viernes, 30 de enero de 2015

Cuento: El animador murió



*Me inspiré para escribir este cuento tiempo después de la muerte del famoso y querido animador chileno Felipe Camiroaga, me impresionó la exaltación que generaba su perdida en tantas personas y la indignación de éstas si uno no dejaba ver cierto dolor al respecto. 


Me desperté, por desgracia. No me sentía bien tenía un fuerte dolor de cabeza mi nariz estaba muy congestionada y en la noche anterior había sufrido una fiebre algo delirante, pero era Lunes y debía ir a trabajar ya que nadie lo haría por mí. En la micro podía ver los rostros pesimistas de la gente. “Parece que todo el país esta de luto” pensé y con algo de mareos me fui directo a los asientos que estaban más distantes del conductor. Quería estar solo. Cuando llegué al cementerio como de costumbre una superflua conversación se llevó a cabo con las secretarias de la gerencia, esta vez; sin embargo, ellas estaban bastante deprimidas por la tragedia que había sucedido el viernes pasado, su ánimo no era de los mejores y mis chistes no les hacían tanta gracia como otras veces de todas formas yo no quería contar chistes, me sentía apaleado y con cada movimiento que daba para avanzar en mi camino me parecía que la tierra ondulaba. Como sea, me fui con mis instrumentos de jardinería al patio trasero del cementerio, los Lunes tocaba remodelar esa sección, pero mi supervisor me alcanzó. “Luisito” Me dijo sin saludarme ni preguntarme por mi estado de salud “Encárguese del sector oriente del cementerio mejor que a ese lado va a llegar la gente al entierro y vamos a tener que resguardar la zona con guardias y todo el asunto” Me sorprendí de que fueran a enterrar a ese personaje en éste campo santo, sin embargo, debí haberlo sospechado, pues al llegar a las puertas del cementerio pude ver varios vehículos de prensa estacionados y también muchos móviles de televisión. El supervisor se fue sin más, se notaba urgido, no era de menos casi nunca llega tanta gente a este lugar.

Mientras caminaba al sector al que el jefe me había mandado un sol abrazador me cegó la vista y entonces no sé por qué me puse a pensar en mi Tacna de la infancia. Ya eran veinte años que no volvía. También era la Tacna de mi juventud y adultez. Como un ridículo llore por Bonifacia, mi hija perdida en el norte quizás habría llegado a Lima y ya se hubiese convertido en la estrella de televisión que tanto quería ser. Daría tanto por saberlo. Ella era joven cuando me fui, veintitrés años, a esa edad uno puede hacer de todo…Ya basta, ¿qué objeto tiene pensar en el pasado de esa forma? Pensé que había superado esos delirios, me fui por ella precisamente. ¿Cuándo volveré? Nunca, me repetí obstinado y me senté en una de las bancas que ofrecía el campo santo. El sol era exhaustivo y yo que no traje mi sombrero, por suerte hay una chupaya en el armario podría ir a buscarla aunque eso signifique doble camino y mis piernas ya estaban molidas. Sólo para desviar la mirada me concentré en el tumulto de gente que llegaba al cementerio, a los autos que ingresaban, a las cámaras de televisión que se agolpaban, a las figuras de la política y el espectáculo que a lo lejos se podían reconocer. ¿Qué estoy haciendo? Me dije de pronto, estaba perdiendo tiempo y yo no he mantenido este trabajo por tantos años perdiendo el tiempo. Cuando me disponía a levantarme para ir a buscar el sombrero, un hombre vestido con una camisa blanca y jeans americanos se me acercó. Fumaba un cigarrillo y sus ojos estaban ocultos por gafas oscuras su cabello era canoso así que debía de ser viejo aunque se notaba de cuerpo atlético.
-Parece que todo Chile esta de duelo.- Me dijo. Yo le sonreí porque eso ya lo había pensado. Me tranquilizó (No sé por qué) encontrar en él un acento extranjero yo siempre solía esconder mi acento peruano, pero ya con el tiempo había obtenido un tono neutro como el de un locutor institucional.
-Es que murió un animador.- Le dije al visitante.
-¿Un animador?.-
-Sí, de televisión. Murió el Viernes pasado en un accidente aéreo. ¿Qué no sabía?.-
-No tenía idea. ¿Y por eso tanto alboroto?.- Preguntó el hombre con cierto desinterés que a mí me chocó.   
-Bueno, pues sí, es que no es para menos, él era un animador de televisión, era muy querido, aparte el accidente fue muy trágico, el presidente decretó duelo nacional…
-¡Duelo nacional! Me parece un poco excesivo.- Me decía mientras veíamos que llegaban al cementerio ciudadanos “comunes y corrientes” a llorar por su ídolo, era una cantidad enorme de gente sobre todo de señoras mayores y mujeres con sobrepeso que intentaban sobrepasar la seguridad del cementerio que naturalmente no las dejaba ingresar. Ellas lloraban histéricas y muchas traían flores y pancartas con el rostro del animador.
-Esto es un circo.- Me dijo el hombre.
-Oiga no sea tan insensible, pues.- Le dije y de inmediato metí mi mano en el bolsillo para echar a andar mi cinta grabadora. Había aprendido esa lección siempre cuando disentía de un Chileno (aunque este no me parecía Chileno) lo mejor era dejar un registro de la conversación porque finalmente a cualquier problema  futuro todos le creerían al Chileno y no al extranjero. Había aprendido esa lección y siempre que sentía que la conversación iba a polémica, prendía la grabadora que guardaba en mi bolsillo.
-¿Usted cree que soy insensible? No, por el contrario, creo que he sufrido más que toda esta gente aquí reunida. Puedo entender en parte el dolor de los familiares y más cercanos, en parte porque a veces ese mismo dolor es por un egoísmo, una resignación, una muletilla de la que deben valerse. Puedo entender también que a las personas normales les compadezca el hecho de que él haya muerto en un accidente aéreo, los accidentes son trágicos y nadie quiere terminar sus días así. Pero no comprendo esta bataola de rezos y ruegos, no puedo entender que haya tanto escándalo por la muerte de una persona, el mundo no se detendrá ni porque el ser más humanitario se muera. La maldad no se limpiara con la muerte de algunos. Este mundo es una lucha constante y muchas veces solitaria y es solitaria porque estos mismos medios de televisión nos hacen ser personas solitarias, llenas de miedo a fracasar en cada oportunidad. No puedo creer que la gente sienta tan cercano a alguien con el que nunca compartieron, a mí me mataron a mis hijos en dictadura y eso nadie lo sabe. Yo solamente guardo ese dolor.- El hombre se dio un tiempo para respirar hondo y profundo. –Amigo, yo soy de la idea de que a los héroes no hay que llorarlos, hay que elevarlos, si ese animador fue un héroe entonces que mal le hace la gente al llorarlo. Lo único que se debe llorar en esta vida es la partida e injusticia de los inocentes, pero ese dolor, mi amigo, ese dolor es incomprensible y es acaso el único dolor verdadero por ser la cruz que solitariamente debemos cargar. Esto que se generó con lo del animador es un simple show que no sé realmente a quién beneficia.- Me sentí incomodo y decidí apagar la grabadora creo que el tipo era un poco resentido, le dije que tenía que ir a trabajar y me despedí rápidamente de él.

