viernes, 28 de agosto de 2015

Cuando somos víctimas del juego


Y estas cosas pasan



¡Quizás no haya nada que entender!

Hace unas semanas se inauguró en el museo de arte contemporáneo de la ciudad de Córdoba una obra conceptual llamada  #SinLimite567 de la artista cordobesa Dolores Cáceres y muchos han pegado el grito en el cielo porque básicamente la “exposición” consta de tres amplias salas que están absolutamente vacías, bueno, en realidad no, cada sala contiene cuatro banquillos pintados de un penetrante blanco y fijados al suelo así como también de tres respectivos carteles dispuestos a la entrada de cada sala que indica las dimensiones del espacio, unos 450 metros cuadrados. Ante esto uno puede preguntarse ¿cuál es el chiste? Y las respuestas pueden ser múltiples dependiendo de hasta donde  quiera llegar la comprensión personal. Tuve la oportunidad de ir y más allá del  hecho de que al ingresar ya te produce  risa el rostro resignado del guardia que cuida ahí y que debe clavarse un aburrimiento letal porque al pobre le designaron a custodiar la muestra más latosa de todas (el hombre no tiene ni cuadros para distraerse durante el día) es inapelable que nadie puede comportarse bajo la misma lógica que lo hace cuando merodea por otras salas más “clásicas” de cualquier museo, hay una disrupción inmediata que hace que la gente abandone esa pretendida actitud sublime-contemplativa que uno suele obligarse a adoptar cuando va a los museos, al poco rato se rompe  ese nivel de susurro que impera cuando se camina por las reverberantes salas, casi me atrevería a decir que se pierde un poco el respeto que uno suele tener al museo o al arte legitimado por los museos. Claro ¿por qué habría que tomar en serio una sala vacía? De todos modos a nadie le causa indiferencia el asunto y entendiéndose o no como parte del experimento de la Cáceres le dan vida a un lugar que en realidad ni las moscas perturban. Nadie realmente levanta los hombros diciendo “no lo entendí” creo que hace tiempo la pretensión del publico de entender el arte es más una lógica instaurado por los clasistas o amantes del arte más sofisticado, a su vez el deleite estético o ese choque de inspiración que genera un cuadro ante un espectador que busca “sentir” tengo la impresión de que también está siendo superado e irremediablemente todo gira a experimentos de este estilo, de carácter más introspectivo, más libre y más patéticos en algún punto. Pero yo no tengo nada que ver con el arte y sólo estoy transmitiendo mi impresión, que quede claro.


Obras como estas aceptan todo, es el cenit de lo que se llama Postmodernismo, una sopa que se condimenta con cualquier cosa y la obra de Cáceres si bien busca provocar también puede decirse que busca reflexionar o simplemente alegrar el día (no me pregunten por qué, pero dentro del palimpsesto de opiniones digitales muchos como yo admiten que la obra les saco una sonrisa) Nada queda claro, todo es difuso, todo es un caos encausado por pérfidas manos que les gusta jugar con las convenciones que nos indicen la vida. La importancia de que esta clase de experiencias se instalen en museos de arte no es menor, sobre todo porque el museo Emilio Caraffa en Córdoba es emblemático, es decir, tampoco se trata de una galería de arte a la que solo pueden acceder entendidos (bueno, a quien engañamos, el círculo del arte tiene ese manto de cofradía impenetrable sea el Louvre de Paris o el MONA de Australia) Se trata de un museo establecido ahí tanto para el turismo y el avance cultural de la ciudad y bajo esa óptica las obras nunca tendrán un carácter tan arriesgado, en efecto, la obra de Cáceres dentro de la historia no ofrece nada nuevo, el compositor ruidista John Cage ya había hecho algo parecido desde su tribuna en 1952 con su extrema y emblemática composición “4:33” que corresponde a esa cantidad de tiempo en completo silencio, mucho antes en 1888 el artista/escritor/músico/humorista   Alphonse Allais expuso su obra “Primera comunión de jovencitas anémicas en la nieve” que es simplemente un lienzo blanco enmarcado y que promueve una generación de experimentos de este estilo como Malévich con su “Cuadrado blanco sobre fondo blanco” o Rauschenberg con el llamado “Dibujo borrado de Kooning” o el mismísimo Li Yuan-Chia con “Cuadro Blanco Monocromático” Todos experimentos artísticos que van por la misma línea, entre lo absurdo, lo profundo, lo carismático y lo misterioso. No es un chiste tan cruel cuando comienzas a darte cuenta que la nada estuvo ahí antes que Dolores Cáceres lo pensara y te lo hiciera experimentar. 



