No sé qué pensaste cuando abriste este artículo,
pero aquí vamos a hablar de algo que afecta a los varones, y en gran medida a
los varones heterosexuales, quienes, por supuesto son (somos, debo decir) los
mayores privilegiados de este asqueroso sistema heteronormativo. Sin embargo,
en algunos casos, esos privilegios que nos permiten caminar por la calle con
mayor tranquilidad que una mujer o un trans, pueden llegar a convertirse en un
arma de doble filo, al que sucumbimos sin cuestionarnos.
Orgullo
indudable del pene
*"Unhung hero" es un documental sobre un tipo que fue rechazado por su novia por poseer un pene chico, lo malo es que su caso se hizo conocido por internet y el protagonista decidió realizar un documental desmitificando aquello de que el tamaño en el sexo lo es todo. Sale la buena de Annie Sprinkles
Ciertos postulados
evolucionistas nos han metido en la cabeza que la naturaleza es una constante competencia
entre las especies. El macho en su papel
impuesto de ser el dominante debe realizar una caza furtiva de hembras para
preservar su jerarquía. No es difícil imaginar que así se organizan los
esquemas de la vida en general. Un tipo mujeriego siempre será admirado por sus
pares por sus dotes de conquista (bah, de engrupirse minas para culear), esa
capacidad, que en la naturaleza otros animales consiguen peleando y matando, en
nuestra sociedad la atribuimos directamente a algo muy simple: Un pene grande.
Los varones heteros
estamos embelesados con la idea de que el único motivo por el que nos tenemos
que sentir orgullosos es por tener un pene grande, al mismo tiempo, si no lo
portamos debemos suplirlo con cualquier otro símbolo de poder que remita al
falo: un auto increíble, mucho dinero, potencia atlética, carisma animal. Es un silencioso tormento. Por
supuesto, esto no se compara a los problemas que el sexo femenino por su sola
condición debe sortear a diario, pero mi punto va a otro lado.
Quiero que imaginemos
un ejemplo que pudo haber pasado alguna vez o quizás no, pero fue lo que se me
ocurrió: Imaginemos un chico callado, tímido, de pocos amigos, que se la pasa
jugando en su computador por las tardes después de clases. Este chico es objeto
de bullyng por parte de sus compañeros y un mal día es embaucado por una
jugarreta de ellos y termina mandando fotos desnudo a una supuesta chica que le
estaba hablando por wassap. Ahí se vislumbra que tiene un miembro pequeño. Al
día siguiente este chico se convierte en el chiste, no sólo de sus compañeros
varones, sino también de sus compañeras quienes si bien antes no se burlaban de él (ni
sabían que existía), ahora se burlan de él por su pequeño pene.
La tiranía del pene es
gigantesca, tanto que las mismas oprimidas por el falogocentrismo no se
cuestionan si acaso su obstinado deseo de gozar con un pene grande es algo
lógico, natural o si quiera tan necesario. Por su puesto el burlarse de un
chico por considerar que el tamaño de su órgano es pequeño, resulta ridículo a
simple vista y sólo cobra sentido dentro de la heteronorma del día a día.
Burlarse y escrachar un chico sin mayor razón que porque posee un pequeño pene
es convertirse, aunque sea un poquito, en aliado del opresor, sépanlo chicas,
sépanlo todxs. El sentimiento desvalido
que tienen aquellos que han sufrido complejos de pene pequeño es algo que
inevitablemente trae distintas consecuencias según cómo se asuma: desde
psicópatas, resentidos, engreídos que intentan compensarlo con estupideces,
hasta la depresión. Nunca es algo bueno. Recuerdo una pésima película chilena
llamada “XS la peor talla” (2003) que tocaba un poco este tema. En ella un
matón del colegio (Gonzalo Valenzuela) apodado como “el maquina” se ve completamente
turbado cuando se descubre que en realidad, es bastante menos dotado de lo que
la mayoría se imaginaba. El trauma es tal que termina suicidándose (ups,
spoilers) ya que no logra afrontarlo.
¿El
tamaño sí importa?
Pues les diré algo, el
feminismo nos puede salvar de esa cárcel que es tener que medirnos el paquete a
cada rato, pero vale la pena que las mujeres también entiendan que el placer va
más allá del tamaño de la escopeta. No son pocas las chicas que me han dicho
(siempre, medio en broma, aunque…) que el tamaño sí que importa. Creo que las
chicas que aún piensan así (que son muchas) del mismo modo en que han empezado
a cuestionar el rol que la sociedad les ha asignado, deberían empezar a preguntarse
si realmente el placer que las llena debe ser tan normativo. Para empezar
existen dildos o protesis de distintos tamaños si lo que quieren es sentir el
vértigo de una perforación profunda, pero también existen maneras de llevar el
sexo que no se guían necesariamente por la penetración, además, no soy
fisiólogo, pero creería que no hay tantas vaginas que aguanten tanto un pene
grande sin desgarrarse al rato, aunque eso es harina de otro costal. Lo que quiero
dejar en claro es que el placer y el sexo van más allá del mero acto de
penetración por lo que tener un pene pequeño no debería ser sinónimo de
desventaja. Que el mundo este programado para dar por entendido que un pene
grande es igual a un placer infinito, pues nada baby, es otro de los dogmas que
hay que derribar.
