Sin dudas “Luis Miguel, la serie” se convirtió
en el gran éxito latinoamericano del 2018. Las razones de su popularidad pueden
ser muchas, pero a primera vista esta biopic resulta muy atractiva por el hecho
de contar la intimidad de una figura que siempre fue tan hermética con su vida
privada. Recorramos, pues, la trágica y desesperada vida de el “Sol de México”
¿Quién
es este Luis Miguel?
Admito que cuando me
entere de la existencia de esta serie no le di bola, para empezar Luis Miguel
debe ser uno de los cantantes pop que más aborrezco. Mi madre era ultra
fanática de él y en los noventa me secó la cabeza con muchas de sus canciones,
que ella escuchaba a todo volumen mientras hacía el aseo de la casa. Siempre
considere a Luismi un arrogante, soberbio, desmedido y básicamente un invento
mediático de la prensa más básica, que terminaba convirtiéndolo a él en el
estereotipo del “macho latino” (ese lugar hoy lo tiene Maluma) Actualmente Luis
Miguel está lejos de ser la sombra de lo que alguna vez fue: sus canciones de
fuerte resonancia machistas ya no parecen tan lindas, su personalidad
empaquetada y egocéntrica no se adapta a la época y aunque sigue siendo una
figura mediática, como interprete se ha desvanecido bastante, prácticamente no
ha vuelto a ser relevante desde hace diez años en el mundo de la música o en el
mierdero mercado del Grammy latino.
De alguna manera Luis
Miguel se fue desactualizando como artista (sólo basta compararlo con lo que es
Ricky Martin hoy en día) y encerrando cada vez más en una burbuja de
misantropía que lo llevo a tomar malas decisiones financieras, las cuales
fueron, en varios aspectos, las principales motivaciones para darle el visto
bueno a esta serie. Los problemas económicos, las demandas y las negligencias
estratégicas hicieron que Mickey no le quedase otra que vender su vida. La
jugada le salió bien. La serie se convirtió en tendencia y termino siendo la
mejor promoción y sustento para arrancar una gira de conciertos por México, de
más está decir que sus canciones se volvieron a popularizar tanto en spotify
como en las radios.
Mejor
malo conocido que por conocer
A pesar de mis
prejuicios contra Luis Miguel, el torrencial éxito de la serie casi que me
obligo a darle una oportunidad. Sabía algunas cosas vagas sobre su historia,
pero por un momento creí que el drama se atrevería a urdir más en su
personalidad negligente, mujeriega y media sórdida de la que tanto se comenta.
Obviamente al ser una biopic autorizada por la figura en cuestión, estaba claro
que había aspectos que no se iban a tocar. De este modo, el Luis Miguel que se
nos presenta es sólo una víctima, cualquier rasgo excéntrico en su figura es
muy minimizado o justificado por las situaciones dramáticas que exceden a su
responsabilidad. La tesis de la serie plantea, básicamente, que Mickey hubiese
preferido vivir una existencia ordinaria y cotidiana en vez de ser lo que fue.
De este modo la historia, muy en la línea argumental con los melodramas
mexicanos, termina convirtiendo a sus personajes en arquetipos telesericos: Hay
un villano que es muy malo, una madre que representa la pureza y un personaje
heroico-trágico.
Muchas críticas apuntan
que en gran medida el atractivo de esta
serie reside en Lusito Rey, el pérfido padre del cantante, interpretado por el
actor español Óscar Jaenada, quien realiza un gran trabajo en su
caracterización. No obstante, a nivel de guion el personaje es bastante vacío: tiene
tan pocos matices que en muchos momentos pareciera una simple caricatura.
