martes, 26 de mayo de 2020

El cine que no vimos: The Intern

Película: The Intern
Año: 2015
Director: Nancy Meyers
País: Estados Unidos
 
Sinopsis: La película nos cuenta la historia de Ben Whittaker (De Niro) un viudo de 70 años de edad y jubilado quien, para mantener su vida y mente ocupada, viaja, aprende nuevos idiomas, toma sesiones de yoga, sale a dar paseos, etc. Pero siempre que llegaba a casa era como si todo estuviera incompleto de nuevo. Hasta que encuentra una pasantía para personas de la tercera edad en una empresa que se dedica al comercio electrónico de ropa. El puesto de Ben será el de asistente personal de Jules Ostin (Hathaway) la joven fundadora y directora del emprendimiento.
 
 
Creo que me gane mis alas

                                                   ¿Qué? Me referí a esta canción de Wings


En 1987 Win Wender presento al mundo una de sus películas más sobrecogedoras “El cielo sobre Berlín” la cual, a través de diálogos metafísicos y un perfecto clima poético en el que se retrataba la ciudad Alemana como un ensamble Barroco dividido por aquel muro político, cuenta – a grandes rasgos – la historia de un ángel que desea Sentir como los mortales. ¿Qué tiene que ver esto con la película de Nancy Meyers? Realmente nada, pero es necesario plantar un precedente:

El éxito ante la crítica que la película de Wenders suscitó no fue sorpresa para nadie, no así, la buena recepción comercial, la cual consiguió que el director Alemán continuase la historia mediante una destacada secuela llamada “Tan lejos, tan cerca” estrenada en 1993, contando para esta segunda parte con la participación de diversas figuras como Lou Red, William Dafoe e incluso Mijael Gorbachov, además de tener música original de U2, aunque ya en la primera película personalidades como Nick Cave (en una lúcida performance) y Peter Falk (interpretando al querido personaje televisivo Columbo) aparecían. Lo que importa aquí son dos cosas: Los personajes de la película al ser ángeles únicamente tienen la misión de reconfortar y dar energía a lxs mortales en su dolor. Uno de los ángeles terminaría enamorándose de una mujer. 

Estas premisas fueron replicadas en Hollywood mediante cintas noventeras como “Casi un ángel” (1990), “Michael” (1996) o “Caído del cielo” (1996) La mayoría películas que de una forma u otra (a veces abusando mucho de la religión dentro de sus historias) reutilizaban la idea del ángel que aparece en la vida de algún personaje para arreglársela de una forma en que éste aprendiese una lección valiosa para su existencia. El abuso de esta idea llegaría en 1998 cuando se estrenó el remake de “Las alas del deseo”; “City of Angel”,  traducido en Hispanoamérica bajo el poco sutil nombre de “Un ángel enamorado” la cual traía a los (en ese entonces) taquillerxs Nicolas Cage y Meg Ryan a una trama que Hollywood había exprimido tanto que ni como cinta romántica consiguió ser relevante los años posteriores a su estreno (pese a esa excelente canción que acompañó su soundtrack) Terminado los noventas y con la película original que dio chispa a esta especie de “subgénero”, completamente difuminada en su esencia, la idea de los ángeles enamorándose de personas y solucionándoles sus vidas no parecía algo que diera mucho jugo en los dramas, por lo tanto se aposto a lo mismo, pero a través de la comedia o realizando una que otra variación del argumento. 


"Las Alas del deseo" de Wim Wenders

De esta forma llegamos al año 2015 cuando se estrena “The Intern”  cinta que pone sobre la mesa el clásico estilo formal de Nancy Meyer: elementos visuales y sonoros poco vistosos o con nula expresividad, pero completamente prolijos y cuidados en su forma naturalista ya que lo importante aquí antes que todo es cómo se desenvuelve narrativamente la trama por medio del diálogo de sus personajes, ante esto no se pueden esperar muchos recursos estilísticos. La directora, si bien nunca ha intentado subvertir el género de la comedia romántica, siempre ha ofrecido una narrativa que deja de lado los tópicos clichés que hacen que estas se vuelvan tan empalagosas, burlándose de ellos y dándoles una vuelta de tuerca para justamente criticar la superficialidad en la que caen, siendo su gran logro “Alguien tiene que ceder” una cinta correcta, fuertemente basada en el guion y las interpretaciones. Bajo esa perspectiva “The Intern”, su última película hasta la fecha, no ofrece nada nuevo y es a grandes rasgos su trabajo más autoindulgente y perezoso. La cinta repite la fórmula de aquellas películas noventeras sobre ángeles arreglándole la vida a una persona, aunque de un modo tan cursi y plano que al final termina convirtiéndose en la versión más paródica de los elementos con que Hollywood bastardeó la cinta de Wenders.

