Rápidamente seguimos
con este conteo personal y melómano. Para el número 98 nos vamos a Sudamérica,
en el contexto de los años ochenta, aunque con algunas características
especiales ya que el siguiente disco que revisaremos tiene un sonido que no
entra con tanta fuerza en la nostalgia ochentera y tampoco se puede reconocer
obligadamente como parte del sonido latino de aquella década. Se trata de los
inextinguibles Sumo.
La
mística de una simple canción
Este disco lo descubrí
muchísimos años después de su apogeo. Fue a mis veinte años mientras descargaba
canciones por el Ares, hubo una que llamo mucho mi atención: de tonada
hipnótica, parecía un poema levemente musicalizado, era un tema muy simple,
pero con grandes ribetes de himno. Se trataba de “Mañana en el abasto” de la
banda Sumo. En esa época de mi vida tenía una especial inclinación por la
música post-punk, mi biblioteca del Ares estaba llena de grupos por el estilo: Siouxsie And The Banshees, Joy Division, Killing Joke, The cure y cosas así.
Seguramente la canción de Sumo se descargó de colada en alguno de esos
compilados.
No paso mucho hasta que
comencé a escuchar otros temas de Sumo, me sorprendió la versatilidad que
manejaban: ska, reggae, rock, pop y punk. Una coctelera de estilos que se
acoplaban a la personalidad de su líder y vocalista Luca Prodan. “Los viejos vinagres”, uno de sus temas más populares y radiales sonaba
en cada reverberación a la mística de los ochenta, pero no sólo eso, también sonaba
muy a Argentina. Esa característica, si bien estaba presente en otras canciones
emblemáticas (como una especie de idiosincrasia sonora) no definían
completamente la carrera de Sumo (a diferencia de varios de sus colegas y
coetáneos), ya que muchos otros de sus temas tomaban melodías curiosas y poco
localistas, desde el hecho de que su vocalista cantaba en inglés (en una
época donde el país no veía con muy
buenos ojos cualquier acercamiento a la cultura inglesa) convirtiendo la
experiencia de Sumo en algo anárquico.
Cuando me vine a vivir
a Argentina el 2012 constaté que Sumo es un emblema para el rock nacional, instalados
en su cenit al nivel de los Redondos, Charly, Soda y Spinetta. Pero con Sumo
pasa algo curioso, son unos bichos raros que no logran perfilar definitivamente
con el sonido que ha estilizado el rock argentino. Sumo son más del palo de la
provocación, el desorden, lo – aparentemente – poco prolijo y especialmente
(sobre todo en este disco) dueños de una reflexión obsesiva. Para Luca Prodan
(quien moriría en 1987, a las pocas semanas de lanzar el disco) “After Chabon”
fue el mejor trabajo de la banda, el que lograba una musicalización más cohesionada
y una mayor poesía en sus letras. Lo cierto es que también parecía gustarle
este disco porque fue el que menos trabajo le llevo producir. Fue un disco muy
espontaneo y sobre todo sin la carga en sus músicos de querer producir un hit
como había sido antes con “La rubia tarada” o “Los Viejos vinagres”
FLORES
+ AFTER CHABON= La receta perfecta
Alguna vez un chabón me
dijo eso, que la mejor experiencia sería fumarse un par de flores (cáñamo)
mientras escuchaba el After Chabon de
Sumo. Lejos de la onda drogadicta que Sumo expele (no tanto en sus letras, sino
más en su actitud) creo que hay discos que sólo se complementan con el estímulo
adecuado, así como coger escuchando a Sade es un placer, drogarse escuchando a
Sumo es un aditamento que hace que todo cobre mayor sentido. La turbulenta vida
de Luca Prodan, no mayor mi menor a la de tantxs artistas que anduvieron por la
misma, nos da un indicativo de su mentalidad inquieta. Prodan no consentía el
status quo como algo que cuidar, supo encumbrar su propia historia de locura y
pasión, muriendo lo suficientemente joven para aprovecharla (no como tu Charly)
Gran parte de la belleza de este álbum, estriba en sus letras que van desde
referencias históricas (“Crua chan”), reflexiones sobre el existir (“Mañana en
el abasto”), la crítica al sistema capitalista (“Noche de paz”), o la soledad
(“Ojos de terciopelo”)
Tratando de dejar de
lado el efecto volátil que las melodías en sí ya inducen, resulta curioso que
ninguna banda posterior de ska siguiese las ideas de Sumo, si bien bebían
bastante del reggae para consagrar su sonido (específicamente de ese regga-ska que surgió de los barrios negros y obreros de
Inglaterra) su actitud se afianzaba
mucho más dentro del punk, por lo mismo en sus conciertos congregaban una
mezcla interesante de asistentes que compartían una experiencia única en sonido
que no se repetía en cualquier otra banda. Eran los últimos gritos del
post-punk, no sólo en argentina sino que en el mundo entero.