Luisito Rey es ese hombre autoritario, manipulador, grotesco y profundamente
egoísta que en cada escena que interviene termina siendo un torbellino. La
serie lo expone como un monstruo explotador e incluso se insinúa que estuvo
involucrado en una oscura desaparición que huele a asesinato, pero nunca queda claro
el por qué de sus razones, salvo su maldad. Al comienzo de la serie se deja en
claro que es un personaje lleno de artimañas y malos modos, con un orgullo
gigantesco y unas ganas de triunfar como artista que no se las quitaba nadie,
sin embargo, los problemas económicos hacen que rápidamente renuncie a esos
deseos y al descubrir el potencial talento de su hijo decide usarlo para sacar
dinero. Se entienden estas motivaciones en un comienzo, pero luego la serie es
cada vez más insistente en que es un adicto megalomaniaco que sólo vive para
chupar dinero.
No niego que exista
gente así, pero en este caso había una relación Padre-Hijo que se pudo explotar
un poco más para darle ribetes no tan predecibles a la trama. Después de todo,
un 70% de ésta se basa en la tórrida relación padre-hijo. De este modo, Luisito
Rey termina siendo sólo un villano cliché: controla las relaciones
sentimentales de Luis Miguel sólo por sus rasgos tiránicos, perjudica a su hijo
lanzando a la prensa la noticia sobre su verdadera nacionalidad, por pura
crueldad, y la única razón de su negligencia económica en las finanzas de la empresa
de Luis Miguel es porque es malo y vengativo. Lo que quiero decir es que es un
personaje sin mucha sustancia, está ahí sólo para hacerle la vida imposible a
los buenos. No tiene humanidad, y a pesar de que hay poquísimos momentos en la
historia en que se puede ver algo de conexión sentimental padre-hijo, creo que
hubiese sido más efectivo reforzar estos detalles. A pesar de todo, el malo
conocido resulta efectivo para el público y para el transcurso de la historia,
ya que le da ritmo, tensión y esa cuota de oscuridad que tanto enganchó.
Entre
el melodrama y la novela negra
La serie presenta detalles nostálgicos como el día que grabo este horrible comercial |
El resto de los
personajes no logran destacar tanto como Luisito Rey, básicamente porque son aburridos,
pero marcan un buen registro actoral. Los distintos intérpretes que dan vida a Luis Miguel en varias etapas de su existencia,
se acoplan perfecto a la figura del cantante. Diego Boneta interpreta al Luis
Miguel adulto y logró captar muy bien ciertos tics del cantante (aunque a mi
juicio abusa mucho del manoseo de cabeza), de todos modos, no sé si será cosa
de la producción o del actor, pero sus expresiones faciales son bastante
contenidas, en general estamos ante la actuación de un típico galán de
teleserie que sólo pone cara fachera hasta cuando esta briago. El trabajo de
casting se lleva las palmas con el Luis Miguel niño interpretado por Ian Lunas,
que no sólo tiene un parecido escalofriante con el Luis Miguel de diez-doce
años sino que su tono de voz y su talento como interprete son increíbles,
mientras que el Luis Miguel de quince años encarnado por Luis de la Rosa,
aunque tiene bastante menos participación en la historia que sus colegas,
también sorprende por su parecido con el Luis Miguel adolecente. Sin duda, los
del casting hicieron un trabajo de joyería.
Físicamente, de los tres, el que menos termina pareciéndose a Luis Miguel
es Boneta, quien si bien tiene un aire, al lado de los otros no consigue el
mismo impacto.
La sufrida madre del
ídolo, Marcela Basteri es interpretada por Anna Favella y aunque tiene mucha
participación en la historia, su papel resulta cansador ya que no hace más que
repetir situaciones e incluso textos. De paso, vale decir que el resto de
personajes femeninos relevantes cumplen roles muy acartonados, simplones y
hasta moralistas. Marcela es el foco de la segunda parte de la serie, cuando la
historia empieza a agarrar tintes más oscuros y finalmente su paradero termina
siendo el gran gancho para la segunda temporada. Narrativamente es la damisela
en apuros que Luis Miguel tiene que rescatar.
