Que algunas películas “malas” se vuelvan de culto obedece a una curiosa afición humana por reconocer en lo extremadamente desprolijo, una cierta dicha caótica. Inevitablemente suelen ser “benditos accidentes” los que generan que algunos desaciertos se conviertan, de pronto, en cúspide y obra maestra del fracaso.
EL TIEMPO ES TODO EL TIEMPO
“Un buen día” es una película Argentina del año 2010, filmada en California, a simple vista no tiene mayores pretensiones que ser una clásica historia romántica, heterosexual y completamente normativa entre sus dos protagonistas, Manuel interpretado por un exigido Aníbal Silveira y Fabiola encarnada por la estupefacta actuación de Lucia Polak. Desde aquí ya se podría registrar el primer gran error: Entre la pareja de protagonistas, ya sea por sus modos de actuación, porque realmente no hubo feeling o porque la dirección que recibieron resulto insuficiente, no existe química alguna, y este elemento es algo que debería brillar a la hora de desarrollar este tipo de historias románticas, simplemente aquí no existe y esto (más otras cosillas) hace que la película involuntariamente se convierte en una comedia absurda.
No obstante, ese diálogo producto del dramaturgo argentino Enrique Óscar Torres, es finalmente la riqueza de la historia, y va más allá de ser la matriz en la que posibilita se despliegue toda la sartalada de incoherencias que el final aguarda. El diálogo en esta película es sagrado porque es finalmente el mejor ejemplo de un diálogo aislado. No hay respuesta, quien mira todo esto sólo responde con risotadas, lo que debería ser dramático termina en una irónica broma que ambos protagonistas ignoran. Hay películas malas que consiguen su pódium por lo bizarro de su argumento, lo pueril de su producción, lo ridículo de su historia o lo descafeinado que torna el argumento luego de un par de vueltas. La verdadera película mala es aquella que se ignora con furia, pero en este caso particular, estamos en ese punto donde algo termina siendo tan incoherente con su propuesta original, que se convierte en si misma en un objeto de culto ya que a las finales resulta inexplicable cómo nadie fue capaz de ver el desastre que se estaba cocinando cuando resultaba tan evidente. Por ahí existen rumores que la cinta sólo fue un gran lavado de dinero para otro tipo de negocios, por el momento no se sabe del todo cuáles fueron las verdaderas condiciones de producción.
El antecedente obligatorio de todo esto es la mítica “The room” dirigida,
producida, guionada y estelarizada por Mike Wiseau, un extraño personaje que se
ha convertido en una especie de paladín del underground Hollywodense que va
mucho más allá de la voluntad bizarra de John Waters o la genialidad infantil
de Ed Wood, en cierto punto “The Room” no es más que la idea que tenía Wiseau
sobre cómo debería afrontarse un drama sentimental, produciendo bajo esa
particular idea una historia que sin quererlo mantenía un extraño aire
surrealista, especialmente por los diálogos repentinos, bruscos, ridículos,
amateurs pero especialmente, por la actuación de Wiseau cuyo nivel tan bajo hace
que la incomodidad deje de tener sentido una vez te acostumbras a esta forma inocua de
interpretación. En “Un buen día” pasa casi lo mismo, por un lado los
diálogos se sienten sacados de otra
época, muy impostadas, a veces hasta se escuchan recitados, pero leídamente
recitados, sin duda la prosa tan rara, sin candencia, frente a dos interpretes
que vomitan sus líneas de manera casi vehemente, pone en aprietos el fin último
del mensaje, hay un código que cuesta desentrañar entre todo ese extraño
enjambre de palabras que intenta invitarnos a pensar en una pareja que quiere
seducirse entre sus idas y vueltas. Manuel expresa ideas tan asquerosas y
gratuitas para el “levante” como preguntar si “¿Acaso saludar con la mano es
acoso sexual?” mientras que Fabiola expresa su conflicto interno de manera sosa,
interrumpida, atragantada, desplegando expresiones que no terminan de sentirse
orgánicas. Esta forma inaudtia en que lxs protagonistas nos presentan su mentalidad, pretende ir zigzageando de lo banal a lo sagrado, pero con un manejo tan complicado que cada palabra parece una mayor estupidez que la anterior y cuando todo pretende tornar serio ya es muy tarde para suspender la incredulidad como espectadores.
Por otro lado, este mal código en cuanto interpretación también se debe a que al notar ciertos errores técnicos en el audio original, toda la película fue doblada, lo que hace que a las finales el audio se sienta anexo a la situación en si, como si viniese de otra dimensión, la voz esta muy limpia frente a un fondo sonoro casi onírico, pero qué creen, este error propio de estudiantes de cine de sus primeros años, en el contexto de esta película no hace más que engrandecer su fenómeno. El audio doblado, el extraño ritmo con que los personajes desarrollan sus diálogos y las actuaciones tan poco vinculadas a lo que sale de sus bocas, no hace más que darle un toque de curiosa intriga, de esta forma la película se balancea entre la inverosimilitud de mayor estupor y la curiosidad de hasta dónde puede llegar este desastre. Un combinado que permite que la película se disfrute como una broma hasta indiscreta.
Por todo esto la película ha conseguido ser un clásico, especialmente para el mundo más cinefilo, siendo incluso más importante que otras “buenas películas malas” de Argentina. “Un buen día” tuvo poca exhibición en su momento, al ser lapidada por la crítica sólo fue mostrada en el canal de cable I-SAT y tuvo una tirada limitada en DVD, esto no impidió que consiguiese una base de fans que la veneraron al notar el carácter especial con que la cinta intentaba abrirse al mundo. Y es que dejando de lado todo el verso melodramático con que los diálogos no aciertan en dar, la historia podría decirse que a grandes rasgos es sobre un argentino que se quiere llevarse a la cama a una argentina que conocio en Miami. La persistencia del hombre para lograr su objetivo es ¿admirable? por no decir enfermiza, especialmente con una chica que en toda la historia se presenta como alguien insoportablemente histérico. El guión presenta tres giros finales que realmente no hacen más que darle un largo sinsentido a todo lo visto anteriormente, pese a que en un segundo visionado podríamos notar algunas pistas, estas no logran ser un fuerte foreshadowing por lo que los plot twist se sienten genuinamente sacados del culo. La noble intención de otorgar al espectador un mensaje esperanzador al cierre de la historia, termina completamente trastocado, pero es algo que beneficia mucho más a la película, ya que de un mensaje algo rudimentario y bastante COHELO sobre el amor y la felicidad, pasamos a la posibilidad de una interpretación muchísimo más compleja y que admite cualquier teoría falopa inimaginable, lo que hace que la película tenga un sentido inacabado y mucho más rico del que originalmente se pensó.
La película incluso fue recreada por fanaticos quienes realizaron las distintas escenas tomando un críterio distinto, algo similar a lo que se hizo con SHREK
En una época virtual como la que ya estamos insertxs, el llamado consumo irónico ha comenzado a erguirse como una forma curiosa de descubrir cierto valor que se daba por perdido en algunas producciones que involuntariamente o no se salen del orden más achatado de la Industria Cultural. Internet posibilita que el consumo irónico incluso pueda ir más allá de la mera burla por la burla, del mero meme y de algún modo toda esa risa se devuelva a modo de homenaje, al menos así lo sintió Enrique Torres, que lejos de sentirse ofendido por las alabanzas ironicas hacía “Un buen día”, comprendió que el impacto de algún modo igualmente llegó y que el diálogo vacío y muchas veces extraño de su historia finalmente consiguió una respuesta mucho más vasta e incluso humana y...¿no es para eso el cine? ¿Para crear mundos, historias y reírse con impostada seriedad de la vida misma y de sus atados? Pues yo, no sé, sólo sé que el tiempo es todo el tiempo.-
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