Pues si niñxs, Better
Call Saul (BCS) se convirtió en la mejor serie del año al concluir su tercera
temporada, superando los elementos convencionales de un drama televisivo por
medio de una propuesta templada y estéticamente plástica. Tenemos una serie que
logra convalidar un argumento entretenido y al mismo tiempo meticuloso, para
nada obvio y cero pretensioso. Vamos a
sacarle brillo a este estrella, dicho sea de paso ya es la tercera reseña que
le hago a la serie puedes revisar, las otras acá y acá, y cielos que me
avergüenzo de ellas, esperemos que esto salga mejor.
Toda una novela rusa
La forma tan minuciosa de
narrar las cosas que encierran el universo de BCS dan espacio a que se planteen
las situaciones mediante una construcción milimétrica y espaciada de acciones,
reacciones e imprevistos, propio del estilo de una extensa novela rusa, si a
eso le mezclamos el peso psico-dramático que cargan sus personajes y que no
hace más que complejizarse en cada episodio no quepa duda de que si Dostoievski
estuviese vivo sería un guionista más del equipo que produce la serie.
Sabemos que el desenlace de toda esta historia
nos llevara irremediablemente a ver a nuestro querido Jimmy convertido en Saul
Goodman un inescrupuloso abogado de criminales, pero esa transición no ha sido
fortuita ni mucho menos improvisada, Vince Gilligan y Peter Gould han trabajado
en un camino lento y sinuoso, en el que podemos apreciar ya a estas alturas que
más que una eventual transformación moral, Jimmy siempre fue Saul, pero con
muchos matices, habrá que ver de qué manera una personalidad se termina
comiendo a la otra, yo ya no hago predicciones, todo lo obvio que pensé que
podía pasar no ha ocurrido y si acaso ha ocurrido no pasó en el momento que
creí que podría pasar. Esa es la gracia de BCS es una serie que se toma el
tiempo necesario para que la sorprensa de una escena simple como la de Jimmy intentando convencer a dos tipos para que acepten rodar su comercial, funcione.
Esta tercera temporada
palpitó primordialmente en el conflicto entre los hermanos Mcgill, Chuck busca
quitarle la licencia de abogado a Jimmy, pero este conflicto se agudiza más a
la hora de ver el trasfondo de cada uno de los protagonistas, no se trata de un
hermano malo que quiere joder a otro, Chuck tiene sus razones y bastante
lógicas para hacer lo que quiere, tiene sus razones para odiar a su hermano,
pero al mismo tiempo Jimmy también juega en un constante limite que lo deja
casi siempre entre la espada y la pared para tomar sus determinaciones. Esto
hace que constantemente como espectadores le tengamos cariño y revulsión a uno
y otro personaje. Nada en BCS es gratuito, todo es la consecuencia de algo y
por lo mismo eso le da un realismo dramático muy potente.
Cada personaje que
encierra la historia de Jimmy, desde su hermano luchando contra su
incomprensible fobia a la electricidad hasta el exceso de trabajo de Kim,
pasando por las preocupaciones de Howard por mantener a flote su bufete de
abogados, todos están construidos desde rasgos perfectamente psicológicos y
características bien elaboradas que permiten que entendamos que sus acciones no
son inconsecuentes ni mucho menos antojadizas por parte de los guionistas,
incluso las cosas sorpresivas como el accidente en auto de Kim o el “despido”
que Howard le hace a Chuck son totalmente comprensibles y construidas desde el
minuto cero en que esta serie dio marcha adelante. En ese sentido cada cosa
corresponde a un efecto de bola de nieve, situaciones y acciones que hemos
visto desde la primera temporada se magnifican en esta.
Armas, juicios y estafas
Con todo esta manera
parsimoniosa de proceder en la trama el mensaje parece ser disfrutar el camino
más que los eventuales finales, a diferencia de otras series que se basan en la
pura expectación y se sostienen semana a semana por los cliffhanger, BCS
reniega de aquello, es ante todo un drama sobre personas enfrentadas a sus
demonios por lo que cuesta creer que debajo de toda esa amalgama el suspenso
tome igualmente dimensiones interesantes. Obviamente estamos hablando de una
serie que nació de otra en donde gran parte de la trama giraba en relación al
narcotráfico, pues bien BCS bebe de aquellos elementos, esta temporada le dio
la bienvenida a Gustav Fring, un personaje interesante por su manera fría y
capciosa de proceder, su llegada no fue una sorpresa ni tampoco fue una
aparición sorprendente, pero como siempre resulto significativa. El drama que
encierra este personaje lo vincula directamente con los Salamancas, sus
enemigos en el negocio de la coca, pero no se trata de una enemistad de dos
bandos, es más bien una guerra fría en donde un lado está constantemente
buscando provocar al otro, pero nada se puede hacer salvo urdir un macabro
plan. Es en medio de eso donde termina nuestro Mike, quien esta temporada no
tuvo momentos tan audaces como en la segunda, pero como siempre cada minuto de
verlo elaborando estrategias y golpes de manera indirecta a sus enemigos lo
hacen un favorito de siempre. Misma modus operandi de Jimmy quien tiene la
habilidad de manipular las situaciones para ponerlas a su antojo, como buen
estafador sabe llegar a sus objetivos de manera indirecta y lograr sus metas de
forma casi siempre colateral, su última tetra para lograr que las ancianas de
Sandniper firmaran el acuerdo de la demanda y así obtener su parte del dinero
(asunto que tampoco estuvo motivado por una fría avaricia sino por un verdadero
problema económico surgido por las consecuencias del juicio con Chuck) fue
ruin, pero al mismo tiempo genial.
