viernes, 12 de febrero de 2016

El cine que no vimos: The revenant

Película: The Revenant
Año:2015
Director:Alejandro González Iñárritu
País: Estados Unidos
Década de 1820. En una expedición al desconocido oeste norteamericano, todavía habitado por tribus indias, Hugh Glass (Leonardo DiCaprio), un trampero, explorador y cazador de pieles es brutalmente atacado por un gigante oso grizzly. El hombre resulta gravemente herido, y sus propios compañeros le dan por muerto. Abandonado, sin armas ni equipo, con tremendos dolores y una pierna rota, Glass consiguió sobrevivir curando sus propias heridas y alimentándose de carne cruda de animales que cazaba. En su afán por seguir con vida, Glass, que no tiene miedo a la muerte, porque está acostumbrado a rondarla, aguanta y sorprendentemente se repone de sus heridas. Además, trata de vengarse de quienes lo abandonaron a su suerte, especialmente de la traición llevada a cabo por su confidente, John Fitzgerald (Tom Hardy).


Desde los primeros minutos The Revenant se impone por sus imágenes, por su belleza aparentemente virgen y primitiva. La salvajería en su plano más expreso, este espíritu me recordó mucho a Herzog transmitiendo los paisajes duros y a la vez solemnes de su monumental “Fitzcarraldo”, otros incluso han comparado algunas escenas con “Stalker” de Trakovsky y hecho el símil correspondiente que bien pueden tratarse de homenajes/guiños/referencias de Iñárritu al mítico director soviético.  Todo parece indicar que El negro (como le apodan con cariño en México) consiguió filmar una verdadera obra de arte dentro de los siempre caprichosos parámetros del cine comercial y establishment, una cinta refinada y exquisita para los gustos más quisquillosos en cuanto a fotografía que corre a cargo de Emmanuel Lubezki quien ya había trabajado con el mexicano en su anterior película y en donde consigue replegar nuevamente su ingenio de un modo más orgánico de lo que pudo hacer en “Birdman”. Una cinta con actuaciones estelares bien realzadas y jugadas mostrando un costado de Di Caprio hasta ahora no explotado por ningún otro director (le deberían dar el OSCAR esta vez ¿no?) Una película con una banda sonora envolvente en sentidos y musicalmente sugestiva a los espectaculares paisajes que el “Chivo” Lubezki registró (la música corre a cargo del pianista Ruichi Sakamoto) Una película visualmente perfecta, bien intercalada en montaje cuyo ritmo no se hace torpe ni abrumador (pese a la duración con la que todos se hacen un lío cuando piensan en ir a verla) una película que no rellena su contenido con puro aire frío en sus escenas sino con el desgaste físico de su protagonista, un desgaste que a la vez le impide congelarse en esos gélidos parajes y que eventualmente le dará el coraje para ser un renacido a costa de savia natural…en fin una película que no juega con el morbo si no que con la desesperación de no saber hasta dónde puede llegar nuestro protagonista en su lucha contra la naturaleza, mítica guerra ya entonada por Homero el griego, una película salvaje y bella.

Y me gustaría pensar hasta qué punto el cine comercial contemporáneo aguantó estos proyectos, cuándo a un Christopher Nolan o un a Tim Burton (por nombrar a los más conocidos) se les permitió bajo sus propios parámetros crear con una idea tan fija de belleza, sentido, estética y mensaje….ah, pero el mensaje, de eso no he hablado con respecto a The revenant.