 Lindo día para trabajar

-Y así te creas un fotolog

“The Intern” es una cinta que tras sus buenas intenciones de entregar una historia sencilla con una aparente moraleja final que se va construyendo y filtrando durante toda la historia, termina siendo sosa, predecible, paternalista y demasiado acomedida para los estándares actuales, de todos modos, uno de sus mayor pecado es que en su historia no pasa nada, salvo su sinopsis inicial. Y no, no estoy afirmando que para que una historia de película sea buena tiene que pasar algo increíble, o se tiene que desatar la madre de todos los conflictos, el problema aquí es más de concepto que otra cosa.

 
A grandes rasgos la cinta se puede definir como “Gente blanca, adinerada y políticamente correcta, resolviendo sus irrelevantes dramas cotidianos” y hasta por ahí nomás. Primero, el chiste sobre gente blanca y sus problemas esta película se lo toma muy en serio, en el reparto no encontraremos una pizca de actorxs  afroamericanxs, latinxs o asiáticxs, mucho menos personajes que representen alguna diversidad sexual. Esta bien, si no es relevante a la trama estoy de acuerdo que no hay por qué empujar la aparición de esta clase de personajes, sin embargo,  la aplastante presencia de personajes blancos heterosexuales de una clase social media-alta (o derechamente alta) nos indica sin muchos rodeos que el mundo en el que nos adentramos representa al de la hegemonía y como tal busca presentarse de una forma casi perfecta sin ánimo de satirizarse si quiera, todo aquí debe respirar prolijidad, al menos en cuanto a su orden social,  económico y hasta espiritual. Lo que en todo momento hace que la película se vea como una verdadera burbuja alejada de la realidad que la gran parte de los mortales conoce.

 
Robert De Niro en el papel de Ben consigue ser encantador en un principio, el problema es que el guion lo convierte en un arquetipo odiosamente angelical al punto que llega a ser ridículo lo eficaz, centellante y afable de su comportamiento. Anne Hathaway aunque intenta darle versatilidad a Jules, es innegable que su personaje estuvo escrito más como una proyección ideal de la chica joven, empresarial y triunfadora que alguien alguna vez soñó ser, no como un ser real, e insisto, los únicos momentos en que el personaje le otorga algo de carisma a la trama, es sólo gracias a su actriz. De esta forma, con dos personajes tan planos en cuanto a matices y a la vez, siempre tan irritablemente correctos, el resto del elenco menos va a conseguir despertar si quiera un bostezo, no pasan de ser simples monigotes que requieren del consejo (de sentido común) de Ben para resolver sus triviales problemas que van desde cómo vestirse adecuadamente para ir a trabajar, hasta cómo hablarle a una chica (directamente, no por mensaje de texto). 

 
Ben es viudo y está aburrido de ser un jubilado, después de trabajar toda una vida en una empresa de publicidad y sin mayores motivaciones que la de sentirse útil en algún entorno, decide entrar a una empresa donde solicitan pasantes mayores de 60 años. La empresa es una tienda de venta online de ropa, o algo así, que creció estrepitosamente gracias a la dedicación casi obsesiva de su creadora Jules, quien como toda mujer emprendedora sólo empezó con su computadora y una buena idea…claro, así es como se consigue el éxito en esta vida, chica. Aquí llega el primer momento con que “The Intern” nos pudo haber sorprendido: Una jefa joven que impone todo un estilo de trabajo mucho más libre y con aires progresistas (que incluyen oficinas con ventanales transparentes y un spa con masajista dentro de la propia empresa) tiene que lidiar con las prácticas de la vieja escuela de un viejo roble, haciendo un cruce generacional en el que ambas partes se vean de alguna manera beneficiados con los conocimientos de cada unx. Algo típico, pero que ya en sí entrega mucho rollo. No obstante, esto no es así, la película lejos de ir por estos tiros se preocupa en su primer arco de dejarnos bien en claro que la sabiduría, elocuencia, vitalidad y experiencia de Ben son lo que el mundo necesita para ser un lugar mejor, básicamente convirtiéndolo en alguien perfecto. Durante toda esta primera parte de la película la historia potenció un posible enfrentamiento entre lxs protagonistas, repitiendo en reiteradas ocasiones que Jules como jefa era terrible, cuando en todo momento se muestra como alguien comprensiva y simpática. Curioso si pensamos que esta película, debido a la presencia de Hathaway y al entorno laboral cercano al mundo de la moda, nos remite de inmediato a aquella maravillosa cinta del 2006 “The Devil Wears Prada” en donde la actriz tomaba algo así como el papel de De Niro (en la práctica), enfrentándose a una verdadera jefa y ambiente laboral hostil. En este caso no fue así, lejos de algún conflicto que enriqueciera el mundo ridículamente perfecto de estxs protagonistas, todo se aplana y después de un par de charlas la relación entre Ben y Jules se vuelve excesivamente íntima.


 
Ese es el gran problema de esta historia, no hay conflicto y cuando surge algún problema, se resuelve tan rápido que ni tiempo nos da para entender qué ha pasado realmente. Ben se convierte en un ángel que silenciosamente le va arreglando la vida a Jules, primero en asuntos laborales y luego en planos más personales. El gran conflicto que atravesaría gran parte de la película (al punto de volverse cada vez más irrelevante) es que uno de los inversores de la empresa quiere que un CEO supervise las tareas de Jules, ya que considera que su acelerado éxito y crecimiento puede desencadenar una estrepitosa caída, de esta forma buscan solidificar el futuro productivo de la empresa, pero Jules no quiere tener un jefe que le diga qué o cómo hacer las cosas, no quiere tener a alguien que le de consejos sobe su trabajo ya que considera como algo celosamente suyo, y en eso aparece Ben que básicamente con su comportamiento y respetuosa dedicación le va enseñando a Jules la lección más manoseada en la historia del cine “respira y vive el momento”.

A medida que pasa la película torna cada vez más difícil de tomarse en serio, sobre todo a un personaje como Ben que a todas luces es alguien inexistente en la vida real. Al mismo tiempo, es difícil no caer en la trampa de buscar una interpretación psicoanalítica de la relación entre Ben y Jules, la cual más que amistad es a todas luces la proyección de un Padre para ella, figura que no es siquiera mencionada en toda la película, en cambio, la madre de Jules sí aparece como un ente que sólo esta para infravalorar y menospreciar el trabajo de su hija. Discúlpenme si la interpretación es muy simplista, pero Ben en todo momento cumple el rol de un padre comprensivo, varonil, sensible, protector y tremendamente cortes, algo que una chica trabajólica (su único y verdadero problema) necesita como guía. Esta proyección se termina de cerrar (y transformar) en la vomitiva escena en la que Ben y Jules comparten amablemente una cama de hotel y ambxs se confiesan detalles íntimos de su vida, a ese punto, la relación no parece una amistad equilibrada, sino realmente de una dependencia emocional casi enfermiza por parte de Jules hacía Ben, quien al mismo tiempo nunca deja una actitud paternalista que se disfraza como guay, pero que a fin de cuentas no deja de ser a cierto grado posesiva.
 
Finalmente como película del estilo “Persona que viene a cambiar la vida de otra persona” resulta frustrante, porque cuando al menos en todos los ejemplos de películas mencionadas arriba, en algún momento las partes tienen que lidiar con un conflicto que amerita un cambio sustancial, acá nunca se da ni lo uno ni lo otro. Ben es perfecto en todo momento, ahora es alguien completamente útil  e incluso tan perfecta es su vida que de la nada consigue novia, la masajista que atiende en la empresa tiene casi su edad y es muy atractiva, igualmente, este romance tiene tan poco tiempo en pantalla y es tan desabrido (con un ridículo chiste de sexo oral incluido) que incluso en la escena de la cita entre ambxs transcurre en un funeral, y créanme, tampoco es hilarante. Y en cuanto a Jules, su arco de personaje es bastante curioso y al mismo tiempo frustrante.

