable encontrar el engranaje
imperturbable, lo inmanente, eso que no se “desorienta” por la acción de la
violencia. Hablo de la belleza y entonces entramos en tierra de nadie porque
todo y nada se ha dicho con respecto a la belleza. El mismo Platón se lastimó queriendo
darle sentido a aquello (“Difícil cosa es
lo bello” Hipias; Platón) y hoy la
sociedad envuelta en esta singular anarquía aún no lo puede tener claro. “Toda belleza es hoy engañosa” (pag. 178) escribe Fredric Jameson en “El giro cultural”
haciendo referencia al proceso de mercantilización actual del arte en el cual
se impone una ceñida idea de lo bello a las imágenes, ahorcando antiguas
libertades para poder reproducir a los consumidores aquella estética
artística standart. Ese parece ser el papel de la belleza en nuestra sociedad
mercantilista en donde el ser humano se enfrenta a un torrente de imágenes que no
parecen terminar y entonces se tiende a industrializarlas y ofrecerlas dentro
de una moda consumible para la gran mayoría. Jameson explica con acierto que “Su posmodernidad [de las películas
comerciales] consiste en la forma en que
empacan el pasado como mercancía y ofreciéndola al espectador como un objeto de
consumo puramente estético” (pag. 173) Ósea, el asunto es unir un conjunto
de imágenes susceptibles a consumirse, fáciles y atractivas a la vista para que
quien las tenga frente suyo no entre en debates si es eso o no la belleza.
Aquello en cierta medida obedece a una Hiperrealidad que postula Baudrillard,
en donde lo bello es aún más bello, tan bello que ni siquiera puede llegar a
nuestros límites. Basta con pasear por el centro de la ciudad y toparse con alguna gigantografía de una modelo
promocionando vestimentas de la última temporada, desde el punto de vista
masculino-heterosexual, la imagen es atractiva y se transforma posteriormente
en un parámetro de belleza, el mismo Jameson
postula que la belleza sensorial
es una vez más el corazón del asunto dentro del rol que cumple la estética en
esta época con sus correspondientes paradigmas. Ok, la modelo en si puede ser
linda, pero dentro del anuncio ha sido embellecida (por medio de programas como
el photoshop) a límites imposibles dentro de nuestra realidad, de esa forma nos
topamos no sólo con una estandarización de los tópicos de la belleza sensorial
(que es, básicamente la belleza inmediata a la que pueden acceder las imágenes
de publicidad y también las de cine) sino también a una sublimación de esta que
termina por neutralizar a todas las demás formas de belleza que resultan más
abstractas e imposibles de modificar con programas de computación. Estas otras
formas de bellezas si bien son percibidas por cualquiera, son al mismo tiempo
invisibles al no ser tan masificadas como las “normales” (palabra que no
repetiré más) y que resultan sumamente personales en cuanto a interpretación.
Un pequeño ejemplo de esto podría ser el poema de Baudelaire “Una carroña” que
exalta el raro hallazgo de la belleza dentro de lo sórdido. Y es que a pesar de
todo, lo bello (debiese) permanecer indestructible a los procesos consumistas
del arte y ser parte de la esencia de toda creación. Curiosamente aquel tornado
posmoderno que hoy en día lo desordena todo, es incapaz aun de desbaratar este
sentimiento, incluso con la hiperrealidad operante en un mundo saturado de
imágenes (como Jameson acusa) es imposible imponerle al ser humano un ideal de
belleza, al menos imponérselo del todo y hay en “Gummo” un ejemplo de
ello.
Solomon y Tummler personajes principles de la película
Bajo un visionado simple, la película resulta
fea, inquietante (incluso algunos recomiendan tener “estomago” para verla) nos
encontramos entonces frente a una oposición a las imágenes de consumo, al
prototipo estético que reúnen las películas comerciales y que bien saben
explotar mediante figuras empáticas. Aquí no hay nada de eso, los protagonistas
(Solomon y Tummler) son niños desagradables tanto visual como psicológicamente.
Las escenas suceden en exteriores devastados, mientras que las escenas
interiores muestran un desorden constante, casas maltrechas, piezas
desordenadas, ambientes repulsivos, como aquella parte en que Solomon mientras
toma un baño de tina se pone a comer tallarines y su madre le lava el cabello.
Por su puesto también vemos otras cosas, como gatos muertos, niños drogándose,
intentos de violación y un lenguaje obsceno que le valió la calificación de
película para mayores. Todo esto que fue tan anti comercial en su momento (hoy,
cosas como el lenguaje obsceno o las drogas ya no lo son tanto) hacen de Gummo
una producción opacada por el impacto de su mensaje y muchos son incapaces de
percibir la belleza que se esconde detrás de toda esa devastación. Tal como
Baudeleaire lo hacía con su carroña yo veo en la película un testimonio de
belleza, no de aquella sensorial naturalmente.
