domingo, 27 de agosto de 2017

El alucinante viaje de Twin Peaks




Esto no pretende ser una crítica a la tercera temporada de la serie de David Lynch y Mark Frost (al pobre siempre lo olvidan cuando se habla de la serie) aunque sí hablaré bastante de aquello por lo que si hay alguien que no se quiere comer unos pocos SPOILERS, ya están avisados. Twin Peaks podía ser una serie más de misterios e intriga, pero incluso desde su noventera emisión había algo, un aura enrarecida que la hacía destacar sin ser la serie perfecta ni nada por el estilo, esta tercera temporada ha demostrado ser la apoteosis de aquel intento por transformar una simple serie televisiva en una verdadera odisea de inquietantes emociones.

 
El surrealismo como columna vertebral de un thriller


Cuando el agente Cooper logra salir de la terrorífica habitación roja mediante una onírica secuencia de transportación, como espectadores nos toca digerir al menos quince minutos de un montón de cosas que a simple vista no tienen la más mínima lógica en el sentido de que carecen de total significado cerrado. Ojo, yo hablo desde una posición de espectador moderado, no de un acérrimo fan que se ha leído los libros de Mark Frost al respecto y ha elaborado con detalle una teoría especifica de la mitología de la serie. Después de LOST me aburrí de ver las series de ese modo y las disfruto de acuerdo a lo que me hagan sentir, y les diré que esa secuencia es inusual para la televisión.  Básicamente Lynch nos deja por varios minutos sin entender nada, sin sospechar si quiera lo que le ocurriría al agente Cooper en esa perturbadora dimensión compuesta por sueños y quimeras. No se trata tanto de poner una “marihuaneada” en pantalla y dejar que alucinemos con formas y colores, Lynch realmente se toma el tiempo de darle sentido visual al caos que estamos viendo: Antes de salir de ese mundo el agente Cooper interactúa con una extraña mujer sin ojos que le hace gestos de incomodidad, en el ambiente se escucha un sonido bajo, filoso y cósmico, sonido que cobraría relevancia cuando Cooper sube al balcón de la habitación en la que se encuentra y se queda ensimismado frente a un extraño mirador que está en medio del universo (literalmente el universo) frente a él la cabeza del Major Briggs flota pronunciado las palabras “Blue Rose” La secuencia no es mágica, ni espeluznante, pero sí inquietante, Lynch filmó una pesadilla como lo hizo hace cuarenta años en su debut con “Eraserhead” (1997) y lo siguió haciendo en “Lost Highway” (1997); “Mulholland Drive” (2001) y “Inland empire” (2006) su última película hasta la fecha. Pero en esta tercera temporada de Twin Peaks, Lynch logro llevar el surrealismo actual a un nivel superior de refinamiento en cuanto a forma y discurso audiovisual. 

                                                     Aquí parte de la escena

La secuencia termina con Cooper transportándose al mundo real mediante una toma de corriente, sólo quedan sus zapatos en el mundo de la logia negra, esto en referencia al mago de oz, mientras tanto vemos como su doplenganger comienza a sentir los efectos de ser atraído hacía la logia y en una escena igualmente jugada (pero bastante menos onírica) notamos sus intentos de resistencia. Pero esta locura no termina aquí, en el comentado capítulo 8 Lynch nos regala la posible explicación del origen de estos seres de la logia negra, y por supuesto lo hace de un modo surrealista y desbocado. Nos transportamos a 1945, vemos la prueba de una explosión nuclear, de fondo suena la terrorífica “Threnody to the Victims of Hiroshima” del compositor Krzystof Penderecki. Imágenes en blanco y negro nos llevan al corazón de la explosión donde figuras liquidas comienzan a agarrar forma, mientras que en una gasolinera cercana un grupo de leñadores ve alterado su espacio-tiempo. La secuencia es una orgia de onirismo y lo que seguiría en el capítulo no mermaría en tal aspecto, aunque a la larga confió en que todos estos delirios tengan una base argumental muy sólida es innegable que a esto sólo se puede llegar mediante las tripas y no la cabeza, y que por sobre todo las imágenes como significantes tienen un coherencia increíblemente llamativa (aquí un gran video explicando esto).
  
Intentar buscarle una explicación lógica a una escena en donde se ve como una criatura mitad sapo mitad escarabajo se mete en la boca de una chica previamente hipnotizada por una entidad psicoespiritual malvada (o no) que lanza un mantra desde una transmisión de radio, es cuanto menos…un reto para el espectador común de televisión.


Twin Peaks ha dejado su marca que sólo se puede acceder mediante la fascinación visual y en eso no hay que hacerse el intelectual ni nada, la serie ostenta momentos profundamente aburridos, posee una infinidad de personajes que aparecen sólo para tener diálogos casuales, momentos de tensión que culminan en nada y muchas conversaciones que parecen remitir a otra cosa de menor importancia, pero en definitiva esa es la gracia de Twin Peaks, eso es lo que la destaca de cualquier otra serie, su capacidad para intrigar aun cuando todo parece ser una simple tomadura de pelo.


Dentro de todo, argumentalmente la serie sigue siendo un thriller, una constante tensión entre el bien y el mal, con policías federales y asesinatos perpetuados con arma en mano, gente corrupta y narcos. La cuestión aquí es cómo de una premisa profundamente televisiva (thriller) pasamos a algo tan encriptado en imágenes surrealistas o mejor dicho ¿cómo se permite que la columna vertebral de una historia cuasi policial o detectivesca resida en el surrealismo?
 
La atmosfera inquietante detrás de un paisaje bucólico


Cuando Twin Peaks llego a nuestras vidas a principios de los noventa (yo ahí tenía como dos años) la premisa que lo sostenía parecía bastante evidente: El asesinato de una chica ejemplar en un pueblo de la América profunda, un hermoso lugar llamado Twin Peaks, alejado de la civilización y completamente bucólico con sus cascadas, bosques y paisajes paradisiacos. Ahí es donde llega para investigar el caso el agente especial del FBI, Dale Cooper. Personaje bonachón y medio místico que entabla una fuerte conexión con la gente del pueblo, pero tras la aparente armonía de estos personajes se esconde una serie de enredos, intrigas y secretos, al punto de llegar a ser ridículo como es que cada personaje posee un lado extremadamente turbio. 

Esta primera temporada se basa completamente en el caso policías, compuesta sólo 8 capítulos vemos pocos momentos oníricos aunque destacables como aquel final del tercer capítulo en donde suceda aquella antológica escena televisiva del enano bailando dentro de la habitación roja, un momento que en su tiempo supongo que a todos dejo perplejos, pero que se “entendía” porque se dejaba claro que obedecía explícitamente a una escena de sueño. 


La segunda temporada de extensión mucho más considerable (22 episodios) debido al éxito de la primera, se presenta como una serie muy diferente, si la primera temporada parecía más una miniserie que se elaboraba en base a un misterio preciso, esta segunda temporada se construyó debido a su extensión en distintos arcos argumentales que se enlazaban de alguna manera. Si bien la serie en general se construyó como una SOAP opera donde cada personaje disponía de su propia trama, fue en la segunda temporada donde esto se dejó ver más acabadamente,  dándole un lugar pleno para que las tramas se desarrollasen. Se establece así la primera diferencia entre una temporada y otra, la isotopías, si en la primera temporada todo giraba en torno a la diferencia entre   inocencia/ vs/ perversidad, la segunda desde su primer capítulo propuso un nuevo nivel de confrontación lo normal/ vs/ lo extraño. Los personajes espirituales se hicieron más comunes en esta temporada y las referencias a casos extra-terrenales cobraron una inusitada importancia. 

 
Miguel Ángel Torres en su análisis de Twin Peaks deja ver que el potencial de la serie y probablemente su éxito fue en el hábil uso de estas isotopías, aquella atmosfera inquietante del universo de la serie era proporcionada por la constante tensión enrarecida de un ambiente a primera vista bucólico como lo era el pueblo de Twin Peaks: “Del lado de su organización semántica, la serie se apoya en una oposición entre un mundo inocente y otro obscuro, perverso. Esta gran oposición temática es representada por una oposición de espacios y de actores: el pueblo de Twin Peaks y sus habitantes vs The Black Lodge y personajes como Bob, la encarnación actoral de la maldad” 

Pero el problema de Lynch fue los desvaríos de la industria televisiva, la segunda temporada no tuvo la audiencia indicada, para Torres esto se explica más por la mala jugada publicitaria que la cadena ABC hizo para promocionar la serie, dando a entender que se descubriría la identidad del asesino, algo que sus creadores no quería revelar. Además el cambio conceptual que la serie tomaba con el surgimiento del componente fantástico en la segunda temporada posibilitaba un cambio de juego que la cadena no tomo en cuenta, Torres nos dice “Lo interesante del caso de Twin Peaks es que, como lo señalamos antes, este ingreso en el terreno fantástico está totalmente ausente del paratexto  y del discurso que la cadena televisiva sostenía, pese a que se trataba de diferencias mayores que cambiaban radicalmente las expectativas potenciales de los espectadores con respecto a la serie y a la resolución del arco narrativo principal” El fracaso en audiencia de la serie y las presiones de la cadena televisiva hicieron que Lynch se alejara del proyecto creativamente, luego, después de la mitad de la segunda temporada cuando se descubre al asesino de Laura Palmar y queda en el aire la incógnita de una amenaza mayor la serie se vuelve errática y trata de llenar sus espacios confusos con historias secundarias muy olvidables. Era el fin anunciado, la baja calidad de los capítulos es muy notable, sin embargo, el final de la temporada se da de un modo muy particular, con ninguna historia cerrándose y, de hecho, el arco principal torna en un cruel cliffhanger que hacía posible desde todos lados la posibilidad de una tercera temporada, pero seguramente Lynch no quiso volver a negociar con la cadena televisiva para no comprometer su integridad artística, el resto, ya lo sabemos, tuvieron que pasar 25 largos años -con una película precuela de por medio- para que los fans pudiesen por fin saber cuál era el destino que le aguardaba al infortunado Cooper y a su malvado doplenganger. La inquietud nos comió los sesos a todos.
 

Buscando un épica en lo cotidiano


Y esta tercera temporada parece ser la culminación de un viaje disperso, con caídas y errores, pero por sobre todo hoy en día con un aura mística bajo los hombros. ¿Sabrá David Lynch eso? Seguramente sí, cuando la idea de revivir la serie golpeó a su puerta bajo la figura de un par de ejecutivos de Showtime sus condiciones fueron inamovibles: Total control creativo de la serie, que se respete el horario de emisión y la mínima intervención en cuanto a publicidad. Lynch no iba a cometer los errores del pasado, cuando ABC en los noventa cambió de horario la serie de los miércoles a la noche a los sábados en la noche él y Frost se lamentaron creyendo que el público que seguía la serie, adultos jóvenes en su mayoría, no miraría televisión el sábado. El cambio de horario arbitrario fue un error ya que jugó con el cronograma de los espectadores, pero también el gran error de ABC en su momento fue imponer una respuesta a la serie mucho antes de que esta hablase por si misma, de acuerdo a Torres: “La intervención de la cadena en el que fue el destino de la serie tocó también otros puntos, probablemente más críticos, como el horizonte de coherencia textual de la serie y el desarrollo narrativo de la misma. (…) debemos señalar además otra intervención crucial de la cadena: la de anunciar, desde el inicio, que se conocería quién era el asesino de Laura Palmer al final de la primera temporada. Al hacerlo, ABC, en su rol de meta-enunciador, hacia una promesa con respecto a la serie; una promesa que no es del orden del género, pero sí del orden de su coherencia diegética.  (…) Esta promesa diegética tiene entonces un doble valor: anuncia el final del arco narrativo principal y un comportamiento textual -Twin Peaks tendrá un season finale revelador como las series lo suelen tener.” 

                                      Esto es simplemente magistral

Todos estos aspectos se han superado, la publicidad de esta tercera temporada adelantaba poco y nada sobre lo que veríamos, manteniendo por sobre todo su atmosfera inquietante, al mismo tiempo las posibilidades de streaming por netflix hacían que la serie corriera con ventaja al no estar solamente restringida oficialmente por su horario en el espacio televisivo.

Pero lo más importante, Lynch goza de excelsa libertad creativa y eso se nota, las secuencias oníricas deslumbran, los tiempos lentos de algunas escenas no se le permitirían a cualquier otro productor, pues son completamente anti-televisivos, los diálogos muchas veces son extraños. La cantidad de escenarios por el que se desplaza la serie dejando en sus primeros capítulos al pueblito de Twin Peaks muy en segundo plano hacen suponer que esta historia es realmente épica, pero es una épica que se construye ante todo desde el cotidiano. Lo raro es deslumbrante, pero lo verdaderamente inquietante está en lo cotidiano, en los personajes turbios, en los secretos oscuros y en el aura tensa en donde se presiente constantemente un inminente desastre. 


Twin Peaks es una epopeya onírica en la que nos introducimos de principio a fin, aunque vale decir que esta tercera temporada no es una serie perfecta, la construcción argumental a veces resulta floja y azarosa sólo para hacerla avanzar.  Además los “descansos” que se toman algunas historias entre capitulo y capitulo hacen que algunos hilos argumentales se nos pierdan completamente de vista, definitivamente esto es a raíz de que Lynch quiso llevar al extremo la idea de SOUP OPERA, este Twin Peaks 2017 parece un cumulo de historias o anécdotas que vemos y no sabemos a dónde nos llevarán, es muy probable que nada cierre como esperamos, que no encontremos un final convencional (ni de lejos) y que nos quedemos mirando la pantalla un buen rato después del último capítulo intentando hacer sentido a todo, pero como dice ese viejo adagio, lo importante del viaje no es el destino sino el recorrido y en esta tercera temporada, y en realidad en todo lo que ha sido la serie, Twin Peaks nos ha llevado por una verdadera montaña rusa. A disfrutar y dejarse sorprender que al menos esta vez los diabólicos ejecutivos televisivos no meterán sus narices.

ENLACES:


Ensayo de Miguel Angel Torres sobre Twin Peaks:  http://2016.lafuga.cl/twin-peaks/583

https://elpais.com/elpais/2017/07/04/tentaciones/1499161183_618125.html

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