No quiero creer que es sólo una problemática latinoamericana, pero la triste realidad es que la tasa de
femicidios en varios países de la región resulta abismal en lo que va del año.
Prácticamente cada semana mueren mujeres a causa de crímenes de odio de los
cuales muchas veces son sus propias parejas las culpables. Y la contingencia continúa
con su brutal implacabilidad, ¿recuerdan a las mochileras argentinas que fueron
asesinadas a principios de año en Ecuador? A ese lamentable hecho hoy le
sumamos el crimen de Lucía Pérez en Mar del Plata que vuelve a encender la
antorcha pública de esta situación debido a su crudo relato. Nuevas víctimas
misma cuasa y así cada país puede revisar su inventario de femicidios y
sentirse tan o más avergonzado al respecto. Ante esto urge visibilizar y
estabilizar la problemática como un asunto social, no como un hecho aislado ni
casual, se hace necesario construir una resistencia que imponga la disidencia
al pensamiento patriarcal que regula el orden de nuestra vida. Se hace
necesario abrir los caminos que permitan
construir un puente de ideas en el que los hombres puedan realmente entender
que su papel en este contexto dejó de ser hace mucho el único factor
determinante, y es aquí donde me quiero detener porque ante la inmensa cantidad
de manifestaciones y marchas propuestas desde el feminismo para promover una
desestructuración del orden social se alzan desde la multitud voces asolapadas
que intentan básicamente bajarle el perfil al asunto, desacreditar el
feminismo, consentir que las conquistas sociales de las mujeres son más un beneficio y en definitiva ocultar la
problemática concreta bajo la lógica del empate y una consigna ambigua llamada
Nadie menos.
Hace años que vivo con mi pareja,
ella cocina y yo lavo los platos, es nuestra dinámica, a ella le gusta cocinar
y yo odio lavar los platos, he intentado cocinar, pero siempre termino haciendo
cosas horribles, además no me gusta hacerlo así que al final mejor me dedico a
lavar la loza, el caso es que no pocas veces le he termino alegando a mi novia el
que deje muchas cosas sucias en la cocina, esta crítica es en realidad algo
tendencioso porque mi fin es que ella me
ayude también a lavar los platos, pero yo no le ayudo casi nunca a cocinar.
Detalles más, detalles menos un día ella me paro los carros y me dijo que no
tenía por qué alegarle nada ya que esa era mi función en esta especie de comunión
que hemos formado, estaba enojada cuando
me lo dijo y yo también me enoje, me sentí pasado a llevar y para mis adentros
no entendí por qué ella tenía derecho a enfadarse cuando yo de todos modos
terminaba haciendo mis funciones caseras, a lo que ella me dio la respuesta cristalina
“Por qué cuando alegas que dejo todo sucio es un ataque directo hacía mi” y es
cierto. Yo era el que estaba mal, ante eso trate de sacarme las balas aduciendo
que aunque alegara ella no tenía que tomarme en serio, pero al final tenía razón,
no era justo alegarle nada, si me daba lata lavar la loza tenía que putearle a
los plato, pero no a ella. En fin, quise contar esta anécdota domestica e íntima
para ilustrar un poco lo que viene. Está actitud que tomaba era básicamente
residuos de un machismo heteronormativo
en el que fui criado porque como muchos vengo de una familia que
inconscientemente ha instaurado esos valores directamente en algunos momentos e
indirectamente en otros, por supuesto los medios y su influencia no pueden
quedar afuera, y también podemos meter dentro del saco la religión que de
alguna forma perfila un modelo basado en el hombre por sobre la mujer, todo eso
me convirtieron en un machista, y dentro de ese espectro muchas veces sentía la
necesidad de ser un ente protector, de llevar las riendas de mi vida e
idealmente las de mi pareja por sólo ser el hombre dentro del conjunto, por
supuesto esta visión no me permitía entender el radicalismo con que algunas
feministas actuaban ya que sentía que eran voces que no permitían establecer
diálogos concretos por venir desde el resentimiento y del odio. Fui imbécil y
en más de una ocasión piropeé chicas en la calle creyendo que no le hacía daño con
ese accionar, figuré en la mujer un
agujero de residuos (residuo de deseo, de frustración, de cariños, de locura)
pero lo peor de todo es que en cierto modo creía que los derechos que las
mujeres habían conquistado a través de la historia habían sido algo que se
construyó mancomunadamente con el poder.
Toda esta ingenuidad con el pasar
de los años disminuyo mucho y quiero dejar registro de todo porque para muchos no hay nada de malo en comportarse
así, y si bien muchos aún creen que el acto de piropear o alegarle a la novia
que cocine a una hora determinada no tiene la misma gravedad que violar y
asesinar es porque han sido formados dentro de un modelo machista social que
los ha prefigurado como tales sin
siquiera saberlo, sin embargo, llega un punto en que todos podemos discernir
realmente de qué va todo esto y tomar un
camino que permite romper con esos patrones de comportamiento, con esos
micromachismos e intentar construir una sociedad basada en la igualdad o seguir
apernándose al mismo ideario que ha regido por siempre nuestra existencia, o en
otras palabras, hacerse cargo desde el lugar con que uno construye su realidad o
seguir haciéndonos los locos, no obstante, por como están las cosas hoy en día
hacerse el loco resulta más bien una opción socarrona. El feminismo es un
movimiento gigantesco que no lucha para tener una banquilla especial en los
parques, lucha por conquistar y mantener
derechos lícitos de las mujeres, por preservar la igualdad entre los géneros,
lucha para que la mujer pueda decidir sobre lo que quiere sin que detrás de
ella haya una sombra masculina acusándola, denigrándola. Hoy más que nunca es
necesario cuestionar todo para visibilizar los conflictos que antes se teñían
de anécdota, el crimen de Lucía en un par de meses será un recuerdo que unos
pocos conservarán, pero la voz que se alza en contra de todo esto es de una
vibración real y no es mera disidencia por el placer de molestar. El machismo
por su parte está tan adherido a nuestro pensamiento que puede incluso
subsistir en aquello que parece empoderar a la mujer como es el caso de las
novelas románticas, pero también en las estrategias que buscan minimizar el
conflicto mediante la lógica del empate. Se crítica mucho que la forma en que
se visibilice la problemática por las redes sociales sea bajo la marca
#NIUNAMENOS por considerarla sexista y me he encontrado en las redes sociales
que muchas personas instauran que es mejor decir #NADIEMENOS, donde básicamente
se mete todo en el mismo saco, es decir la violencia contra los hombres, contra
los niños y contra los animales.
