viernes, 20 de noviembre de 2020

100 discos para mis treinta: #58 Charles Mingus – Mingus Ah Uhm (1959)


 

Debo admitir que no soy un gran fanático del jazz, más allá del universo desequilibrado de John Zorn y uno que otrx interprete, la música jazz la disfruto mucho más de lejos. Tengo muchas canciones sueltas que podrían entrar en mi TOP 100 de canciones esenciales para mi vida, pero discos propiamente tal no tengo mucho que decir, por lo mismo este disco que en si mismo es leyenda tiene un lugar especial en mi corazón.

Sonidos que definen un estilo


En cualquier lista de esenciales de la música Jazz este trabajo se asoma junto a los de Miles Davis y Ornete Coleman, las razones no son muy difíciles de entender, se trata de un disco que representa bastante bien el paradigma del jazz que habitualmente entendemos: Dispersión, talento y sobre todo goce. Un goce por la música que se está ejecutando se transmite en las 12 canciones que componen este histórico álbum. Básicamente este trabajo le dio al jazz esa aura agitada, bohemia, rebelde e irónicamente le otorgo un tufillo medio snob al género.

Charles Mingus fue un contrabajista aplicado y temperamental, como toda leyenda la parte oscura y agresiva de su personalidad suele ser retratada con mayor ahínco. Realmente en el escenario era capaz de mandar a la mierda todo si sentía que la audiencia no lo estaba escuchando, sus músicos no corrían mejor suerte. Conocida y documentada es el altercado que tuvo con uno de sus colegas trombonistas Jimmy Knepper a quien agredió en 1962 propinándole un puñetazo en la boca que le fracturó su embocadura jodiendole años de su carrera y todo esto por una simple discusión sobre una partitura que Mingus escribió y que Knepper no pareció gustarle.

A esto se le suma los extremos emocionales en los que el contrabajista caía en muchos periodos de su vida, siendo altamente productivo a veces, pero muy vago en otros momentos bastante prolongados, actitud que sólo comparten los grandes como el mangaka Yoshihiro Togashi y yo. Definitivamente es una figura interesante de descubrir y se tejen en torno a él mil y un historias sobre sus arranques frenéticos, su condición mental y como no, su militancia por los derechos de la comunidad afroamericana. Pero aquí venimos a rescatar su música y especialmente un disco casi bisagra que consigue equilibrar la tradición del big bang jazz de artistas como Duke Ellington (a quien Mingus admiraba) y la soltura más brava del jazz de salón que se cocía por aquellos años en las urbes más cosmopolitas del mundo.

Si se preguntan porque este disco es importante en mi vida, habiendo tantos discos de jazz, pues bueno, la historia es simple y directa. Este disco me acompañó en mis noches de estudio, así de simple y sin demasiadas vueltas la música de Mingus, así como la de Parker, Davis y Armstrong me han acompañado en mis momentos de concentración más opresivos, es decir, cuando tenía que estudiar o prepararme a full para un examen. Sin embargo, mientras solía escuchar canciones sueltas de jazz, habían un par de discos que se repetían y este sin duda me otorgaba bastantes energías para seguir estudiando, unx cuando es estudiante y vive en casas compartidas, a veces no le queda otra que intentar albergarse en un rinconcito de concentración y expandirlo lo mayor posible, el jazz y este disco de Mingus fueron en ese sentido mis grandes aliados para mantener las ganas de preservar ese rincón del estudio e incluso aún sigue siendo uno de mis discos predilectos que pongo para cuando quiero realizar una actividad que involucre  "poner seso a las cosas" No sé por qué mi mente funciona así, pero si para otras personas la música clásica tiene ese efecto de generar algo de equilibrio y calma, a mí me funciona con el jazz, obviamente no cualquier jazz, si no este que práctica Mingus con soltura y diversión.

"Ah Uhm" define un sonido y al mismo tiempo dibuja o al menos bosqueja las lineas de una década que se iba y parecía muy fructífera en términos capitalistas, este jazz mantiene algo de ese glamour cincuentero que se puede apreciar en algunas películas de Hitchcok, pero al mismo tiempo es la perfecta banda sonora para aquellas películas de John Cassavetes quien ese mismo año estrenó "Shadows" una de sus obras más reverenciadas por las escuelas de cine y actuación, en donde el jazz es un telón de fondo decadente para exhibir las dimensiones problemáticas de un trío de hermanos afroamericanos, aunque en este caso, el foco de los problemas no estaba tanto en el color de piel sino más bien en otras preocupaciones que para esos años parecían un poco absurdos, problemas como el porvenir, la libertad de elegir frente a las circunstancias y una buena dosis de discursos existenciales maravillosamente interpretados y registrados bajo una cámara discreta, pero precisa. 

No nos vayamos de tema, con "Ah Uhm" Mingus realmente consigue brillar como compositor paseándose del swing al blues, del ragtime  al dixieland. Su habilidad para conseguir conjugar la tradición jazzística más profunda de Estados Unidos, junto a la sofisticación teórica proveniente del legado cultural europeo, originando con ello un estilo que muchos situaron en la llamada Tercera Corriente (aquella que buscaba fusionar elementos del jazz y la clásica) le valió un disco que, tengo entendido, es material obligatorio para cualquier alumnx de conservatorio de Jazz.

Obviamente Mingus se sabía reunir de músicos tan competentes y con quienes solía fluir una química casi instantanea (al menos antes de que Mingus le dieran sus rabietas) en este disco la banda la complementan Shafi Hadi, Booker Ervin y John Handy en los saxos, Dannie Richmond en la batería, Horace Parlan en el piano y  Willie Dennis junto al ya mencionado  Jimmy Knepper en la sección de los trombones, todos luciéndose de manera orgánica.

Jazz de pura finesa


 

Cualquier persona que quiera introducirse al mundo del jazz, este sería un buen disco con el que comenzar ya que su sonido mantiene vigencia y representa algo que con el correr de los años se ha replicado bastante. Creo que obra de arte le viene bastante bien como definición inmediata, incluso su portada (realizada por el diseñador grafico Sadamitsu Fujita, un artista favorito por los jazzistas más emblemáticos para buscar imágenes que identifiquen su música)da pie a que lo que escucharemos será tan sofisticado como descontracturado, obviamente para la epoca. A fin de cuentas y como ha quedado este sonido en la historia, es sin duda pura fineza.

Better Get Hit in Yo’ Soul es un clásico por si solo, con el arranque de las cuerdas trepidantes de Mingus para luego explotar en pocos segundos con toda la banda otorgando un sonido urbano, nocturno y jubiloso, el tema no baja su poder y es un claro homenaje al gospel con el que Mingus sobrellevo su infancia. Goodbye Pork Pie Hat es un blues delicado con la sección de vientos muy contenida en una primera sección, este tema fue dedicado a la memoria del trompetista Lester Young quien había muerto una semana antes de que se grabase esta sesión, por ese el ritmo más parsimonioso y algo romantico también.


 

La locura y el bebop vuelve con la magistral Boogie Stop Shuffle ese tipo de canciones en donde la imagen de una banda de jazz tocando en un antro de los años cincuenta se te viene de inmediato a la cabeza, con energías tan álgidas como las de este tema era raro pensar que la decada de los sesenta iría desechando las tonadas del jazz para abocarse al pop y el rock como genero predilecto para una juventud mucho más idealista. Self-Portrait in three colors es otra canción lenta que podría sonar a alguna de Miles Davis, las más conocidas, es Jazz a estas alturas tan paradigmatico que el propio sonido definió en algún punto al genero. Open Letter To Duke es una pequeña referencia al heroe de Mingus, Duke Ellington quien indirectamente le mostró que había más música tras los muros de la iglesia. Musicalmente  la batería ya empieza a brillar en su técnica, siendo una de las percusiones más algidas hasta el momento aunque decanta en una sección más suave que respira ciertos aires vanguardistas.

 Aunque sobrio en su ejecución, Mingus igualmente marca parecencia, incluso en una canción tan dominada por los vientos y un swing casi hipnótico en las percusiones como lo es Birds calls, donde el piano también presenta su sección de intenso virtuosismo. Fables of Faubus quizás por la predominancia de los vientos también recuerda mucho a Miles Davis, debo admitir que este es uno de mis temas preferidos por su envolvente aire de misterio, la canción ideal para una película noir, por su parte el tono un poco violento de la canción no es a priori, va dedicado a Orval E. Faubus un gobernador bastante racista. El mismo ritmo sigiloso y blusero podemos sentir en Pussy Cat Dues, aunque a diferencia de la canción anterior hay algo más de sensualidad añadida en esta obra de poquito más de nueve minutos.


 

El viaje con ecos al ragtime y dixieland en la pomposa Jelly Roll quizás el único tema que queda un poco anacrónico con respecto a las otras canciones y cuya dedicatoria va para pianista Jelly Roll Morton. Pedal Point Blues va guiada por la melodía de un piano acechante, cruzado por unos vientos casi danzantes y una percusión galopante, Mingus consigue darle una impronta de completa elegancia con sus cuerdas. GG Train por el contrario sigue un camino más convulsionado en el contrabajo, con un Mingus arengando al equipo a dar un swing bien movido. Finalmente la pomposa Girl of my dreams condensa esos tonos caracteristicos del jazz actual, pero que al momento de estrenarse esta canción se traducía a lo que sería la pulida definitiva a los elementos paradigmaticos del jazz: baterias rápidas, quiebres técnicos, un bajo determinante, un piano tan dinámico como locuaz y una sección de vientos que toca realmente con mucha pasión, hacen de esta pieza una delicia para cualquier melonamx.

Un disco de jazz de tomo y lomo, que te hace sentirte como un beatnik aunque odies profundamente a esos snobs como lo hacía Ned Flanders. Un esencial, simplemente un disco magistral.-

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