¡Quizás no haya nada que entender!
Hace unas semanas se
inauguró en el museo de arte contemporáneo de la ciudad de Córdoba una obra
conceptual llamada #SinLimite567 de la artista cordobesa Dolores Cáceres y muchos han
pegado el grito en el cielo porque básicamente la “exposición” consta de tres
amplias salas que están absolutamente vacías, bueno, en realidad no, cada sala contiene
cuatro banquillos pintados de un penetrante blanco y fijados al suelo así como
también de tres respectivos carteles dispuestos a la entrada de cada sala que
indica las dimensiones del espacio, unos 450 metros cuadrados. Ante esto uno
puede preguntarse ¿cuál es el chiste? Y las respuestas pueden ser múltiples
dependiendo de hasta donde quiera llegar
la comprensión personal. Tuve la oportunidad de ir y más allá del hecho de que al ingresar ya te produce risa el rostro resignado del guardia que cuida
ahí y que debe clavarse un aburrimiento letal porque al pobre le designaron a
custodiar la muestra más latosa de todas (el hombre no tiene ni cuadros para
distraerse durante el día) es inapelable que nadie puede comportarse bajo la
misma lógica que lo hace cuando merodea por otras salas más “clásicas” de
cualquier museo, hay una disrupción inmediata que hace que la gente abandone
esa pretendida actitud sublime-contemplativa que uno suele obligarse a adoptar
cuando va a los museos, al poco rato se rompe
ese nivel de susurro que impera cuando se camina por las reverberantes
salas, casi me atrevería a decir que se pierde un poco el respeto que uno suele
tener al museo o al arte legitimado por los museos. Claro ¿por qué habría que
tomar en serio una sala vacía? De todos modos a nadie le causa indiferencia el
asunto y entendiéndose o no como parte del experimento de la Cáceres le dan
vida a un lugar que en realidad ni las moscas perturban. Nadie realmente
levanta los hombros diciendo “no lo entendí” creo que hace tiempo la pretensión
del publico de entender el arte es más una lógica instaurado por los clasistas
o amantes del arte más sofisticado, a su vez el deleite estético o ese choque
de inspiración que genera un cuadro ante un espectador que busca “sentir” tengo
la impresión de que también está siendo superado e irremediablemente todo gira
a experimentos de este estilo, de carácter más introspectivo, más libre y más
patéticos en algún punto. Pero yo no tengo nada que ver con el arte y sólo
estoy transmitiendo mi impresión, que quede claro.
Obras como estas
aceptan todo, es el cenit de lo que se llama Postmodernismo, una sopa que se
condimenta con cualquier cosa y la obra de Cáceres si bien busca provocar
también puede decirse que busca reflexionar o simplemente alegrar el día (no me
pregunten por qué, pero dentro del palimpsesto de opiniones digitales muchos
como yo admiten que la obra les saco una sonrisa) Nada queda claro, todo es
difuso, todo es un caos encausado por pérfidas manos que les gusta jugar con
las convenciones que nos indicen la vida. La importancia de que esta clase de
experiencias se instalen en museos de arte no es menor, sobre todo porque el
museo Emilio Caraffa en Córdoba es emblemático, es decir, tampoco se trata de
una galería de arte a la que solo pueden acceder entendidos (bueno, a quien
engañamos, el círculo del arte tiene ese manto de cofradía impenetrable sea el
Louvre de Paris o el MONA de Australia) Se trata de un museo establecido ahí
tanto para el turismo y el avance cultural de la ciudad y bajo esa óptica las
obras nunca tendrán un carácter tan arriesgado, en efecto, la obra de Cáceres
dentro de la historia no ofrece nada nuevo, el compositor ruidista John Cage ya
había hecho algo parecido desde su tribuna en 1952 con su extrema y emblemática
composición “4:33” que corresponde a esa cantidad de tiempo en completo
silencio, mucho antes en 1888 el artista/escritor/músico/humorista Alphonse Allais expuso su obra “Primera
comunión de jovencitas anémicas en la nieve” que es simplemente un lienzo
blanco enmarcado y que promueve una generación de experimentos de este estilo
como Malévich con su “Cuadrado blanco sobre fondo blanco” o Rauschenberg con el
llamado “Dibujo borrado de Kooning” o el mismísimo Li Yuan-Chia con “Cuadro
Blanco Monocromático” Todos experimentos artísticos que van por la misma línea,
entre lo absurdo, lo profundo, lo carismático y lo misterioso. No es un chiste
tan cruel cuando comienzas a darte cuenta que la nada estuvo ahí antes que
Dolores Cáceres lo pensara y te lo hiciera experimentar.
