En la época postmoderna
donde la publicidad ejerce una gran fuerza de atracción sobre nuestras vidas,
las consignas dirigidas al YO por el YO parecen claves para definir nuestras
identidades, por lo mismo el mensaje constante y majadero del estar bien sin
importar el contexto social en el que nos encontremos se ha convertido en el
nuevo lema de muchos. Ahí entran las frases de autoayuda y la figura de los
coach que vienen a enseñarnos a mejorar nuestra capacidad de vivir en el ambiente
en que nos encontramos. Por fuera de toda esta corriente de humo el capitalismo
sabe trabajar con otras subjetividades, en apariencia, menos irritantes: La de
la depresión.
¿Cuándo el suicidio se
volvió mainstream?
La historia moderna de la humanidad se ha servido
de las figuras decadentes y malditas para construir mitos alrededor del éxtasis
que gira en torno a la oscuridad de éstas: Filósofos, poetas, esotéricos y
artistas que rayaban en la locura son, en determinado punto de la historia,
reivindicados como genios. Sus vidas estrafalarias y fracasadas (dentro del
margen social en el que estaban insertos) producen una fascinación en algunos
que ven patente y materializado el estado pleno de la pasión, lo que no es impedimento
para que el capitalismo se apropié y lo resignifique; para que Edgar Allan Poe,
por ejemplo, haya pasado de ser entendido como un autor importante para la
corriente romántica anglosajona de principios del siglo XIX a un exponente
actual de lo gótico adolecente ha tenido que generarse un proceso capitalista
muy específico sobre su figura.
En el afán por darle a
cada cuerpo la identidad transitoria que exige, el capitalismo tardío va
apropiándose de cualquier moda que se replique en la sociedad para luego
exponerla en el mercado desprovista de su sentido original, ya no se trata
tanto de imponer una filosofía de vida sino simplemente de expresar el eco de
una tendencia de la que presumiblemente todos podremos confrontar. Cuando
apareció la moda EMO en los jóvenes a mediados de la década del 2000, no fue
más que la popularización de una corriente cultural underground surgida en
Estados Unidos a mediados de los noventa y que tomaba algunas influencias de la
música pop más dark (The cure, The smiths, Echo and the bunneykillers) y la
literatura existencialista para formarse. El EMO que arrasó y que todos
conocimos venía con la fuerza de ya ser entendido como un producto comercial,
como una moda que determinaba una forma de ser y que no sólo incluía un peinado
ridículo o un uso excesivo por la ropa negra sino también juegos y costumbres
que rayaban en el límite de la autodestrucción como los cortes superficiales
con navajas sobre el antebrazo, abrazar el absurdo como conducta ante la vida y
sobre todo el suicidio.
Según las
clasificaciones de suicidios que expone Durkheim en su estudio sobre el tema,
los EMO formarían parte de lo que el sociólogo llama “el suicida egoísta” ya
que están en un plano que reúne varias características, primero se encuentran
experimentando una plena adolescencia cada vez más reticente a abandonar las
características de lo infantil, pero que al mismo tiempo goza de las ventajas
que le permite cierta independencia. En definitiva se trataría de una dicotomía
entre independencia social vs independencia emocional. Pero no es sólo eso,
porque de ser así cualquier joven contemporáneo tiene que obligatoriamente
equilibrar sus emociones frente a la tentativa del suicidio. ¿Por qué los EMO
convirtieron el suicidio en un código representativo? Volviendo a Durkheim y su
descripción del suicida egoísta, esta categoría se aminora cuando los jóvenes
se integran a manifestaciones sociales que estimulan la colectividad y la
unión, ya que de esta forma los individuos piensan menos en si mismos y se
guían por un objetivo, convierten su existencia en un sentido en pos de una
causa trascendente de bien común. Pero ante un sistema que engulle cualquier
aspecto revolucionario y que prefiere mantener el escepticismo de las personas
ante los cambios y movimientos sociales en pos de seguir equilibrando el estado
de sometimiento, los EMO como hijos de aquel sistema, se terminan alimentando
de la idea de un cinismo hedonista por parte de una sociedad en la que ellos no
pretenden esforzarse en encajar como seres funcionales. De esta manera la
desintegración con todos los valores existentes da pie al suicida egoísta.
Este suicida egoísta
pudo verse reflejado en figuras como Kurt Cobain quien a través de su muerte
realizó simbólicamente un rechazo a todo lo que la sociedad del espectáculo lo
estaba transformando, en ese sentido el suicidio podría ser entendido como el
único gesto revolucionario. Esa idea fue desarrollándose por los escalones más
bajos de la cultura pop hasta estallar con total perfección por parte de
la tribu urbana de los EMO, pero a
diferencia de Cobain, los EMO no se suicidaban como gesto revolucionario sino
cómo una réplica a dicho gesto, eso y seguramente también por una existencia
extremadamente melancólica que terminaba desarrollando fuertes problemas
mentales ante la vida. Para Durkheim la imitación colectiva del suicidio se desarrollaría
por contagio, aunque claro esto puede deberse a múltiples hechos particulares
que merecen particular atención, lo importante aquí es constatar el hecho de
que los jóvenes EMO se suicidaban (dejando de lado muchos otros factores)
prácticamente por moda, porque la fascinación por la muerte era superior a las
ganas de vivir, porque todos las figuras decadentes que admiraban estaban muy
cerca de aquello y porque no valía la pena entender la vida como un ciclo
dominado por el utilitarismo individual. Ante todo, deprimirse era cool.
Depresión is the new style
El problema del
suicidio es que no podía ser un elemento fácilmente maleable por las lógicas
capitalistas… ¿Cómo se puede vender algo así mediante la moda? Además por un
lado el EMO era sólo una moda más dentro de un abanico de ofertas que se basaba
en la melancolía y la autocompasión como forma de existencia: Los góticos, los
otakus, los industrials, etc. Todas tribus urbanas juveniles que poseen un
origen muy distinto al significado con el que se masifican como moda captada
por el capitalismo.
Eventualmente todas las
tribus urbanas desaparecen o se transmutan, dependiendo de que tan consistente
sea la generación que la encumbró, pero la mayoría de modas que a mediados de
los noventa y la primera mitad de los 2000 se irguieron como un grito de
identidad juvenil y que se basaba en la fascinación por lo oscuro, hoy es
captado por la oferta capitalista como “lo cool de no ser un ganador”
Esto es quizás lo más simbólico del sistema, ya
que ante un discurso que te obliga a ser funcional, activo y potente mediante
ofertas que oscilan entre el ejercicio, la vida sana, el fitnees, el yoga y los
discursos más vomitivos de autoayuda. También hay lugar para otro discurso,
mucho más solapado, pero igual de eficaz. Enfocado más en la autodestrucción
como algo cool. Series de moda como “Bojack Horseman”; “Rick and Morty”;
“Master of none”; “21 reasons to why” parecen elevar la idea de la depresión
como un estado llamativo que empuja a la basura todo ese rollo new age del que la
vorágine comercial nos tiene hartos. La música, por otra parte se ha vuelto
mucho más homogénea en su discurso nihilista: Radiohead, Foster The People, The
XX, Lana del Rey, Marilyn Mansón, el vapourwave, Kendrick Lamar, Danny Brown,
Drakre, todos son parte de la música popular y comercial, artistas y bandas que
no se encierran en un estilo o corriente determinada si no que se enfrentan a
la oferta capitalista como parte del todo, diferenciándose únicamente de
aquellos artistas que proponen ante la vida una mirada edulcorada.
De esta manera el
capitalismo sigue segmentando a la sociedad. En un bando estarán los que tienen
la psicología de autoayuda como elemento constante de superación, mientras que
por otro estarán los nihilistas que sólo aportarán un comentario cínico ante la
situación de la existencia. Ser depresivo (hasta cierto punto, por supuesto)
parece ser otro grito más de la moda contemporánea, ya no se trata de llevar
adelante las expresiones del suicidio sino de mostrarse más como un virus que
busca subvertir aquella moda que la publicidad más directa te vende para
alcanzar algún grado de felicidad. Dentro de capitalismo, por tanto, también
hay lugar para el discurso (en apariencia contradictorio) de “la felicidad no
existe porque todo es banal, todo se va al carajo así que mejor…disfrutemos
comprando” El problema es que ambas
actitudes se encierran en un YO que impide ver más allá de las narices. Ambas
actitudes niegan un entorno social y se encierran en su propio mundo, evadiendo
de distintos modos los problemas y contextos sociales. En este caso no se trata de la depresión como un problema emocional por alguna situación determinada, es sólo una actitud comercial ante la vida.
Para el capitalismo
tener una actitud depresiva frente a las cosas está bien, pero ser depresivo
está mal. Ser autodestructivo está bien mientras se rija por un control
biopolitico. El suicidio cuando pasó a ser una moda por parte de los EMO le
quito un peso significativo al problema del suicidio e hizo entender a las
lógicas del mercado que un gran porcentaje de los consumidores podían ser
interpelados a través de otra clase de mensajes, menos sosos y más oscuros, pero
que en todo caso siguen siendo consumidores, cuerpos que gritan por una filosofía
de vida sin profundidad; por eso es importante mantener a raya y bien
controlada esa depresión, vale más la actitud que el verdadero sentido del
problema. Cómo sea, al entrar la depresión en la lógica capitalista sólo
servirá para mantener alejado a parte del cuerpo social de los problemas que
viven otrx, a identificarse menos con el otro y a cerrarse compulsivamente en
uno mismo.-
Ejemplo de cómo se debe entender la depresión desde la lógica capitalista |
No hay comentarios:
Publicar un comentario