Para empezar, podría decirse que el tornado
transforma a todos los personajes de la película en Outlaw y desde ese punto de vista referirse a ellos dentro de la
moral imperante que existe dentro de una sociedad burguesa intacta resulta
inútil. Lo segundo que se aprecia es que hay un código de violencia presente en
la película que sirve más como ritual familiar que confrontacional, hay dos
escenas clarísimas de aquello, la de los hermanos –aparentemente- skin head que
“pelean” por unas zapatillas y la de la reunión de amigos y familiares de
Tummler en donde se da una surrealista escena de un hombre luchando contra una silla. Esta violencia presentada (que es la única presentada en el film) no es
como decía, una violencia que traiga consecuencias lamentables, es más bien una
violencia amigable que se apareja a un código de conducta entre amigos y
familia. Entendiendo estas actitudes, podríamos entrar un centímetro más en la
cabeza de nuestros personajes que no son seres tan oscuros como se cree. “La vida es hermosa, llena de hermosura y de
ilusión. La vida es fantástica, sin ella estarías muerto” Dice Solomon en algún momento de la cinta. Un
pensamiento honesto e ingenuo que a todas luces contrasta con su estilo de
vida, así mismo su amigo que tiene dentro de si una problemática más honda,
carga con la muerte de su madre cuestionándose en algún punto de su vida si es
necesario seguir existiendo, sin embargo, no escoge suicidarse, escoge vivir
porque para estos seres humanos la vida es un verdadero regalo, el mismo
Tummler entrega otra escena solemne en donde “asiste” a una anciana que vivía
únicamente gracias a un respirador artificial. “Ya estaba muerta hace mucho” resuelve el joven sin un ápice de
oscuridad o maldad, demostrando pura humanidad en su accionar. Entonces nos
encontramos con una paradoja. Estos personajes completamente trastornados, que
son capaces de matar gatos para ganar dinero, de drogarse para evadir la
realidad, de pagar por sexo cosificando a la mujer (al menos Tummler lo hace,
en Solomon hay claramente otra intención, más pura) personajes que bajo la
óptica de cualquier película comercial serían aquellos malos que a raíz de sus
desgracias han caído en una locura que los ha mutado de su condición humana y
los ha transformado en verdaderos monstruos, estos personajes también son
capaces de tomarle el peso a la vida y no sólo ellos, en realidad la película
esta plagada de testimonios de ese estilo, testimonios de personajes con
ciertos aires patéticos que dentro de un suburbio devastado por un tornado son
capaces de ver la belleza en la vida y de querer mantenerla y aprovecharla.
Gracias a Gummo ahora el black metal es algo existencialista
Es esta la belleza que Gummo ofrece, nada que
ver con artificios Hiperreales dispuestos al consumo fácil, no, Korine se ríe
de eso, de hecho al inicio hay una escena entre Tummler y una chica, se besan
en un auto bajo la noche y entonces el joven rompe el romántico clima
diciéndole a su pareja “Tienes un grumo
en la teta” Así, sin más, porque aquella bella escena de la pareja
besándose a orillas del mar es quizás lo más falso que podríamos encontrar. Las imágenes dispuestas en el film las
podemos hallar también en la calle, en los suburbios, en los barrios bajos, en
los barrios donde se respire la verdadera humanidad. Hay una escena que como
imagen creo enmarca el sentido de belleza que la película ofrece, la escena en
cuestión está ya al final y es cuando ese muchacho que usaba orejas de conejo
(que finalmente nunca se resuelve qué cosa representaba) se besa bajo la lluvia
en una piscina con las dos hermanas rubias que buscaban un gato, mientras suena
de fondo la canción “Crying” de Roy Orbison. Esa escena, bella en su
composición, resume quizás todo el pensamiento de los chicos de Gummo: La vida
son instantes. Es ahí donde veo la belleza, una belleza más
profunda que los rostros atractivos y reproducibles en masa, una belleza que si
bien por un momento es posible transportarla a una imagen, resulta obsoleta sin
el contexto que la adecua, es decir, esa belleza no se podría descubrir o
revelar si no fuese en ese pueblo sórdido y devastado, con esos personajes
trastornados que después de todo saben apreciar la vida tanto o más que un
común burgués acechado en sus reglas y normas.
Si Jameson nos dice que el posmodernismo hace
nuevo lo viejo, haciendo que el arte pierda su capacidad de innovar (como bien
pasó con el Pop art) pareciera ser que entonces no queda otro camino que lo
esencial detrás de tanto artificio. Si queremos ir más hondo podemos decir que
en los escombros de este tornado posmoderno encontramos los restos de la
verdadera belleza que subyace en el arte de Gummo. Lo bello enmascarado en lo
feo. Citando a Baudelaire: “Entonces ¡Oh
mi belleza! Dile a los impíos gusanos/ que te devorarán a besos/ que he
conservado la forma y la divina esencia/ de nuestros amores descompuestos.-
*Algunas cosas que decir sobre esta entrada: Primero que todo puede parecer que está escrita de un modo distinto y tal vez sea porque la escribí el 2011 para una materia (problemática social) de la carrera de cine de la Universidad de Valparaíso, a mis tiernos 21 años. La verdad creo que es un buen informe, por ese tiempo estaba muy rayado dialecticamente con el posmodernismo y la belleza escondida y este trabajo refleja eso, pero creo honestamente que llegue a forzar algunos elementos presentes en está película para poder confeccionar el informe y por supuesto siento que rellene un gran vacio de ideas con sólo aire, pero de todas formas me saque una buena nota entonces...o el profesor le dio paja leer bien mi informe o los demás trabajos eran penca.
Lo segundo, me llama la atención lo azaroso del nombre que tomó esta sección, el cine que no vimos, igual voy a comentar sobre películas que realmente mucha gente vio y que si bien no han tenido la repercución comercial de otras, de todos modos son películas para nada oscuras de encontrar, por lo tanto no sé si cambiarle el nombre a la sección, aunque sí es cierto que lo que distingue esta sección de cualquier reseña de película X es que pretende ser, en realidad, más que una reseña un análisis desde algún vertice social/psicologico/filosofico de una película que no tuvo exito comercial, ¿qué opinan ustedes? ¿who cares? en fin, nos vemos.
Fue interesante leer sobre esta película, es como el prólogo de una novela, da muchas luces e insta a conocerla. Gracias.
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