martes, 27 de marzo de 2018

La tiranía del pene




No sé qué pensaste cuando abriste este artículo, pero aquí vamos a hablar de algo que afecta a los varones, y en gran medida a los varones heterosexuales, quienes, por supuesto son (somos, debo decir) los mayores privilegiados de este asqueroso sistema heteronormativo. Sin embargo, en algunos casos, esos privilegios que nos permiten caminar por la calle con mayor tranquilidad que una mujer o un trans, pueden llegar a convertirse en un arma de doble filo, al que sucumbimos sin cuestionarnos. 

 

Orgullo indudable del pene


*"Unhung hero" es un documental sobre un tipo que fue rechazado por su novia por poseer un pene chico, lo malo es que su caso se hizo conocido por internet y el protagonista decidió realizar un documental desmitificando aquello de que el tamaño en el sexo lo es todo. Sale la buena de Annie Sprinkles

Ciertos postulados evolucionistas nos han metido en la cabeza que la naturaleza es una constante competencia entre las especies.  El macho en su papel impuesto de ser el dominante debe realizar una caza furtiva de hembras para preservar su jerarquía. No es difícil imaginar que así se organizan los esquemas de la vida en general. Un tipo mujeriego siempre será admirado por sus pares por sus dotes de conquista (bah, de engrupirse minas para culear), esa capacidad, que en la naturaleza otros animales consiguen peleando y matando, en nuestra sociedad la atribuimos directamente a algo muy simple: Un pene grande.

Los varones heteros estamos embelesados con la idea de que el único motivo por el que nos tenemos que sentir orgullosos es por tener un pene grande, al mismo tiempo, si no lo portamos debemos suplirlo con cualquier otro símbolo de poder que remita al falo: un auto increíble, mucho dinero, potencia atlética,  carisma animal. Es un silencioso tormento. Por supuesto, esto no se compara a los problemas que el sexo femenino por su sola condición debe sortear a diario, pero mi punto va a otro lado.

Quiero que imaginemos un ejemplo que pudo haber pasado alguna vez o quizás no, pero fue lo que se me ocurrió: Imaginemos un chico callado, tímido, de pocos amigos, que se la pasa jugando en su computador por las tardes después de clases. Este chico es objeto de bullyng por parte de sus compañeros y un mal día es embaucado por una jugarreta de ellos y termina mandando fotos desnudo a una supuesta chica que le estaba hablando por wassap. Ahí se vislumbra que tiene un miembro pequeño. Al día siguiente este chico se convierte en el chiste, no sólo de sus compañeros varones, sino también de sus compañeras  quienes si bien antes no se burlaban de él (ni sabían que existía), ahora se burlan de él por su pequeño pene.
 
La tiranía del pene es gigantesca, tanto que las mismas oprimidas por el falogocentrismo no se cuestionan si acaso su obstinado deseo de gozar con un pene grande es algo lógico, natural o si quiera tan necesario. Por su puesto el burlarse de un chico por considerar que el tamaño de su órgano es pequeño, resulta ridículo a simple vista y sólo cobra sentido dentro de la heteronorma del día a día. Burlarse y escrachar un chico sin mayor razón que porque posee un pequeño pene es convertirse, aunque sea un poquito, en aliado del opresor, sépanlo chicas, sépanlo todxs.  El sentimiento desvalido que tienen aquellos que han sufrido complejos de pene pequeño es algo que inevitablemente trae distintas consecuencias según cómo se asuma: desde psicópatas, resentidos, engreídos que intentan compensarlo con estupideces, hasta la depresión. Nunca es algo bueno. Recuerdo una pésima película chilena llamada “XS la peor talla” (2003) que tocaba un poco este tema. En ella un matón del colegio (Gonzalo Valenzuela) apodado como “el maquina” se ve completamente turbado cuando se descubre que en realidad, es bastante menos dotado de lo que la mayoría se imaginaba. El trauma es tal que termina suicidándose (ups, spoilers) ya que no logra afrontarlo. 

 ¿El tamaño sí importa?



Pues les diré algo, el feminismo nos puede salvar de esa cárcel que es tener que medirnos el paquete a cada rato, pero vale la pena que las mujeres también entiendan que el placer va más allá del tamaño de la escopeta. No son pocas las chicas que me han dicho (siempre, medio en broma, aunque…) que el tamaño sí que importa. Creo que las chicas que aún piensan así (que son muchas) del mismo modo en que han empezado a cuestionar el rol que la sociedad les ha asignado, deberían empezar a preguntarse si realmente el placer que las llena debe ser tan normativo. Para empezar existen dildos o protesis de distintos tamaños si lo que quieren es sentir el vértigo de una perforación profunda, pero también existen maneras de llevar el sexo que no se guían necesariamente por la penetración, además, no soy fisiólogo, pero creería que no hay tantas vaginas que aguanten tanto un pene grande sin desgarrarse al rato, aunque eso es harina de otro costal. Lo que quiero dejar en claro es que el placer y el sexo van más allá del mero acto de penetración por lo que tener un pene pequeño no debería ser sinónimo de desventaja. Que el mundo este programado para dar por entendido que un pene grande es igual a un placer infinito, pues nada baby, es otro de los dogmas que hay que derribar.

