domingo, 24 de septiembre de 2017

¿Cómo se capitaliza la depresión?




En la época postmoderna donde la publicidad ejerce una gran fuerza de atracción sobre nuestras vidas, las consignas dirigidas al YO por el YO parecen claves para definir nuestras identidades, por lo mismo el mensaje constante y majadero del estar bien sin importar el contexto social en el que nos encontremos se ha convertido en el nuevo lema de muchos. Ahí entran las frases de autoayuda y la figura de los coach que vienen a enseñarnos a mejorar nuestra capacidad de vivir en el ambiente en que nos encontramos. Por fuera de toda esta corriente de humo el capitalismo sabe trabajar con otras subjetividades, en apariencia, menos irritantes: La de la depresión.

 

¿Cuándo el suicidio se volvió mainstream?

La historia moderna de la humanidad se ha servido de las figuras decadentes y malditas para construir mitos alrededor del éxtasis que gira en torno a la oscuridad de éstas: Filósofos, poetas, esotéricos y artistas que rayaban en la locura son, en determinado punto de la historia, reivindicados como genios. Sus vidas estrafalarias y fracasadas (dentro del margen social en el que estaban insertos) producen una fascinación en algunos que ven patente y materializado el estado pleno de la pasión, lo que no es impedimento para que el capitalismo se apropié y lo resignifique; para que Edgar Allan Poe, por ejemplo, haya pasado de ser entendido como un autor importante para la corriente romántica anglosajona de principios del siglo XIX a un exponente actual de lo gótico adolecente ha tenido que generarse un proceso capitalista muy específico sobre su figura.  
 

En el afán por darle a cada cuerpo la identidad transitoria que exige, el capitalismo tardío va apropiándose de cualquier moda que se replique en la sociedad para luego exponerla en el mercado desprovista de su sentido original, ya no se trata tanto de imponer una filosofía de vida sino simplemente de expresar el eco de una tendencia de la que presumiblemente todos podremos confrontar. Cuando apareció la moda EMO en los jóvenes a mediados de la década del 2000, no fue más que la popularización de una corriente cultural underground surgida en Estados Unidos a mediados de los noventa y que tomaba algunas influencias de la música pop más dark (The cure, The smiths, Echo and the bunneykillers) y la literatura existencialista para formarse. El EMO que arrasó y que todos conocimos venía con la fuerza de ya ser entendido como un producto comercial, como una moda que determinaba una forma de ser y que no sólo incluía un peinado ridículo o un uso excesivo por la ropa negra sino también juegos y costumbres que rayaban en el límite de la autodestrucción como los cortes superficiales con navajas sobre el antebrazo, abrazar el absurdo como conducta ante la vida y sobre todo el suicidio.



Según las clasificaciones de suicidios que expone Durkheim en su estudio sobre el tema, los EMO formarían parte de lo que el sociólogo llama “el suicida egoísta” ya que están en un plano que reúne varias características, primero se encuentran experimentando una plena adolescencia cada vez más reticente a abandonar las características de lo infantil, pero que al mismo tiempo goza de las ventajas que le permite cierta independencia. En definitiva se trataría de una dicotomía entre independencia social vs independencia emocional. Pero no es sólo eso, porque de ser así cualquier joven contemporáneo tiene que obligatoriamente equilibrar sus emociones frente a la tentativa del suicidio. ¿Por qué los EMO convirtieron el suicidio en un código representativo? Volviendo a Durkheim y su descripción del suicida egoísta, esta categoría se aminora cuando los jóvenes se integran a manifestaciones sociales que estimulan la colectividad y la unión, ya que de esta forma los individuos piensan menos en si mismos y se guían por un objetivo, convierten su existencia en un sentido en pos de una causa trascendente de bien común. Pero ante un sistema que engulle cualquier aspecto revolucionario y que prefiere mantener el escepticismo de las personas ante los cambios y movimientos sociales en pos de seguir equilibrando el estado de sometimiento, los EMO como hijos de aquel sistema, se terminan alimentando de la idea de un cinismo hedonista por parte de una sociedad en la que ellos no pretenden esforzarse en encajar como seres funcionales. De esta manera la desintegración con todos los valores existentes da pie al suicida egoísta.

Este suicida egoísta pudo verse reflejado en figuras como Kurt Cobain quien a través de su muerte realizó simbólicamente un rechazo a todo lo que la sociedad del espectáculo lo estaba transformando, en ese sentido el suicidio podría ser entendido como el único gesto revolucionario. Esa idea fue desarrollándose por los escalones más bajos de la cultura pop hasta estallar con total perfección por parte de la  tribu urbana de los EMO, pero a diferencia de Cobain, los EMO no se suicidaban como gesto revolucionario sino cómo una réplica a dicho gesto, eso y seguramente también por una existencia extremadamente melancólica que terminaba desarrollando fuertes problemas mentales ante la vida. Para Durkheim la imitación colectiva del suicidio se desarrollaría por contagio, aunque claro esto puede deberse a múltiples hechos particulares que merecen particular atención, lo importante aquí es constatar el hecho de que los jóvenes EMO se suicidaban (dejando de lado muchos otros factores) prácticamente por moda, porque la fascinación por la muerte era superior a las ganas de vivir, porque todos las figuras decadentes que admiraban estaban muy cerca de aquello y porque no valía la pena entender la vida como un ciclo dominado por el utilitarismo individual. Ante todo, deprimirse era cool.
 

Depresión is the new style

El problema del suicidio es que no podía ser un elemento fácilmente maleable por las lógicas capitalistas… ¿Cómo se puede vender algo así mediante la moda? Además por un lado el EMO era sólo una moda más dentro de un abanico de ofertas que se basaba en la melancolía y la autocompasión como forma de existencia: Los góticos, los otakus, los industrials, etc. Todas tribus urbanas juveniles que poseen un origen muy distinto al significado con el que se masifican como moda captada por el capitalismo.

Eventualmente todas las tribus urbanas desaparecen o se transmutan, dependiendo de que tan consistente sea la generación que la encumbró, pero la mayoría de modas que a mediados de los noventa y la primera mitad de los 2000 se irguieron como un grito de identidad juvenil y que se basaba en la fascinación por lo oscuro, hoy es captado por la oferta capitalista como “lo cool de no ser un ganador”  

Esto es quizás lo más simbólico del sistema, ya que ante un discurso que te obliga a ser funcional, activo y potente mediante ofertas que oscilan entre el ejercicio, la vida sana, el fitnees, el yoga y los discursos más vomitivos de autoayuda. También hay lugar para otro discurso, mucho más solapado, pero igual de eficaz. Enfocado más en la autodestrucción como algo cool. Series de moda como “Bojack Horseman”; “Rick and Morty”; “Master of none”; “21 reasons to why” parecen elevar la idea de la depresión como un estado llamativo que empuja a la basura todo ese rollo new age del que la vorágine comercial nos tiene hartos. La música, por otra parte se ha vuelto mucho más homogénea en su discurso nihilista: Radiohead, Foster The People, The XX, Lana del Rey, Marilyn Mansón, el vapourwave, Kendrick Lamar, Danny Brown, Drakre, todos son parte de la música popular y comercial, artistas y bandas que no se encierran en un estilo o corriente determinada si no que se enfrentan a la oferta capitalista como parte del todo, diferenciándose únicamente de aquellos artistas que proponen ante la vida una mirada edulcorada. 

 


De esta manera el capitalismo sigue segmentando a la sociedad. En un bando estarán los que tienen la psicología de autoayuda como elemento constante de superación, mientras que por otro estarán los nihilistas que sólo aportarán un comentario cínico ante la situación de la existencia. Ser depresivo (hasta cierto punto, por supuesto) parece ser otro grito más de la moda contemporánea, ya no se trata de llevar adelante las expresiones del suicidio sino de mostrarse más como un virus que busca subvertir aquella moda que la publicidad más directa te vende para alcanzar algún grado de felicidad. Dentro de capitalismo, por tanto, también hay lugar para el discurso (en apariencia contradictorio) de “la felicidad no existe porque todo es banal, todo se va al carajo así que mejor…disfrutemos comprando”  El problema es que ambas actitudes se encierran en un YO que impide ver más allá de las narices. Ambas actitudes niegan un entorno social y se encierran en su propio mundo, evadiendo de distintos modos los problemas y contextos sociales. En este caso no se trata de la depresión como un problema emocional por alguna situación determinada, es sólo una actitud comercial ante la vida.


Para el capitalismo tener una actitud depresiva frente a las cosas está bien, pero ser depresivo está mal. Ser autodestructivo está bien mientras se rija por un control biopolitico. El suicidio cuando pasó a ser una moda por parte de los EMO le quito un peso significativo al problema del suicidio e hizo entender a las lógicas del mercado que un gran porcentaje de los consumidores podían ser interpelados a través de otra clase de mensajes, menos sosos y más oscuros, pero que en todo caso siguen siendo consumidores, cuerpos que gritan por una filosofía de vida sin profundidad; por eso es importante mantener a raya y bien controlada esa depresión, vale más la actitud que el verdadero sentido del problema. Cómo sea, al entrar la depresión en la lógica capitalista sólo servirá para mantener alejado a parte del cuerpo social de los problemas que viven otrx, a identificarse menos con el otro y a cerrarse compulsivamente en uno mismo.-

  
Ejemplo de cómo se debe entender la depresión desde la lógica capitalista

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