Uno de los mejores
cantos de cisne que la música ha otorgado. Luego de una época nefasta, el
cantante de soul y funk Bobby Womack volvería para otorgarnos uno de sus más
sinceras y profundas producciones, de la mano orquestada de un lúcido (aunque
arrebatado) Damon Albarn, el cruce generacional consigue encajar muy bien con
la sensibilidad y voz de un hombre que está dispuesto a exorcizarse a través
del canto. Con ustedes el hombre más valiente del universo.
A partir del 2000 Boby
Womack fue una figura apagada, su último disco lanzado en 1999 se trató de un
desaliñado tributo navideño que más que servir como curiosidad auditiva, ponía
en evidencia el patético estado de degradación al que el otrora ídolo de los
setenta había llegado. Sumido por problemas
con las drogas, Womack no fue capaz de
levantar cabeza artística ni moral por mucho tiempo, el funk y el soul que
había dominado con tanta prolijidad, ahora quedaban atrás estilísticamente,
cada vez parecían ser fantasmas tormentosos de un pasado nebuloso. Sin que
nadie le preguntara directamente, ya se daba por hecho su retiro hasta que un
intempestivo Damon Albarn, siempre entusiasta por la tradición de la música
negra, y especialmente, por aquellas leyendas que forjaron su carrera a punta
de hidalguía, invitó a Womack en 2010 para formar parte de una de las mejores
canciones del tercer disco de Gorillaz: “Stylo” fue un single con muy buena repercusión,
que volvió a instalar en el mapa la voz poderosa del llamado heredero de Sam
Cooke (quien ciertamente fue su mentor)
Bobby junto a Damon |
La alianza no termino
allí, Albarn junto a Richard Russell, el dueño de XL Recordings (y que ya había
hecho su trabajo revival al producir un excelente disco de soul del olvidado Gil Scott-Heron) hicieron equipo y convencieron a un dudoso Womack a dar lo mejor
para una nueva producción, de esta manera, después de muchos años de silencio en
cuanto trabajos de autoría (desde 1994 prácticamente) canciones inéditas vieron
la luz para devolverle el brillo al versátil y maravilloso soulmate. En
principio Womack no se animaba a intentar un regreso, para él su carrera se
había acabado y estaba muy seguro de que debió cerrar el telón mucho antes de
los años noventa, sin embargo, el ímpetu de Albarn lo fue contagiando de entusiasmo,
al punto que terminó acompañando a Gorillaz en su gira para interpretar “Stylo”
y “Cloud of Unknowing” (el otro tema que trabajó en estudio para la banda) las
críticas a su performance vocal fueron rotundamente positivas, pese a sus
sesenta y cinco primaveras de aquel entonces, el hombre mantenía una voz
robusta que muchxs expertxs comparaban con la de otros ídolos del soul como
Curtis Mayfield y Marvin Gaye. Toda esta actividad hizo que Womack comenzase a
inspirarse poco a poco y un día simplemente, agarró la guitarra y compuso
veinte canciones, después de tantos años, la chispa había vuelto a hacer
combustión. Fue entonces cuando Damon le propuso la idea de un disco, aunque
hubo algo de reticencia, el espaldarazo de Russell - debido a su excelente
trabajo en el disco de Scott-Heron - lleno de confianza y energía a Womack para
volver al estudio, y posteriormente a las giras.
Y a pesar del éxito, la
buena crítica y el estatus de culto que volvió a adquirir el gran cantante, no
fue más que un merecido epilogo para una carrera con bastantes altibajos. Bobby
Womack moriría en 2014 a los 70 años, este fue su último disco, y lo haya
presentido o no, lo dejó todo para que la obra fuese culminante. En lo personal adoro cuando en cierta medida lxs artistas están conscientes de que ese trabajo que están labrando bien podría ser el último de su vida y consiguen
estremecernos con un epitafio que a veces llega a ser el resumen perfecto de
toda su trayectoria. De esta forma Bobby Womack repasa, revive y reconvierte en
11 canciones sus mejores momentos, llenándolos de un aura gloriosa.
La
elegancia más trepidante
Para resumir este disco
podríamos notar el valor elegante que tiene por la sola presencia de la estampa
de Bobby Womack, que lejos de la figura patética y reciclada que fue años atrás,
acá se escucha impoluto y lleno de vibra por lo que el sonido del disco en todo
momento es palpitante, mucha vida en cada track, y en ellos se aprecia en
primera persona el dolor y potencia que se quiere transmitir. Todo comienza con
el track que da nombre al disco, una frase que a modo de declaración de
principios propone saldar las cuentas con la música. Con un vozarrón que
derrocha majestuosidad y remite a sus mejores momentos como en aquel funky “Across the 110th Street” (de la película homónima),
pero esta vez en clave soul, entre un desgarrado y vibrato acento musical,
Womack nos estremece con una interpretación maravillosa de su canto, que en
todo momento conduce la melodía mediante su lamento y rápida resiliencia.