El porno en sus múltiples
fantasías nos presenta actores con un pene apabullante, el cual siempre está
dispuesto para la fantasía del varón que lo mira, justamente es el espectador
del porno quien desear tener un órgano de tal envergadura para romper cualquier
agujero. La idea de ser el más macho, el más dominante y el más vergón (expresión ampliamente aceptada como
“lo más genial” en algunas culturas) esta alimentada también por esas imágenes
del porno en donde la hipérbole de los órganos sexuales guiaba el sentido
común. Pero esto no siempre fue así, el porno de los 70’ presentaba actores con
miembros más modestos, así como mujeres con contextura física mucho más
cotidiana, desde mediados de los ochenta con la producción mastodóntica de
pornografía gracias al VHS, los parámetros del cuerpo y de con qué nos
deberíamos excitar fue cambiando hasta perpetuarse en el estereotipo de lo que
es el porno hoy en día, un delirio de los sentidos. No digo que este mal, el
tema es cuánta gente se pierde imaginando que sus fantasías del porno con
mujeres increíbles y hombres de pene gigante, se podrían cumplir eventualmente.
Y en el caso de los hombres la potencia sexual es por supuesto el símbolo obligado
de poder. Tener el pene duro y vigoroso mediante técnicas químicas o incluso
físicas (bombas de presión) terminan siendo una práctica continua, no por nada,
los stripper tienen que recurrir a trucos para crear la ilusión de que su pene
es mucho más grande de lo que realmente es.
Otras
estrategias de vida
Nunca me quedará muy
claro cuál es el tamaño regular, pero sí estoy seguro que un pene chico es
aquel que en erección no logra más de 5 o 6 cm. Son los escasos casos en el
mundo de microfalosomía, es decir hombres cuyos genitales no llegan a ser más
grandes que un pendrive. En este artículo de Vice se explica su sentir al
respecto. Lo interesantes es que algunos han tratado de revertir el efecto
humillante que la sociedad invoca sobre ellos aceptando el insulto y
reconvirtiéndolo, por ejemplo Jack comenzó aceptar su tamaño cuando se puso a
fantasear con el fetiche de que las chicas se burlen expresamente de él, Jack
incluso estuvo un tiempo con una dominatriz que lo amarraba y ridiculizaba
diciéndole cosas como “pito inútil”, para él, liberarse de esta competencia de “haber
quien la tiene más grande” era algo que lo hacia sentir en paz. Mientras que Francisco
y su esposa optaron por tener una relación swinger, en donde él puede
involucrarse tanto con hombres como con mujeres. Para Francisco eso ha sido
mejor, entiende que el tamaño de su pene puede llegar a ser un impedimento para
el goce en pareja, pero el sexo es finalmente un universo más enriquecedor que
la sola penetración.
Y así vemos otros
casos, en donde sortear el problema de un pene pequeño toma varias aristas, sin
embargo, todos comparten que en algún momento de sus vidas fue un verdadero
trauma, de que muchas veces las chicas se reían sin que ellos supiesen cómo
afrontar aquellas burlas. Problemas de adicción y depresión los han acompañado,
pero a la larga todos han sabido superar su problema que justamente se
desvanece cuando rompen los códigos normativos del sistema patriarcal. La
heteronorma nos dice que sólo un pene grande es funcional, y vaya a saber el
Papa qué se entiende a estas alturas como un pene grande.
Los relatos que nos
brinda la cultura en que vivimos nos dicen que lo que hay que hacer es muy
simple: Casarse, tener hijos, mantener un trabajo de por vida y tener una linda
casa. Por supuesto bien sabemos que es un relato idílico que la mayoría lucha
por aferrarse a él, pero que no es cierto, que no funciona tan bien. La
dictadura del pene es otro clavo más a ese cuadro idílico en donde el hombre
debe ser activo en todo sentido de la palabra, su pene es su herramienta de
dominación y desde allí debe partir para lograr su felicidad. ¡Mentira! los
hombres con microfalosomía son felices, han tenido que buscar otras estrategias
que van desde la reconversión del insulto a la exploración sexual diversa. Si
nos deshacemos de tantos prospectos que nos indiquen cómo se debería vivir y de
qué forma podemos alcanzar la felicidad (que nunca es real) podríamos
tranquilizarnos y desbaratar de a poco esta súper estructura capitalista que
nos somete día a día. Reivindiquemos el pene chico o mejor, derroquemos para
siempre esta dictadura cultural y social de la verga, la pija, el pico, el pene,
sólo nos enferma y de paso crea modos de opresión, a fin de cuentas, la frase
puede sonar muy cliché, pero bien vale la pena tomarla “la calidad del hombre
no depende de su órgano sexual”.-
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