Muchos puristas del
arte quieren seguir tratando lo artístico desde un pedestal que está hecho sólo
de imaginarios, actualmente la línea que separa la blasfemia de la divinidad
esta que se borra, experiencias extremas que promueven de valor más al
espectador que al producto del artista es riesgoso también para el mercado y
para quienes son los verdaderos distribuidores del capital cultural como nos
enseña el sabio viejo Bordieu. El
problema de todo esto es que no deja de ser un juego y es difícil tomárselo
realmente en serio, podemos clasificar todo como un juego y esta experiencia
sería rica en ello, pero el arte también está casi destinado a superar su mera
dimensión lúdica, claro, en realidad lo esta cuando se quiere
institucionalizar. Por otro lado Dolores Cáceres es conocida en el rubro y por
un sector más general de público porque está habituada a jugar con
instalaciones que supuestamente desafían al espectador y ocupan los espacios
como elementos de discurso, algo también ya hecho por muchos otros en varios
lugares del mundo.
Yo creo que definir si
es arte, no es arte ya es una cosa que no asume mucha razón de ser, hay obras
que valen millones de millones y su contenido para cualquiera puede resultar un
bodrio, esculturas extrañas cuyo valor solo se puede deber a un fetiche curioso
de quien lo desea, obras escalofriantes que se venden porque la gente que
supuestamente sabe de arte quiere estar a la cabeza, si hasta la nefasta pintura
del Ecce Homo que una anciana arruinó se reconvirtió en una obra artística de
alto valor monetario. ¿Los lienzos blancos en ese sentido son peores que todo
esto? el que quiera comprar y asumir todo eso como arte que lo haga es cosa de
cada loco, pero aquí la cosa tiene un fondo más delicado, ¿por qué esa
necesidad de seguir definiendo lo que es arte de lo que no es arte? esa cosa
clasista que los simples mortales que parece que no entendemos de la vanguardia
contemporánea tenemos que asumir siempre por un oficialismo desmedido. No me
importa si la experiencia (le diré así para evitar malos entendidos) que
propone Dolores Cáceres es arte o no, lo que más me importa es destituir tanto
snobismo por más sinceridad, si alguien no entiende lo que se quiso decir ahí
ya no me parece que sea algo muy relevante, sino más bien el acto mismo de
disrupción y cuasi terrorismo “amigable” que aquello propone y te hace
participe.
Como curiosidad solo debo agregar que
actualmente para una ciudad como Córdoba con la cantidad de habitantes que
posee los museos generalmente están vacíos y una sala que no posee nada sólo
por levantar algo de polvo en los diarios locales ha provocado que se llene de
personas curiosas y morbosas más que muchas otras salas, como sea el arte
conceptual a fin de cuentas se puede permitir jugar con eso también, la
utilización del rumor, del que dirán, de los diarios, de la provocación incluso
del morbo para permitiré expresar (basta poner como ejemplo las performance
post-porno que hubieron hace unos meses en la facultad de sociales de la UBA) No
puedo decir si este es el mejor camino para el beneficio del arte, pero sí
puedo asegurar que acumular más de estas experiencias sí ayuda a que el público
se replantee desde su lugar lo que es el arte para si mismo y no lo que un
hijodeputa diga desde su cómodo sillón de curador.-
ENLACES:
Recomendable y simpatica semblanza de las obras que han ocupado para su genialidad un lienzo blanco.
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