viernes, 3 de septiembre de 2021

“Un buen día” La risa frente a la incertidumbre


 

Que algunas películas “malas” se vuelvan de culto obedece a una curiosa afición humana por reconocer en lo extremadamente desprolijo, una cierta  dicha caótica. Inevitablemente suelen ser “benditos accidentes” los que generan que algunos desaciertos se conviertan, de pronto, en cúspide y obra maestra del fracaso.

 

EL TIEMPO ES TODO EL TIEMPO


 

“Un buen día” es una película Argentina del año 2010, filmada en California, a simple vista no tiene mayores pretensiones que ser una clásica historia romántica, heterosexual y completamente normativa entre sus dos protagonistas, Manuel interpretado por un exigido Aníbal Silveira y Fabiola encarnada por la estupefacta actuación de Lucia Polak. Desde aquí ya se podría registrar el primer gran error: Entre la pareja de protagonistas, ya sea por sus modos de actuación, porque realmente no hubo feeling o porque la dirección que recibieron resulto insuficiente, no existe química alguna, y este elemento es algo que debería brillar a la hora de desarrollar este tipo de historias románticas, simplemente aquí no existe y esto (más otras cosillas) hace que la película involuntariamente se convierte en una comedia absurda. 

Por la iluminación, la dirección de foto y ciertos pasajes instrumentales en la musicalización, la historia no tendría mucho problema en anidarse esteticamente dentro del género de comedia romántica, el pero de todo esto es que en los diálogos y las situaciones que se desarrollan se puede percibir  un hondo componente dramático que acecha cada minuto y que eventualmente explota, pero no de una forma efectiva, sino más bien como una bomba que revienta dentro de un pastel de cumpleaños, dejando una considerable cochinada por todos lados. Ese es quizás el gran pecado de Nicolás del Boca, vetusto director de telenovelas de los años 70´ mayormente - siendo ésta su única experiencia en la cinematografía – tratar de adaptar dentro de una película, un guion extremadamente verborrágico que recala una y otra vez en comentarios filosóficos azarosos que dichos fuera de contexto resultan extremadamente bobos (como la estelar línea de diálogo que lanza Manuel en cierto momento “El tiempo es todo el tiempo” o la Arjonesca “Hacer el amor es un orgasmo del alma”) Del Boca hace un buen trabajo técnico dentro de lo que es su escuela, las teleseries, en ese sentido se nota la poca inventiva para desarrollar planos mucho más interesantes que los efectivos y poco originales plano- contraplano o plano americano. Hay poquísimos recursos que nos hagan descubrir el espacio de un modo distinto o entender las situaciones que los personajes viven de un modo mucho más dinámico, se le saca muy poco partido a los espacios presentados y hay tomas que no se molestaron en producirlas de un modo más cuidado así sea sólo por la composición del cuadro, con decir que en una toma, un extra vestido con una camisa de un chillón color amarillo se queda en medio de ambos protagonistas descartando el foco de atención en algo que no termina de ser una escena corta o en otra que arranca con un curioso y claramente sin sentido plano con profundidad de campo en donde en el fondo vemos a nuestrxs protagonistas y en primer lugar una banda random (mal enfocada) tocando música, entorpeciendo no sólo la imagen sino también el diálogo de los protagonistas al punto que el propio Manuel dentro de la escena les pide que paren para luego volver al mismo lugar y recién ahí la escena cambia al típico plano americano. En definitiva intentar contar con la imagen, en esta caso, no fue esa la búsqueda del director y todo se concentró en el dialogo chapucero y totalmente intenso que estxs dos extrañxs se lanzan de manera casi confrontativa a los pocos minutos de arrancado el filme.


 

No obstante, ese diálogo producto del dramaturgo argentino Enrique Óscar Torres, es finalmente la riqueza de la historia, y va más allá de ser la matriz en la que posibilita se despliegue toda la sartalada de incoherencias que el final aguarda. El diálogo en esta película es sagrado porque es finalmente el mejor ejemplo de un diálogo aislado.  No hay respuesta, quien mira todo esto sólo responde con risotadas, lo que debería ser dramático termina en una irónica broma que ambos protagonistas ignoran. Hay películas malas que consiguen su pódium por lo bizarro de su argumento, lo pueril de su producción, lo ridículo de su historia o lo descafeinado que torna el argumento luego de un par de vueltas. La verdadera película mala es aquella que se ignora con furia, pero en este caso particular, estamos en ese punto donde algo termina siendo tan incoherente con su propuesta original, que se convierte en si misma en un objeto de culto ya que a las finales resulta inexplicable cómo nadie fue capaz de ver el desastre que se estaba cocinando cuando resultaba tan evidente. Por ahí existen rumores que la cinta sólo fue un gran lavado de dinero para otro tipo de negocios, por el momento no se sabe del todo cuáles fueron las verdaderas condiciones de producción.

