Hoy en día las
prácticas sadomasoquistas han salido a la luz con sonada popularidad gracias a
ciertas novelas románticas que no vale la pena mencionar. Pero en fin, si bien
el gusto por las cadenas, esposas, juegos eróticos y todo ese tejemaneje
recubierto por un edulcorante rosa profundo (gracias a aquellas mentadas
novelas románticas) no dejan de ser una moda que cambiará según sea el nuevo
sabor del momento, gracias a toda esa parafernalia los medios han buscado
hacerle eco de alguna u otra forma al fenómeno dando a conocer al gran público películas
y libros mucho mejores que ese-de-la-chica-que-se-muerde-los- labios y ciertos
conceptos que antes eran un tabú extremo y estaban reservados sólo a sitios
derechamente pornos. Hoy páginas como Cultura colectiva, Pijamasurf, El
ciudadano publican sin empacho más y más sobre este fascinante y aún desconocido
mundo del BDSM. Entre la mar de información y temas que se pueden encontrar al
respecto hay uno bastante singular que
vale la pena especificar y que en lo personal fue una de mis obsesiones desde
hace algunos años. Me refiero al fotógrafo Nobuyoshi Araki y la técnica del Kinbaku.