martes, 7 de agosto de 2018

Series para ver, volver a ver y pensárselo mejor antes de ver: The End of the F***ing World




Una historia tragicómica, altisonante, un retrato irreverente sobre la adolescencia. El despertar sexual, la deconstrucción de los anhelos e ilusiones, conquistarse  más allá de las meras emociones, y finalmente, hacerse responsable de la vida, mandando el mundo a la mierda. Todas esas vainas convergen en esta película disfrazada de serie que ha conquistado el corazón de tantxs hipsters.




Una adolescencia rabiosa


Hacía falta una historia de adolescentes que se mostrasen en el pináculo de su vulnerabilidad (salvando el caso de la primera temporada de Skins, obvio), generando odio e identificación por partes iguales. Fuera del cinismo o mensajes de auto superación personal que despliegan otras series que se enfocan en esta etapa de la vida, The End of the F***ing World  nos presenta una historia llena de humor negro con tintes dramáticos que no romantiza la adolescencia en ningún sentido, todo lo contrario, emplea elementos no muy convencionales para retratarla, a veces excediéndose en lo naif y pecando de efectista y extravagante. La serie  es la adaptación del cómics homónimo de  Charles Forsman, un dibujante underground que admite estar encantado con la versión audiovisual. Si comparamos brevemente, podemos notar que la simpleza del cómics, sus humildes trazos y el ambiente oscuro generalizado, se distancian mucho de la serie que ha terminado suavizando algunos aspectos de la trama y por supuesto estetizando todo de un modo casi vintage (desde el vestuario, la música y la imagen) No obstante, estas decisiones estéticas no la hacen perder potencia en su mensaje, es más, funcionan como fuerte contrapunto y aportan varios momentos de comicidad  al relato.


La producción británica cuenta la tórrida historia de “amor” (vamos a poner muy entre comillas la palabra) entre James (Alex Lawther, quien protagonizó un capítulo muy bueno de Black Mirror….y además se parece mucho a un joven Damon Albarn) y Alyssa (Jessica Barden) ambos de 17 años, marginados de entre sus pares, arrastran traumas y secuelas emocionales que expresan de distintas formas. James, inseguro, silencioso y nihilista, está convencido de que es un psicópata, de niño mataba animales y cree estar listo para dar el siguiente paso: asesinar una persona. Alyssa es una chica impulsiva, furiosa, sin filtros e irreflexiva, no se siente a gusto con su familia ni con la vida que se supone debe llevar. La unión entre ambos se da sin mucho preámbulo, ella lo busca creyendo encontrar un chico distinto al resto y le ofrece tener sexo sin demasiados rodeos, a su vez, James ve en Alyssa la oportunidad perfecta para cumplir su fantasía criminal.


El choque de personalidades resulta intenso desde el primer momento en que vemos como Alyssa le mordisquea los labios a James y le lleva las manos a sus senos, mientras él apenas y puede fingir satisfacción. Las siguientes escenas nos enseñan un poco más de la realidad de estos jóvenes del sur de Inglaterra. James no tiene mamá y odia a su papá, un ser optimista y alegre, mientras que Alyssa no aguanta a su padrastro, un hombre con dinero que de forma poco sutil maltrata emocionalmente a ella y a su madre. La chispa que une a ambos personajes es detonada por Alyssa, cuando ésta le sugiere al tímido James que se escapen, el muchacho, sin mucha capacidad para tomar determinaciones, le sigue el juego hasta que empiezan a adentrarse en una espiral criminal y violenta que sólo puede terminar en tragedia. 



Una road-movie bien indie


Como ya dije, la serie es realmente una película dividida en ocho partes, cada capítulo dura alrededor de 20 minutos (algo que se agradece ahora que las series pueden llegar a durar hasta una hora por capitulo) lo que daría por resultado una película de dos horas, una road-movie. Esteticamente, desde los escenarios, las ropas, la música (tanto incidental como diegetica) cada pieza  audiovisual recuerda una road-movie estadounidense, en este caso sería una mezcla entre Bonnie and Clyde y Thelma and Louise. Los crímenes de James y Alyssa siempre tienen un matiz que los libera de culpa haciendo que lxs espectadores nos pongamos cada vez más de su lado. Ya sea que actuasen en defensa propia, o porque el acto delictivo estuvo plagado de escenas cómicas (pobre Frodo) la trama se las arregla para que les deseemos un final feliz a esta pareja. 



Sobre al amor, la historia toca el tema de una manera casi marginal, al final podemos notar que más que una dependencia emocional, ambos personajes logran una afinidad y complicidad necesaria (más allá de que son forajidos). Se quieren, van madurando, pasan de ser unos millenials trancados, quejumbrosos e inseguros a seres con cierta autonomía en sus decisiones, aunque no tienen la menor idea sobre qué hacer con sus vidas en el peor momento, pero quieren seguir juntos a toda costa. 


A diferencia de muchas críticas, yo no veo elementos clichés en las personalidades de Alyssa o James, la conexión que tienen es rica en ambigüedades y significaciones. Ella constantemente es avasalladora, irrespetuosa, pero por dentro se muestra insegura y nostálgica, mientras James va descubriendo lados de su personalidad que creía completamente cerrados. Esta pareja cambia ciertos paradigmas, no es el chico el que defiende y cuida a la chica, en muchos casos es al contrario. Ella es fría e irresoluta (aunque a veces ni sabe lo que hace), y el cariño que le va agarrando a James se da por los chispazos de ingenio que éste muestra en ocasiones (que no son muchas), así mismo, James no se enamora de Alyssa por cosas banales como su belleza o mero carácter, sino por su determinación y  aparente seguridad. Su relación pasa por varias etapas: desde el interés, la dependencia, hasta terminar en la afinidad. Por eso creo que el amor no es un tema tan central (más bien satelital) como si lo es la adolescencia en toda su extensión, en último caso podríamos hablar más de amistades y compañerismos. 



El despertar sexual es otro tema que se toca con cierta oscilación. Nunca van directamente al grano, pero en varios momentos se puede entender que el sexo como deseo es algo que no termina de encajar en esta pareja. Por supuesto, la adolescencia es más que estar furioso y querer sexo, es sufrir, creer en modelos de vida que se desmoronan, darse de bruces con los anhelos y sobre todo adolecer. Hacía falta que se reflejaran estos aspectos con fuerza en las producciones actuales ya que siempre los adolescentes son tratados como grandes imbéciles o como héroes en desarrollo. Aquí ni lo uno, ni lo otro, vemos dos personas frágiles, totalmente precarizadas y con un oscuro porvenir, del que nos vamos enterneciendo.

Lxs antagonistas de esta historia, por supuesto tienen que ser lxs adultos, pero más allá del rol del papá de James y la mamá de Alyssa, que a medida que pasan los capítulos vemos que no son tan cómo pensábamos que eran, el verdadero rol antagónico lo cumple la ley, en el papel de las detectives  Teri (Wunmi Mosaku) y Eunice (Gemma Whelan), dos policías lesbianas que van tras los pasos de James y Alyssa. Estos personajes tienen su propia subtrama, que es básicamente un desperdicio de minutos, porque aunque son pintorescos,  no aportan mucho a la historia central y finalmente su relación se ve muy forzada para caer con embudo a la trama, cabe esperar que en la próxima temporada se involucren de mejor manera, porque como personajes brillan bastante. Aunque bien podríamos decir que la posición de Teri de darle asilo y comprensión a lxs chicxs es más cercana a la del espectador, en contraposición a la de Eunice que quiere hacer cumplir la ley a como de lugar y ve en James y Alyssa sólo un problema molesto que quiere sacarse rápido de encima.


No me gusta mi vida. Entonces, haz algo



El mensaje de la historia puede resultar de una ternura ingenua, ya que a fin de cuentas nos dicen explícitamente “si no te gusta tu vida, pues haz algo” aunque eso involucre mandar todo a la mierda. Sin embargo, dentro de un ímpetu juvenil y caradura, se me hace un mensaje con mucho sentido, manoseado y hasta transformado en un logo empresarial, si se quiere, pero a fin de cuentas, efectivo para cualquier adolecente aislado y confundido con el mundo, que está más cerca de ser un paria que un ciudadano bien asimilado. 

La estética hipster aunque no es de mis favoritas por tratar de embellecer fotográficamente todo, en este caso la dejo pasar, porque logra conectar bien con los personajes y su entorno. Indudablemente se trata de una historia de madurez, y en ese sentido el lenguaje audiovisual juega bien los elementos fotográficos y sonoros para entregarnos esa sensación de crecimiento interno. Sin duda una serie que le recomendaría a cualquier adolecente furioso con su vida, y también a cualquier viejo o vieja que quiera sentirse nostálgico y decir “Ah, yo pude haber hecho eso a mis diecisiete años” En fin, hay etapas para todo, ahora si me disculpan, me tengo que ir porque se me hace tarde para llegar a mi trabajo de mierda.-   


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