"Disney Memorial Orgy" 1967 de la revista inglesa The realist |
Te imaginas a Mickey
Mouse, un personaje que no necesita presentación ni compases, evadiendo
impuestos, formando parte del ejército Sandinista o drogándose hasta la medula y
uniéndose a un circo de orgias junto a otros de sus amigos, ¿te lo puedes
imaginar? Pues durante los años 70` un grupo de caricaturistas autodenominados “Air
Pirates” así lo hicieron con la intención de atacar y recontextualizar estos
personajes y su industria cultural atacando no sólo su moralidad sino que también
sus políticas de Copyright con las que acechaban. Aquí va una de esas historias
donde los poderosos se quedan de brazos cruzados frente a los que sólo tenían
una bala con la que disparar.
Dan O`Neill era un historietista
de San Francisco que como cualquier otro sobrevivía a base de dibujos en periódicos
locales, su tira cómica se llamaba Odd
Bodkins y era un claro ataque a las políticas de autor que su país generaba,
llegando a parodiar en algunas tiras a personajes de Disney como Mickey y Pluto
para ilustrar el asunto, esto le valió el despido de su trabajo y una demanda
por parte de la compañía de las grandes orejas de ratón, imprevisiblemente
estos conflictos legales lo volvieron conocido dentro del ambiente underground
de caricaturistas y con el apoyo de otros colegas del rubro fundó en 1971 el
colectivo Air Pirates en referencia a las demandas de piratería de personajes
que Disney había impuesto sobre O`Neill. El colectivo inmediatamente con ganas
de sacar ronchas y generar ruido imprimió durante la década de los 70’ su
Fanzine “Air Pirates Funnies” en donde incluía historietas en las que Mickey
Mouse era el protagonista de ellas y parodiaba los valores que en su creación
original decía defender. La gracia era exponerlo como un hipócrita que abusaba
de su poder y le lavaba el cerebro a la población según su antojo, de esta
forma se le mostraba drogándose, robando y golpeando a su novia, algo así como queriendo
decir “Aquí está el verdadero rostro de Mickey y de Disney” O`Neill tenía
tantas ganas de hacer notar esta crítica que ni siquiera le cambió el nombre a
su personaje, simplemente le puso Mickey (en vez de omitir ese detalle salvándose
o aminorando en algo las demandas que le vendrían) incluso se encargó de
hacerle llegar algunos ejemplares de sus trabajos a los estudios jurídicos de Disney.
La denuncia principal del
movimiento, que se sostenía sobre una base de ácido humor negro, era el cómo se
toleraba que una compañía que restringía el uso de sus personajes para el
trabajo de otros, al mismo tiempo, basaba su propio negocio y mercado del
entretenimiento en la adaptación de historias de la cultura popular las cuales
eran de dominio público. A pesar de los juicios extenuantes, la confiscación
del material por parte de la ley, la prohibición de dibujar durante algunos
meses y las penurias financieras que tuvo que pasar, O`Neill no cejó en su
cometido y siguió realizando parodias a Mickey y compañía aún con amenazas de cárcel
de por medio, esto hizo que poco a poco su nombre se convirtiese en una leyenda del underground y la
contracultura gringa, inspirando a muchos artistas a fundar en 1978 el llamado
Mouse Liberation Freedom (M.L.F) quienes ayudaron a seguir esta lucha que ya no
era simplemente la de una gigantesca compañía estadounidense de entretenimiento
contra un grupo de historietistas rebeldes, si no que se trataba y se entendía
como la lucha de una generación por el derecho a expresarse sin leyes ambiguas
de Copyright. El M.L.F fue más que un colectivo, fue derechamente un pequeño
movimiento anárquico (muy cercano al movimiento situacionista de los 60’) que plegó
la ciudad de afiches, flyers y fanzine con la cara de un Mickey malvado, esto
alertó tanto a los de Disney que incluso levantaron una orden criminal contra
el movimiento. Finalmente en 1980 y con O`Neill a centímetros de ser mandado a
la cárcel, se llegó a un acuerdo extra judicial, tal vez porque sabían que si
O`Neill terminaba tras las rejas se armaría un disturbio real contra la
compañía, de hecho el prestigio (por así decirlo) de Mickey empezaba hacer
mella en su público objetivo debido a la repercusión que el caso estaba
obteniendo a nivel público. Finalmente después de una década de litigios y
demandas, O`Neill se comprometía a pagar una buena suma de dinero a Disney
mientras que estos prometían no volver a demandarlo a él ni a nadie del
colectivo por infracción de Copyright. Para O`Neill a pesar del alto costo que
esto provocó en su vida y en su situación financiera, sintió que a las finales
fue un triunfo real ya que por un lado se salvó de ir a la cárcel y por sobre
todo gracias a ese acuerdo los trabajos de “Air Pirates” aún pueden estár
disponibles para la posteridad.
El tema del Copyright
Esta anécdota nos
retrotrae a una eterna discusión: Las leyes de Copyright. En este mundo las
leyes de propiedad intelectual tiene una manera agresiva de actuar porque
suelen favorecer siempre a las grandes compañías. Así como Disney es dueño de
una alta cantidad de franquicias y marcas con las cuales pueden restringir el
uso que otros hagan de ellas, desde Star Wars hasta Lego, la más mínima alusión
que hagas a alguna de estas cosas Disney puede demandarte o anular tu trabajo. Otras
compañías realizan prácticas bastante inmorales para hacerse propietarios de
elementos que en principio son recursos libres, el ejemplo más infame es el de
Monsanto que desde sus avionetas lanzan pesticidas en plantaciones abiertas
provocando que el contacto de los cultivos de cualquier granja se vea alterado,
convirtiéndose en híbridos que contienen material orgánico de sus semillas
privatizadas, ergo ahora todas esas plantaciones pasan a ser parte de Monsanto
porque tienen su material privado.
La propiedad
intelectual sobre alimentos, insumos básicos y materiales culturales cercan las
posibilidades de aumentar la fecundidad de ideas, recursos y elementos.
Aprovecharse y querer acaparar una cantidad de cosas es propio de la avaricia
de quienes buscan controlar el pensamiento y organicidad del mundo, por eso el
Copyright siempre ha esgrimido por las empresas y compañías que pueden pagar y
privatizar, desde tierras hasta canciones, el dominio popular busca ser
menguado para que no se transforme, no se discuta ni se reflexione sobre lo que
es y lo que nos pertenece. Amparado en la protección contra el robo de material
intelectual, muchas veces las leyes del Copyright terminan siendo una burla que
no defiende eso, en muchos juicios relacionados los demandantes son incapaces
de estudiar las aristas de un caso y determinar hasta qué punto se trató de un
calco o de una reinterpretación que busca otorgar un nuevo mensaje a la obra original.
Cuando patentes de inventos, semillas, libros o instrumentos musicales están
remitidos a un determinado número de ojos, es porque se busca lisillanamente controlar los medios de producción y limitar
el conocimiento. De esta forma la cultura no crece, la identidad se pierde y la
inventiva se atrofia, como bien dice el escritor George Bernad Shaw “Si tienes una manzana y yo tengo otra, y las intercambiamos, entonces
tanto yo como tú seguimos teniendo una manzana. Pero si yo tengo una idea y tu
otra, y las intercambiamos, entonces los dos vamos a tener dos ideas” De eso se trata, de combustión y
expansión, es cosa de ver lo estúpido que
es para la ciencia cuando una empresa se adjudica la patente de un
descubrimiento o de una investigación e impide que otro grupo de científicos pueda
seguir trabajando sobre aquello para maximizarlo u optimizarlo, o cuando un investigador
no permite que jóvenes teóricos trabajen sobre su estudio, aunque esto último es
algo que se da con poca frecuencia, pero se da.
Como humanidad nuestra
creatividad no puede verse avasallada por el Copyright, por las licencias que
cuestan una fortuna y por el rotulo de una marca que te dice que hasta aquí no
más puedes llegar. La película de Brett Gaylor “RIP!: A Remix Manifesto” del
2008 contribuía a ahondar en este debate bajo la figura de Girl Talk un artista
que se dedica a hacer mash up juntando varios pedazos de canciones hasta crear
algo nuevo (y si nos retrotraemos a algunas entradas atrás Maccintosh plus y
otros artistas de Vaporwave hacen lo mismo) Brett Gaylor se pregunta, ¿entonces
lo que hace Girl Talk es un robo? NO, simplemente utiliza como instrumento otras
canciones para generar cosas nuevas y sorprendentes, mismo caso que se puede
aplicar a un chico que edita videos sacando trazos de varias películas para construir
una video-tesis que cambia el sentido del material original, al más puro estilo
“Puede la dialéctica romper los ladrillos”. El documental de Brett Gaylor que
recomiendo enormemente y en el que también aparece Dan O`Neill, se llega a la
conclusión de que: La cultura siempre se
construyó basada en el pasado, el pasado siempre intenta controlar al futuro,
el futuro se está volviendo menos libre y para construir sociedades libres es
necesario limitar el control del pasado.
Hoy internet nos da una
mano gracias a las licencias Creative Commons y para que algunos artistas puedan
tener algo más de libertad en la distribución de sus trabajos al punto que
incluso hasta para Disney a veces se hace complicado tener un control total de
sus franquicias. Este mismo blog tiene una licencia Creative Commons en la que
me adhiero a que cualquiera pueda copiar el contenido de algún post y lo
publique en otro lado siempre que cite la fuente original y agregue elementos e información nueva para
mejorar el contenido original. Vamos, yo también lo hago a veces. No es robar,
es mejorar, es ampliar, es elevar la información e interconectar más nuestro
conocimiento.
Dan O`Neill trabajando para Air Parates en los 70 |
En fin, tú ¿qué opinas
de las leyes del copyright cuando se adhieren a elementos como invenciones,
medicamentos, comidas u otros elementos propios de la cultura? ¿Crees que son
justas o ambiguas? ¿Te parecen que
limitan o protegen realmente al creador?
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