Creo que no conozco a nadie de Chile que no haya escuchado o visto en vivo alguna vez a Los Jaivas, la mítica agrupación de Valparaíso conocida por ser una versión altiplánica de Pink Floyd, bueno, al menos esa es la caricatura que suele usarse cuando nos referimos a la banda del Gato Alquinta y Claudio Parra. Una de las agrupaciónes de rock Latinoamericano más longevas y que me atrevería a decir más experimentaron con exito dentro de la escena musical chilena. En este disco, pese a que la memoria popular lo ha olvidado en desmedro del potente "Alturas del Machu Pichu" ellxs lo dejan todo, mezclando la música docta con el rock setentero, la sicodelia, los momentos más progresivos y el homenaje a una figura literaria mucho más digna que Neruda, Gabriela Mistral.
Siempre Innovando
O al menos así era hace un buen par de años atrás. Antes de la perdida del Gato Alquinta y por su puesto mucho antes de convertirse en una especie de banda tributo de si mismos y de tocar donde sea (incluso frente a Obama y Piñera) Los Jaivas eran una agrupación que no se cansaba de innovar y experimentar con todo tipo de música. Creo que el soundtrack de la música Chilena simplemente no se puede entender sin el reconocimiento de la influencia de estos maravillosos músicos, quienes a principios de los sesenta, tomando la influencia de la música latinoamericana que se escuchaba en el puerto de Valparaíso (un colorido abanico que recibía desde boleros, congas hasta por supuesto sutilezas propias del rock psicodélico) y conectando con lo poco y nada que influyo el movimiento hippie en el país latinoamericano, dieron suelta a una banda inédita para ese entonces.
De todos modos la grandeza musical de Los Jaivas vino en los años terroríficos: la dictadura de Pinochet. Si bien la banda de filosofía realmente hippie jamás se posiciono políticamente en algún lado de la tortilla de esos nefastos años, igualmente sufrieron represión porque bueno...tenían el pelo largo y cantaban temas sobre el amor y la solidaridad, de esta manera, sin estar para nada en el mismo tren que grupos de la llamada Nueva Canción Chilena como Quilapayun o Inti Illimani (de hecho Los Jaivas eran medio mal visto por los músicos de raigambre socialista ya que utilizaban instrumentos del imperialismo yankee como guitarras eléctricas, puf) terminaron igualmente exiliándose para poder seguir haciendo su vida en paz.
El destino fue Argentina, país que no la estaba llevando tampoco muy bien debido a su propia dictadura, pero quizás por ser demasiado evidentes en su mensaje o porque por ese lado los militares ya tenían los ojos puestos sobre sus propios cantautores de "mensaje peligroso" es que la banda pudo concretar giras y continuar su carrera, incluso realizando la primera experiencia de juntar su música con orquestas sinfónicas lo cual sería una conjunción que se repetiría a futuro en muchas ocasiones incluido el disco que revisaremos.
Los Jaivas pronto emigrarían a Europa donde la comunidad Chilena más intelectual de la época y que se había autoexiliado en esos países, le dio una acogida monumental. Gracias a este apoyo la banda pudo elevar su nivel musical, concientes de la situación de tensión de su país, actuaron como embajadores culturales más que politicos y de esta manera consiguieron despachar dos de las obras más fantasticas que homenajeaban la cultura chilena que por esos años se pretendía obturar: "Obras de Violeta Parra" en 1984 y "Alturas del Machu Pichu" de 1981 la cual alcanzo mucha mayor notoriedad gracias al documental que los muestra tocando en las mismísimas ruinas del imperio incaico. Su exito a nivel comercial y crítico fue tan grande que su retorno a tierras latinoamericanas y particularmente chilenas no se hizo esperar.
La genial carrera del grupo sufre su primer revés en 1988 cuando su talentoso baterista Gabriel Parra fallece en un trágico accidente. La banda continuo fulgurosa aunque sintiendo la perdida, al punto que años después decidirían que Juanita Parra, la hija del fallecido baterista, sería la único capaz de tomar su lugar. Y es que la trayectoria de Los Jaivas tiene sentido si los pensamos como un clan, de hecho, pocas veces se vieron envueltos en polémicas o peleas entre sus integrantes, Los Jaivas siempre recalcaron que actuaban como un gran clan familiar. De todos modos la luz del conjunto se apagó en 2003 con la muerte del guitarrista y vocalista Gato Alquinta, cuya perdida fue decretada como duelo nacional.
De allí en adelante, Los Jaivas no es que hayan desaparecido del ojo publico, es más, su actividad seguía bastante intacta hasta antes de La Pandemia, incluso en su momento fueron invitados a tocar a una de las versiones recientes del Coachella y Lolapalloza. Pero ya se siente como algo distinto, de partida, no se atrevieron a lanzar más discos con canciones originales, sólo re versiones y compilados, como si ellos mismos hubieran decidido no seguir publicando nada nuevo luego de la muerte de Alquinta. Se pensaría que como ocurrió con Gabriel Parra, en este caso el hijo o algún familiar directo de Alquinta tomaría su lugar, y esto fue así por un par de años, pero aquí es donde todo se desbandó. Eloy, hijo del Gato Alquinta, y uno de los que se sumó a la banda luego de la muerte de su padre, un año después también fallece. En 2013 Ankatu el otro de los hijos del Gato Alquinta que se sumó a la banda, decide dejarla en terminos no muy alegres, siendo quizás la primera gran polémica que el conjunto afrontó (bueno y las críticas por tocar frente a un presidente gringo en un acto oficialista de un gobierno de derecha...)
Pese a todo la carrera de Los Jaivas es alucinante y en su periodo de actividad siempre fueron por la vara alta, es por ello que este disco, pese a que suele quedar un poco relegado frente a los monstruosos anteriormente ya mencionados, y pese a que no tiene canciones tan reconocidas en el cancionero popular como "Todos Juntos" o "Sube a nacer conmigo hermano" es un claro ejemplo de lo grande que podía ser el grupo cuando se lo proponía, prácticamente Mamalluca podría ser un nuevo genero musical: el Rock-folclore latinoamericano sinfonico.
Un lucido homenaje a la poetisa
Mamalluca (como mejor se le conoce al disco) es una obra que mezcla aspectos de bandas sonoras del cince clásico, cacofonias varias, momentos demenciales muy raros en otras producciones del conjunto, pero sobre todo un aire experimental único.
De los versos extasiados de Gabriel Parra, teclista del grupo, se desprende el concepto del disco que no se cansa en recalar sobre la naturaleza del Valle del Elquí mezclándolo con cierta mística indígena y la poesía (y vida) de la premio Nobel de literatura, la poetisa Gabriela Mistral. Utilizando arreglos sinfónicos y en trabajo mancomunado con la Orquesta Sinfónica de Chile así como el coro Sinfónico de la Universidad de Chile. La banda lleva adelante un ambicioso trabajo en el que se intentaba unir la música docta y el folclor latinoamericano mediante la potencia y empuje de un sonido rokero. Tomemos en cuenta que para ese entonces la banda ya tenía bastante experiencia y sus músicos estaban muy consagradxs, por lo que el producto es un verdadero agasajo dentro de su colección discográfica, es más, me atrevería a decir que este fue el último gran disco de Los Jaivas, luego vendrían un par de compilaciones que sí tendrían canciones originales, pero que no mantenían el nivel tan descojonante como ocurre acá.
El arranque docto a lo Shubber de "Alumno" inmediatamente se trastoca a algo mucho más épico y propio de la fanfarria de la banda, más cercano a un carácter de marcha, el tema nos introduce en un mundo personal en el que fluyen de forma acertada la melancolía y belleza, en parte gracias al refuerzo coral que inmediatamente le dan un tono solemne a todo. La "Uva madura" arranca de manera incógnita, el tema se alza como un enigma, la musicalización por momentos parece más propia de algún experimento concreto de Brian Eno, la habilidad de Eduardo Parra para producir atmosferas oniricas gracias a su sintetizador enlaza románticamente con el juego de voces corales que alimenta esa sensación mágica del tema. Todo aquí reboza una atmosfera mágica.
"Chaski" recupera ese tono de Los Jaivas psicodélicos chamanicos que pudimos reconocer a lo largo de su trayectoria. Juegos de instrumentos de viento como flautas y clarinetes van creando una deliciosa cacofonia heredera del jazz mediante el fondo redoblante, pujante y poderoso de la batería de Juanita. Esta gran fanfarria da pie a otro tema lleno de energía y sorpréndete epicidad "EL TAMBO" de constante ritmo prístino, teclados luminosos, una proza exquisita, uno de los mejores temas del disco.
"Camino Estrellado" nos lleva un escenario nocturno, ritualistico, sensual, rustico y al mismo tiempo introspectivo, sin duda, sería un tema que King Crimson hubiese aceptado hacer, el nivel de fluidez que la banda consigue llevar adelante con la orquesta hace que aquí nada se sienta saturado, incluso la guitarra no atosiga las canciones, encuentra su lugar y cuando aparece se siente realmente como la llegada de un dios, es clave y quizás ahí estaba la magia del Gato Alquinta. "Cerros de la Virgen" se siente cercano a esas orquestas de carnavales populares como La Tirana o incluso puede recordar la música que acompaña el baile zaya. De todos modos el color Norteño es indudable ya que los charangos y el canto del Gato suenan completamente plañidero al modo del canto del folclore del Peru y el Norte de Argentina y Chile, una extraña mezcla de sentimiento de jubilación al paso de una marcha casi de tonos militares.
"Gabriela" una oda poco sutil a la figura de Gabriela Mistral, ya que el resto de las canciones versaban entre una poética de tono epico en donde se homenajeaba una suerte de legado cultural y artístico de la poetisa, encarnada en la naturaleza del Valle del Elquí (la volaita) acá sí tenemos un homenaje directo a la autora de "Toma mi mano" La canción empieza con un tono renacentista, y luego muta a una discreta cueca que luego se transforma en vals y finalmente se complementa con ese sonido típico del folclore chileno y que representa justamente a las regiones más cercanas al valle y el campo, de hecho, el tema me recuerda por momentos a la cortina musical de "Tierra Adentro" un programa hecho para verlo los Domingos después del almuerzo y dormirse. "Interludio" como su nombre lo dice es espacio musical de la sinfónica, propio de los espectáculos de orquesta y que sirve a modo de resumen de la obra. "Elqui" mantiene un tono plañidero, por momentos la canción se siente como una densa balada, pero pese a su recurrente piano, nunca deja de aburrir debido a la cantidad de detalles que los sonidos van proporcionándole al ambiente. Una parada de aliento necesaria para la gran explosión de tema que culmina esta obra.
"Mamalluca" es una locura de 15 minutos que arranca con el rock clásico del conjunto, el tema inmediatamente explota mucho más gracias a la participación del coro que en principio puede llegar a chocar un poco por su excesivo brillo, pero a medida que el tema avanza en sus etapas se sienten más y mejor añadidos al ritmo y los sentimientos. El tema dibuja varios de los clichés propios del grupo como la guitarra bien líder, la batería llena de redobles y quiebres, el bajo lúdico y los constantes sonidos reminiscentes a nuestra cultura autóctona. A ratos salvaje, a ratos delirante (especialmente gracias a la guitarra fulgurosa del Gato Alquinta) y a ratos por supuesto llena de introspección guiada por las teclas características de Claudio Parra. No es mucho más lo que podría aportar sobre la canción, es un viaje, y sin duda el clímax y conclusión definitiva del disco.-
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