 

El porno en sus múltiples fantasías nos presenta actores con un pene apabullante, el cual siempre está dispuesto para la fantasía del varón que lo mira, justamente es el espectador del porno quien desear tener un órgano de tal envergadura para romper cualquier agujero. La idea de ser el más macho, el más dominante y el más vergón (expresión ampliamente aceptada como “lo más genial” en algunas culturas) esta alimentada también por esas imágenes del porno en donde la hipérbole de los órganos sexuales guiaba el sentido común. Pero esto no siempre fue así, el porno de los 70’ presentaba actores con miembros más modestos, así como mujeres con contextura física mucho más cotidiana, desde mediados de los ochenta con la producción mastodóntica de pornografía gracias al VHS, los parámetros del cuerpo y de con qué nos deberíamos excitar fue cambiando hasta perpetuarse en el estereotipo de lo que es el porno hoy en día, un delirio de los sentidos. No digo que este mal, el tema es cuánta gente se pierde imaginando que sus fantasías del porno con mujeres increíbles y hombres de pene gigante, se podrían cumplir eventualmente. Y en el caso de los hombres la potencia sexual es por supuesto el símbolo obligado de poder. Tener el pene duro y vigoroso mediante técnicas químicas o incluso físicas (bombas de presión) terminan siendo una práctica continua, no por nada, los stripper tienen que recurrir a trucos para crear la ilusión de que su pene es mucho más grande de lo que realmente es.

La idea de que un tamaño grande hace feliz, no es falsa, pero tampoco es absoluta, sin embargo, se ha impuesto como la norma. Frente a esto los cuerpos tullidos parece que no tienen opción y por lo mismo se les presenta como seres sin deseo, ya que son cuerpos que no pueden otorgar esa satisfacción sexual mega-anunciada y promovida por la publicidad y las normas sociales. Tal vez la misión sea dejar de enfrentar el sexo como una instancia de sometimiento, aprender a relajarse y disfrutarlo como lo que es, un intercambio de placer, ah por cierto, si crees que teniendo un pene pequeño no se llega al clímax, aquí un artículo de nuestros queridos amigos de penes chicos.

Otras estrategias de vida

Nunca me quedará muy claro cuál es el tamaño regular, pero sí estoy seguro que un pene chico es aquel que en erección no logra más de 5 o 6 cm. Son los escasos casos en el mundo de microfalosomía, es decir hombres cuyos genitales no llegan a ser más grandes que un pendrive. En este artículo de Vice se explica su sentir al respecto. Lo interesantes es que algunos han tratado de revertir el efecto humillante que la sociedad invoca sobre ellos aceptando el insulto y reconvirtiéndolo, por ejemplo Jack comenzó aceptar su tamaño cuando se puso a fantasear con el fetiche de que las chicas se burlen expresamente de él, Jack incluso estuvo un tiempo con una dominatriz que lo amarraba y ridiculizaba diciéndole cosas como “pito inútil”, para él, liberarse de esta competencia de “haber quien la tiene más grande” era algo que lo hacia sentir en paz. Mientras que Francisco y su esposa optaron por tener una relación swinger, en donde él puede involucrarse tanto con hombres como con mujeres. Para Francisco eso ha sido mejor, entiende que el tamaño de su pene puede llegar a ser un impedimento para el goce en pareja, pero el sexo es finalmente un universo más enriquecedor que la sola penetración.

Y así vemos otros casos, en donde sortear el problema de un pene pequeño toma varias aristas, sin embargo, todos comparten que en algún momento de sus vidas fue un verdadero trauma, de que muchas veces las chicas se reían sin que ellos supiesen cómo afrontar aquellas burlas. Problemas de adicción y depresión los han acompañado, pero a la larga todos han sabido superar su problema que justamente se desvanece cuando rompen los códigos normativos del sistema patriarcal. La heteronorma nos dice que sólo un pene grande es funcional, y vaya a saber el Papa qué se entiende a estas alturas como un pene grande.

Los relatos que nos brinda la cultura en que vivimos nos dicen que lo que hay que hacer es muy simple: Casarse, tener hijos, mantener un trabajo de por vida y tener una linda casa. Por supuesto bien sabemos que es un relato idílico que la mayoría lucha por aferrarse a él, pero que no es cierto, que no funciona tan bien. La dictadura del pene es otro clavo más a ese cuadro idílico en donde el hombre debe ser activo en todo sentido de la palabra, su pene es su herramienta de dominación y desde allí debe partir para lograr su felicidad. ¡Mentira! los hombres con microfalosomía son felices, han tenido que buscar otras estrategias que van desde la reconversión del insulto a la exploración sexual diversa. Si nos deshacemos de tantos prospectos que nos indiquen cómo se debería vivir y de qué forma podemos alcanzar la felicidad (que nunca es real) podríamos tranquilizarnos y desbaratar de a poco esta súper estructura capitalista que nos somete día a día. Reivindiquemos el pene chico o mejor, derroquemos para siempre esta dictadura cultural y social de la verga, la pija, el pico, el pene, sólo nos enferma y de paso crea modos de opresión, a fin de cuentas, la frase puede sonar muy cliché, pero bien vale la pena tomarla “la calidad del hombre no depende de su órgano sexual”.-


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