martes, 26 de enero de 2021

Steven Wilson in the sky whit Diamond


 

"Creo que las bandas o los artistas tienden a encontrar un nicho o una fórmula exitosa y luego intentan sin fin responder a su audiencia repitiendo eso"

Que duro ha sido para el buen Wilson amoldar su estilo a los recovecos del pop o al menos a una etiqueta mucho más easy listening de lo que venía haciendo en sus trabajos de rock progresivo. Lo intentó en 2017 con “To the bone” un excelente trabajo de matices pop con influencias muy setenteras donde se podía escuchar la esencia de ELO a ABA, pero justamente ese fue el giro que hizo que gran parte de su fanaticada de huesos amarillos le diera la espalda. Aparentemente esto no le importo a Wilson y en este nuevo trabajo estrenado hace poco nos encontramos con un disco muy electrónico, directo, ameno y sobre todo popero. Con una sensibilidad por la música comercial tan exquisita ya vendría siendo hora que el ex hombre tras Porcupine Tree considere su inmersión como productor en alguna banda de Kpop.

Un arcoíris melancólico


 

Un artista inquieto como Wilson, pese a que la mayoría de sus proyectos orbitan dentro de una raigambre de música progresiva (y por qué no decirlo, pseudo intelectual) que lo ha terminado ciñendo bastante en cuanto a etiquetas, ha terminado revelándose frente a ese limite y abrazando expresiones más propias de la música easy listening.

Advertencias frente a las etiquetas por parte del músico ya ha habido  como ese trip hop ambiental de Bass Communion o el jazz noir de serie televisiva berreta que despachaba de vez en cuando en alguna canción de su proyecto No-Man (por dios, denle más amor a ese proyecto es buenísimo) En una entrevista brindada al programa Chileno 7 Vicio, Wilson reflexionaba sobre el pop y la música mainstream de los 70’ en gran medida la banda sonora de su infancia y juventud. Los Bee Gees, Carpenters, YES, bandas y artistas que de alguna manera hacían interesante el camino del pop de ese tiempo en cuanto a lo melódico y compositivo y no tan monótono en cuanto a armonías, como pasa con nuestro pop actual, aunque ojo, yo diría que eso esta empezando a cambiar desde hace algún tiempo con discazos de producción excelsa y música interesante de la mano de artistas como Harry Style, Lady Gaga, Kali Uchis o Grimes, por mencionar algunxs.

Quizás notando estos nuevos aires es que el Ingles ha intentado darle rienda a su propia sensibilidad pop y en este caso “The future Bites” viene a dar otro uper cut a la quijada del rokero snob promedio. Mi problema con el disco: funcionaría mejor en manos de otro interprete…o al menos algunas canciones se sienten muy sosas frente a la interpretación del buen Steven. Eso no quito que nos enfrentemos a un crisol de sonidos que coquetean con lo lisérgico, ambiental y muchos matices si bien no psicodélicos, bastante volátiles. Por supuesto, el sello de autor está puesto en esa melancolía que ha seguido al artista en todos sus trabajos y eso hace que el camino no sea tan colorido o que mejor dicho, veamos esos colores mediante un filtro más opaco y es por esa razón que el disco no pierde la esencia propia del artista que sigue brindando homenajes a ELO con la odisea de nueve minutos que es “Follower” un viaje tan luminoso como sombrío.


 

 ¿Podríamos considerar este trabajo como un esfuerzo menor dentro de su discografía?  

A ratos Wilson se escucha cómodo en esa veta que mezcla electrónica, rock setentero y trip hop, pero de pronto cosas como la mencionada “Follower” o “Man of the people” parecen virar a un pasado de música ochentera progresiva similar al Genesis comandado por Phil Collins o a los King Crimson de “Three of a Perfect Pair” por lo que podemos notar que Wilson no quiere despegarse del todo de esa aura de art rock, así mismo en gran parte el disco recuerda esos intentos de Rush por llegarle a un publico más amplio con sus discos de finales de los ochenta, pero quizás la referencia más directa vendría de la mano de los trabajos del trio coterráneo Muse (quienes también se sirven de las influencias más poperas de la banda Australiana)  en discos como   “The resistence”, “The 2nd law” o en su reciente “Simulation Theory” donde se puede notar un similar acercamiento a las formas del pop. La diferencia es que aquí Wilson poco a poco va colgando más la guitarra y eso es lo que le duele a los fans más cuadriculados del rock.

