Y
la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía/Y la culpa no era mía, ni
dónde estaba, ni cómo vestía//Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo
vestía/Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía/El violador eras
tú
Ese ha sido el himno
feminista que se ha replicado con entusiasmo y energía en varios países. Creado
en Chile por el colectivo feminista artístico Las Tesis, y traducido al francés, turco,
creoles, portugués e incluso lenguas autóctonas como el quechua y el náhuatl.
Esta nueva demanda que llama a expugnar la culpa de haber sido abusada y re
dirigirla no sólo contra un individuo especifico, sino, contra un sistema que
sigue funcionando bajo parámetros patriarcales y profundamente invisibilizadores
de la libertad femenina, le ha proporcionado a muchas jóvenes la voluntad para
hacer su denuncia en las llamadas funas o escraches. Una nueva ola de denuncias
cibernéticas, que no tienen peso legal, pero sí moral y que es un claro botón
de muestra de que ninguna mujer ha vivido una experiencia ajena a ser pasada a
llevar por su mera condición de género. Positivo a todas luces lo que lograron
Las Tesis con su perfo, pero ¿en qué medida podemos analizar estas funas?, ¿En
qué medida se vuelve tabú el cuestionar una funa?, ¿en qué medida se puede
hacer algo más que una performance para atacar al sistema patriarcal?
¿Y
si el violador es mi querido hermano?
Nadie quiere estar en
ese lugar, apuntado por la turba de mujeres empoderadas, y sin embargo, todos
los benditos ONVRES tenemos tejado de vidrio. Personalmente a los quince años
fui un acosador. Seguía una chica que no me daba bola, nunca la seguí hasta su
casa, pero sí me encargaba de vigilar sus pasos cuando ella se iba camino del
colegio hasta la parada del autobús, en mi tonta cabeza adolecente pensaba que
esa forma era la única en que ella me notaría y mágicamente se acercaría a
hablarme, pero lo único que lograba era asustarla, incomodarla y obviamente
alejarla de mí con justas razones, nunca intente hacerle nada, pero alguna vez
sí la abrace sin su consentimiento, pase al lado de ella y escupí cerca, le
hable por chat falseando mi identidad…en fin, cosas de las que no me siento
orgulloso y que me gustaría borrar de un plumazo de mi pasado, pero no puedo.
Aunque todo lo que hice lo realice siendo muy joven e inmaduro, nada me exime
de responsabilidad y si eso lo hiciese hoy en día, no me cabe duda que estaría
re mil escrachado por las redes sociales, pero también es cierto que yo en ese
momento no la pasé para nada bien: Sufrí una depresión que me llevo a un
intento muy fuerte de suicidio (obviamente esa no fue la única causa de querer
matarme, pero sí una muy presente) y luego una larga temporada internado en un
psiquiátrico que derivó en un tratamiento ambulatorio que me ayudase a superar
mis problemas, los cuales poco a poco me di cuenta que no tenían que ver con
esa chica, sino, conmigo mismo, con la forma en que me relacionaba con el mundo
y el lio que en mi cabeza se armaba cuando pensaba en formar relaciones con
alguna persona que me gustase.
Mi experiencia dando
bote en un psiquiátrico, alejándome del colegio porque realmente nunca me sentí
integrado allí y el desmoronamiento de mis expectativas sociales, me hizo caer
en un fuerte estado de ansiedad y tristeza. Al contrario, la chica que yo acosé,
nunca estuvo lejos de sus amigas, su vida era como la de cualquier adolescente:
fiestas, novios, amigas, vacaciones…Mientras yo estaba cada vez más sumido en
la soledad y el menosprecio. Esa chica, aparentemente, nunca tomo en serio mis
formas asquerosas de persecución, nunca puso un amparo policial para que yo a
través de una orden de restricción me alejase de ella, y nada, lo último que
supe fue que estudió odontología en una Universidad Privada.
Sé que esta última
parte parece escrita con resentimiento y si se lee de forma muy ligera
pareciera que estoy des-responsabilizándome de lo que hice, ya que,
aparentemente, no le destruí la vida a nadie. Hoy tengo bastante claro que lo
que hice se llama acoso, que estuvo mal y que quizás sí me merecía todo el
infierno que tuve que comerme por un par de años. Pero a lo que voy es que
estas situaciones nunca se deben separar del contexto. No todos los onvres caen
en depresión y se suicidan después de que los funan, incluso me atrevería a
decir que muchos ni siquiera les importa o nunca asumen la responsabilidad de
los hechos aun cuando los estén apuntando con pruebas contundentes, algunos
incluso se escapan, y otros de alguna manera tratan de arreglar la situación
dando cara a la acusación, pidiendo disculpas, exponiendo su punto de vista e
intentando aprender para no volver a hacer el terrible Ser que fueron (lo que
está bien, supongo, o qué, ¿habría que matarlos en una guillotina por igual?).
También es cierto que no todos los onvres han violado a una mujer, pero creo
que, lamentablemente por cómo nos guía esta cultura y este sistema, todos
podemos ser potenciales violadores, sobre todo cuando aún existen personajes
que banalizan y se burlan directamente de la violencia de género como el infumable cordobes que celebró su recibido con sus amiguitos, burlándose de las
víctimas de género.
Mi hermana ha tenido
relaciones toxicas con onvres y se ha tenido que mamar en más de alguna ocasión
a algún idiota que se ha querido propasar con ella en varios niveles, no sé si
ha ido a alguna de las performance de El violador eres tú, pero siento que
quien sepa de mi historia a medias, perfectamente la podría señalar a ella y
decirle “Si claro tu hermano también es un violador y tú aquí haciéndote la
feminista” y así de esa forma, tergiversando y descontextualizando todo, es
fácil caer en un repentino estado de grieta.
Hace poco me entere de
una situación similar. Una chica, re mil feminista, tuvo que afrontar el
linchamiento mediático que un grupo de mujeres le hizo a su hermano, por
supuesto, responsabilizando un poco a ella porque “se dice feminista y no fue
capaz de frenar a su hermano” A ver, paremos un poco. Primero, el que sea su
hermano (o su hijo) no quiere decir que tenga que saber todo sobre él y
segundo, y esto es para plantearlo con mayor profundidad ¿Qué pasa cuando el
escrachado es alguien cercano ti, un
pariente? En definitiva, alguien a quien no consideras un monstruo. Pasa hasta
que te pasa, recién ahí empiezas a leer los contextos y filtrar algunas cosas,
aunque hay que ser tajantes para aclarar que una violación es una violación, no
hay que darle más vueltas, y nuestra cultura, es drásticamente una cultura que
subrepticiamente añora la violación y por eso aún se permiten (ligeramente,
pero se permiten) expresiones de burlas al respecto.
Mira
como nos ponemos
Hay que hacerse cargo
de que la cultura en su forma de crear realidades, es evidentemente machista y
que la lucha por deconstruir eso desde los onvres, debe ser una tarea
constante, casi agotadora, ya que la tenemos muy incrustada en nuestras
prácticas cotidianas. De las pequeñas acciones vamos generando nuevas formas de
enfocar la cultura. Si la performance de Las tesis ha sido tan aplaudida y
replicada, es porque expresa claramente dos cosas: Los sistemas de gobierno son
patriarcales, los símbolos culturales son machistas. Desde que una institución
policial reprime manoseando y muchas veces ultrajando mujeres, hasta que en una
Asamblea revolucionaria, las mujeres son casi acalladas por el grupo de onvres
que “saben” como guiar los procesos de toma y huelga, mandando muchas veces a que
las mujeres se preocupes de otras labores organizativas como la comida y la
limpieza.
La performance de Las
tesis ha logrado empoderar, como un efectivo grito de guerra a muchas jóvenes
que han entendido el valor del consentimiento, el valor de la sororidad y por
sobre todo el valor de cuidarse y quererse una misma por fuera de la aprobación
masculina. A estas alturas, no hay que leer mucha teoría feminista para pararse
allí y hacer el bailecito, sólo hace falta solidarizar con la experiencia vital
que todas tienen, ya que lamentablemente es común ser pasada a llevar de alguna
u otra forma sólo por ser mujer.
Al final es una lucha,
y hay varios cagados de miedo actualmente. Uno quisiera que el entendimiento se
diese de otra forma, pero realmente, no hay otra forma, es una guerra directa
con un sistema demasiado anclada a nuestras costumbres y creencias. Si yo hice
lo que hice en mi pasado, en gran parte fue porque había una cultura que me avalaba, una cultura que romantiza a los hombres violentos, una cultura que
destruye el deseo de las mujeres, una cultura que construye parámetros de
idealización en donde las mujeres (como bien dice la canción) tienen que
responder sólo por nacer bajo un rol que les han asignado históricamente.
Pero también es cierto
que no todas las funas logran entrar en esa dimensión de herramienta política
para denunciar la violencia de género. Hay funas que apuntan a problemas de
pareja, responsabilidad afectiva, maltrato psicológico y a veces una que otro
conventilleo, es decir, problemáticas que a veces merecen ser tratadas
directamente con la persona o en terapias. Está bien, no son las principales
funas que se exponen, y en todo caso cada quien hace lo que se le canta el orto
con un problema de corte emocional, pero de algún modo se ha convertido en un
Tabu exponer la irreflexividad de esas funas en particular, así como se ha invisibilizado
los pocos casos en que las denuncias han sido infundadas y falsas. Una cosa no
quita la otra, obviamente la importancia de hacer manada y darle valor a quien
necesite sacarse del pecho una situación en la que fue pasada a llevar sólo por
su género, es innegablemente importante y necesario. Pero eso no quita que por
medio de escraches virtuales se caiga en una especie de micro fascismo donde es
fácil señalar por cualquier cosa sin caer en la cuenta de que estamos
replicando herramientas de control y coerción, donde finalmente termina siendo
hasta casi inmoral querer contextualizar y desentrañar más la naturaleza de ese
escrache, o el impacto real que puede llegar a tener. Finalmente, es fácil
banalizar la herramienta del escrache, es fácil que cada vez menos gente tome
en serio el valor de la denuncia y es fácil caer en la simplificación de los
hechos.
El pealo viendo a algunas feministas |
No nos olvidemos que la
denuncia sólo sirve cuando destruye los estamentos de Poder. El machismo y
quien aletea esa bandera forma parte del Poder, a veces sin saberlo, y hace
falta estas acciones para evidenciarlos. Pero los elementos punitivos muchas
veces son trampas en las que permiten que el control sea ejercido por
organismos proselitistas. Por ende hay que tener mucho ojo y usar
responsablemente la herramienta de las Funas. Y onvres, no nos hagamos las
víctimas, porque bien sabemos que nos aterra perder privilegios. Ya es hora de
que las cosas den un vuelco, aportar nuevas ideas de masculinidad, así como un
nuevo imaginario cultural sobre el consentimiento y el cariño, así como
detectar, señalar y destruir todos el machismo de las Instituciones que
organiza y controla nuestra realidad, es la única forma de empezar a pensar en
un mundo post feminista en donde las consignas de Las Tesis más que un grito de
guerra sea una verdadera expresión de liberación.-
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