El antecedente obligatorio de todo esto es la mítica “The room” dirigida, producida, guionada y estelarizada por Mike Wiseau, un extraño personaje que se ha convertido en una especie de paladín del underground Hollywodense que va mucho más allá de la voluntad bizarra de John Waters o la genialidad infantil de Ed Wood, en cierto punto “The Room” no es más que la idea que tenía Wiseau sobre cómo debería afrontarse un drama sentimental, produciendo bajo esa particular idea una historia que sin quererlo mantenía un extraño aire surrealista, especialmente por los diálogos repentinos, bruscos, ridículos, amateurs pero especialmente, por la actuación de Wiseau cuyo nivel tan bajo hace que la incomodidad deje de tener sentido una vez  te acostumbras a esta forma inocua de interpretación. En “Un buen día” pasa casi lo mismo, por un lado los diálogos  se sienten sacados de otra época, muy impostadas, a veces hasta se escuchan recitados, pero leídamente recitados, sin duda la prosa tan rara, sin candencia, frente a dos interpretes que vomitan sus líneas de manera casi vehemente, pone en aprietos el fin último del mensaje, hay un código que cuesta desentrañar entre todo ese extraño enjambre de palabras que intenta invitarnos a pensar en una pareja que quiere seducirse entre sus idas y vueltas. Manuel expresa ideas tan asquerosas y gratuitas para el “levante” como preguntar si “¿Acaso saludar con la mano es acoso sexual?” mientras que Fabiola expresa su conflicto interno de manera sosa, interrumpida, atragantada, desplegando expresiones que no terminan de sentirse orgánicas. Esta forma inaudtia en que lxs protagonistas nos presentan su mentalidad, pretende ir zigzageando de lo banal a lo sagrado, pero con un manejo tan complicado que cada palabra parece una mayor estupidez que la anterior y cuando todo pretende tornar serio ya es muy tarde para suspender la incredulidad como espectadores.


 

Por otro lado, este mal código en cuanto interpretación también se debe a que al notar ciertos errores técnicos en el audio original, toda la película fue doblada, lo que hace que a las finales el audio se sienta anexo a la situación en si, como si viniese de otra dimensión, la voz esta muy limpia frente a un fondo sonoro casi onírico, pero qué creen, este error propio de estudiantes de cine de sus primeros años, en el contexto de esta película no hace más que engrandecer su fenómeno. El audio doblado, el extraño ritmo con que los personajes desarrollan sus diálogos y las actuaciones tan poco vinculadas a lo que sale de sus bocas, no hace más que darle un toque de curiosa intriga, de esta forma la película se balancea entre la inverosimilitud de mayor estupor y la curiosidad de hasta dónde puede llegar este desastre. Un combinado que permite que la película se disfrute como una broma hasta indiscreta.

Por todo esto la película ha conseguido ser un clásico, especialmente para el mundo más cinefilo, siendo incluso más importante que otras “buenas películas malas” de Argentina. “Un buen día” tuvo poca exhibición en su momento, al ser lapidada por la crítica sólo fue mostrada en el canal de cable I-SAT y tuvo una tirada limitada en DVD, esto no impidió que consiguiese una base de fans que la veneraron al notar el carácter especial con que la cinta intentaba abrirse al mundo. Y es que dejando de lado todo el verso melodramático con que los diálogos no aciertan en dar, la historia podría decirse que a grandes rasgos es sobre un argentino que se quiere llevarse a la cama a una argentina que conocio en Miami. La persistencia del hombre para lograr su objetivo es ¿admirable? por no decir enfermiza, especialmente con una chica que en toda la historia  se presenta como alguien insoportablemente histérico.  El guión presenta tres giros finales que realmente no hacen más que darle un largo sinsentido a todo lo visto anteriormente, pese a que en un segundo visionado podríamos notar algunas pistas, estas no logran ser un fuerte foreshadowing por lo que los plot twist se sienten genuinamente sacados del culo. La noble intención de otorgar al espectador un mensaje esperanzador  al cierre de la historia, termina completamente trastocado, pero es algo que beneficia mucho más a la película, ya que de un mensaje algo rudimentario y bastante COHELO sobre el amor y la felicidad, pasamos a la  posibilidad de una interpretación muchísimo más compleja y que admite cualquier teoría falopa inimaginable, lo que hace que la película tenga un sentido inacabado y mucho más rico del que originalmente se pensó.

 

La película incluso fue recreada por fanaticos quienes realizaron las distintas escenas tomando un críterio distinto, algo similar a lo que se hizo con SHREK

En una época virtual como la que ya estamos insertxs, el llamado consumo irónico ha comenzado a erguirse como una forma  curiosa de descubrir cierto valor que se daba por perdido en algunas producciones que involuntariamente o no se salen del orden más achatado de la Industria Cultural. Internet posibilita que el consumo irónico incluso pueda ir más allá de la mera burla por la burla, del mero meme y de algún modo toda esa risa se devuelva a modo de homenaje, al menos así lo sintió Enrique Torres, que lejos de sentirse ofendido por las alabanzas ironicas hacía “Un buen día”, comprendió que el impacto de algún modo igualmente llegó y que el diálogo vacío y muchas veces extraño de su historia finalmente consiguió una respuesta mucho más vasta e incluso humana y...¿no es para eso el cine? ¿Para crear mundos, historias y reírse con impostada seriedad de la vida misma y de sus atados? Pues yo, no sé, sólo sé que el tiempo es todo el tiempo.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario