Para nadie es un
misterio que el feminismo, por lo menos en el conosur de américa, se ha convertido
en una fuerza social potente y fornida. Este año en Chile, se generaron varios
paros universitarios liderados por mujeres demandando derechos lógicos como
respeto, dignidad y equidad. En Argentina, la mayoría de las mujeres han sacado
la voz para posicionarse a favor de la ley de aborto, que de manera muy
resumida, se podría traducir como la libre elección sobre sus cuerpos. Pero
esta llamada cuarta ola del feminismo ha causado mucha urticaria por redes
sociales, tanto en varones como mujeres, quienes no comprenden o no comparten
los modos de visibilización del movimiento, desviando muchas veces la discusión
a asuntos colaterales como el lenguaje inclusivo o la agresividad del discurso.
Y entonces, empieza a resonar una palabra como nunca antes en la historia:
deconstrucción. ¿Qué tanto nos podemos deconstruir en este contexto? Por supuesto
la pregunta va dirigida con especial énfasis a nosotros, los queridos onvres.
Para
qué deconstruirse ¿para ser cool?
Primero que todo habría
que desbaratar la pregunta sobre qué papel deben desempeñar los onvres dentro
del feminismo. Según Valerie Solanas simplemente deberíamos ser esclavos,
sumisos absolutos dentro de una utopía feminista. Y yo estoy de acuerdo, sólo
que, toda esclavitud tiene su rebelión y no entiendo mucho cuál es la idea de
derrocar un sistema de opresión para terminar tomando el lugar del opresor. Ya
hable de estos mambos en otra entrada a principios de año (la puedes revisar acá) y mi súper conclusión fue que el único aporte que podemos hacerle al
feminismo es deconstruir nuestra masculinidad. Con toda la pedantería del mundo
me autocito:
“Quizás es un buen comienzo sentir que somos
débiles, que no tenemos que cargar con el peso del mundo, que nuestros penes
pueden ser chicos y no pasa nada. Siempre necesitamos hablar de nuestra
heterosexualidad, y personalmente creo que hablar de chicas y deseos está bien,
es sano, pero la heterosexualidad nos termina comiendo, buscamos repetir en
nuestras conversaciones todas las ideas que nos han exprimido hasta la medula.
¿Por qué no aceptamos que sentimos un deseo homoerotico por los artistas que
admiramos? ¿Por qué buscamos disfrazar todo con el intelecto?; ¿Por qué no nos
concentramos más en llevar adelante la irreverencia como bandera de lucha, en
vez de la seriedad atolondrada?”
Ahora bien, la
deconstrucción no es un camino unilateral que se pueda imponer por conveniencias
de agendas políticas. Como expresa el colectivo Manada de lobxs, en Foucault para encapuchadxs: “La deconstrucción implica la modificación
de la propia subjetividad no la de lxs demás. So pretexto del deber ser”
Sólo nos podemos deconstruir en la medida que aquella acción tiene sentido para
nuestras vidas. Aquel sentido debe ser
despertado por el verdadero deseo, no el que se impone. La
deconstrucción es un esfuerzo que sólo tiene objeto cuando nos atraviesan preguntas genuinas ante lo que vemos en el
cotidiano: ¿Por qué soy hetero?; ¿Es necesario tener hijos?; ¿Existe algo como
la vocación?; ¿Cuál es mi verdadero deseo? Desnaturalizar una realidad que
percibimos en completa anestesia. Es duro, sobre todo porque esas preguntas se
pueden quedar en un mero sentimiento de angustia existencial. Al contrario, en
vez de sentirnos perdidos, esas preguntas tan difíciles nos deben abrir el
proceso de deconstrucción, una instancia que no tiene nada que ver con la
estabilidad emocional o la proyección de planes para la alegría (“Querida, creo
que el Martes me deconstruiré, así seré políticamente correcto”), sino al
contrario, tiene que ver con el shock, con el estado de crisis y el cómo
mantenerse firme pese a la demolición de tantos preceptos fijos en la vida, por supuesto, siempre que
ayuden a aumentar nuestras potencialidades alegres. Así que deconstruirse no es
algo cool ni vendible, pero es positivo en la medida que es una elección única.
Capusotto y su idea del hombre progre
Es más fácil derrocar
las imposiciones del mundo mientras menos cosas nos aten a una realidad
normativizada. Para alguien que lleva una vida estable y capitalista, la
deconstrucción es un ejercicio casi vacío, porque no le conviene hacerse
preguntas que desestabilicen sus formas de vida. Por eso, quizás el mejor
momento para dinamitar las normatividades es en plena juventud, cuando la
irreverencia a la autoridad es siempre una forma de rebelión. Después al
crecer, irremediablemente nos vamos convirtiendo en esa autoridad. El feminismo
ha salido a las calles buscando (además de reivindicación) poner en tensión estas ideas de orden, quizás
por eso choca tanto con la gente conservadora, quienes ya de por si conviven
con la incongruencia de mantener valores cristianos y económicamente liberales
en su existencia. El feminismo produce un caos social del que muchxs tienen miedo
porque sienten que arrasará sobre su frágil equilibrio de vida, y especialmente
sobre los pocos (o muchos) privilegios que tienen y creen haber ganado.
Onvres
feministos: Aceptan el feminismo, siempre que todo siga igual. Total, en este
sistema no laceramos mujeres y no les hacemos ablación de clítoris, como en
Medio Oriente o África.
Hace poco estuve
revisando un canal de youtube llamado Un tío blanco hetero, en el cual
justamente un tipo (cubierto entero con telas blancas) pone en cuestionamiento cualquier
discurso proveniente de una minoría: acusando de radicalismo político y
segregación violenta a básicamente todos los movimientos sociales que denuncian
los privilegios de hombres blancos y heterosexuales. Un tío blanco hetero no es
exactamente Dalas, muchas veces hace esfuerzos por entregar interesantes argumentos
científicos (obvio, siempre con la idea perpetua de que la racionalidad sólo puede
ser entregada por la “objetiva” ciencia, mediante algún estudio conductista de
la universidad de Oxford o algo así) refutando algunas pautas extremistas de estos
grupos que a veces terminan cayendo en un proselitismo fascista. Aun así no
puedo estar de acuerdo con lo que él plantea, especialmente con la idea de que
los privilegios son desiguales sólo para las clases sociales y no para los
géneros.
Hay que sacarse de la
cabeza que los privilegios son un invento insuflado por una minoría
radicalizada, claro, yo no me siento en absoluto más privilegiado que Melania
Trump o Lady Gaga, por ejemplo, pero
dentro de mi universo, indirectamente corro con mayores ventajas que una chica cis
o trans en derechos que en teoría, corren igual para todo el mundo, por ejemplo:
Nunca me han acosado, pocas veces han menospreciado mi opinión cuando la doy en
un grupo mixto y nadie se ha atrevido a objetar lo que hago con mi cuerpo. Por
supuesto, todo esto es involuntario a mí, y no quiere decir que por ser lo que
soy algún día no me vayan a acosar, menospreciar mi opinión u objetar sobre mi
cuerpo, pero es menos probable que me ocurra mí que alguien que no sea un varón
cis.
Mira querida. Renuncie a mis privilegios y ahora lavo los platos en vez de leer y fumar. |
Es lo que Leonor
Silvestri llama privilegios involuntarios, y es que todxs nos beneficiamos un
poco de la opresión del otrx, ¿o acaso crees que para que un país surja dentro
de un modelo neoliberal no deben existir otros países donde exploten
trabajadores?, ¿se libren guerras para mantener el flujo del dólar?, ¿o se vacíen
recursos naturales devastando el ecosistema? Esto no es para que vivamos
sintiéndonos culpables del sistema de mierda en el que funcionamos, pero si
vale la pena ser consciente de que aquello que gozamos, siempre le va a pesar a
alguien más. Con el sistema de género pasa algo similar: para que exista la
creencia de que hay un sexo fuerte, debe existir un sexo débil y representársele
de aquella forma.
Hay muchos relatos de
abuso por condiciones de género sobre la mujer. La industria cultural por años
se ha engolosinado moldeándola a la imagen más conveniente para el sistema
heteronormativo y capitalista. Es cierto que figuras femeninas del espectáculo
se han convertido en un grito de liberación y denuncia para el movimiento
feminista en algún punto de la historia, pero siempre ha sido a pesar de la
industria cultural y no gracias a ella.
Las discusiones sobre
el feminismo dentro de internet, mediante memes o rápidas opiniones al voleo,
tienen que ver siempre con lo histéricas que se ven las mujeres reclamando en
una protesta. Esto es porque mucha gente tiene la idea perpetua de que una
mujer luchadora es realmente una que se hace cargo de su casa, de sus hijos, de
su familia y no una que sale a protestar mostrando las tetas. La abnegación y
el sacrificio por sobre todo, por eso es que queremos tanto a nuestras madres,
¿no? Porque la dimensión de placer y rabia no son elementos primordiales en un
imaginario de lo femenino o de la femineidad. Esto es lo que nos han enseñado
los preceptos sociales de las instituciones que organizan la sociedad y a la
vez han sido codificados y transmitidas a través de la Industria cultural. Por
medio de esto, el coraje y la pasión son valores que se los dejamos únicamente a
los onvres, la masculinidad esta para
eso y la femineidad, como concluye Despentes, es simplemente el arte del
servilismo.
Lo que debe ser una mujer según los relatos sociales y las instituciones |
Es allí donde entran
los problemas y grandes discusiones de internet, porque si bien, aún existen
discursos sociales que dejan ver que si a una mujer la violan o la maltratan es debido a que en cierto
punto ella se lo busco, sigue siendo más fácil condenar los casos de violación extremos
(obvio, tienen que ser casos salvajes, donde la víctima no sólo sea mancillada
sino que golpeada o quemada con agua hirviendo, porque si sólo se trata de un
polvo ¡CÓMO SÉ YO QUE ELLA NO QUERÍA!) a otros elementos más sutiles como el
mainsplaining. La encrucijada (casi
imposible para los varones hetero-cis) sería cómo renunciar a los privilegios
sin tener que soportar grandes consecuencias al respecto. Por supuesto, esto es
un imposible y sólo cabe en el
imaginario de las personas que en el fondo quieren que todo siga igual. Justamente
gente a la que mejor le viene un feminismo que se lleva bien con el poder, es
decir, un feminismo blanco, punitivista y hasta capitalista a estas alturas.
Los hombres que se autoproclaman feministas y sólo esperan que eso se traduzca
a derechos legales a favor de la mujer, son aquellos que nunca se harán la
verdadera pregunta incomoda “Podré ser yo un violador” Claro, esa pregunta se
responderá de inmediato: “Por supuesto que No, yo apoyo a las mujeres” Pero lo
cierto es que a pesar de nuestra buena onda, no dejamos de ser hijos sanos del
patriarcado, y a mi modo de ver, es mejor tener esa luz de alerta que inhibirla
y negarla por completo.
Un
hijo sano del patriarcado
Pero vamos a la raíz
del problema: la inequidad de género, la que produce violencia simbólica y en
muchos casos termina convertida en violencia real. Esta idea se combate de
distintas maneras y por supuesto la más efectiva (a mi juicio) sería
desmontando este sistema no en sus efectos sino en sus estructuras, y la mayor
estructura es la heteronormatividad global obligatoria.
