viernes, 28 de diciembre de 2018

El rincón del ratón curioso: La “new wave” del fascismo, a través de la posverdad y la aporofobia


Fotograma de la película Alemana "La ola"
“Vivimos en sociedades políticamente democráticas, pero socialmente fascistas”
Boaventura De Sousa Santos


La victoria de Trump reafirmó la efectividad de un método más que cuestionable para conseguir electores en esta llamada democracia representativa, las fake news: Cadenas de wassap con contenido alarmante, noticias sensacionalistas y en general cualquier información tergiversada que abunde en las redes sociales. La vertiginosidad de la vida virtual ha sido fundamental para esparcir discursos fascistas que se sostienen sobre estrategias amarillistas. De cara a una nueva década vale la pena contemplar el actual contexto geopolítico, notar el amplio apoyó que el fascismo consiguió en la sociedad mediante personajes como Trump, Le pen, Bolsonaro o Kast y tratar de dilucidar quienes flamearán con mayor fuerza la bandera del fascismo.



No es  odio migratorio, es aporofobia

Protesta de inmigrantes en Argentina
Desde hace un buen tiempo la izquierda Latinoamericana ha ido retrocediendo en apoyo electoral. Lo que en su momento fue la esperanza de la Patria grande, del sueño Bolivariano, mediante gobiernos de marcada tendencia izquierdista y populista (Kirchner en Argentina, Chavez en Venezuela, Mujica en Uruguay, Morales en Bolivia) hoy sólo se sostiene en una delgada línea de incertidumbre, cada vez más arrinconada y desprovista de poder. El vapuleado gobierno de Maduro en Venezuela y la hegemonía puesta en duda de Morales en Bolivia, eran hasta el momento los únicos que le hacían frente al salvaje modelo neoliberal que imponían en la región los gobiernos de Macri, Piñera, Duque o Abdo Benítez. La asunción al poder de AMLO en México parece un respiro que da cierta estabilidad en las fuerzas de un bloque que no logra ganar la confianza de sus respectivas poblaciones, que prefieren ceder sus políticas sociales en pos de un progreso económico. 

Por su parte el modelo neoliberal, arraigado en los principios del individualismo y el ascenso social,  se aleja de la mesura en sus discursos para desplegar su afinidad a través de la aporofobia, el miedo a lxs pobres, que se potencia en el rechazo a la figura de lxs inmigrantes. Un ejemplo: Chile fue uno de los países que en los últimos años recibió una de las mayores oleadas migratorias dentro de la región. Colombianxs, Haitianxs y sobre todo Venezolanxs poblaron gran parte del paraje urbano en el que sus habitantes no estaban para nada habituados a diferentes tonadas y costumbres. Aquella situación social fue la chispa para encender el clásico discurso de odio migratorio propio de la derecha. De pronto extranjero era sinónimo de peligro, inestabilidad y  miedo. Haitianxs quitándole el trabajo más precario a Chilenxs, Colombianxs que sólo vienen a traficar droga, Venezolanxs robando con violencia por las calles. Aunque muchas de estas afirmaciones se podían contrarrestar, era obvio que este discurso buscaba sembrar  terror dentro de la clase media, cuyo mayor horror es la pobreza. 

Filas de inmigrantes en Chile
El discurso fascista estaba dirigido contra los inmigrantes más pobres, eran la otredad en su máximo esplendor. Ningún clase mediero podía identificarse con las parias desprovistas de identidad nacional que se “aprovechaban” de la hospitalidad y bondades de su país. Lo cierto es que gran parte de lxs extranjeros que llegaban a Chile sí eran profesionales, médicos sobre todo, pero el sistema para convalidar títulos y educación es sumamente complejo, por lo que no les quedaba otra que trabajar en condiciones precarizadas, “robándole el trabajo a la clase media” y aumentando la sensación de inestabilidad, la que era alimentada por las fake news que aparecían en las redes sociales y también, por los posicionamientos de algunos personajes de derecha, que aunque negaban su encarnado nacionalismo, no hacían otra cosa que gala de principios fascistas en donde el problema no era realmente la pobreza sino que lxs pobres, en este caso lxs inmigrantes pobres, un tipo de persona que no merece respirar mi mismo aire por su condición de extrema otredad. En 1976 Foucault se preguntaba cómo ejercer la función de la muerte sobre aqullxs cuerpos que no eran deseados dentro de la norma social administrada y regularizada por el Biopoder, su respuesta era contundente, mediante el racismo y lo definía cómo:

“El corte entre lo que debe vivir y lo que debe morir. En el continuum biológico de la especie humana, la aparición de las razas, su distinción, su jerarquía, la calificación de algunas como buenas y otras, al contrario, como inferiores (…) una manera de desfasar, dentro de la población, a unos grupos con respecto a otros” (Defender la sociedad; clase del 17 de Marzo de 1976)

Para Foucault la primera función del racismo sería fragmentar el continuum biológico que aborda el Biopoder, y su segunda función, establecer el derecho de matar, es decir, los enemigos que interesa suprimir no son los adversarios en el sentido político sino que los enemigos internos o externos con respecto a la población. Aquello que degenerará mi raza, mi población, mi país, es decir, pobres, inmigrantes pobres. De ahí que el salto al fascismo mediante los discursos actuales del capitalismo sean pronunciadamente incisivos. Cuando hablamos del derecho a matar que menciona Foucault, no sólo se está refiriendo a acciones políticas de expulsión o inanición migratoria, sino también directamente a acciones violentas dentro del seno social. El racismo es la carta por la cual el poder normalizador puede ejercer el viejo derecho a decidir quién vive y quién no.

Obviamente el discurso fascista siempre ha pululado en nuestra política latinoamericana, pero no fue hasta la escalada al poder de Trump, quien se caracterizó por su beligerante labia nacionalista y ambigua simpatía por los valores característico del fascismo, cuando el discurso de lo políticamente correcto empezó a desarticularse. De pronto el fascismo se convertía en una opinión valida dentro de un debate político serio, en un juicio que merecía tomarse en cuenta. Aparecieron los politólogos que hablaban en contra del llamado Marxismo cultural. Se empezó a cuestionar con mayor soltura y sin demasiadas bases cualquier minoría en lucha, presidentes neoliberales empezaban a expresar con énfasis una postura nacionalista y elitista. Finalmente ya no resultaba extraño que alguien capaz de avalar una dictadura y que impartiese abiertamente discursos misóginos y aporofobicos, fuese elegido presidente por vía democrática:



Y hablando de inmigrantes, la cantidad de Hondureñxs que viajan en caravana a Estados Unidos, por la crisis económica de su país y como protesta frente al cuestionado gobierno de Juan Orlando Hernández (cuya elección ha sido acusada de fraudulenta) ha despertado todo tipo de reacciones en la gente de México quienes no han apoyado el asilo provisorio que la caravana Hondureña ha solicitado. Tomando en cuenta que el gobierno de Hernández es simpatizante al modelo económico y social de Trump, y que bien recordaremos una de las promesas de campaña más sonadas del presidente yankee fue la deportación de cientos de inmigrantes y la construcción de un muro para separar a su país de México, resulta cuanto menos curiosa la gran falta de empatía del pueblo Mexicano para con la caravana de migrantes, y es que a pesar de que un personaje de corte izquierdista ganase las últimas elecciones, increíblemente gran parte de la población Mexicana mantiene un discurso aporofobico y xenofóbico. ¿No será que el fascismo nos sedujo en plena era de la información virtual? 

  ¿Un revival del fascismo?

El fascismo ha sido catalogado por muchos historiadores como una mezcla de prácticas políticas más que una ideología reconocible (si se le compara al socialismo) por tanto no se puede hablar de una sola línea de fascismo que se articule del mismo modo en todos los países donde se ejerció, aunque sus características más comunes suelen ser compartidas:

“rechazo al marco democrático, fruto de su radical antiliberalismo; visceral y violento anticomunismo; exaltación de las virtudes militares, juveniles y varoniles de la identidad nacional; exaltación de la simbología nacionalista sobre un discurso populista y ligeramente subversivo; utilización de la violencia callejera como brazo necesario de su ascenso político; y, por encima de todo lo anterior, la utilización de técnicas narrativas propias del siglo XX, inexplicables fuera del marco de la sociedad de masas” 

Fuente: https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/por-que-esta-volviendo-el-fascismo
 
El fascismo como fuerza política notable nació en Italia después de la primera guerra mundial, de la mano de Mussolini y posteriormente ampliado por la fuerte influencia del Nazismo. Para que el fascismo funcionase se debía direccionar el desencanto y desconfianza de la ciudadanía con respecto al sistema político operante en crisis, esto por medio de un brazo paramilitar en donde se aceptaba la figura tacita de dirigentes extremadamente patriarcales. El fascismo que se expandió en el periodo de entre guerras también tenía como elemento común la utilización de ciertos discursos subversivos o revolucionarios (ligados a la desigualdad económica) para luego anularlos gracias al apoyo del poder tradicional y conservador. Finalmente el fascismo hacía gala de políticas extremadamente totalitarias que no admitían oposición alguna. Terminada la segunda guerra mundial, el fascismo pasó a la historia como una mancha negra que el Poder ocultaría públicamente por el repudio mayoritario que genera, pero…

Ya a finales del siglo XX con el éxito del partido de extrema derecha de Jorg Häider en Austria, los medios se preguntaban si era posible un revival del fascismo tal cómo se vivió en el periodo de los años 20´- 40´. Si bien en 1999 el fascismo no era una preocupación, ya que salvo uno que otro gobierno de tendencia derechista y algún partido extremista - siempre condenado públicamente por sus prácticas intolerantes - nadie se atrevía a augurar que los valores o técnicas del fascismo pudiesen convencer nuevamente a una población extasiada por la globalización. Actualmente en Europa la ola de partidos de extrema derecha que antes sólo ocupaban puestos minoritarios e incluso marginales en el espectro político, cada vez consiguen mayor apoyo popular. Aunque cada país amolda el fascismo a su modo y contexto social, las líneas comunes de pensamiento suelen ser las mismas: Populismo, nacionalismo, anti-inmigración, islamofobia y recelo de la Unión Europea como proyecto político.

Trump realizando "inconscientemente" su gesto fascista
La victoria de Trump en 2016 abrió una nueva grieta en el panorama, un año especialmente marcado por un giro a la derecha (Brexit, plebiscito por la paz en Colombia, entre otros). El debate sobre si aquel personaje es o no fascista produjo más efectos en otros países que en los mismos Estados Unidos. Aunque el proceso económico de Trump continua mayormente en la línea  de sus antecesores (actualmente enfrascado en una guerra económica con China) no deja de ser cierto que el radio de acción política que Trump ha alcanzado no sólo está en sintonía con los partidos de extrema derecha Europea, sino también, su discurso ha despertado los valores más nacionalistas y proteccionistas de una clase media blanca desencantada con la elite política tradicional y cansada de los reclamos de las minorías.


Ya en Latinoamérica el ejemplo más obvio viene de la mano de Jair Bolsonaro, actual presidente de Brasil, quien mediante el fuerte apoyo de grupos religiosos conservadores y algunos partidos políticos de extrema derecha, ha conseguido fortalecerse como una opción más radical que la que otorgaba el propio empresario Michel Temer. La gran estrategia política que comparten Bolsonaro y Trump coincide con la de muchos partidos de extrema derecha Europea: Figurar como una alternativa al establishment de las fuerzas políticas tradicionales. Para esto, direccionar un discurso de odio hacía las luchas de minorías, manteniendo un perfil ultraconservador que promete una especie de orden unificador al caos que generan los ruidos de las disidencias, parece funcionar cada vez más en la clase media adulta desencantada con su tradición política partidista, pero también (y esto es lo peligroso) en la población millenials, que desde su aparente desidia política y pragmatismo social, parecen querer orientarse desde el marco democrático a los discursos populistas que demandan la reivindicación de la soberanía nacional, las cuales se funden con la xenofobia y aporofobia.

La posverdad como maquinaria de control



Si Hitler utilizo la radio como principal medio de alcance para su propaganda, los métodos fascistas actuales son mucho más invasivos. Tanto Obama como Trump se han visto beneficiados mediante la estrategia publicitaria virtual y personalizada. Se trata de “entregarle a los electores mensajes políticos que se ajusten a sus preferencias, personalizando el discurso, ocultando aquellos elementos del programa que se diferencien de los postulados del elector” las cadenas de wassap, lo ininterrumpidos mensajes de Facebook o tweeter lograban calar hondo en el electorado más joven ya que se amoldaban a la verdad personalizada de cada potencial elector. Se trata de ajustar la visión del votante lo más posible a las propuestas del candidatx.

Trump contrató a la empresa británica Cambridge Analyitica, que utilizó este sistema para levantar la campaña a favor del Brexit: 

“Encargó el análisis de todos los ciudadanos en condiciones de votar. Obtuvieron la información a partir de una aplicación en Facebook creada por un investigador externo que decía utilizarla con fines académicos.  Posteriormente, a partir de un modelo creado por el psicólogo Michal Kosinsky, que a través del análisis de 250 likes en Facebook es capaz de predecir la orientación sexual, las opiniones religiosas o el posicionamiento político de un elector, crearon más de 175 mil mensajes específicos que tuvieron dos finalidades: acercar a los electores a las propuestas de Trump y ensuciar la imagen de Hillary Clinton a través de noticias falsas.”

