sábado, 31 de julio de 2021

100 Discos para mis treinta: #32 Tool – Ænima (1996)

 


Continuemos con discos de bandas cuyxs fanaticxs se han encargado de hacerlas insoportables. Esta vez se viene una bastante gruesa ya que la banda que revisaremos es de esas que produjeron una fisura en el panorama de la música roquera alternativa de los 90´s y hasta el día de hoy siguen siendo relevantes aunque sea por lo mucho que se tardaron en lanzar un nuevo disco. Señoras y señores y otros (como supuestamente dijo David Bowie en una premiación) les invito a irse en la profunda, con ustedes Tool.

Un imprescindible de los noventa


 

Tool no es una banda desconocida, pero tampoco es una que la rompa entre la juventud actual, más bien podríamos decir que ante todo es una banda con mucho prestigio y que se ha adueñado de una escena y sonido característico. Me temo, en todo caso, que gran parte de ese prestigio muchas veces habla más que su propia música y acá el tirón de orejas va directamente a la fanbase quienes han endiosado el nivel de este grupo a ponencias ridículas, es algo así como la gente que se quedó pegada con el nivel del rock de lo setenta y cree que nada puede superar a Led Zepelin, pues algo así siento yo le pasa a la gente que escucha Tool, como que no consiguen salir de ese molde, para ellxs Tool es el Alpha y Omega de la música y nada nunca conseguirá estar a ese nivel.

La banda formada en Los Angeles a fines de los Ochenta, ha sido etiquetada como máximos expositores del metal progresivo, aunque también han sabido inyectarle a su estilo ese cuidado y elegancia propia del art rock de bandas de los setentas. Por lo mismo en la raíz de este sonido tan peculiar podemos sentir reminiscencias que van desde King Crimson a incluso bandas más coetáneas como lo son Porcupinee Three. Pero antes de revisar aquellos discos que fueron dibujando con totalidad el estilo inconfundible de la banda, me parece interesante rescatar uno de sus trabajos que si bien no será el mejor ni el más perfecto, pues al contrario, a diferencia del soberbio “Lateralus” del 2001 o el magnifico “Fear Inocolum” del 2019, “Ænima” esta mucho más anclado a su tiempo, mucho más pretensioso que el “Undertow” de 1993, aunque estos aires pretensioso irían acumulándose con mayor poderío en las siguientes entregas. No obstante, “Ænima” es un cancionero consistente, magnifico, repleto de detalles espectaculares y que da cara por su época convirtiéndose automáticamente en esos discos que dibujan el sentir de la década en que fueron lanzados.

Maynard James Keenan, un carismático frontman noventero que nadaba un poco a contracorriente ante las modas más pujantes que los frontman del rock se caracterizaban, tirándose siempre ante un rincón alternativo que le sentía mucho mejor ya que permitía el despliegue de sus jugarretas, como cuando le pidió a los asistentes de un show que le ayudasen a buscar sus lentes de contacto. Maynard James Keenan a quien de cariño llamaré Kenny, funciona en este disco con una potencia vocal que aún no llegaba a su máximo esplendor, pero pese a que su presencia es incombustible en las 15 canciones del disco, no es quien más brilla. El resto del conjunto se superan en muchos grados con respecto a su trabajo anterior, ya que al sólo ser su segundo disco uno pensaría que el grado de evolución de su sonido no sería tan notable, pero  Danny Carey y Adam Jones, baterista y guitarrista del conjunto respectivamente, consiguen ir mucho pasos más allá y transforman su punk rabioso de los primeros trabajos en verdaderas composiciones llenas de complejidad y estilo, especialmente Jones quien luce una técnica de guitarra que encontraría su forma total en el siguiente trabajo del grupo. Mientras tanto  Justin Chancellor quien entra como bajista en reemplazo de Paul D'Amour, lleva adelante una energía rabiosa y compleja con su instrumento.

