Desde los quince años decidí cambiar mi dieta al vegetarianismo, esto fue a mediados de los 2000 y al menos en mi ciudad de ese entonces, el vegetarianismo era una opción bastante radical, poco promovida y mucho más ligada a una dieta eventual. Así mismo opciones como el veganismo o el frugivorismo a penas y aparecían en el radar. Más de diez años después el veganismo está ganando un puesto importante en el sistema de mercado alimentario, las opciones de esa naturaleza son una realidad incentivada por jovenes famosillos en pos de la salud y a veces, un poco, por la conciencia hacía el sufrimiento animal. ¿Esto debilita cierto especismo galopante en el núcleo capitalista de nuestra sociedad?; ¿Hasta qué punto las opciones veganas promovidas por la industria no chocan con una verdadera filosofía de la cuestión?
Si no comes carne de qué te vas alimentar
Recuerdo muy bien mis primeros años como vegetariano, decirle a la familia que ya no quería comer carne nunca fue una medida muy apoyada por mi entorno, lo veían como una excentricidad adolescente y ninguneaban la opción (“comete un pedazo de carne qué tanto”) Nadie entendía las razones de fondo que me habían llevado a tomar esa decisión, siempre me decían lo mismo: “Y qué vas a comer ahora” Esto deja en evidencia que la carne no es sólo un nutriente más dentro de la dieta típica de una familia de clase media-baja, es EL nutriente y engloba muchas cosas más allá de la simple alimentación. Recuerdo los descomunales platos de guiso de porotos que mi mamá preparaba, a los que siempre, pese a lo innecesario para el balance metabólico, le agregaba una chuleta de cerdo. “Así queda más rico” me decía, claramente la grasa y jugo de la carne le otorgaban una consistencia que el plato de porotos por si solo no podía conseguir.
De niñxs existía una cultura muy fuerte sobre lo asqueroso que era comer verduras. Si señores, yo soy de esa generación en que un castigo era hacerte comer verduras, comer frutas en vez de golosinas. En los noventa y gran parte de los 2000, la alimentación balanceada nunca fue una prioridad para las políticas de gobierno y las corporaciones multi y trans nacionales llegaban a instalarse en el país para desplegar una oferta innumerable (pero poco variable) de comida chatarra y procesada. Deliciosa, grasienta y totalmente nociva, quizás aquí nacen demasiados problemas que alteran incluso el orden de lo cultural.
Quienes hayan visto el documental “Super Size me” escrito y dirigido por Morgan Spurlok (ese heredero no legitimo de Michael Moore) sabrán los estragos que trae una dieta a base de comida chatarra de la mano de las principales cadenas de comida rápida. La comida rápida en gran medida se basa en el consumo de carne para el sostenimiento de su negocio, no estoy diciendo nada increíble, pero es hora de atar un par de cabos lógicos. Hoy en día si cadenas como Mc Donalds están ofreciendo variantes vegetarianas en sus hamburguesas (algo completamente inusual hace veinte años) no es porque el consumo industrial de la carne haya bajado sus rentas, muy al contrario, la gente sigue comiendo carne pese a que los precios son cada vez más altos, de hecho, los gobiernos buscan estrategias desesperadas para apalear esto, por ejemplo, muy pronto en Argentina se instalarán en el sur mataderos de cerdos financiados por empresas Chinas para seguir generando carne a gran escala, y a grandes rasgos seguir manteniendo ese rol de país al que las potencias grandes le extraen sus recursos. Las ofertas vegetarianas que proponen grandes corporaciones obviamente buscan cooptar a un publico que ha decidido dejar de consumir alimentos de origen animal, ahí tenemos la línea de leches veganas que saco La Serenísima. Pero también se busca una especie de limpieza de imagen, de agenciamiento que este a la par de los “nuevos tiempos”. El problema es que todo sigue siendo un negocio y como tal, ninguna empresa le preocupará vender productos que apelen a una verdadera filosofía de vida.
El veganismo conlleva una filosofía de vida en la que no usar productos de origen animal es llevado a cabo en todo orden de cosas, es una lucha contra el especisimo, es decir, no menospreciar la vida de otras especies a causa de nuestro planteo antropocentrista del mundo, según ciertas posturas, incluso también involucra detener la maquinaria que produce cuerpos humanos (es decir, huelga de vientre).
Ser veganx implica no usar productos estéticos que hayan sido testeados en animales, no usar pieles ni ninguna ropa elaborada con animales, denunciar el maltrato animal, aprender sobre una ecología que no tenga en el centro el antropocentrismo como eje, en fin, es una opción de vida que si lo pensamos, dentro de un sistema como el nuestro, es bastante radical. También traza muchas líneas con el anarquismo ya que, siendo las mega corporaciones las principales causantes de una explotación ganadera a estos puntos ya ridícula, y siendo las corporaciones y los gobiernos responsables de cerrar las opciones a otros tipos de consumo, pues, lo que da dinero más rápido y efectivo es una industria casi desechable de carnes embutidas, es lógico que sean considerados enemigos comunes. De ahí las líneas que traza el veganismo con otros movimientos críticos al sistema actual como los son el feminismo, el racismo o el capacitismo, no es muy raro, pues básicamente lo que muchxs jóvenes vociferan no es simplemente más opciones en el menú para fomentar una inofensiva dieta (lo que no estaría mal tampoco), si no que una consistente crítica al sistema y a un modelo de pensamiento y de gestión política que ha imperado por muchos siglos sobre nuestras cabezas.