El pelado Prodan
definitivamente se lleva mucho crédito ya que fue el principal impulsor para
que la banda tuviese su singularidad, pero lo cierto es que en este disco todos
sus miembros consiguieron destacar realizando validos aportes a cada tema. “Crua
chan” es una tonada punk que transmite en su letra el levantamiento de los
jacobitas, cómo lograron invadir Inglaterra hasta llegar al pueblo de Derby, el
nombre con que se titula la canción se refiere al grito de guerra del Clan
Campbell. Lo que parece una gaita (el instrumento que usaban los jacobitas que
iban primeros en la fila de guerra) es un logrado efecto de guitarra de Germán
Daffuncio, mientras que la sutil, pero impecable batería que transmite esos
redobles propios de un enfrentamiento bélico, son cortesía de Alberto
“Superman” Troglio.
“No tan distintos” es
uno de esos extraños casos en que sin potenciarlo como single consiguió formar
parte del ADN del rock nacional argentino, aún se suele pasar por las radios.
Una tonada de reggae sin grandes sobresaltos, pero que lleva la melodía en un
sube y baja de placer. “Banderitas y globos” mucho más punki, con ritmos ska,
con letras chapuceras y enigmáticas, el tema tiene su gran clímax gracias a esa
excelente sección de vientos y sólos de saxofón cortesía de Roberto Pettinato
quien siempre supo destacar acertadamente en las canciones de Sumo cuando éstas
lo requerían. “Mañana en el abasto” es un tema hermoso, paradójicamente la
imagen que me llega cuando la escucho es alguien fumando y viendo el atardecer
desde un balcón, desde una altura. Es un tema que narra con simpleza la vida en
un barrio popular de Buenos Aires, pero tiene ese sentimiento universal que te
hace sentir aquella narración como propia de cualquier barrio latinoamericano.
Es un tema donde el sutil repliegue de las baterías y aquella solemne y
lisérgica tanda de teclados logran acoplarse bien al mensaje de la letra, aquello
fue obra de Diego Arnedo, bajista del
grupo.
“Hello Frank” es un
tema que se adelante un par de años al dream pop de bandas como Galaxie 5000.
Sin duda un tema bastante improvisado en su letra (se sabe que para este disco,
muchas de las letras fueron completas improvisaciones de Luca) con un riff de
guitarra entretenido y una bajo y batería que recuerdan a la época final de los
Smiths. “Ojos de terciopelo” es psicodélica, concisa y bastante seductora al
igual que el reggae más root y profundo de “La gota en el ojo” en donde
básicamente se repite un poco la fórmula de algunas otras canciones dub que
habían estado ensayando en otros momentos.
“La quiero ya” mantiene
ese sonido post-punk, un colchón de atmosférica instrumentalización decadente,
mientras Luca ensaya un furioso jam de poesía. Un ritmo que parece repetirse en
el eléctrico “El cieguito volador” que logra, sea por suerte, uno de los
efectos más notables en su letra: Yo
estoy al derecho! Dado vuelta estás vos!
“No te pongas azul” es
otro tema bien de bar, de antro de mala muerte en el que se presiente que algo malo
va a ocurrir en cualquier momento. Una música que coquetea con el jazz noir, el
blues y el punk más prehistórico de Londres. Aunque si hablamos de punk, el
último gran golpe rabioso lo entrega “Noche de paz” el villancico reconvertido
en rola roquera, pero con cierta ironía en su letra y parte de ella cantada en
alemán. El disco cierra con “Percussion baby” otro reggae bien prototípico que
parece dejar la puerta abierta para cosas más grandes aún. Pero como sabemos
por los hechos de la historia, esto no fue tan así.
“After
Chabón” es sin duda un disco reconocible del estilo de
Sumo, medio desprolijo, sin mucha atención a la producción y medio kamikaze en
su lanzamiento. Desde las improvisaciones liricas, hasta los mantras reggae que
se repiten, el disco parece siempre exigir algo más que lo eleve. Sin embargo,
la sencillez que ofrece, lo bien articulado que están sus canciones formando
ese vaivén de distintas emociones en quien lo escucha, prevaleciendo siempre
esa mística hipnótica y reflexiva, incluso en sus canciones más hardcore, hace
que este disco sea un emblema para la música en general. No tendrá una
perfección en su sonido, ni parecerá la obra más acabada del mundo. Pero es
irreverente, atrevido, arriesgado y sobre todo un trabajo sin miedo a que le
apunten sus errores. Luca entraría luego al panteón de los grandes músicos
argentinos de aquella generación ochentosa que le dio un aire renovado al rock latino
(junto a Federico Moura y Miguel abuelo) Actualmente la figura de Luca se ha potenciado
en el rock nacional, Sumo no pasa de moda, si bien hay canciones que han
quedado un poco opacadas por el tiempo, la mayor parte de ellas siguen
encantando por su mística y derroche de emoción. After chabón, para mí, es el mejor ejemplo de ello, especialmente
por ser un disco sin grandes Hit, por ende, un disco que no queda tan atrapado
en su tiempo y en su contexto.-
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