miércoles, 7 de diciembre de 2016

Mickey Mousse y el Copyright: Íconos del conformismo hipócrita de la cultura Estadounidense


"Disney Memorial Orgy" 1967 de la revista inglesa The realist
Te imaginas a Mickey Mouse, un personaje que no necesita presentación ni compases, evadiendo impuestos, formando parte del ejército Sandinista o drogándose hasta la medula y uniéndose a un circo de orgias junto a otros de sus amigos, ¿te lo puedes imaginar? Pues durante los años 70` un grupo de caricaturistas autodenominados “Air Pirates” así lo hicieron con la intención de atacar y recontextualizar estos personajes y su industria cultural atacando no sólo su moralidad sino que también sus políticas de Copyright con las que acechaban. Aquí va una de esas historias donde los poderosos se quedan de brazos cruzados frente a los que sólo tenían una bala con la que disparar.

Disney contra la contracultura 




Dan O`Neill era un historietista de San Francisco que como cualquier otro sobrevivía a base de dibujos en periódicos locales, su tira cómica se llamaba Odd Bodkins y era un claro ataque a las políticas de autor que su país generaba, llegando a parodiar en algunas tiras a personajes de Disney como Mickey y Pluto para ilustrar el asunto, esto le valió el despido de su trabajo y una demanda por parte de la compañía de las grandes orejas de ratón, imprevisiblemente estos conflictos legales lo volvieron conocido dentro del ambiente underground de caricaturistas y con el apoyo de otros colegas del rubro fundó en 1971 el colectivo Air Pirates en referencia a las demandas de piratería de personajes que Disney había impuesto sobre O`Neill. El colectivo inmediatamente con ganas de sacar ronchas y generar ruido imprimió durante la década de los 70’ su Fanzine “Air Pirates Funnies” en donde incluía historietas en las que Mickey Mouse era el protagonista de ellas y parodiaba los valores que en su creación original decía defender. La gracia era exponerlo como un hipócrita que abusaba de su poder y le lavaba el cerebro a la población según su antojo, de esta forma se le mostraba drogándose, robando y golpeando a su novia, algo así como queriendo decir “Aquí está el verdadero rostro de Mickey y de Disney” O`Neill tenía tantas ganas de hacer notar esta crítica que ni siquiera le cambió el nombre a su personaje, simplemente le puso Mickey (en vez de omitir ese detalle salvándose o aminorando en algo las demandas que le vendrían) incluso se encargó de hacerle llegar algunos ejemplares de sus trabajos a los estudios jurídicos de Disney.

La denuncia principal del movimiento, que se sostenía sobre una base de ácido humor negro, era el cómo se toleraba que una compañía que restringía el uso de sus personajes para el trabajo de otros, al mismo tiempo, basaba su propio negocio y mercado del entretenimiento en la adaptación de historias de la cultura popular las cuales eran de dominio público. A pesar de los juicios extenuantes, la confiscación del material por parte de la ley, la prohibición de dibujar durante algunos meses y las penurias financieras que tuvo que pasar, O`Neill no cejó en su cometido y siguió realizando parodias a Mickey y compañía aún con amenazas de cárcel de por medio, esto hizo que poco a poco su nombre se convirtiese  en una leyenda del underground y la contracultura gringa, inspirando a muchos artistas a fundar en 1978 el llamado Mouse Liberation Freedom (M.L.F) quienes ayudaron a seguir esta lucha que ya no era simplemente la de una gigantesca compañía estadounidense de entretenimiento contra un grupo de historietistas rebeldes, si no que se trataba y se entendía como la lucha de una generación por el derecho a expresarse sin leyes ambiguas de Copyright. El M.L.F fue más que un colectivo, fue derechamente un pequeño movimiento anárquico (muy cercano al movimiento situacionista de los 60’) que plegó la ciudad de afiches, flyers y fanzine con la cara de un Mickey malvado, esto alertó tanto a los de Disney que incluso levantaron una orden criminal contra el movimiento. Finalmente en 1980 y con O`Neill a centímetros de ser mandado a la cárcel, se llegó a un acuerdo extra judicial, tal vez porque sabían que si O`Neill terminaba tras las rejas se armaría un disturbio real contra la compañía, de hecho el prestigio (por así decirlo) de Mickey empezaba hacer mella en su público objetivo debido a la repercusión que el caso estaba obteniendo a nivel público. Finalmente después de una década de litigios y demandas, O`Neill se comprometía a pagar una buena suma de dinero a Disney mientras que estos prometían no volver a demandarlo a él ni a nadie del colectivo por infracción de Copyright. Para O`Neill a pesar del alto costo que esto provocó en su vida y en su situación financiera, sintió que a las finales fue un triunfo real ya que por un lado se salvó de ir a la cárcel y por sobre todo gracias a ese acuerdo los trabajos de “Air Pirates” aún pueden estár disponibles para la posteridad.


El tema del Copyright


Esta anécdota nos retrotrae a una eterna discusión: Las leyes de Copyright. En este mundo las leyes de propiedad intelectual tiene una manera agresiva de actuar porque suelen favorecer siempre a las grandes compañías. Así como Disney es dueño de una alta cantidad de franquicias y marcas con las cuales pueden restringir el uso que otros hagan de ellas, desde Star Wars hasta Lego, la más mínima alusión que hagas a alguna de estas cosas Disney puede demandarte o anular tu trabajo. Otras compañías realizan prácticas bastante inmorales para hacerse propietarios de elementos que en principio son recursos libres, el ejemplo más infame es el de Monsanto que desde sus avionetas lanzan pesticidas en plantaciones abiertas provocando que el contacto de los cultivos de cualquier granja se vea alterado, convirtiéndose en híbridos que contienen material orgánico de sus semillas privatizadas, ergo ahora todas esas plantaciones pasan a ser parte de Monsanto porque tienen su material privado. 

La propiedad intelectual sobre alimentos, insumos básicos y materiales culturales cercan las posibilidades de aumentar la fecundidad de ideas, recursos y elementos. Aprovecharse y querer acaparar una cantidad de cosas es propio de la avaricia de quienes buscan controlar el pensamiento y organicidad del mundo, por eso el Copyright siempre ha esgrimido por las empresas y compañías que pueden pagar y privatizar, desde tierras hasta canciones, el dominio popular busca ser menguado para que no se transforme, no se discuta ni se reflexione sobre lo que es y lo que nos pertenece. Amparado en la protección contra el robo de material intelectual, muchas veces las leyes del Copyright terminan siendo una burla que no defiende eso, en muchos juicios relacionados los demandantes son incapaces de estudiar las aristas de un caso y determinar hasta qué punto se trató de un calco o de una reinterpretación que busca otorgar un nuevo mensaje a la obra original. Cuando patentes de inventos, semillas, libros o instrumentos musicales están remitidos a un determinado número de ojos, es porque se busca lisillanamente  controlar los medios de producción y limitar el conocimiento. De esta forma la cultura no crece, la identidad se pierde y la inventiva se atrofia, como bien dice el escritor George Bernad Shaw “Si tienes una manzana y yo tengo otra, y las intercambiamos, entonces tanto yo como tú seguimos teniendo una manzana. Pero si yo tengo una idea y tu otra, y las intercambiamos, entonces los dos vamos a tener dos ideas”  De eso se trata, de combustión y expansión, es cosa de ver lo  estúpido que es para la ciencia cuando una empresa se adjudica la patente de un descubrimiento o de una investigación e impide que otro grupo de científicos pueda seguir trabajando sobre aquello para maximizarlo u optimizarlo, o cuando un investigador no permite que jóvenes teóricos trabajen sobre su estudio, aunque esto último es algo que se da con poca frecuencia, pero se da.

  

Como humanidad nuestra creatividad no puede verse avasallada por el Copyright, por las licencias que cuestan una fortuna y por el rotulo de una marca que te dice que hasta aquí no más puedes llegar. La película de Brett Gaylor “RIP!: A Remix Manifesto” del 2008 contribuía a ahondar en este debate bajo la figura de Girl Talk un artista que se dedica a hacer mash up juntando varios pedazos de canciones hasta crear algo nuevo (y si nos retrotraemos a algunas entradas atrás Maccintosh plus y otros artistas de Vaporwave hacen lo mismo) Brett Gaylor se pregunta, ¿entonces lo que hace Girl Talk es un robo? NO, simplemente utiliza como instrumento otras canciones para generar cosas nuevas y sorprendentes, mismo caso que se puede aplicar a un chico que edita videos sacando trazos de varias películas para construir una video-tesis que cambia el sentido del material original, al más puro estilo “Puede la dialéctica romper los ladrillos”. El documental de Brett Gaylor que recomiendo enormemente y en el que también aparece Dan O`Neill, se llega a la conclusión de que: La cultura siempre se construyó basada en el pasado, el pasado siempre intenta controlar al futuro, el futuro se está volviendo menos libre y para construir sociedades libres es necesario limitar el control del pasado.


Hoy internet nos da una mano gracias a las licencias Creative Commons y para que algunos artistas puedan tener algo más de libertad en la distribución de sus trabajos al punto que incluso hasta para Disney a veces se hace complicado tener un control total de sus franquicias. Este mismo blog tiene una licencia Creative Commons en la que me adhiero a que cualquiera pueda copiar el contenido de algún post y lo publique en otro lado siempre que cite la fuente original y  agregue elementos e información nueva para mejorar el contenido original. Vamos, yo también lo hago a veces. No es robar, es mejorar, es ampliar, es elevar la información e interconectar más nuestro conocimiento.

Dan O`Neill trabajando para Air Parates en los 70
En fin, tú ¿qué opinas de las leyes del copyright cuando se adhieren a elementos como invenciones, medicamentos, comidas u otros elementos propios de la cultura? ¿Crees que son justas o ambiguas?  ¿Te parecen que limitan o protegen realmente al creador?

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