Pero por mientras
tenemos que bancarnos una guerra en la que sólo importa deslegitimizar todo. Y
ahí es donde entra la figura del onvre, ¿por qué lo escribí así? porque no son
sólo varones los que les molesta todo este fervor, también hay mujeres e
incluso homosexuales que creen que a veces “las feministas se pasan de la
raya”. En el tiempo que llevan gritando consignas, el movimiento feminista ha
logrado mucho impacto (lamentablemente también se ha aliado con organismos de
poder como la ONU o las políticas progresistas) y a mi juicio, aunque en
algunos casos la algarabía ha producido ciertas lobotomizaciones del
pensamiento, y un aprovechamiento de figuras públicas para incorporarse de
manera oportunista al sabor del momento (tanto en hombres como mujeres), tengo
la sensación de que se han conseguido dos cosas importantes para la conciencia
colectiva, tal vez no de forma profunda, pero sí han generado una rasgadura
positiva que no se hubiese producido si estos temas no se expusiesen a diario:
Por una parte me parece
que el número de mujeres que ya no creen en la necesidad de estar con un hombre
para ser felices, ha aumentado, y no son necesariamente lesbianas. Muchas veces
se usó la idea de la independencia femenina o la desinhibición sexual con
motivos capitalistas. Pero siempre se sugirió que la plenitud venía a través de la pareja y la institución
familiar (por eso Carrie de Sex and the city al final se casa). Hoy en día a
muchas se les está abriendo la posibilidad de que la plenitud no viene de parte
de ningún hombre, de que su independencia o desinhibición sexual no es una fase
transitoria a la estabilidad que te da la llegada de una pareja y conformación
de una familia. Y esto es lo que más le choca a los onvres, ¿cómo mantener el
flujo del heterocapitalismo si las mujeres ya no buscan emparejarse dentro de
una institución? Desvanecer el amor romántico, identificar la institución del matrimonio
como una forma de extender el patriarcado, empezar a desconfiar de los hombres.
Todas son razones que han aumentado el buen número de solteras que cada vez se
convencen más de que su objetivo final no es casarse ni tener hijos. El
matrimonio, es justamente una de las bases más fuertes del heterocapitalismo
que lentamente comience a tambalear sus cimientos.
Por otro lado, creo que
los varones hemos empezado a agarrar más miedo (o respeto, o precaución,
llámalo como quieras) hacía las mujeres. Sí, entiendo que la palabra miedo
resuena a cosas terribles, una sociedad no se debe construir en base al miedo.
Pero en esta lucha las mujeres no les queda otra que armarse. Femicidios y
violaciones ocurren a cada rato, las noticias no siempre muestran todos los
casos, y los abusos a pequeña o gran escala son cotidianos. ¿Entonces qué onda?
Los onvres piensan que las feministas son exageradas, que quieren instaurar un
régimen donde ellos no puedan expresarse, y por expresarse me refiero
obviamente a opinar sobre una chica sin que nadie le pregúntese antes. Esta actitud
se puede trasladar a otras cosas, y si una chica no se sabe defenderse le puede
ir muy mal. Pero ya vemos que hay casos en donde algunas mujeres por defenderse
de sus agresores terminan en la cárcel (el caso de Micaela en Argentina), o que
justamente los agresores no reciben una condena coherente a su crimen (el caso de la manada en España).
Facebook "Barbie y Ken ciudadanos del bien": https://www.facebook.com/barbieykenciudadanos/ |
Aun así y a pesar de
que en general todo sigue mal para ellas, tengo la sensación de que los
escraches, las denuncias, las reflexiones en torno a esto y la posición confrontacional
de algunas, ha ayudado a que muchos se lo piensen dos veces antes de opinar
sobre una mujer porque sí, o se lo piensen dos veces antes de intentar
cualquier cosa. Ellas están alerta, hoy más que nunca saben que son víctimas en
potencia y por lo mismo deben ser agresivas, el doble de lo que es un varón
cuando se pone a la defensiva, es la única forma de que los onvres vayan
generando empatía por lo que ellas sienten a diario.
Entonces llegamos a la
madre del cordero: La violación como acto avalado por este sistema. Por
supuesto, no estoy diciendo que el sistema capitalista aliente las violaciones,
pero si lo escudriñamos un poco, en el fondo veremos que de algún modo si lo
incita. Es cosa de analizar sutilmente el papel cosificado que las publicidades
le asignan a las mujeres, los roles que llevan a cabo en la televisión o el
cine. Estas influencias nos van formando desde siempre y hoy en día con una cultura
del espectáculo tan robusta e imposible de ignorar, es difícil no tragarse la
idea de que los varones representan el sexo fuerte, que a las mujeres hay que dominarlas
para bien…o para mal.
Todo hombre hetero-cis es
ineludiblemente un hijo sano del patriarcado, a menos que haya nacido y criado
en una civilización matriarcal. Por ende, y aunque suene a un silogismo barato,
todos somos potenciales violadores. El violador no es sólo el relato de un
psicópata sin empatía, un violador puede ser cualquiera que haya malinterpretado
el porno mainstream y se haya tragado la idea de que en una relación sexual un
no es un sí disfrazado, como dice nuestro querido Arjona. Pasaré a exponer un
poquito más esta idea que se lee como algo muy incomodo de buenas a primera.
La violación como acto
de extrema insensibilidad por la integridad de la otra persona, tiene su relato
audiovisual por medio de un acto perverso que merece total repudio, pero
entender solamente a la violación como el relato noticioso del psicópata o
depravado sexual, es querer entender sólo lo que nos conviene: Que únicamente es
un acto propio de enfermos mentales que arrastran traumas desde su infancia.
Análisis de la cultura de la violación en algunas películas de cine
Si todxs tenemos una mínima
posibilidad en la vida de sufrir un brote psicótico por razones de estrés y no
porque estemos (y esta palabra también la detesto) locxs, también podemos ser
violadores si no frenamos ese instinto machirulo que resuena a través de todos
los códigos culturales que nos hemos tragado desde que tenemos cero años: “Eres
mía”, “Esto te va a gustar”, “Va ser sólo un momento” No, es no. Es simple de entender,
si una chica se excitó sexualmente con vos y después le bajaron las ganas, no
es una calienta sopas, tiene derecho a retractarse y ya. El hecho es que como
varones nos han formado para jamás tener un no como respuesta, y bueno, por eso
es que estúpidamente nunca desistimos de cortejar a la mujer que no nos quiere.
Es sabido que un gran
porcentaje de violaciones surgen en el ambiente familiar, o incluso entre
amigxs. Aquella estadística opaca la idea básica de que la persona que ultraja
es simplemente un psicópata que arrastra un historial de abusos en su infancia.
No siempre la violencia es producto de una causa, a veces la violencia sólo
explota por la situación que uno no sabe controlar. Una persona que viola puede
saber perfectamente lo que esta haciendo y al mismo tiempo convencerse de que
no ha hecho nada mal. Los abusos de menores, o la violación a una amiga en un
contexto confuso, le da el poder al abusador de ser capaz de tergiversar para
sus conceptos cualquier situación. Por lo mismo no es de sorprenderse que existan
violaciones de maridos a sus propias mujeres, o que muchas mujeres se den
cuenta años después que estuvieron en situación de abuso. Esto ya no tiene nada
que ver con el relato del monstruo salvaje que espera a las chicas tras un árbol,
esto tiene que ver más con el producto de una creencia de que el hombre es el
único que puede gozar del placer sexual y que en muchos casos la mujer es sólo
una objetualización. También hay que dejar claro algo que siempre queda a
medias tintas, el que una violación no sea terriblemente forzada, no quiere
decir que deje de serlo. Nuevamente, un NO es NO y listo.
Más allá del carácter
pérfido de quien ejerce abuso de poder por medio de la violación, existe por
otro lado, toda una cultura que nos enseña a que el Poder es algo que se debe
alcanzar por fuerza, por ende solo se puede obtener imponiéndose. Las mujeres
no pueden entrar en esta competencia por el Poder, porque siempre serán las
Madres que nos sustenten física y emocionalmente a nosotros los onvres….o sino,
siempre serán las Putas que nos satisfagan.
Una sociedad heteronormada
expone valores en lo que eternamente el varón debe ser el agente potente,
mientras que la mujer debe actuar desde la pasividad, y sólo se le alaba su
iniciativa cuando se trata de llevar a cabo su capital erótico. Hablando de
eso, la pornografía es particularmente una
de las representaciones culturales con más carga semiótica sobre la posesión de
poder hacía la mujer. Cada vez es más común el tipo de pornografía mainstream donde
las actrices fingen dolor, humillación o mancillamiento, el problema de esto no
es el mercado de la pornografía en sí, es como este relato se pierde en la idea
de ficción y se acepta más como una realidad en si misma. Al notar esto, es
obvio que ideas como un porno hecho por mujeres puede cambiar ciertos
parámetros, la industria generalmente la comandan los hombres y son muy reacios
a realizar modificaciones significativas.