Podemos decir que todos los elementos que juntó el grupo en esta época para la creación de “Ænima” fueron tan únicos que le otorgaron a su contexto un aura algo especial que los haría realmente sobresalir por fuera de polémicas punk (como el hecho que su video “Prision sex” fue cancelado) y más que seguir viendo a Tool como unos bichos raros, se empezó a destacar su potente música y su fuerte sonido con el cual hoy grupos como Messhugah o incluso Gojira, o hasta los japoneses Maximium The Hormone, han sabido mamar.

Un sabor único

 


Cuando pienso en discos noventeros, no pienso mucho en el grunge sino en trabajos que un poco bordeando la moda de aquel momento y comenzaron a lanzar las esporas para que el genero agarrase vuelo por otros lados. En todos los países hubo una especie de vuelta al rock de guitarras que había perdido algo de popularidad en los ochentas. Para cuando apareció “Ænima” el rock de los noventa empezaba a cansarse de la oleada grunge que básicamente era un respiro fresco de actitud más que de sonoridades. En cambio trabajos como los de Sunny Day Real State, Slint, Rage Againt the Machine e incluso Faith No More, se las ingeniaban para conformar otro panorama y allí es donde Tool consigue brillar con fuerza, mediante un estilo de composición tan enrevesado como atractivo, la banda consiguió llevar adelante un disco de metal progresivo con momentos bastante pop para la época y un concepto lo suficientemente extraño como para buscar ser develado hasta el día de hoy por una legión de entusiastas de los misterios y códigos ocultos. ASÍ ES, con este disco arranca un poco ese cliché obsesivo que tienen muchxs fans de la banda por encontrarle siempre la quinta pata al gato a sus canciones, pero aunque esto es algo que a las finales también le brinda algo de identidad y carisma a la banda, para escuchar el disco sólo nos concentraremos en su música.


 

El inicio con “Stinkfist” cuyo video dirigido por Adam Jones mostraba siniestras imágenes de una especie de mutantes hechos de arena (muy inspirados en los dibujos alienígenas de H.R Giger) que interactuaban con otros seres de una forma muy abstracta, no hace más que introducirnos en un mundo pesadillezco y bastante denso que podría asimilarse a las obras audiovisuales intensas de Jean Svanmajter. Volviendo a lo musical, la banda hace muestras de un rock progresivo muy de vieja escuela, pero con una voz mucho más dinámica que juega con efectos y filtros, mientras el bajo de  Chancellor se muestra de inmediato como un imprescindible a la hora de entender la sonoridad.

“Eulogy” recuerda en algún punto a bandas como King Crimson en su momento más cocainomano, aunque el soporte sobre la maravillosa batería tribal y luego completamente convulsionada de Carey van dejando poco a poco que la canción se explaye sobre un macizo bloque de percusión. La guitarra ¡que prodigio! Jones se despacha uno de los mejores puentes dotando a la canción de ese aire experimental setentero a las que se suman las voces intervenidas de Kenny y un bajo que suena sospechosamente muy a Alice In Chains. “H.” Mantiene aquel sonido casi con la misma frecuencia, frente a un canto lúgubre, denso e implacable y un bajo que va construyendo una peligrosa melodía.


 

Luego de la oscura transición que escuchamos en “Userful Idiot” donde la cosa da muestras de un sonido algo más perturbable, llegamos a un clásico “Forty six and two” temazo que exuda una rabiosa energía nihilista noventera, la melodía en si misma te hace pensar en un junkie perdiéndose en Los Angeles en plena década de los noventa, ¿la letra? Algo un poco rebuscado para ser la idea de una canción tan emblemática: dando cuenta de los 46 y 2  cromosomas que representan un proceso evolutivo en el hombre todavía no alcanzado, considerando los 42 y 2 del hombre primitivo que luego derivó a los 44 y 2 de lo que somos ahora. Más allá de esta explicación tan asopada frente una letra que – en apariencia – enarbola verdadera complejidad, sólo puedo decir que este tema es uno en los que mejor se equilibra el conjunto, funcionan como un totem soberbio y lleno de perfección en cuanto a la buna técnica y conjunción que la canción consigue transmitir tan fácilmente.

