jueves, 28 de mayo de 2020

100 discos para mis treinta: #77 Battles - Mirrored (2007)





El math rock nunca fue un genero que despertase mucho mi atención, mas allá de un par de bandas realmente notables, siempre lo considere un estilo cerrado, algo académico si se quiere, no obstante, cuando conocí el 2007 este trabajo sin saber en ese entonces en qué etiqueta caía, no deje de maravillarme y hasta el día de hoy continua siendo un disco al que regreso constantemente.

 Si la geometría fuese rock



Cuando descubrí este disco, lo más cercano que tenía para compararlo era la banda de metal The dillinger escape plan, básicamente por los cambios bruscos en las melodías, la progresión constante de acordes y ese sentimiento de pulso agitado que respiraban sus instrumentos, pero realmente ambas bandas no tenían mucho en común.

 
Precedidos por un par de inclasificables EP´s, la banda integrada por rostros conocidos en la escena del rock como John Stanier (Helmet, Tomahawk) en las baterías, Ian Williams (Don Caballero) en las guitarras y Dave Konopka (Lynx) también en las guitarras y teclados, lanzaron su primer trabajo en Mayo de 2007, completamente abalado por la crítica y firmando una de las cartas de presentación sonoras más frenéticas y progresivas que el math rock allá visto hasta entonces. Este disco también cuenta con la participación en voces y teclados de  Tyondai Braxton músico de vanguardia, hijo del compositor de jazz Anthony Braxton, de esta forma el disco se desenvuelve de forma rígida, pero natural por un conjunto de estilos que transforman su sonido en uno bastante cerebral, pero no por ello menos visceral.

 
El math rock siempre ha cargado con cierto prejuicio de ser una variante del rock demasiado precisa, con ritmos medidos y crescendos que se basan en verdaderas formulas, pero en Mirrored destaca por fuera de toda la geometría de su arquitectura, canciones con las que podemos explotar en sensaciones. Battles consigue traducir la intelectualidad del rock progresivo y el pulso ajustado al metrónomo, en verdaderas sensaciones que van desde la angustia a la ensoñación, de esta manera Battles es completamente deudor, no tanto por su sonido, sino por lo que intenta traducir en su música, a grupos como Magma, cuya influencia aparece indirectamente en las jerigonzas de un tema perfectamente caótico como “Tonto”

 
“Mirrored” viaja constantemente entre las antípodas de su propio sonido, cada canción es un escenario nuevo en donde la estructura lo es todo, no obstante, y a diferencia de trabajaos posteriores, el sentimiento de la voz de Konopka vuelve las canciones mucho más certeras, convirtiéndose el trabajo en un súper preludio para un mundo distopico o postapocalitico donde el frio parece ser la tónico constante. 

La música Kafkiana



Battles son dueños de un sonido que se basa mucho en el preludio o el prolegómeno para estallar en el momento inesperado, lo que lo hace al mismo tiempo una banda referencial al sonido krautrock de Neu! o de la electrónica progresiva de Van Der Graaf Generator, lo que se puede sentir en temas como “Bad Tails” o en la laureada “Atlas” el primer single del disco con el que consiguió conquistar a la crítica, cuyas voces distorsionadas dejan ver la marca constante del disco. El trabajo de las voces es un elemento destacado y que le da cierta resonancia a un disco encasillado en un estilo en donde las voces suelen ser mínimas o casi inexistente (además de ser el único trabajo de la banda en mantener este cupo) Braxton utiliza su voz como un instrumento más, dotándola de filtros y juegos vocales que buscan ser más un elemento de acento rítmico que un mensaje lirico en sí, así ocurre en la estrepitosa “Ddiamondd” o en la golpeada “Leyendecker” en donde la voz se matiza con un efecto similar al que producía Damo Suzuki en Can. 

 
Los pasajes más áridos aparecen en “Rainbow” o “Bad Tails” donde se puede notar la precisión en las cuerdas, quizás los temas más intensamente aritméticos del disco. La fuerza hardcore de Stainer, que realmente me sorprendió gratamente en este trabajo, otorgando fuerza, precisión y sobre todo mucho vigor, pulso muy bien aprovechado en canciones como “Tonto”  un verdadero viaje ártico, o también la frenética “Race: In” en donde la voz y los teclados, además, otorgan  una amalgama de sonidos alegres, robóticos, virtuosos, juguetones.

 
El disco, siguiendo sus propias pautas presenta mayormente canciones que superan los cinco minutos generalmente, aunque hay tracks más breves como la ya mencionada “Ddiamondd” (una de las más experimentales e inclasificables) o “Prismism” una especie de loop entre batería y guitarra, que finalmente muestra el lado sincopado, poliritmico de la banda, todo en menos de un minuto de duración. “Snare Hangar” es otro tema corto, más cercano al sonido de bandas como Tortoise, por lo que vemos un lado más conservador del grupo al remitir su melodía a una formula un poco más conocida dentro del estilo: un evento musical repetitivo, con un sonido brutal de parte de voces agitadas, máquinas, pero que en un momento, la batería hace un arreglo y ordena el tema, con un beat que permite respirar la progresión de la canción.

 
El cierre con “Tiji” busca agradar a los oídos más inquietos y experimentales mientras que “Race: Out” funciona como epilogo con un enfoque un poco más misterioso en su sonido, totalmente espectral, pero con una batería firme y que termina dándole cohesión a un tema que parece más dispuesto para ilustrar una pesadilla.


 
Para muchxs, la revelación de este disco en su momento fue algo que no se supo cómo asir, demasiado experimental para algunxs, demasiado original para otrxs, el disco no paso desapercibido y fue un punta pie inicial perfecto para comenzar una carrera que hasta el día de hoy se mantiene bien equilibrada con trabajos diferentes y consistentes. Hasta ahora uno de los discos más lúdicos y vanguardistas para la colección del math rock.-

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