Saldar las cuentas con
el pasado no es tan simple, el arrepentimiento y la necesidad de liberar los
fantasmas se hacen patentes en la soberbia “Please forgive my heart”. En este
track ya podemos escuchar un poco más la mano de Damon Albarn en unos arreglos
musicales que recuerdan mucho a la etapa del Plastic Beach, pero que Womack
sabe hacer suyos de forma orgánica, ni siquiera los loops de sonidos electrónicos
que aparecen a la mitad de la canción quedan desacertados, son un ornamento que
no hace ruido y que pareciera formar parte de la historia completa de este
cantante. “Deep river” se yergue como un acercamiento a la hipnótica voz de un
colega cercano, Bill Withers. Mediante
una mano de blues y ciertos toques de góspel, a Womack no le hace más falta que
una guitarra acústica para encender la mejor tradición de la música negra, una
preciosa tonada que brilla por su sinceridad y simpleza.
“Dyalgo reflection” es para muchxs la mejor
canción del disco, quizás porque la base musical que remite al trip hop de
Portishead consigue enredarse con total naturalidad a la voz lacerada de
Womack, pero también por el impecable acompañamiento de Lana Del Rey, señorita
que nunca ha sido santa de mi devoción, pero que evidentemente derrocha aquella
sensualidad y glamour de otros tiempos. En esta canción el dueto funciona a la
perfección gracias a una química sensual dotada por el ambiente musical que
evoca a un olvidado bar y ese cruce de voces tan carismático que ambxs intérpretes
sostienen, pero siendo sincero, en este tema Womack pasa a segundo plano y la
relevancia la cobra toda la elegancia que
aporta la blonda (y sus precisos falsetes). Cabe destacar que esta canción nace
de un sampler de Cooke. “Wathever Happened to the times” es mi tema favorito,
es indudable que se puede escuchar la vibra de Damon Albarn detrás de aquel piano-órgano,
y ese sutil, pero encantador guiño a “DaYa Think I'm Sexy?” de Rod Stewart, que
por alguna razón me saca una sincera sonrisa del rostro.
“Stupid” es otro tema
potente que transmite mucha energía. Precedida por un interludio del fallecido Gil
Scott-Heron que a modo de crítica denuncia el aprovechamiento con que ciertas
personas someten a otras mediante el poder eclesiástico. Womack se atreve con
una voz más arrastrada y explosiva a ratos, aquí nos damos cuenta del gusto y
lujo que es tener un artista de este nivel a sus más de sesenta y cinco años cantando
de una forma tan versátil. “Stupid” al mismo tiempo devuelve cierto aire funk
al vibrato de Womack, además se vuelve a sentir las manos de Albarn en el coqueto
piano y en unos secundarios coros donde se puede distinguir su pintoresco canturreo.
La dramática “If there
wasn´t something there” abre con una intro que puede recordar en algún punto
los estrambóticos trabajos de Scott Walker (R.I.P), pero rápidamente las reminiscencias
a Gorillaz se hacen presentes en un track que parece algún lado B de Plastic
Beach, quizás por su excesivo juego de trip-hop en la melodía. No es un mal
tema, pero quizás es el único en el que siento que Womack no se luce con tanta
espontaneidad, sin duda, el ex blur se le paso la mano y entintó gran parte de
los parajes sonoros de la canción. Mucho más afro y nostálgica suena la lúdica “Love
is gonna lift you up” que nos entrega un Womack extrovertido, movedizo y que
nos remite no sólo al funk de los setenta, sino incluso a elementos de la
música disco. “Nothin´ can save ya” es
otro golazo, con el aporte de la siempre exótica y distinguida actriz y
cantante de jazz-soul Fatoumata Diawara, entramos en un sonido que coquetea con
el afrobeat y el soul electrónico de club Nigeriano. Al igual que como ocurrió
en “Dyalgo reflection”, luego de una estupenda introducción, Womack le da
relevancia a su invitada que irradia luminosidad tras un piano melancólico.
En retrospectiva, no es
un disco perfecto, aunque sostengo que es el mejor final que Womack pudo darle a
su carrera. En muchos momentos la mano de Albarn parece demasiado invasiva,
pero en muchos otros la conexión de ambos estilos y generaciones produce nada
más que oro puro, demostrando que a final de cuentas el disco sabe equilibrar
en la mayoría de los casos la presencia icónica de Womack, con las inquietudes
sonoras de Damon Albarn. Por su puesto, el talento vocal de Bobby es bastante
digno en toda instancia, y aunque algunas canciones nos dejan pidiendo más,
quizás la temática del disco así lo requería. Una despedida, unas disculpas, un
adiós al remordimiento, y un abrazo a los buenos tiempo. Bobby Womack, este
disco fue perfecto para ti.-
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