Si el cine se jacta de ser el balance ideal entre forma y contenido, siendo muchas veces la forma la que ayuda a potenciar el contenido (como leí por ahí, con esos encuadres y paisajes chamánicos The revanenet pudo tratar simplemente de cualquier tontería y ser alabada al respecto) ¿será necesario analizar en este caso el mensaje simplón e intranscendente que la película quiso dejar? Como buena película comercial las cosas tienen que tener una razón de ser, una moraleja si se quiere o un efecto que vaya más allá de la mera resolución física y por supuesto en The revenant se sacan esa carta de la manga con la ya manoseada idea de que “la venganza se sirve en un plato frío” si bien el móvil de Glass  se supone es la venganza contra Fitzgerald por haber matado a su hijo en circunstancias bastante complicadas, cualquiera diría que el móvil real y la base de toda la historia se centra simplemente en la mera supervivencia, el mal aprovechado final le quita la poética que seguramente Iñárritu había querido expugnar como elemento principal ya que las escenas de tono más “espiritual” que se venían anunciando durante gran parte de la película no tienen su impacto final con la fuerza o repercusión necesaria gracias a ese “giro” en el último tramo. A mi aquella historia de venganza no me parece que complemente del todo la trama, aquellos últimos minutos de persecución y lucha no me parecieron más que el estirón de chicle insulso e innecesario agregado más por razones de “pedigrí americano” que de otra cosa, más aún cuando Glass ya con las manos sobre el cuello de su antagonista, resuelto a terminar su trabajo llega de la nada a una conclusión tan absurda (para el contexto), tan obvia y digna de un cliché de película ochentera de karate. Aquello, sí, para mí fue un punto negativo a la trama que se venía tejiendo y cociendo con total acierto, parsimonia y atino, y es que pese a los sucesos irrealistas en las desventuras de este jodido personaje Glass (aunque la historia se basa en un hecho verídico)  nunca pierde su norte hasta el último giro en donde ya todo se vuelve predecible e inútil. Para mi The revenant no es una obra de arte, narrativamente flaquea por ese detalle no menor en su estructura que dota de peso, sentimiento y sentido a un personaje que busca sobrevivir guardando un deseo de venganza en su interior, pero que eventualmente va descubriendo una paz al internarse a los avatares de la naturaleza, esa misma evolución que forja casi el 70% de la película se cae y sepulta en el último tramo, en fin, películas pochocleras que por norma y decreto no deben terminar con conclusiones abiertas hacía el espectador, no deben dejar que se elucubren las opciones de su desenlace, no debe dejar al espectador pensando en otros caminos a la trama y aunque Iñárritu intenta con alguna tetra conseguir la escaza retroalimentación que un espectador de cine comercial puede otorgar mediante esa escena final onírica y ambigua (gestión ya usada también en Birdman) no lo consigue porque el móvil de la venganza termina convirtiendo a Glass no es un renacido si no en un súper héroe, en un Rambo, en un Jhon McClane, en un Mcgiver incluso. Es decir –y perdonen que lo repita con majadería, pero no quiero confundir- la situación final arruina el buen clima de la película y la gran evolución del personaje dejándolo netamente como un tipo duro que llegó hasta las últimas consecuencias simplemente para conseguir un objetivo que al rato notara vacío e irrelevante y realmente eso ¿en qué se diferencia de algún clásico de acción de Van Damme o incluso The rock? ¿Sólo por la forma de la película? ¿Sólo por la bella fotografía e impecable trabajo de cámara? ¿Sólo por su técnica?

                                  Pertrechando el aparato de producción con más de lo mismo 
 

Pero tomando en cuenta la forma excelsa que ya detalle arriba, ¿aquello importa? Sobre todo si de plano se presenta como un filme comercial que más allá de todo busca hacerte pasar un buen rato o al menos generar un divertimiento en tu vida. ¿Hasta qué punto la técnica debe  de ser la vara con la que un producto comercial pueda brillar dentro de la mediocridad? Millones de historias, de películas cuyas narrativas se basan en dejarle al espectador todo en bandeja e inyectarle una lección cuando no una moraleja, como si fuese imperativo que el mensaje matriz del filme se empaque y entregue como conclusión en los últimos minutos. Este mal endémico del cine comercial es lo que cierra las posibilidades del espectador de generar las situaciones en su pensamiento, de aventurar sus conclusiones, de opinar más allá si el filme es bueno o malo desde sus parámetros, de entender o creer entender lo que el director quiso decir y además de unificar en una línea moral los discursos producidos por las películas. El cine comercial siempre te dirá a fin de cuentas que esta película nos ha dejado esta lección para la vida, que no hay otra vuelta más que darle al filme. Hoy en día el espectador exige pro actividad, aunque también se quiere divertir, claro ¿quién no? Ver sufrir a un hombre en medio de la nada puede ser hilarante, pero siempre hay un mensaje, un mensaje que puede terminar en el oficialismo más nefasto y evidente, “The revenant” cae en eso. Algunos pensaran que eso lo hace una historia más circular, más completa, más acabada, pero es aquella facilidad de pensamiento lo que les permite a los asistentes salir del cine y no seguir pensando en el tema, ni siquiera por cinco minutos y al final decimos “The revenant es una película con una fotografía increíble, una banda sonora maravillosa, actuaciones grandiosas….una obra de arte” ¿Entienden el chiste? ¿Cuál fue la última película qué te dejo pensando más de la cuenta? Alguna vez un profesor me dijo que las buenas películas son aquellas que el espectador continua en su mente y si bien la técnica y el estilo son capaces de enaltecer las historias, el mensaje, el manifiesto no puede ser menor. 