Descontando el intro de “Unself” que augura una especie de inmersión en una obra propia del rock ochentero más, cómo decirlo claramente, heterosexual cuarenton, “Self” con esas baterías programadas tan cercanas al Muse más técnico y dance de canciones como “Madness”, rompe con esa aura intrigante y entrega mediante juegos vocales llenos de filtros una canción que podría ser un himno de haberse lanzado al menos dos décadas antes. No me malinterpreten, la canción es una buena ejecución en rigor de su técnica  y ese bajo cortesía de Nick Beggs (nada más ni nada menos que el bajista de la mítica Kajagoogoo) suena profundo y con un grove que le da mayor caña, pero a grandes rasgos se sentiría una canción más potente en voz de otro interprete, eso sí, la sección de sintetizadores me gusto mucho y queda como un momento explosivo.


 

“12 things I forgot” tiene una intro con guitarra acústica y unas notas que pueden recordarnos los segmentos más comerciales de Porcupine Tree (sí, ya saben ese temita lloron llamado “Lazarus”)  pero en realidad lo siento más como otra reminiscencia a ELO, una banda a la que Wilson no oculta para nada su amor y toda esa vibra setentera la canción la despliega con maestría, hubiese sido el tema perfecto para Elton John por su armonía y estilo, pero el Rocketman presta su voz (no su canto precisamente) para la aprisionante “Personal Shooper” un experimento mucho más rudo que la mayoría de las canciones del disco. Wilson persuadió a John de participar en el disco luego de ver su película autobiográfica en donde este declaraba que se deshizo de todos sus vicios menos el de comprar, para Wilson era demasiado claro que alguien como él debía dar rienda suelta a ese monologo de consumismo que se escucha a la mitad del tema. Es un tema extraño, bastante sideral y que mantiene ese toque experimental en los sonidos de Wilson.

Emulando un poco a Peter Gabriel “Eminent Sleaze” juega con coros que palmotean y sonidos que van dibujando un panorama casi apocalíptico, quizás uno de los temas más flojos del disco en cuanto a su objetivo más comercial. “Man of the people” es otro tema interesante, efectivo, que consigue llevarse las palmas, su letra es introspectiva y muy bien elaborada mientras que esas guitarras que se mezclan de forma tan concentrada con las atmosferas hacen que el trabajo sobresalga por si mismo, es una gran canción. El cierre con “Count of Unease” un poco contradice el estilo que dibuja en gran parte el disco, sí vuelve a recordar a Peter Gabriel, pero al de su última etapa, mucho más sereno y táctico en cuanto a emociones, por lo mismo también se siente un tufillo al Thom Yorke más ensimismado.


 

Más allá de mi opinión, Wilson consigue realizar un acertado y muy bien producido ejercicio de pop, soul y electrónica siempre dentro de sus parámetros e influencias. También creo que tiene bastante potencial de poder producir y componer pop para que otrxs interpretes consigan mejores resultados, el disco en todo caso sigue una senda coherente en cuanto a su carrera y parece augurar un mayor perfeccionamiento dentro de estas ligues, tampoco es que lleguemos a encontrar el súper éxito pop aquí, pero sí es un disco ameno, tranquilo y bastante ad hock para estos tiempos de locura y como el propio Steven Wilson le ha respondido a las criticas descarnadas que ha recibido: "No tengo nada en contra de las guitarras, pero llegué a un momento en el que me sentaba con una guitarra en la rodilla y dejé de hacerlo" si él mismo aclaró que su búsqueda ya no está en ese emblemático y patriarcal mástil de 12 cuerdas ¿por qué siguen llorando por un pasado fulgoroso? el mismo mensaje del disco en general lo engloba, el futuro muerde fuerte y ya estamos ahí.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario