domingo, 29 de diciembre de 2019

Series para ver, volver a ver y pensárselo mejor antes de ver: The Mandalorian




No, aún no veo la última Star Wars de JJ. Abrams, pero ya me han advertido que me espera una bazofia completamente predecible y ajustada a todos los clichés de películas Hollywoodenses de acción del último tiempo, es decir mucho ruido y poca mística. No obstante, bajo la marca de Star Wars apareció otro producto que ha dado mucho que hablar, sí, nos referimos nada más ni nada menos que a Baby Yoda, por supuesto.



El Western que nadie pidió, pero todxs querían




El gran acierto de The Mandalorian fue reestablecer la mística propia de las películas originales de George Lucas, la cual ya se sentía muy sepultada y bastardeada por las últimas entregas cinematográficas. John Favreu consiguió crear una historia en un cómodo formato episódico  que transmite a la perfección ese sentimiento de odisea aventurera en un mundo caótico y lleno de sorpresas. Sumado a la excelente dirección de verdaderos fans de la saga original de la franquicia como Taiki Waititi, Dave Filoni o Rick Famuyiwa, The Mandalorian ha conseguido elevarse como uno de los puntos fuertes de Star Wras, y claro está, ha conseguido rápidamente una línea no desdeñable de merchandansing (¿aún se dice asi?) que ha conseguido levantar el ansia consumista que las últimas películas no ha podido atizar.


Nos ubicamos cinco después a la caída del Imperio. El universo intenta restablecer cierto orden fuera del sistema fascista que lo tuvo controlado por tantos años, es en este escenario medio acéfalo en donde cazarrecompensas, sicarios, bandoleros y otras malas hierbas están a la orden del día para aprovechar esta situación de inestabilidad política y social, aunque claro, muy natre serán, pero aún así respetan protocolos, códigos, o en el caso de nuestro protagonista las leyes del sindicato de su rubro.



Mando, un implacable y excelente cazarrecompensas del credo de los Mandalorianos (popularizados por la fugaz, pero entrañable participación del malogrado Bobba Fett) diligente, 100% eficaz y preparado para los imprevistos, es nuestro protagonista y se nos presenta desde el primer minuto como un ser resolutivo y sagaz, propio de los héroes de Western, pero en este caso (aunque hay ciertas reminiscencias) no estamos ante un imbatible Charles Bronson interpretando a Armonica en la excelente “Once upon a time in western” del legendario Sergio Leone. Mando no es un personaje en busca de una fría venganza contra el mundo, es más bien un personaje en busca – sin saberlo – de su redención: Un hombre sin destino, con un pasado traumatico, y que tras su simétrico casco, incombustible armadura y radiofónica voz, esconde un aura indisoluble de bondad, la cual se manifiesta al momento de conocer a Baby Yoda, el cual originalmente era su presa, encargada por unas facciones secretas del Imperio, comandadas por el mismísimo Werner Herzoog (otro fanático declarado de la Saga)



Es menester aclarar la “dichosa” confusión que produce este viralizado personaje de Baby Yoda. Primero, no, no es el Maestro Yoda que conocemos, es una especie de su raza (aún desconocida) que a pesar de ser un niño ya tiene 50 años y que de a poco ha manifestado el uso de la fuerza con enorme potencial. El Mandaloriano, ignorando esto, poco a poco se encariña con el pequeño y se promete defenderlo de las fuerzas secretas del imperio que van a su caza, en una dinámica del gato y el ratón, que parece estirarse demasiado, pero que sorprendentemente funciona bastante bien, pues la química que se genera en estos inusuales compañeros de viaje, determinada por gestos, acciones y silencios que dicen mucho es altamente efectiva. De este modo tenemos una trama de relación donde un tipo rudo (en este caso totalmente robotizado) va abriendo su humanidad y empatía gracias a la responsabilidad que adquiere frente a un niño que debe defender, que por lo demás, es adorable y recuerda totalmente a un gato más que a la legendario marioneta jedi.

Más que un meme



Una trama simple, algo repetitiva en su formato y que ya parecía bastante superada por otras producciones, calza perfecto en este mundo de Star Wars. Tanto la iconicidad de sus personajes como el sagrado cannon que guarda la franquicia, se juntan con el potencial de carácter que sus protagonistas pueden desarrollar. Por fuera de ese núcleo, The Mandalorian es a todas luces un Spaguetti Western, al menos sigue más aquella tradición que la opera rock de las películas. La serie contiene muchos momentos de tensión, batallas y mucha aventura que recuerda en algún grado aquellos sentires del cine de aventuras de los 80´.
 
Se trata de una ampliación dentro del cannon de Star Wars y como tal, es simplemente genial, pues recordemos que más allá de la grandeza de algunas películas, la mística de Star Wars siempre fue elevada por la fanaticada quienes a través de sus historias alternativas, comics y juegos han conseguido llenar a esta franquicia de detalles y personajes con mayor profundidad y potencial que el que han dado las entregas originales y The Mandalorian aunque lleve el sello original sigue esa senda. Meticulosa en cuanto a detalles y cultura, elementos que muchas veces las propias películas ignoran en este caso consiguen ampliar el vasto universo de la saga entregándonos elementos del contexto político, las formas de vida autárquicas y salvajes, las diversas razas y la complejidad de sus mitologías, es decir, no se trata de hacer clones sobre clones, cada raza es un verdadero mundo y es aquello lo que Favreu consigue exhibir con éxito. 

La música, implantada en la cultura popular con mucha fuerza, en este caso consigue ignorar los acordes de John Williams, para sumergirnos en un mundo mucho más rudo, desolado y en más de algún momento tribal. Es el compositor  Ludwig Goransson quien lleva adelante una banda sonora que no evita los ribetes épicos, pero que sí consigue ser muchísimo menos pomposa que la banda sonora que solemos relacionar a Star Wars, en este caso la música nos sumerge con sus guitarras distorsionadas en un western espacial único. Sin duda un gran trabajo que eleva mucho más los repetitivos acordes de Star Wars.



Finalmente la interpretación del chileno Pedro Pascal resulta interesante, el trabajo con su voz casi monocorde y las nulas expresiones que se permite desde el interior de su traje y casco, son valiosas y de un trabajo actoral casi de minería. Más allá del acertado trabajo de su protagonista, el resto del elenco no se queda atrás y aunque remitan a los estereotipos maniqueos propios de los personajes de Star Wars, en todos los que el tiempo les permiten consiguen mostrar matices, destaco por sobre todo a Gina Carano en el papel de la ex mercenaria y rehabilitada Cara Dune y al inescrupuloso Carl Weathes en el papel del líder del sindicato de mercenarios, Greef Karga.
Una segunda temporada ya es inminente, la serie ha conducido sus elementos ganadores de forma magistral y realmente dan ganas de saber cómo continuará esta intensa historia. No olvidemos que quien nos trae esto es Disney +, por lo que cierto grado de moralina se inyectará en los guiones y en muchos casos lo más probable es que cualquier profundidad o complejidad narrativa termine siendo podada en pos de una estabilidad moral que represente los valores de la Empresa del Ratón, al menos esta primera temporada, aunque no carece de momentos en donde se tiñe de exceso el lado bueno y el lado malo de los personajes, consigue no ser tan relevante y la historia mantiene interés en sí. Veremos cómo sigue esta impredecible aventura espacial.


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