Y así llegamos a la resolución de este cuentico que nos mostró que los personajes de videojuegos, pese a que mueran una y mil veces en sus juegos y de las formas más terribles e inimaginables siempre estarán mejor ahí que en la vida real.
-Suéltame puto cobarde.- Le digo, intentando zafar con todas mis
fuerzas, Crash parece reír burlonamente ¿Qué piensan hacerme este par de
idiotas?
-¿No quisiste apostar? Eres un marica, veamos que tienes.- Me amenaza
The Hedge dándome un punta pie en la rodilla con sus tremendos bototos rojos
que nunca se quita. El golpe me hace caer otra vez al suelo, The Hedge se
aprovecha de mi baja defensa para sacarme todo el dinero que le había robado a
Pac-man y también se queda con mi arma, mi flor, luego le hace una seña a Crash
quien finalmente me suelta, caigo como plomo al pavimento.
-Cobardes, perros cobardes.- Les digo con lo que me queda de fuerza e
intento restablecerme de a poco.
-Jumpman, ya estás muy viejo para estas mamadas, te ayudaré en tu
retiro.- Agrego The Hedge al verme intentar levantarme, sin perder más tiempo
saco el arma y me disparó. El impacto me impulso a caer de espaldas, comencé a
temblar, sentí al par de hijos de puta huir corriendo mientras lanzaban carcajadas.
Tosí un poco, lentamente intente erguirme, mi cadena con el símbolo de una
estrella me había salvado, había recibido la bala por mí, o eso pensé.
Un chorro de sangre me corría por el costado del pecho, algo de daño
había recibido. Esos infelices ya verán, de a poco me fui levantando
totalmente, mis piernas estaban demasiado lánguidas, me tiritaban, escupía
sangre, todo se convertía en una catástrofe, me quite mi collar con el símbolo
de una estrella al centro. Noté que parte de la bala estaba ahí incrustada, en
una de las seis puntas, empuñé con fuerza el collar el cual había sido un
regalo de mi padre antes de que desapareciera realmente de mi vida, después
noté que la herida que la bala me había provocado era más honda de lo que pensé
en un principio, una herida se había abierto y el torrente de sangre no parecía
detenerse. A tientas me puse a caminar, los hongos ya estaban lejos de mi
alcance, lo que necesitaba era ir a un hospital cuanto antes y salvarme de
esta.
Volví al metro, un muchacho de pelo largo y vestido con abrigo color
verde tocaba su guitarra en la entrada, había logrado recaudar algo de dinero como
se podía ver en el estuche de su instrumento, sin pensarlo demasiado me acerque
a él y lo observe, cada segundo parado era para mí un infierno, sentía que me
caería a un precipicio de fuego.
-Amigo, ¿te sientes bien?.- Me pregunto el guitarrista deteniendo su
canción de ritmo celta y observándome. Estaba ido, pero no podía perder ninguna
oportunidad, por muy mínima que fuese, aunque el dolor de la herida fuese
potente, fresca, punzante, aun así me lance sobre el muchacho, pobre diablo,
una víctima de las circunstancias, welcome
to the jungle. El pobre chico trato de defenderse como pudo, pero mi avance
fue inminente, logre tirarlo al suelo, le mordí la oreja, me levante y lo pateé
tantas veces como mis fuerzas me permitieron, luego le robé todo lo que tenía
en el estuche de su guitarra, para asegurarme de que el chico no intentara nada
alcé su guitarra y la estrellé contra su cabeza. Jadeando y con lo poco de
energía que me quedaba me fui caminando tambaleante hacía la boletería.
Ya arriba del metro. En pocos minutos estaría en la estación más cercana
al hospital, pero luego descubrí que esta línea de metro también me podría
dejar cerca de donde estaba Peach. De hecho a un solo paso de ella… ¿Qué tanto
me salvaría yendo al hospital? ¿Valdría la pena suplicar por vida a mi destino?
Mejor hacer lo de siempre, además seguramente algunos testigos habían
presenciado mi ataque a ese joven guitarrista y puede que los guardias del
recinto me agarren si me quedo más tiempo en el metro.
Me baje en una estación que estaba bastante lejos del hospital, tan sólo
subiendo a la calle podía encontrarme en la primera esquina con las prostitutas
ofreciéndose con encanto. Busque frenético, debía llegar a Peach, las putas se
espantaban con mi presencia, básicamente era un hombre muerto caminando, de
pronto encuentro a mi principessa, ahí estaba ella coqueteándole a un viejo
verde, me apresure en espantarlo.
-¿Qué te pasó? Me pregunto horrorizada.
-Peach, me dispararon, quería verte. Vamos.- La agarré de la cintura,
pero ella se inquietó.
-Cariño, ve a un hospital cuanto antes, yo estoy trabajando.- Decía ella
horrorizada.
-Quiero sentirte antes de morir.- Le implore abrazándola y apretándola
con fuerza, manchando su piel con un poco de mí sangre.
-No puedo ahora.- Me dijo mirando al suelo.
-Eres mía ¿qué sucede? Le insisto aunque el dolor ya no me deja respirar
tranquilo.
-Por favor, ahora no, sabes que te amo, pero ahora no, además puede
llegar Bo….- Me pedía casi como suspirando.
-¡Qué está pasando aquí!- Esa voz, Bowser, el chulo de las putas. El
grandulón se acercó violento hasta mí.
-La chica está trabajando, ¿Vas a pedir sus servicios o… Bowser miro
fijamente mi herida, era un gigante indomable, seguramente en este estado de
mierda me terminaría estampando en la acera. Di media vuelta con bastante
frustración, solté lentamente a Peach, Bowser no me quitaba la mirada, es un
cerdo, como quisiera pegarle un tiro en la nuca, tantas veces que he podido
hacerlo y no lo he hecho. Me pongo a caminar lento, pero de pronto me giro,
agarro a Peach y la beso desaforadamente, Bowser de inmediato nos separa, me da
un fuerte puñetazo, tiene una manopla entre sus nudillos, el dolor es
fulminante, ya no se puede soportar más, caigo al suelo.
Escucho llorar a Peach, escucho que Bowser se la lleva a rastras ordenándole
que siga trabajando, un par de risas por otro lado, aún me queda un poco de
vida, aún puedo levantarme, no, no puedo, estoy jodido. Empiezo a ver las cosas
cada vez más oscuras, los sonidos se desvanecen, aun así soy un luchador, logro
pararme. La sangre no drena, mis fuerzas flaquean bastante y mis ojos se
cierran. Es un vaivén eterno, sacó mi celular y hago la única llamada que tengo
permitido hacer, mi llamada de emergencia a mi hermano, necesitaba pedirle que
consiguiese algunas hongos, necesitaba aliviarme, agrandarme, pero el frío era
más duro y apenas podía teclear los dígitos de forma correcta. Esto no es un
juego, me es imposible llamar a Luigi, el aire se agota, si tan sólo tuviese un
hongo, una amanita más, tal vez podría apaciguar este dolor y volver a por
Peach, salvarla de una vez de ese miserable. Bah, no puedo, mis rodillas no se
logran sostener, la respiración se agota. ¿Le habré dejado comida a
Yoshi?...Veo unas letras que iluminan con cadencia la escena. Dicen…GAME OVER.-
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