Muchos puristas del arte quieren seguir tratando lo artístico desde un pedestal que está hecho sólo de imaginarios, actualmente la línea que separa la blasfemia de la divinidad esta que se borra, experiencias extremas que promueven de valor más al espectador que al producto del artista es riesgoso también para el mercado y para quienes son los verdaderos distribuidores del capital cultural como nos enseña el sabio viejo Bordieu.  El problema de todo esto es que no deja de ser un juego y es difícil tomárselo realmente en serio, podemos clasificar todo como un juego y esta experiencia sería rica en ello, pero el arte también está casi destinado a superar su mera dimensión lúdica, claro, en realidad lo esta cuando se quiere institucionalizar. Por otro lado Dolores Cáceres es conocida en el rubro y por un sector más general de público porque está habituada a jugar con instalaciones que supuestamente desafían al espectador y ocupan los espacios como elementos de discurso, algo también ya hecho por muchos otros en varios lugares del mundo.

 
"La revolución de los contrarios" de Roberto Matta. Comprada en una subasta en 5 millones de dolares por expertos del arte. El purismo en el arte ha llegado a reinar hoy en día sobre las antiguas y "revolucionarias" vanguardias.

Yo creo que definir si es arte, no es arte ya es una cosa que no asume mucha razón de ser, hay obras que valen millones de millones y su contenido para cualquiera puede resultar un bodrio, esculturas extrañas cuyo valor solo se puede deber a un fetiche curioso de quien lo desea, obras escalofriantes que se venden porque la gente que supuestamente sabe de arte quiere estar a la cabeza, si hasta la nefasta pintura del Ecce Homo que una anciana arruinó se reconvirtió en una obra artística de alto valor monetario. ¿Los lienzos blancos en ese sentido son peores que todo esto? el que quiera comprar y asumir todo eso como arte que lo haga es cosa de cada loco, pero aquí la cosa tiene un fondo más delicado, ¿por qué esa necesidad de seguir definiendo lo que es arte de lo que no es arte? esa cosa clasista que los simples mortales que parece que no entendemos de la vanguardia contemporánea tenemos que asumir siempre por un oficialismo desmedido. No me importa si la experiencia (le diré así para evitar malos entendidos) que propone Dolores Cáceres es arte o no, lo que más me importa es destituir tanto snobismo por más sinceridad, si alguien no entiende lo que se quiso decir ahí ya no me parece que sea algo muy relevante, sino más bien el acto mismo de disrupción y cuasi terrorismo “amigable” que aquello propone y te hace participe.


Como curiosidad solo debo agregar que actualmente para una ciudad como Córdoba con la cantidad de habitantes que posee los museos generalmente están vacíos y una sala que no posee nada sólo por levantar algo de polvo en los diarios locales ha provocado que se llene de personas curiosas y morbosas más que muchas otras salas, como sea el arte conceptual a fin de cuentas se puede permitir jugar con eso también, la utilización del rumor, del que dirán, de los diarios, de la provocación incluso del morbo para permitiré expresar (basta poner como ejemplo las performance post-porno que hubieron hace unos meses en la facultad de sociales de la UBA) No puedo decir si este es el mejor camino para el beneficio del arte, pero sí puedo asegurar que acumular más de estas experiencias sí ayuda a que el público se replantee desde su lugar lo que es el arte para si mismo y no lo que un hijodeputa diga desde su cómodo sillón de curador.- 

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