Una vez más para que se entienda yo no estoy en contra de las películas comerciales, de la academia de cine y entretenimiento, ni mucho menos de Di Caprio e Iñárritu pese a que sé el odio que este gran director enciende en sus críticos y detractores (muchos de ellos mexicanos por cierto) Una obra de arte –en materia audiovisual- no puede ser otra cosa que la película que alce tus emociones. Parece manifiesto hippie, tontería ambigua, pero no es mentira, ahora, esto no es tan simple, nos acostumbramos a un modelo de cine elemental donde reina el conflicto central, la música orquestada y adornada que nos dice en cada momento cómo deberíamos sentirnos, los planos sutiles y poco invasivos OK. Nos adoctrinaron con un cine comercial efectivo en cuanto a la hora del entretenimiento, es difícil separarse de aquello porque tenemos inyectado en el cerebro que la diversión y el disfrute de ver cine sólo puede estar proporcionado por esa clase de películas, sí, cosas como “Deadpool”; “Inception”; “50 sombras de Grey” que se yo, películas que al juicio de quien quiera opinar podrían ser bodrios o maravillas, pero el caso es que ese es el cine con que nos regocijamos y aprendimos el lenguaje audiovisual (eso más la televisión y sus comerciales) Por eso decir obra maestra es reducir ese mundo de películas a una línea muy fina, pero que parece eterna y que no deja ver que hay detrás, que otra clase de películas podemos contemplar, extrañar, sentir.



Obras maestras, cánones de respeto, películas de culto, todo eso pertenece al armamento individual de cualquiera. El cine tiene esa gracia y esa desdicha, como todo arte es muy subjetivo y aunque se rija a veces por una línea que dicta su forma de tal manera la naturaleza misma de este artefacto (y a la que le debe su génesis) es irrumpir constantemente en aquello. Remitiéndonos al pensador alemán Walter Benjamin quien la tenía clara en cuanto al modo de producción del arte, para él abastecer un aparato de producción sin ofrecer un sentido que realmente aporte en algo al avance del arte como manifestación es matarlo, la calidad no es cuestión sólo de técnica sino que irrefrenablemente también de discurso y un discurso que no aporta nada nuevo ni potencia al espectador no sirve por muy elaborada técnica que el producto entregue. Aun así vuelvo a repetir a pesar de irme un poco en contra de don Benjamin, para mí sólo aquella película que te haga sentir es la que vale, no sé si emocionar es la palabra correcta, pero sí sentir, sentir de conmover, CON MOVER. La película que te haga sentir esa es la indicada, “The revanent” me produjo eso hasta que llegamos a esa innecesario segmento final y ya todo sentido que yo había adquirido se esfumo quedándome con la sombra de una película que realmente no necesitaba de esa explicación para ser completa.-

*Nuevamente aclaro para evitar confusiones, el que la sección se llame EL CINE QUE NO VIMOS no se refiere tanto a películas desconocidas, si no a un punto de visto o reflexión que no sea la tipica que uno espera. ESOP, saludos.


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