Una lucha diaria contra la contradicción
Especismo también es dejar de usar epítetos que hacen referencia a condiciones animales para referirnos en malos tratos a otra persona: “Que rata que sos”, “Cerdo asqueroso” por poner ejemplos simples, son expresiones que unx veganx preferiría omitir, así como mucha gente gracias a ciertos feminismos se ha empezado a cuestionar epitetos sexistas. Los espíritus convencionales dirán que esto no es más que histeriquismo propio de una generación que no le tocó vivir situaciones jodidas en la vida (como si vivir una pandemia no lo sea), pero ahí estamos en ese eterno debate si acaso el lenguaje construye realidades o no, pero quizás podemos llevar esto a situaciones realmente más complejas y que tienen mucha relación con los contextos determinados.
El especismo es una forma naturalizada de comprender nuestra realidad y vale la pena erradicarla, pero también vale la pena contextualizar ciertas cosas al momento de señalar la crítica especista, porque evidentemente no es lo mismo criticar la relación que existe entre los animales y los pueblos originarios - o simplemente la conexión y codependencia que puede generar un vagabundo con un perro callejero - que la acción eco-depredadora de una multi nacional o el consumo sistemático de carne que tienen tus amigos blancos y privilegiadxs.
Mientras muchxs veganxs se vuelven locxs revisando en las etiquetas de las cosas que compran en el súper si acaso fue producido con algún porcentaje de producto animal, otrxs veganxs linchan y funan que un aborigen en el polo sur, para sobrevivir según su propio ecosistema (alejado del nuestro, por suerte) mata a una foca. Son ejemplos de cómo los discursos de lucha empiezan a deformarse en pos de una persecución moral en donde hay más de denuncia fuera de un contexto determinado que de responsabilidad coherente con un pensamiento de vida. Volvamos a terrenos más personales:
He dicho que soy vegetariano desde los quince años, ahora tengo treinta y uno y en ese lapso de tiempo por supuesto que he comido carne de vez en cuando, recaídas podrán decir, pero la verdad es que mi idea de por qué deje de comer carne ha ido variando con los años. Cuando adolescente era por una cosa de respeto hacía los animales, pero odiaba las arañas, al ver una a pesar de que estuviese a tres metros de distancia simplemente la mataba sin piedad, lo mismo (y me sigue ocurriendo un poco) con las cucarachas. ¿A qué voy? A que vivo en completa contradicción de acuerdo a las creencias que empujan mi esencia ética. De joven tuve un conocido que era vegano y el tipo se esforzaba en siquiera pisar a las hormigas cuando caminaba, años después me lo encontré zampándose una hamburguesa doble de vacuno ¿Y qué onda el vaginismo?, “Mucho hueveo” me dijo simplemente sin una pizca de arrepentimiento.
No estoy diciendo que intentar ser vegano o vegetariano es un camino al fracaso, pero es cierto que tenemos muchas contradicciones que asumir si lo queremos sobrellevar dentro de un sistema tan constreñido como éste. He comida carne a veces empujado por la tozudez de mi familia (sobre todo los primeros años que me obligaban a comer carne para navidad porque no me iban a preparar nada diferente, y ciertamente la carne de soya que se conseguía esos años era horrible) otras porque no me quedaba otra (muchas veces muerto de hambre no encuentro nada más para comer que un sándwich con jamón y queso, antes le quitaba el jamón, pero al final el queso se pega tanto a la cecina que es lo mismo) y otras veces simplemente por gusto y aquí entra mi mea culpa:
Amo los mariscos, el pescado, de hecho, supongo que mi dieta podría ser pecetariana ya que los productos del mar son fundamentales para mí como un verdadero placer. Cada vez que viajo a Chile siempre consumo algún mariscal o ceviche, en parte porque casi todo el año que estoy en argentina no puedo disfrutarlos. Es cierto que intentado bajar el nivel de consumo, hacerlo sólo una o dos veces, pero realmente es algo delicioso que siempre me trae una contradicción moral, pero es mi trabajo abrazar eso o seguir luchándolo, no pido que nadie me aconseje ni nada, sólo estoy exponiendo que una filosofía de vida no siempre es tan fácil de llevar a rajatabla, incluso para quien puede elegir, no obstante, siempre está la voluntad de acabar con eso.
Y acá entra también una dimensión social que muchxs veganxs suelen ignorar simplemente porque o viven en una burbuja donde todxs sus amigxs son veganxs y jamás tendrán que enfrentarse a situaciones como ir a un asado para socializar (sin ser tachadxs de lxs amargadxs), o simplemente porque son veganxs privilegiadxs en cuanto a lo económico y justamente nunca tendrán problemas con sus amigos que están haciendo asado porque ellxs se compran sus propios choris de seitán y los fríen en su propia parrilla mientras siguen socializando con sus amigxs carnivorxs, a propósito, por qué siempre es la persona vegana la que debe amoldarse, si preparamos una comida sin carne por qué siempre habrá gente que alegue y se enjuicia tanto al vegano que alega por lo mismo, quizás porque la carne conlleva mucho más que una simple comida como dije antes, es una cosa cultural muy ligada a nuestro sistema.
¿Dónde está el verdadero juicio y la real empatia?
Puede resultar un argumento muy rastrero, pero anda a decirle a un chico de una villa, de un barrio bajo, de una favela, que no es bueno comer carne porque es un gesto irrespetuoso hacía los animales, seguro lo entendería, pero ¿le importará realmente cuando a veces ni él tiene para comer? Pensemos que hay gente cuya felicidad realmente se refleja en un asado, que comer carne no es algo de todos los días y que cuando lo hacen se sienten plenos, felices. Es un trabajo que tiene mucho que ver con políticas culturales y sociales. Siempre recordaré un taller al que asistía como coordinador (o algo así) que se realizaba en una villa y nosotrxs con nuestro empeño en cambiar las mentes de la juventud intentamos llevar comida vegana que fue completamente desestimada por lxs niñxs.
“Qué es eso”, “Es una hamburguesa de lentejas”, “Ah lentejas como todos los días, no gracias” A eso me refiero, una postura filosófica puede entremezclarse con las trincheras que luchan contra un sistema explotador, pero a fin de cuentas sigue siendo una postura que está muy arraigada a tus condiciones de vida, a tu contexto. Si eres veganx y puedes mantener esa dieta por muchos años tal vez es porque vives en un ambiente que propaga esa onda, o porque puedes costearte los productos veganos o simplemente porque tienes el tiempo para prepararte alimentos veganos: tienes tu propia huerta, tienes tus propios instrumentos de cocina (nada de baratos) con los que puedes hacerte mayonesa vegana o leche de arroz todas las veces que dispongas, no corren la misma suerte personas marginalizadas que a penas y pueden optar a un techo, menos a una cocina.
No digo que no se deba pelear para que cada vez el mundo sea más vegano y la carne deje de tener esa importancia sustancial en cuanto a lo social. El esfuerzo por querer ser vegano anti especista vale la pena siempre que no se convierta en una mirada totalizante frente a los contextos adversos. Ejemplos de veganxs que no leen el contexto los puedo ver en redes sociales, por ejemplo una chica ofrece chorizos para vender, es un micro emprendimiento, no se trata de una multi nacional ni de una corporación que produce y mata millones de seres vivos al día, pero igualmente se llena de comentarios de odio y amenazas, cagandole de esa forma su esfuerzo por salir de una crisis económica, o el ejemplo más nefasto de una chica vegana que alimenta a sus gatos con comida no cárnica.
Otra situación compleja, cuando mucha gente protestó en la ciudad de Córdoba por el uso de caballos en las carretillas de la gente que trabaja como cartoneros. Yo mismo entre en un punto de debate interno, obviamente no quería que siguieran usando caballos para esos trabajos, pero también es cierto que mucha gente no tiene otra opción para subsistir, gente que a penas y puede mantener bien a su animal, pero no le queda otra. El resultado de esas protestas fue que el gobierno de la provincia comenzó a entregar bici-carros para que los cartoneros puedan realizar su trabajo sin explotar a ningún animal (que sospecho después mataron para convertir en charqui). ¿Es algo positivo? aún veo caballos acarreando carretillas, aún queda mucho, pero hubo una respuesta necesaria a una problemática a la que muchxs veganxs sólo apuntaron el problema y buscaron soluciones desde el punitivismo, lo que me recuerda mucho la actitud de las abolicionistas frente al trabajo sexual.
Dejar de pensar un futuro de humanidad, es decir, no seguir trayendo niñxs al mundo, no pensar en nuevas conciencias de crianza, sino simplemente reflexionar acerca de otras formas de relacionarse con el ecosistema por fuera de cualquier lógica humana, eso también es una postura anti especista. Erradicar la humanidad o al menos pensar otra opción de vida para tantear relaciones que se lleven de mejor manera con ciertos ciclos animales como el de las abejas, las cuales nuestro progreso y sistema está destruyendo. El antiespecisimo es una postura mucho más compleja que la simulada buena conciencia vegana con que han saltado últimamente algunas empresas. Buscar ideas que se salgan de la lógica de este sistema, pero entendiendo ciertos contextos determinados ya que ninguna realidad puede llegar a ser unidireccional.
Ser vegetariano o vegano es más que una simple dieta y es más que
simplemente sentirse saludable, es un pensamiento que merece darle muchas
vueltas a las problemáticas del mundo y plantearse en distintos contextos para
entender porque nacen tantas contradicciones. -
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