Cómo es que las imágenes
de la pornografía influyen en los jóvenes en su proceso de formación, es algo
debatible, si es bueno o malo para su sexualidad, pero sin duda, aquel porno
mainstream que no da muchos rodeos en mostrar a la mujer como un simple objeto
de satisfacción y al hombre como un pene que no se cansa nunca, naturalmente
ayudará a fomentar el imaginario de que el sexo es un acto cercano a la
violación.
El relato de que la
violencia sólo puede ser maniobrada por la fuerza masculina se pliega tanto en
los discursos que termina construyendo, por efecto de rebote, una feminidad
servil y dócil a los impulsos masculinos. Incluso en los casos de violación,
las reacciones no pueden ser de la misma forma en ambos géneros y esto es algo
que el imaginario cinematográfico nos demuestra una y otra vez. Pero mejor cito
a Despentes en “Teoría King Kong” que da en el clavo:
"En estas tres
películas (La última casa de la izquierda de Wes Craven, El ángel de la
venganza de Abel Ferrara, Escupo sobre tu tumba de Meir Zarchi), vemos cómo los
hombres reaccionarían frente a la violación si estuvieran en el lugar de las
mujeres. Un baño de sangre, de una violencia despiadada. El mensaje que nos
dirigen está claro: ¿por qué vosotras no os defendéis más violentamente? Lo que
resulta sorprendente, efectivamente, es que no reaccionemos de ese modo. Una
empresa política ancestral, implacable, enseña a las mujeres a no defenderse.
Como siempre, doble obligación: hacernos saber que no hay nada tan grave, y al
mismo tiempo, que no debemos defendernos, ni vengarnos. Sufrir y no poder hacer
nada más. Una espada de Damocles entre las piernas.
Pero las mujeres
sienten aún la necesidad de afirmar: la violencia no es una solución. Por
tanto, el día que los hombres tengan miedo de que les laceren la polla a golpe
de cúter cuando acosen a una chica, seguro que de repente sabrán controlar
mejor sus pasiones «masculinas» y comprender lo que quiere decir «no». Yo
habría preferido, aquella noche, ser capaz de dejar atrás lo que habían
enseñado a mi sexo y degollarlos a todos, uno por uno. En lugar de vivir como
una persona que no se atreve a defenderse, porque es una mujer y la violencia
no es su territorio, como si la integridad física de un hombre fuera más
importante que la de una mujer."
Por muy duro que se
sienta, ser un hijo sano del patriarcado es básicamente normalizar conductas
violentas hacía las mujeres e imponer siempre una idea de placer que sólo puede
ser manipulada por nosotros. Mi idea, para mis lectores (que creo la mayoría
son hetero-cis) no es acusarlos de nada, pero si remover ciertos cimientos,
justamente impulsar una deconstrucción, y como dije más arriba, la
deconstrucción es un estado de crisis. Matar al machirulo que llevamos dentro involucra
aceptar que sí hay un machirulo allí y que siempre que se de la ocasión buscará
salir. La idea es atajarlo y mantenerlo a raya. Obviamente lo ideal sería exterminarlo,
pero los gestos radicales no son fáciles de llevar a cabo, toman tiempo. No
obstante, basta con tener conciencia sobre ello y hacer algo al respecto, pero
negarlo no sería una buena forma de lucharlo, eso sería simplemente dejarlo bajo la alfombra, y el
polvo siempre se acumula y cuando alguien sacuda un poco la alfombra todo ese
polvo se esparcirá y revelará la suciedad que escondemos.-
malditxs onvrxs cis!!!
ResponderEliminarSoy el trolo en tanga, gracias por el analisis y la difusión 💕💕💕💕
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