Si nos detenemos un
momento a analizarlo, Fringe, Mike y Jimmy son muy parecidos en su manera de
armar estrategias para conseguir objetivos, al mismo tiempo los tres conservan
(aún) cierta moralidad que no les permite traspasar ciertos límites, ¿veremos cómo
Fringe se termina acercando a Jimmy en
una próxima temporada? De momento ya sabemos que Mike está con él, pero a esa
ecuación hay que agregarle el protagonismo inusitado de Nacho, uno de los
secuaces de Hector Salamanca que si bien había demostrado capacidades
meticulosas y frías, las cuales contrastan totalmente con la manera salvaje y
errático de actuar de la mayoría de los matones que la serie muestra, en esta
temporada conocimos algo más de su historia y fue clave para el desenlace de
algo que muchos esperábamos. Cómo se fue construyendo aquel plan de Nacho y la
manera en que la tensión colgó de un hilo al momento que el joven narco dio a
cabo su plan es para aplaudir esta serie. Tiene armas, tiene drogas, pero lo
más intenso de ver es cómo Nacho intenta cambiarle las píldoras del corazón al viejo Salamanca.
Del mismo modo el
capítulo 5 quedo registrado
definitivamente como uno de esos episodios que marcan a las series. El capítulo
desarrolla el juicio de Chuck contra Jimmy y solamente se desenvuelve en el
espacio de una corte, pero lejos de resultar repetitivo y eternamente
discursivo nos comemos un episodio completamente maravilloso en que se
explicitan el argumento principal de la temporada. Como una pelea de boxeo, la
emoción del capítulo está en los argumentos que van de un lado a otro, en los
trucos bajos que usa Jimmy y en la arremetedora confianza con que Chuck busca
acabar con su hermano. Es un capítulo de antología que sirve para todo
guionista que quiera construir un buen momento de tensión en una escena, diría
yo, a la manera clásica. Sin duda un referente para armar este capítulo fue la gran película de 1959, “Anatomía de un asesinato” dirigida por Otto Preminger.
En definitiva BCS
presenta estafas, presenta armas y narcotráfico, pero parecen sólo el añadido
denso a una historia profundamente trágica que como la vida misma resulta
ambivalente, a veces gris y a veces rosa. Con esto me refiero a que en BCS hay
momentos para el humor que rozan de cierta sutileza en el sentido de que no son
situaciones de comedia in-si-tu. Y sí en su primera temporada la serie se permitía
sus momentos desopilantes, en esta tercera temporada se ha vuelto encaradamente
más seria, aunque no por eso se ponen tontos graves. Hay lugar para los chistes
y lo hilarante, de hecho la primera aparición del propio Saul Godman te puede
sacar una gran carcajada, pero no son momentos que contaminen el drama o que
mucho menos se sientan como algo forzado sino que ayudan a ampliar el horizonte
realista de esta serie. Mención aparte merece el trabajo del director de foto Marshall Adams quien entra a reemplazar a Arthur
Albert quien había tomado la posta en las temporadas pasadas, Adams la tenía
difícil, pues el trabajo de su colega era fantástico, pero logro llevar la
serie a un siguiente nivel estético mezclando plástica y lumínicamente los
espacios arquitectónicos en donde se desarrolla la serie, así como ofreciendo
una versión de los paisajes y espacios urbanos mucho más cercano a las pinturas
de Edward Hopper, sin duda un trabajo que merece su valoración por si sola ya
que la serie logra ser completamente preciosa gracias a sus detalles de
iluminación y textura. Adams (típico apellido de fotógrafo) plasmó un mundo en
donde la extrañeza de lo cotidiano se anuncia y logró separar un paso más el
estilo visual de BCS con el que se identificaba su serie madre Breaking Bad.
Escena Masterpiece
Pues nada, a esperar un
año más porque ya se ha anunciado una cuarta temporada, esperemos que sigan
calibrando el argumento de esa manera tan formidable y podamos encantarnos otro
año más con las desgracias del abogado malo más bueno del mundo. Ah y por
cierto, recuerdo que el año pasado alegue un poco porque el final de temporada
parecía más la conclusión de un capítulo cualquiera, totalmente anticlimático,
pues los geniales Gilligan y Gould me escucharon (¡por supuesto que leen este
blog!) y esta vez nos han dado un cierre
digno de final de temporada en donde queda totalmente patentado que para lo que
viene todo cambiará drásticamente.-
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