Ground
Zero fue una banda legendaria dentro de la escena más ruidista de Japón. Debo
admitir que mi devoción a este disco nació de algo tan antojadizo como el
hecho de que abre con un cover en clave
free jazz de aquella hermosa canción de Víctor Jara “El derecho de vivir en
paz” y no es porque sea un súper fanático de Víctor ni de la música de ese
estilo, ni mucho menos porque sintiese orgullo que desde Japón reconocieran en
algo a la cultura Chilena. No, en realidad aquella canción que además en el
disco se presenta como un mashup con la tradicional nipona Shinoshin (sólo que
interpretada en otro pulso) fue suficiente para atraer mi curiosidad y
realmente, como dicen, buscando plata encontré oro.
El
hombre tras el ruido
El
compositor Otomo Yoshihide de amplia formación académica, pero de mucho mayor gusto por la experimentación
sonora y el ruido, sobrellevo los noventa alternando entre su cada vez más
ascendente carrera como compositor de bandas sonoras y su engendro personal, la
magnífica y atípica Ground Zero, un grupo que inicialmente fue creado como
punto de improvisación para participar en los juegos COBRA de John Zorn, una
especie de super jam en el que Zorn entregaba mediante unas reglas - que
realmente nunca entendí - pautas para la composición, si bien se trataba de un
juego moderado por el saxofonista de Nueva York, en general, las sesiones
siempre conseguían ser instancias de mucho derroche creativo.
Muchas
de las cosas que se aplicaron en estos juegos de improvisación Yoshihide los
llevo a un plano más cerrado forjándola en distintos trabajos que buscaban plasmar
su idea sobre ruido y música. Trazando puentes con la música más popular y
dotándolo todo de un estilo bastante noise (propio de la tradición del
japanoise) podemos encontrar en su obra y no sólo en Ground Zero (grupo que a
fin de cuentas más allá de un par de colaboradores frecuentes siempre fue su
criatura personal) trazos de la música
noise, el jazz de avanzada, la vanguardia, la música clásica contemporánea,
además de múltiples colaboraciones. La libertad de improvisación es una marca
emblemática en el estilo del músico, razón por la que gusta de usar tornamesas,
samplers, maquinas de ruido y guitarras. En palabras del propio compositor en
una entrevista ofrecida a la revista rockaxis Chile en 2017 “… La improvisación
es más natural que la música compuesta. Por supuesto, que también escribo
piezas definidas cuando es necesario, sobre todo para un ensamble. Sin embargo,
hasta en un colectivo usar la improvisación como método creativo, es mucho más
interesante físicamente, incluso cuando pienso en lo social, desde donde saco
muchas ideas apasionantes. Pienso que la música improvisada es muy importante
para crear una idea de estructura social.”
El
uso de las tornamesas es algo importante para el sentido estilístico que la
música de Yoshihide experimenta, al igual que su coetáneo Eye de la genial
banda Boredoms, la denominada tape-music (que luego evolucionaría al sampler)
ha sido una influencia y motivación constante para generar collage sonoros y en
este disco ese factor se utiliza bastante al punto de producir sensaciones
cruzadas tan complejas como irritación y maravilla a partes iguales por
una canción.
Un
viaje de ida
Play Standards reúne como su nombre lo dice aquellas melodías que de alguna manera definen o trazan una imagen cultural de un tiempo o un lugar, así como ocurre con “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara, en donde el saxofón recorre con energía casi rockera la melodía del cándido tema, convirtiéndolo en un furioso arrebato de ira para luego ser invadido sonoramente por los gritos de una mujer angustiada. La cúspide (o por lo menos uno de los grandes hitos) del Avant-prog podemos encontrarlo acá, hay de todo: Sonidos de tren, una batería asesina que arremete cada tanto, una guitarra que parece estar desintegrándose, una sección de ruidos que provienen de un baño (con rever incluida para mayor inmersión sonora), sintetizadores que suenan como sierras brutales, música surf, música de baseball…. Las melodías más estándar se ven sofocadas tarde o temprano por el pulso inmisericorde de Yoshihide quien no tiembla al momento de enfocarse en el ruido más que en la melodía.
De
pronto tenemos temas como “Miagetegoran, Yoru No Hoshi Wo” que despliega tras
un jazz de alta vanguardia comandado por un saxofón realmente furioso, un
conjunto, además, de onomatopeyas ruidosas que van dotando al disco de mayor
visión y sonido. Incluso atisbos de ritmos más latinos se pueden sentir en la
seudo bosa nova “Folhas Secas” que tras una guitarra muy técnica despliega el
constante sonido de voces radiales hasta que poco a poco el ritmo más caribeño
empieza a consumir toda la pieza volviéndose poco a poco un jazz muy tranquilo
y casi de salón. La versión de “Those Were The Days" original de Queen incluye
luego de una fanfarria extremadamente ruidosa una sección jocosa de piano y
trompetas que nos hacen sentir como en una cantina del viejo Oeste. Pero mayor
locura y disonancia sonora se encuentra en la intrépida “Washington Post
March/Japan Dissolution” una especie de parodia a las fanfarrias orquestales de
las bandas de guerra, nuevamente los ruidos parásitos invaden toda la melodía
que intenta mantener en todo momento una seriedad irreverente.
“Akashia
No Ame Ga Yamu Toki” recuerda los guitarrazos de Fred Firth e incluso el
periodo más enloquecido de Lou Red, es pura improvisación a base de guitarra y
pedaleras, me atrevería a decir que es el tema más japanoise del disco, ya que
su irritabilidad consigue asemejarse un poco a los oscuros experimentos
ruidosos de Merzbow. “Bones” tiene un poco más de ese jazz rompecabezas que
artistas del Avant garde más fuerte del estilo de Peter Brötzmann suele
experimentar, además los gritos desenfadados le dan esa sensación de tensión
bastante impactante. “Where Is The Police? + The Bath Of Surprise” es mi
segundo tema favorito del disco, simplemente ruidos evocados en un baño donde la
bañera parece estar rebalsada (dato de color, sí se grabo efectivamente en una
bañera el tema) sin duda, musicalmente te lleva una imagen o al menos consigue evocar una
imagen en movimiento que tiene más que ver más con lo cinemático que lo musical.
En
general el disco denota la visión caleidoscópica que Yoshihide tiene respecto a
la Música tanto oriental como occidental, siempre con un espíritu lúdico y en
este caso especialmente atractivo consiguiendo cautivar incluso en aquellos
oídos no tan adeptos al noise, el hecho de que el disco sí se presente en un
formato basado en canciones en la que cada una tiene una intención tan
profundamente experimental, hace que la vanguardia pueda respirar de una forma
no pedante ni pretensiosa, sino que libre y llena de recovecos para impresionar
el alma de quien se de el tiempo y el aguante para sorprenderse con este estilo
de música que muchas veces nos suena a cualquier pedo, pero en este caso al
contemplar el disco como un todo y valorar cada canción dentro del contexto
sonoro que busca, créanme que se consigue apreciar un discazo lleno de momentos
geniales.-
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