lunes, 24 de mayo de 2021

100 Discos para mis treinta: #38 Ground Zero - Plays Standards (1997)



Ground Zero fue una banda legendaria dentro de la escena más ruidista de Japón. Debo admitir que mi devoción a este disco nació de algo tan antojadizo como el hecho de que  abre con un cover en clave free jazz de aquella hermosa canción de Víctor Jara “El derecho de vivir en paz” y no es porque sea un súper fanático de Víctor ni de la música de ese estilo, ni mucho menos porque sintiese orgullo que desde Japón reconocieran en algo a la cultura Chilena. No, en realidad aquella canción que además en el disco se presenta como un mashup con la tradicional nipona Shinoshin (sólo que interpretada en otro pulso) fue suficiente para atraer mi curiosidad y realmente, como dicen, buscando plata encontré oro.

El hombre tras el ruido



El compositor Otomo Yoshihide de amplia formación académica, pero de  mucho mayor gusto por la experimentación sonora y el ruido, sobrellevo los noventa alternando entre su cada vez más ascendente carrera como compositor de bandas sonoras y su engendro personal, la magnífica y atípica Ground Zero, un grupo que inicialmente fue creado como punto de improvisación para participar en los juegos COBRA de John Zorn, una especie de super jam en el que Zorn entregaba mediante unas reglas - que realmente nunca entendí - pautas para la composición, si bien se trataba de un juego moderado por el saxofonista de Nueva York, en general, las sesiones siempre conseguían ser instancias de mucho derroche creativo.

Muchas de las cosas que se aplicaron en estos juegos de improvisación Yoshihide los llevo a un plano más cerrado forjándola en distintos trabajos que buscaban plasmar su idea sobre ruido y música. Trazando puentes con la música más popular y dotándolo todo de un estilo bastante noise (propio de la tradición del japanoise) podemos encontrar en su obra y no sólo en Ground Zero (grupo que a fin de cuentas más allá de un par de colaboradores frecuentes siempre fue su criatura personal)  trazos de la música noise, el jazz de avanzada, la vanguardia, la música clásica contemporánea, además de múltiples colaboraciones. La libertad de improvisación es una marca emblemática en el estilo del músico, razón por la que gusta de usar tornamesas, samplers, maquinas de ruido y guitarras. En palabras del propio compositor en una entrevista ofrecida a la revista rockaxis Chile en 2017 “… La improvisación es más natural que la música compuesta. Por supuesto, que también escribo piezas definidas cuando es necesario, sobre todo para un ensamble. Sin embargo, hasta en un colectivo usar la improvisación como método creativo, es mucho más interesante físicamente, incluso cuando pienso en lo social, desde donde saco muchas ideas apasionantes. Pienso que la música improvisada es muy importante para crear una idea de estructura social.”

El uso de las tornamesas es algo importante para el sentido estilístico que la música de Yoshihide experimenta, al igual que su coetáneo Eye de la genial banda Boredoms, la denominada tape-music (que luego evolucionaría al sampler) ha sido una influencia y motivación constante para generar collage sonoros y en este disco ese factor se utiliza bastante al punto de producir sensaciones cruzadas tan complejas como irritación y maravilla a partes iguales por una canción.

Un viaje de ida

Play Standards reúne como su nombre lo dice aquellas melodías que de alguna manera definen o trazan una imagen cultural de un tiempo o un lugar, así como ocurre con “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara, en donde el saxofón recorre con energía casi rockera la melodía del cándido tema, convirtiéndolo en un furioso arrebato de ira para luego ser invadido sonoramente por los gritos de una mujer angustiada. La cúspide (o por lo menos uno de los grandes hitos) del Avant-prog podemos encontrarlo acá, hay de todo: Sonidos de tren, una batería asesina que arremete cada tanto, una guitarra que parece estar desintegrándose, una sección de ruidos que provienen de un baño (con rever incluida para mayor inmersión sonora), sintetizadores que suenan como sierras brutales, música surf, música de baseball…. Las melodías más estándar se ven sofocadas tarde o temprano por el pulso inmisericorde de Yoshihide quien no tiembla al momento de enfocarse en el ruido más que en la melodía.



De pronto tenemos temas como “Miagetegoran, Yoru No Hoshi Wo” que despliega tras un jazz de alta vanguardia comandado por un saxofón realmente furioso, un conjunto, además, de onomatopeyas ruidosas que van dotando al disco de mayor visión y sonido. Incluso atisbos de ritmos más latinos se pueden sentir en la seudo bosa nova “Folhas Secas” que tras una guitarra muy técnica despliega el constante sonido de voces radiales hasta que poco a poco el ritmo más caribeño empieza a consumir toda la pieza volviéndose poco a poco un jazz muy tranquilo y casi de salón. La versión de “Those Were The Days" original de Queen incluye luego de una fanfarria extremadamente ruidosa una sección jocosa de piano y trompetas que nos hacen sentir como en una cantina del viejo Oeste. Pero mayor locura y disonancia sonora se encuentra en la intrépida “Washington Post March/Japan Dissolution” una especie de parodia a las fanfarrias orquestales de las bandas de guerra, nuevamente los ruidos parásitos invaden toda la melodía que intenta mantener en todo momento una seriedad irreverente.



“Akashia No Ame Ga Yamu Toki” recuerda los guitarrazos de Fred Firth e incluso el periodo más enloquecido de Lou Red, es pura improvisación a base de guitarra y pedaleras, me atrevería a decir que es el tema más japanoise del disco, ya que su irritabilidad consigue asemejarse un poco a los oscuros experimentos ruidosos de Merzbow. “Bones” tiene un poco más de ese jazz rompecabezas que artistas del Avant garde más fuerte del estilo de Peter Brötzmann suele experimentar, además los gritos desenfadados le dan esa sensación de tensión bastante impactante. “Where Is The Police? + The Bath Of Surprise” es mi segundo tema favorito del disco, simplemente ruidos evocados en un baño donde la bañera parece estar rebalsada (dato de color, sí se grabo efectivamente en una bañera el tema) sin duda, musicalmente te lleva  una imagen o al menos consigue evocar una imagen en movimiento que tiene más que ver más con lo cinemático que lo musical.

“Yume No Hansyu” es un tema mucho más surrealista, rodeada de un aura muchísimo más “sagrado” con instrumentos tradicionales de japón y unas constantes cuerdas de violín que van tensionando el ambiente hasta hacerlo cada vez más sofocante, se trata de una canción bastante mística en el modo que se transmite. Esencia que también esta presente en la canción de insólito título germano “Die Pappel Vom Karlsplatz” que abre con notas de instrumentos orientales para luego desembocar en un clásico mundial, nuevamente el saxo, esta vez barítono, de Naruyoshi Kikuchi consigue desplegar un momento casi mágico al que luego se le une los punteos de aquella tétrica guitarra de Yoshihide, el final llega con“A Better Tomorrow/I Say A Little Prayer (Roland Kirk Version)” por supuesto una versión muy libre de la clásica canción pop de finales de los sesenta tan popularizada por la inconfundible voz de Aretha Franklin, nuevamente Yoshihide consigue pasar de un estado tenso, lleno de ruidos ornamentales, para sorprender con una versión bastante rockera y digna del clásico hit Estadounidense.

En general el disco denota la visión caleidoscópica que Yoshihide tiene respecto a la Música tanto oriental como occidental, siempre con un espíritu lúdico y en este caso especialmente atractivo consiguiendo cautivar incluso en aquellos oídos no tan adeptos al noise, el hecho de que el disco sí se presente en un formato basado en canciones en la que cada una tiene una intención tan profundamente experimental, hace que la vanguardia pueda respirar de una forma no pedante ni pretensiosa, sino que libre y llena de recovecos para impresionar el alma de quien se de el tiempo y el aguante para sorprenderse con este estilo de música que muchas veces nos suena a cualquier pedo, pero en este caso al contemplar el disco como un todo y valorar cada canción dentro del contexto sonoro que busca, créanme que se consigue apreciar un discazo lleno de momentos geniales.- 


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