No, no es Leonardo Farkas
Dicho los aspectos más
relevantes en cuanto a personajes, vale ahora mencionar algunas cosas positivas
de esta serie como lo variado de sus locaciones: los exteriores abundan y los
interiores representan de forma acertada y estética cada lugar que se quiere
retratar (la serie pasa por México, Italia, Estados Unidos, España y en cada
momento sabes muy bien dónde están parados los personajes aunque no te lo
indique un intertítulo). La fotografía es correcta, bastante cinematográfica a
momentos, aunque a la larga se adapta mucho más a las convenciones propias de
las series, usando planos recatados y convencionales, no hay muchos momentos visualmente
jugados y salvo esa sensación de que cada capítulo te lleva a un mundo distinto
(sea en el pasado o en el presente) el dinamismo plástico queda al debe.
Musicalmente uno
pensaría que se explotarían mucho las canciones de Mickey, y si bien suenan y
tienen interesantes momentos como parte de la banda sonora (hay que agregar que
las canciones de Luis Miguel son interpretadas por sus respectivos actores), la
serie se atreve también a echar mano a otras canciones con un uso un poco más
narrativo o contextual, de este modo escuchamos la ochentera “I.O.U” del grupo
Freeez cuando Luismi y su primera novia van a una fiesta, la funky “Daddy cool”
de Boney M cuando Luis Rey le organiza una fiesta a su hijo, la roquera “Working
for the Weekend” de Loverboy cuando Mickey está en sus andadas de casanova o la
electrónica “Losing Touch” de Empathy Test cuando Luis Miguel cruza miradas de
deseo con la que sería su futura novia. De este modo, muchos otros temas que
jamás en la vida hubiésemos relacionado con Luis Miguel, cobran vida ya sea
para ornamentar atmosféricamente las escenas o para darle un toque más
dramática al asunto.
Luis Miguel niño por Ian Lunas. Un acierto |
La serie tiene una
perfecta unidad en sus capítulos, nada es muy anticipado y la mayoría de las
escenas o situaciones que se presentan en un capitulo tienen su explicación en
el siguiente. La temática de cada capítulo está bastante bien marcada y eso es quizás
lo que hace más entretenido de ver ya que a veces hasta parece un unitario, hay
cosas que quedan al borde o que simplemente se señalan y no se les da más
cabida, algunas otras que quizás tengan más caña en la segunda temporada, pero
en general es una serie muy cohesionada, con muchos momentos nostálgicos y con
una interesante subtrama cuasi-detectivesca. Uno pensaría ingenuamente que
tratándose de Luis Miguel, quizás el romance tendría mayor ahínco, pero no
tiene tanta relevancia. Las escenas románticas están a favor de otra cosa y las
escenas de sexo, aunque estéticamente lindas, tienen un notorio aire de soft
porn que hace ver el acto como algo muy demonizado.
La urgencia de la serie
por hacernos empatizar con alguien que siempre fue críptico con el mundo, se
nota. Más allá de la historia trágica, la serie nos presenta en varios
capítulos a personajes (ficticios) de distinta clase social o rango laboral que
están ahí para demostrar la humanidad del cantante y lo poco egocéntrico que es
(en la serie) Hay momentos en los que se comporta como un imbécil, pero
rápidamente son enmendados de alguna forma. Ante todo esto no puedo no pensar
que en cierto modo la serie también funciona como un gran lavado de imagen a la
figura del cantante, pero ya está.
“Luis Miguel, la
serie” es un producto audiovisual engolosinado que mezcla situaciones reales y
ficticias con gran acierto. Técnicamente es una serie de gran factura y tiene
un nivel bastante bueno por parte de sus intérpretes, pero cae en maniqueísmos
con el afán de economizar ambigüedades. Con el sello característico de las
producciones exitosas de Netflix, la serie se torna adictiva y tiene potencial
para seguir dando más caña y expandir mucho más a sus personajes, en especial
al pacato de Luis Miguel (si es que el original les deja), habrá que ver que
rumbos toma la segunda temporada, si ahondara más en el melodrama cliché o se atreverá
con una historia densa.-
Enserio???
ResponderEliminarTe fuiste a la mierda con esta wea
En la wea que gastai tiempo