Fuente:https://interferencia.cl/articulos/la-formula-de-la-posverdad-que-esta-ganando-elecciones-y-que-ya-aterrizo-en-chile?fbclid=IwAR09bEiX7aTOmV8Dsnm9QQJUZVkafbGD56n6-GWLA2Q6ZOqncxleidTNEKI


El algoritmo mostró ser efectivo, Bolsonaro también utilizo esta técnica, gran parte del dinero de su campaña se destinó a esta fórmula. La seducción no sólo podía venir de la mano de un candidato ideal que se amoldara a mis preferencias, sino también, a la campaña sucia, al desprestigio de la otra fuerza política, es ahí donde aparece la importancia de las fake news para regularizar una opinión que no buscaba profundizar en nada, sino simplemente generar rápidos impactos. De esta manera la manipulación mediática funcionaba a la perfección, los valores fascistas que expresaba el candidato no causaban tanto rechazo porque de alguna manera sus convicciones más profundas lograban conectar con las preocupaciones y desgastes de un electorado joven sumido en la incertidumbre.

Bolsonaro y Trump, por quien el carioca ha declarado admiración
Para el filósofo argentino Dario Sztajnszrajber (que apellidito) la posverdad funciona en un contexto individualista debido a que no importa tanto la veracidad de los hechos, sino el sentido que se le quiere dar al mensaje con respecto a mi visión de mundo. De esta manera, la idea de que Chile hubiese llegado al nivel de crisis que tiene Venezuela si se hubiese escogido a la centroizquierda en las elecciones presidenciales, cobro relevancia mediante cadenas de wassap e imágenes de Facebook que entre la ironía y la seriedad lograban despertar un sentimiento nacionalista, seguramente alimentado por la oleada de inmigrantes venezolanxs.

Los politólogos de derecha que han creado la figura del marxismo cultural para referirse a cualquier movimiento que atente contra los principios normalizadores de una sociedad neoliberal y heteronormada, han logrado generar también mucha adhesión en jóvenes que buscan realizar un corte con las elites políticas actuales, y ven como una interesante alternativa estas voces fascistas. Se trata especialmente de aquellos jóvenes que se sienten inhibidos y sofocados ante los legítimos reclamos de las minorías, pero sobre todo, jóvenes que empiezan a celebrar el patinaje que figuras como Trump o Bolsonaro promueven en su discurso frente a la adormecida pauta de lo políticamente correcto. De alguna manera esta forma deslenguada y sin tapujos de tirar las ideas por más feroces y brutales que sean, se ha convertido en un ejemplo para despotricar en contra de las políticas de inclusión en instituciones gubernamentales y de otro tipo. Lo políticamente correcto se ha vuelto una especie de asfixia que sólo se puede desviar en la vida virtual,  frente a esto, el discurso de estos personajes con altas connotaciones fascistas seduce por su aparente sentido liberador. 



Mientras la democracia siga aplicándose dentro un contexto capitalista, los sentimientos y acciones fascistas se esparcirán con más y más fuerza durante los siguientes años. Si a esto le sumamos que hay poderes mediáticos interesados en maximizar esta visión y reducirla como el único cambio posible e ineludible, el destino se ve bastante gris. Las crisis energéticas y económicas de las grandes potencias generan desconcierto en el futuro y ante ese sentimiento de pánico, las voces fascistas siempre se escucharán más robustas. 

Este año, las protestas en Viena, así como en Hungría, contra las medidas precarizadoras y anti-migrantes de sus respectivos gobierno de extrema derecha, han abierto las puertas al mundo para demostrar (un hecho que no necesita gran verificación, en todo caso) que la supuesta alternativa de extrema derecha que dice renegar de las elites y enfocarse en la golpeada y mayoritaria clase media, no es más que chauvinismo y oportunismo. De todos modos los medios Europeos se han engolosinado con la premisa de una new wave del fascismo, incluso ligando la protesta de los chalecos amarillos de Francia a la extrema derecha. El sentimiento fascista se ha exacerbado, y se celebran como si fuese una libertad robada de otros tiempos, hay una generación que consume estas prácticas violentas y las replica con naturalidad. El fascismo ha conseguido fragmentar a la clase media y sumirla en un obseso individualismo. No hay nada más para decir que aquella manoseada frase de Marx  "La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa"

Partisanas en plena resistencia contra el facsismo italiano. Una práctica que hay que retomar

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