Cambiando oro por barro

Ven esa mueca torcida. De Niro no la dejara de hacer en las casi 2 horas de pelicula

Lo más imperdonable de “The Inter” es como teniendo dos grandes ideas las desaprovecha estrepitosamente, como quien bota deliberadamente el interior de una botella del mejor vino. En si la idea con que arranca la historia, la de un jubilado integrándose a una empresa millenial, es algo que da mucha caña y que pudo haber sido tocado incluso con la misma ingenuidad y “blancura”, pero de mejor forma. La problemática de la vejez y el trabajo es simplemente algo que es pan de cada día, pero en esta cinta alguien que en la vida real sería invisibilizado, burlado y sesgado, en esta película termina siendo alguien que apenas entra a la empresa ya se siente como un pez dentro del agua. Si esperábamos ver algún intercambio generacional, apenas tendremos una burda escena de Jules enseñándole a usar Facebook a Ben. Algunos dirán que la película consigue darle cierta dignidad a la tercera edad, pero creanme que esa condecendencia se pierde completamente con el tratamiento que se le da a otrxs adultos mayores que la película incluye, lo que acrecienta más el caracter excepcional y casi angelical de Ben. Absurdo.


Y lo otro que considero más aberrante de  haber desaprovechado es la subtrama de género que la película intenta mostrar entintándolo con un feminismo tan blanco y heterosexual que ni Andrea Dworking podría aprobar. Resulta que en el momento que la empresa de Jules comenzó a crecer, ésta acababa de tener una hija, para no renunciar a su sueño debido a la maternidad, su esposo Matt se hace cargo de la niña, renunciando a su trabajo y carrera para convertirse en un dueño de casa. Este punto de la historia me pareció interesante y sospeché que serviría para contar algo más que simplemente el hecho de que Jules sea la más progre del mundo al tener un marido “dueño de casa”. El matrimonio de Jules atraviesa una crisis debido a lo empedernidamente trabajólica que es ella. No obstante, esta trama, que ya la hemos visto en otras películas, sólo viene a reposicionar de un modo muy torpe los roles de género sin que exista un real cuestionamiento de estos, al mismo tiempo el halo ridículamente ingenuo que los personajes masculinos tienen en esta cinta, hace que la masculinidad, intentando por todos los medios no ser toxica, termine siendo casi incompetente, a excepción del buen Ben, claro, quien siempre anda con un pañuelo en su bolsillo para ofrecérselo a una mujer cuando se pone a llorar, vestigios de caballerosidad dice él. 

Así es, ella es la jefa, pero él es la estrella

El colmo llega cuando nos enteramos de que el marido de Jules le ha sido infiel y ella lo sabía desde hace algún tiempo, pero no se lo ha recriminado, siendo esta la verdadera razón de fondo para contemplar el contratar un CEO para la empresa, ya que así ella pueda desentenderse de ésta y dedicarse a su familia y matrimonio. Como no me gusto la película, no tengo problemas en arruinarles el final: Ben en su inmensa sabiduría resulto ser un hombre con perspectiva de género y aconseja a Jules a que no contrate a ningún CEO si sólo lo hace porque cree que así salvara su matrimonio, de esta forma la envalentona para que se siga ocupando de la empresa, tal como lo venía haciendo, y hable con su esposo de frente con respecto al tema de la infidelidad. Y cuando pensamos que se vendría un speech de empoderamiento femenino, en la escena final el esposo de Jules aparece, le confiesa su infidelidad, le pide perdón y asunto arreglado. Nada cambió y a nadie le importó.

 
Realmente no me gusta hacer críticas malas, pero “The Intern” es una de esas películas que ocultan su verdadera cara de trama convencional, moralina anticuada y conversaciones pseudo profundas, a través de una careta progresista y políticamente correcta, con tibios momentos que podrían pintar para algo más profundo. Lo peor es que teniendo varios elementos para destacar y con dos protagonistas de lujo (que realmente consiguen levantar dos personajes tan expresivos como una pared) es que termina siendo uno de esos productos que se ignoran o se odian. Lo curioso es que leí por ahí, no se si en broma o en serio, que esta fue la película favorita de Tarantino durante el 2015. De todos modos la película está en Netflix y se ha convertido en una de las más vistas. ¿Quién sabe? Por sus características visuales vagas y su flojo guion, tiene todo el potencial de ser una de esas películas domingueras que acompañan una buena siesta. En lo personal si realmente quieren ver alguna comedia ligera que trate con mayor volumen y sinceridad la problemática de la vejez y el trabajo os recomiendo “About Schmidt” de Alexander Payne y sobre relaciones de trabajo, pues simplemente “The devil wears prada” obvio.-  

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