jueves, 12 de septiembre de 2019

100 Discos para mis treinta: #89 The Gathering – Home (2006) y #88 Cowboy Bebop – OST (1998)




Volvemos con esta sección que deje bien botada, la razón – más allá del tiempo de trabajo y otras actividades que me tienen el blog medio parado – es que estuve ordenando mi lista de 100 discos favoritos, sí, soy muy exigente y meticuloso con este tipo de cosas y constantemente estoy armando y desarmando aquella lista, por lo que varias cosas cambiaron a como las había pensado originalmente. Otra de los aspectos que reformulé fue la manera en que presentaré estos post: de aquí hasta el lugar 28 realizaré estas reseñas de a dos discos, es decir en cada post nombraré dos discos favoritos, esto lo hago,  por un lado, porque se me estaba haciendo muy largo e interminable este conteo y por otro, porque finalmente las reseñas en si boludeaban demasiado en otros aspectos y no se concentraban tanto en lo esencial: mi relación con esos discos. Así que ahora que serán dos discos me enfocaré más en aquello. Bueno y comenzamos un nuevo conteo, los puesto 89 y 88 corresponden a dos discos tan disimiles como importantes en mi vida, así que no perdamos más tiempo.


Las sombras de una ruina


Recuerdo que en una breve época de mi vida sentí algo de curiosidad por la cultura gótica, no me interpelaba realmente y mi acercamiento era más que nada por cuestiones ligadas al anime, pero por supuesto conocí ciertas bandas musicales que exploraban no sólo una estética gótica, sino también un sonido con directas reminiscencias, el ejemplo primordial sería la banda alemana Lacrimosa, que era bastante buena y muy depre en general, pero entre todo el mar de obviedades había un grupo que me llamó la atención porque desentonaba con la onda más dogmática del estilo y terminaban siendo bastante alternativa a su manera. The Gathering, una banda holandesa que empezó su camino dentro de los derroteros del metal sinfónico de un modo curioso: fue la primera en proponer exitosamente la fórmula de canciones en donde un vocalista gritaba guturalmente mientras en otros pasajes de la misma canción intervenía la dulce, pero potente voz de una soprano femenina. Se le llamo la técnica de canto de la bella y la bestia y con el correr de los años sería un recurso muy imitado hasta desencadenar en cosas bien poperas como Evaneces por ejemplo.

The Gathering tomaba elementos del doom, el trash, el death metal y algunas cuestiones orquestales que hacían del grupo un combo bastante particular para la época de principios de los noventa. Aun así no llegaron a convencer al mundo hasta que apareció la talentosa  Anneke Van Giersbergen para tomar el puesto de vocalista permanente. Esto fue en 1995, año que se publicó el disco Mandylion que supuso una etapa de mayor productividad artística y comercial.

Todos los laureles se los llevo Anneke, quien presentaba una técnica y registro vocal muy amplio llevando el pulso de las melodías con su canto, ella se convirtió en pieza clave para el desarrollo de la popularidad del grupo, al mismo tiempo, sonoramente The Gathering se alejó de sus pretensiones más góticas y sucumbieron a ritmos mucho más atmosféricos, ambientales, electrónicos aunque igual de oscuros. Ya para su quinto trabajo discográfico el grupo se distanció definitivamente de los sonidos bruscos del metal de sus inicios para adentrarse en una idea de pop oscuro, estilo que enganchó muy bien  en la juventud que buscaba la música más alternativa y depresiva posible. Así fue como di con The Gathering, en pleno 2006, fue poco después de escuchar un par de temas que me parecieron alucinantes (Anneke describió el sonido como trip-rock, básicamente como una versión más densa de Portishead) y dispuesto a enfrentarme a algunos discos, fue cuando descubrí uno que habían estrenado recientemente ese año.

Mención aparte decir que The Gathering en chile fueron (o son) bastante populares, a un punto que nunca entenderán los medios tradicionales, pero la fanaticada que la banda tenía, al menos en esos años, era muy consistente y variada, lo que me dio pie a conocer y encontrar con mayor facilidad material de una banda que a pesar de todo seguía siendo bien under.


Home fue tristemente el último disco en el que participó Anneke, quien luego de la respectiva gira se separó del grupo en los peores términos. Esto hace que el disco lo escuchemos con mayor nostalgia aún, tomando en cuenta que ella no volvería más a comandar la agrupación y tan sólo volvería para una espectaculares conciertos de reunión en que celebraron los 25 años de la banda. Home fue el octavo disco y se produjo luego del periodo de gestación del primer hijo de la cantante.

Este sentimiento maternal pudo haber influenciado en la producción del trabajo, pero desde un modo nostálgico y profundamente melancólico. Al mismo tiempo la banda reconoce que (al menos hasta ese momento) resultó ser su trabajo más orgánico, mucho menos elaborado que anteriores esfuerzos. Un disco instintivo y que hacía hincapié en ritmos más primitivos. Para mí esto lo convierto en un disco con texturas góticas, pero lleno de melancolía, como si viéramos las sombras de unas ruinas.
El trip rock en este trabajo suena mucho más envolvente. Cuando escuche el disco, recuerdo que justo estaba lloviendo y podía sentir que entre toda el aura de melancolía que el trabajo proponía, había una dosis de dulzura muy profunda, seguramente por el carácter más íntimo o introspectivo que proponía, inmediatamente paso a convertirse en uno de mis discos predilectos para escuchar entre la soledad y oscuridad. 

"Shortest day" uno de mis temas favoritos del grupo, nos entrega la tónica de cómo será este viaje: onírico, intenso y simple, con una Anneke completamente alejada del registro épico y mucho más solemne. “In between” y “Alone” son piezas llenas de magia a pesar de sonar lineales y sin mucha artificialidad, no obstante, esa es la gracia.


“Waking Hour" es un tema que recuerda directamente a los Radiohead más funebres, un tema que, a pesar de lo que podría sugerir en un primer momento, se despoja de todo misticismo y que es capaz de sostenerse con un piano y una voz, más allá de que el tema presenta su sección más elevada.  Aquí queda claro que Anneke dominaba vocalmente los climas. 

Y hablando de Radiohead, las influencias del quinteto ingles están patentes (de forma adrede o no) en la pieza instrumental “Fatigue” que luego desencadena en la hipnótica y sensible  "A noise sever". Mientras que "Forgotten" nos traslada a una pieza de piano y voz que va envolviendo la atmosfera de melancolía y sombras que tan bien figuran en la portada del disco.


Luego viene otra de mis favoritas “Solace” que comienza con una introducción de una mujer hablando en español y que luego trasmutaría a otros idiomas, sólo por ese detalle tan cosmopolita la canción se llevó todo mi gusto y atención a la primera escucha. En este tema las guitarras etéreas dan paso a una dinámica más agresiva y las baterías detonan los tumbs con agilidad. “You trouble are over” es un tema que repercute mucho más fácil en el cancionero de la banda, siendo quizás la canción que más se asemeja a experiencias pasadas y viene a traer un aire más movido dentro de la ensoñación constante que ofrece el disco. No obstante, después de la marea fuerte que propone el octavo tema, “Box” regresa a los sonidos más intimistas y de carácter onírico. 

“The quite one” es una balada que no aporta mucho, pero “Home” el tema que da nombre al disco, consigue llevarse la atención por poseer elementos más experimentales en la interpretación musical, es quizás uno de los temas más audaces que la banda ha escrito hasta ese momento, curiosamente es el tema que más desentona con la venia sonora de este trabajo, como que este “Home” propone un camino diferente a lo que se viene sintiendo. Finalmente “Forgotten” regresa a los sonidos etéreos, calmos, melancólicos y preciosos que engloban el concepto del álbum. 

Por las texturas sonoras y los momentos más melancólicos, etéreos, pero también luminosos, (pese a lo penumbroso del concepto) este disco consigue llegar a ser uno de los trabajos más contemplativos que el rock contemporáneo puede ofrecer, aun así, un año después esta propuesta la superaría Radiohead con su disco In Rainbows, pero esa es otra historia. Luego de esto la banda entraría en un largo hiatus que concluiría en 2009 con la llegada de una nueva vocalista que marcaría nuevos derroteros para el grupo, mientras Anneke continúo su camino como solista. Sin duda, el disco perfecto para cerrar un ciclo.

La loca sinfonía de un viaje por el espacio


No, no es Star Wars lo primero que pienso cuando me piden alguna banda sonora de aventuras en el espacio. Si bien la banda sonora de John Williams es emblemática para la cultura pop, hay que reconocer que ha terminado constituyéndose en un trabajo aplacado por si mismo, al punto que las nuevas películas de Star Wars no consiguen superar esa pomposa obertura que a todxs nos pone los pelos de punta. No, en el vasto universo de la cultura de la ciencia ficción, hay un espacio reservada para un anime increíblemente bueno llamado Cowboy Bebop, pero si bien, su producción aunque es de las mejores, logra llamar la atención por su estilizada y perfecta banda sonora.

Si la música que acompaña las aventuras del caza recompensas Spike y sus amigos, es mejor que la historia misma que ornamenta, es cosa que decidirá cada quien, pero es indudable que aquel combo de jazz, rock y blues queda como anillo al dedo a las imágenes que acompaña y nos otorga otro imaginario posible para pensar en las aventuras galácticas.

Yoko Kano y su banda The Seatbelts, creada integramente para la banda sonora de este Anime
Cowboy Bebop para quien no sepa, es un anime que se transmitió en 1999 de la mano del estudio Sunrise y con muchas manos interviniendo en la creación de su concepto. Consiguió gran popularidad por el llamativo diseño de personajes y también por su profundidad narrativa la cual aparecía mediante fugaces fragmentos de la historia. Más allá de eso es un anime de aventuras típico de su género, pero que cumplía bastante bien. Sin embargo, su música es desopilante, ya desde el opening a cargo de la banda de jazz The Seatbelts resulta increíblemente potente, enérgico, colorido e insospechablemente logra calzar con el concepto de las aventuras espaciales que la serie narra.

Para Kanye West este disco es su disco favorito de la vida y la verdad que motivos no faltan. El jazz lúdico de “Tank” y “Rush” que parecen la obertura a un espectáculo nocturno de algún club misterioso es bastante decidor y nos hace pensar inmediatamente en el desprejuiciado protagonista del anime. El blues de “Spokey dokey” llevado a cabo por una harmónica que recuerda la de Bob Dylan o alguna tonada del tenor de Tom Waits, nos hace pensar en forajidos salvajes atravesando un llano desierto. Y es que de eso se trata, en todo momento esta banda sonora nos va generando imágenes visuales que funcionan a cabalidad con el tono atmosférico que pretenden. Lo mejor es que incluso quienes no hayan visto o no conozcan la serie pueden disfrutar y sentir el flujo imaginativo de las melodías de un modo efectivo.


Este soundtrack, que corresponde al primer volumen de varios otros que fueron publicándose posteriormente, es el que mejor resume la personalidad de una banda sonora en clave jazz- bebop. La mayoría de los temas interpretados por los multifacéticos Seatbelts y compuestas por su principal líder, la artista nipona Yoko Kanno, nos presentan momentos lúdicos y disparatados como la circense “bad dog no biscuits” llena de una fanfarria estrambótica, o la rítmica “cat blues” onírica y sensual.
Pero el disco también presenta momentos más intimistas como la tierna balada de trompeta “Cosmos” ejecutada por Steven Berstein o la inspirada y majestuosa “Space Lion” que culmina en un coro de niños y baterías tribales que nos hacen estremecer, un track lleno de sentimiento y grandeza. Otro gran momento lo propone “Rain” un tema determinado por los órganos tubulares, tétrico, un pequeño cuadro de space rock cantado por Steve Conte.


El resto en gran medida oscila entre el jazz de vieja escuela como “Piano Black”, “Too good too bad” o “Car 24” pero también hay momentos para un vals solitario en “Waltz for sisi” la cual desencadena en un momento totalmente onírico. “Pot city” desde ritmos dub y guitarras experimentales propone un jazz mucho más atrevido, sin duda uno de los temas más acojonantes del disco por desentonar con tanta fuerza del estilo, pero no del concepto, lo espacial y onírico sigue estando presente en su vibra.


Sin duda el mundo de las bandas sonoras de anime está llena de joyitas, pero muy pocas han conseguido trascender de la misma imagen como sí lo consiguió Cowboy Bebop. Un disco lúdico que funciona musicalmente por si mismo y que tiene un pulso de jazz, rock y blues realmente notable, lo mejor, es que este disco lo conocí mucho antes de ver el anime y bien diría yo que fue el detonante para que me decidiese a ver en su momento el anime. Un deleite realmente.-


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