No lo entiendo. Será
porque el fútbol para mí no es ninguna pasión o seré muy poco nacionalista para
compartir la gloria o el fracaso de una selección, pero la verdad es que el
partido del pasado Domingo donde la selección Chilena logró ser bicampeón de América
jugando nuevamente un ajustado cruce de penales contra Argentina no causa gran
relevancia en mi vida. No es una victoria de la que me sienta parte ni un logro
que me de mayor felicidad u optimismo y eso que vengo de una generación que no
conoce de triunfos en lo futbolístico y que recién estos últimos cinco años ha podido pisar el olimpo del balompié.
No es que odie el fútbol, en realidad me gusta ver partidos - no siempre y no
enteros- pero igual me cuesta entender el sentido de superioridad que se alza
por un lado y el menoscabo y humillación que se da por el otro. Aquí un somero
análisis desde la vereda del que no está ni ahí.