Deslegitimizar el llamado |
Creo que esto no es más que la
estrategia de un sector que le irrita el hecho de que el feminismo gane adherencia dentro de la sociedad, y sobre
todo que permita que muchos sujetos como yo seamos capaces de pensar por un
momento la realidad más allá del hecho de un crimen a una chica para ver una
problemática real cuyos cimientos están en los códigos con que nos hemos forjado
como individuos, es decir, básicamente, desde la superestructura del
capitalismo. Hace unos meses atrás descubrí un blog de un
tipo que abogaba por un extraño movimiento llamado Varonismo que en realidad se
trataban de puras ideas misóginas encubierta en una extraña formula que buscaba
darle libertad a los hombres en una supuesta realidad en donde la jerarquía
femenina dentro del marco de la vida familiar era opresiva para con este. Uno
lee y se horroriza y cree que este tipo de cosas no pueden hacer daño porque
nadie se las va a tomar en serio, pero eso es un error, mucha gente se toma en
serio ese tipo de locuras porque realmente el feminismo les asusta al sentir
amenazados los modelos estructurales de poder con que se han establecido, y la
respuesta para contener todo esto y hacernos creer que en realidad el mundo es
más equitativo es mostrando el ejemplo de mujeres con poder e influencia en las
grandes esferas del conocimiento, de la industria, de la política, pero a pesar
de todo eso las mujeres de la vida diaria siguen siendo perpetuadas como una
fuerza débil que corren el peligro de ser vulneradas o asesinadas sólo por el
hecho de tener vagina, eso sin mencionar el menosprecio laboral, social y económico
con el que corren en disparidad en relación a los hombres. Siempre que se ha
generado una crítica contra el feminismo ha sido orientada con el fin de
deslegitimizar el movimiento como por ejemplo darle el apelativo de feminazy o
hembrista a las adherentes, términos que buscan generar una actitud de rechazo
desde el común de la sociedad, cuando en realidad esa clase de apelativos
vienen desde el sector que más quiere restringir las libertades femeninas,
desde los sectores que están más cómodos con el status quo.
Ahora parece que la sutileza de
generalizar el término de la violencia es más efectiva que atacar directamente
un movimiento con sentido crítico y real. Cuando se propone el #NADIEMENOS se busca des-radicalizar la
problemática, hacerlo ver como si la taza de violencia de mujeres hacía hombres
fuese la misma que de hombres hacía mujeres, hacer creer que la naturaleza de
la violencia hacía los niños es la misma que hacía los animales, no distinguir
ni hacer objetivar los contextos en que cada una de estas problemáticas se
desenvuelve y además apelar a una lógica simplista porque obviamente todos
queremos un mundo feliz y pacífico. Me recuerda un poco el conflicto del
#Alllivematter que desviaba la discusión del #Blacklivematter. Entiendo que
muchos que proponen este emblema no lo hacen con mala intención, pero en el
fondo es porque también les produce resquemor hacerse cargo en su vida de
cambiar esas cosas, tanto hombres como mujeres. En el fondo es totalizar el
asunto y a la vez hacerlo más ambiguo.
Me parece un error alzarse por el #NADIEMENOS porque desarticula la base del
problema. Por lo demás yo como ciudadano puedo formar parte una manifestación a
favor de los derechos indígenas sin ser uno, a favor de los derechos
homosexuales sin ser uno, a favor de los derechos raciales sin ser negro, a
favor de los animales sin ser
animalista, a favor de los estudiantes sin ser uno y a favor de los derechos de
las mujeres sin ser mujer, el que la consigna se refiera directamente a las
mujeres no quiere decir que uno como hombre no pueda empatizar e involucrarse
al respecto para colaborar desde su lado. Creo que cada conquista social se
logra desde la calle, desde la lucha, pero también desde la radicalización de
los grupos que los construyen, el querer
generalizar todo como un mismo problema sólo provoca confusión y finalmente
termina desviando el asunto para que culmine en la nada a modo de esos rebeldes
que están hartos de todo, pero que no saben puntualmente cuál es su problema.
Yo apoyo lo que considero que es justo y como hombre creo que nuestra forma de
cambiar las cosas es en la práctica del cotidiano. Mi vida privada se ha trastocado
porque yo lo he decidido, y aunque aún quedan retazos de un machismo siempre me
esfuerzo por cambiar el modelo familiar/social con que me crie, también mi novia lo hace e intenta día a día
romper con el modelo de crianza que tuvo alzándose como una figura fuerte y
libre por si misa. Es la lucha que como individuos podemos dar, las marchas son
importantes y sirven para visibilizar la causa, pero romper con la mentalidad
heteronormativa configurando el cambio social desde nuestra realidad, desde
nuestro cotidiano como dice Michel de Certeau, es un trabajo que continua por
nuestra cuenta dentro del diario vivir. Pero en definitiva y aunque suene
horriblemente cliché lo único que hace falta hacer es abrir los ojos y bombear
más fuerte que nunca el corazón.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario