El gran momento que vivió el Hip-Hop estadounidense en la década pasada, aún sigue intacto, tal vez ya no tan proclive a la experimentación, pero si en un nivel que no deja de maravillar. Durante el 2015 hasta el 2019 presenciamos la consolidación o revelación de una camada de raperos y raperas que no temieron darle al género elementos más soberbios, que si bien, hay quienes piensan se trató de pura pretenciosidad, me parece que no es nada que venga porque sí. Realmente el nivel del rap de esos años consiguió mover mucho a la Industria y además posicionarse como la música predominante dentro del panorama más popular. Es en ese contexto donde el género en su madurez no temió llevar adelante a artistas que se mostraban capaces de alumbrar un poco más la tarima no sólo con el talento para rimar e improvisar, sino también con una preocupación ante el nivel de sus producciones y como estas podían tomar un valor que fuese más allá de simples hits. Aquí es donde aparece Vince Staples, uno de los pocos que pudo hacerle sombra a la Kendricklamarmania de aquellos años (ojo que yo también reseñé ese disco de Kendrick) esta vez revisaremos uno de esos discos que escuchas una vez y ya no puedes dejar de admirar.