“Message to Harry Manback” es otro pequeño interludio que tras un nostálgico piano y un furioso (pero irónico) Kenny monologando tras la línea telefónica, dejando un mensaje un poco obsceno a quien fuera su anfitrión en algún encuentro, pasamos rápidamente a uno de mis temas favoritos del conjunto, la furiosa y trepidante “Hooker With a Penis” un irascible tema que crítica al capitalismo. Nuevamente la música en cada uno de sus componentes funciona como engranajes del mejor reloj suizo, no obstante, es Kenny quien le pone la mayor energía a la canción consiguiendo que sea un tema bastante pulverizador. “Jimmy” va en la misma línea, aunque se podría decir que en sus estrofas se siente un sonido mucho más asfixiante que es a la vez muy propio de la época y que bandas de grunge llevarían adelante en sus últimos discos de la década noventera como Soundgarden por ejemplo. Por cierto, este tema es antecedido por el extraño ‘Intermission’ que parece sacada de algún videojuego de RPG.


 

"Die Eier von Satan" es otro pequeño interludio, pero muy interesante y que encierra ciertas claves mucho más experimentales que los anteriores interludios. Un tema mil veces deudor de los devaneos de Blixa Bargeld que curiosamente es la receta en alemán de unas galletitas de hachís. Sorprende el uso de percusiones puramente industriales y grabadas al revés. La constante sensación de delicadeza desagradable vuelve a explotar con todo en la exuberante “Pushit” un monstruo de nueve minutos que se enlaza entre susurros y construcciones de un bajo omnipresente que cuando se enfurece consigue mantener los pies en el suelo, con un uso melódico ejemplar que doma el tema en su parte media y lo transforma en una suerte de improvisación constante. Sin duda una de las obras más estupendas y volátiles que la banda hubiese concebido hasta ese momento, debo admitir en todo caso, que es su versión en vivo lanzada en el disco “SALIVA” fue la que me tuvo mucho más obsesionado. ¿La letra? Otro delirio místico del buen Kenny que sabe llevar adelante letras tan inusuales, pero igualmente las transmite con una emoción enconada.

"Cesaro Summability" insiste en la fórmula de interludios entre canciones, aunque cada vez más agrias, en este caso los sonidos de un bebe recién nacido se empiezan a desfigurar para pasar mediante sonidos saturados al tema homónimo del disco, que es al mismo tiempo, tal vez, el tema más accesible: rítmica, pulsante, con un Keeny capaz de atravesar con su voz ritmos a media y alta potencia, dejando que la melodía se pierda por derroteros instrumentales que caen casi en lo tribal, años después TOOL seguiría y reforzaría muy bien esta técnica.


 

los cuatro minutos de "(-) Ions" con "sonido de iones" atravesando los canales del estéreo tampoco es que importe mucho, pero a esas alturas ya nos tiene completamente comiendo de la palma de la mano. Esta aplicación reparadora de la terapia de iones, que no voy a explicar ahora, parece prepararnos para el doloroso parto, con ritmos de corazón, calentamiento del personal a los instrumentos y fragmentos de actuaciones del cómico Bill Hicks en la espectacular "Third Eye". Una invitación a la plena conciencia de nuestro yo, mediante la apertura del chakra del entrecejo, el Tercer Ojo, que encierra, combina y condensa toda la intencionalidad, intensidad y alquimia sonora que Tool vierte para con este disco. Una coreografiada orgía instrumental y vocal, que intercala pasajes de una intensidad desgarradora con progresiones sonoras inauditas tanto en batería como guitarra y que poco a poco se convierte en un tema tan épico como demoledor. Sin duda un cierre único que TOOL no ha llegado a superar en sucesivos trabajos.

“Ænima” es un disco que abre muchos sonidos a las posibilidades del rock noventero y que a la propia banda le sirvió como referente para seguir componiendo obras maestras a futuro. Sin duda es un buen referente de su tiempo y funciona en su totalidad como una maquina aceitada a la que es difícil no rendirse y disfrutar o al menos acompañar en esta especie de tour de force que el disco propone, especialmente si te gusta el rock progresivo, este trabajo no puede faltar en tu biblioteca musical. Ah, como deseo haber sido  un joven adulto en los noventa y haber podido apreciar de primera mano toda esa locura que se estaba cocinando por aquellos años, snif.-

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