Al terminar la jornada la prensa y las mujeres lloronas seguían en el cementerio. Ahora que había terminado la ceremonia de entierro a muchas personas “normales” se les permitió la entrada a la tumba de aquel hombre. Yo no sabía qué pensar, muchas veces había visto a ese animador en la televisión y me caía bien. Incluso un año lo estuve viendo todos los días en su programa mañanero que duraba incansablemente cuatro horas y aquello me sirvió para mitigar mis nervios de no encontrar trabajo. Cuando llegué a casa prendí la tele y me deprimí aún más porque los noticiarios seguían repitiendo la misma noticia de la tragedia, la venían informando desde el día que sucedió y no habían parado. Justo en ese momento en las calles de mi barrio se estaba realizando una protesta de estudiantes que como de costumbre terminó en desmanes, pero las noticias no lo informaron, todo era sobre el animador. Me sentía triste por él había estado viendo la tele todo el fin de semana y las múltiples notas que mostraban la trayectoria del gran animador no hacían más que deprimirme. Entonces recordé al tipo del cementerio y decidí que estaba loco que seguramente era de esos típicos resentidos incapaces de comprender el inconciente colectivo. Después pensé en mi país que también vivía sufriendo y después caí dormido. Desperté a las once de la noche, la tele estaba prendida y para variar daban notas tristes sobre el animador, por las calles de mi barrio ahora pasaba una furgoneta de un canal de televisión que contenía en sus puertas el rostro del animador, del vehículo salieron dos hombres y dijeron que llevaban consigo un libro de condolencias y la gente (en su mayoría señoras de edad) se acercaron a ellos para llorar y demostrar su pesar. Yo también quise ir, sentía que era lo que tenía que hacer, que era lo que un ciudadano de chile le correspondía en ese momento y al llegar a la puerta vi una carta sellada desde el Perú. Con mis manos temblorosas la tomé. Nunca me había llegado una misiva desde mi país, comprendí que la carta estaba bajo mi puerta desde el sábado ya que vi la fecha de envío y llegada, sin embargo, como estuve pegado a la televisión todo el fin de semana ni cuenta me di que ahí estaba. Me puse tembloroso y no sabía si abrirla o tirarla, en realidad una parte de mí no quería saber nada del Perú, de hecho cuando daban noticias de mi patria yo apagaba la tele. Mejor decidí salir para firmar en el libro de condolencias y cuando lo hice me sentí mucho más en contacto con la gente, como que mi eterna soledad que había estado soportando se aplacó un poco al compartir el sufrimiento de la gente. Pero aquella sensación no duro más de veinte minutos y después volví a casa.

Ahí estaba la carta aún no sabía qué hacer con ella, di vueltas largo rato entonces se me ocurrió escuchar la grabación de audio de ese loco con el que me había topado en el cementerio. Eche a correr la cinta, pero no escuché nada. Me sorprendí de sobremanera lo único audible era el chicharrar de la grabación que no tenía voz alguna. ¿Me habría confundido al apretar el botón y no grabe nada? Imposible, sí había apretado el botón, de hecho en la misma grabación se escuchaba cuando mi dedo lo hacía, era lo único que se escuchaba. No le quise dar muchas vueltas al asunto creo que era el destino que me estaba diciendo “Luis, mejor abre esa carta” Tenía un mal presentimiento, pero finalmente lo hice después de tomar un buen vaso de vino. 

La carta traía la peor noticia del mundo. Mi hija había sido asesinada en un barrio de Piura. Bonifacia. Bonifacia había muerto y esto ya había ocurrido hace dos años. La noticia recién me era entregada, pues las autoridades no me podían ubicar. Sentí un fuerte mareo en la cabeza, sentí que de plomo se volvía mi corazón y paf, caí al suelo y entonces ya no recuerdo nada hasta que abrí los ojos y me vi ahí tirado en el piso completamente muerto. Durante días nadie vino a mi casa y mi cuerpo se pudrió hasta que el olor alertó a los vecinos, después entraron las fuerzas especiales, los peritos criminalísticos, me vi a mí mismo en la morgue, pensé que mi cuerpo sería llevado al Perú, pero no fue así. Ahí se quedo por varios días mi cadáver perdiéndose en el instituto médico, nadie me reclamó. Como fantasma vague varios días por Chile quería volver como espíritu al Perú y ver la tumba de mi hija a quien al menos le habían dado una sepultura digna, pero no sabía cómo hacerlo, ser espíritu era algo nuevo aunque era igual de solitario que mi vida como mortal. Un día volví a mi ex lugar de trabajo, al cementerio ahí me encontré con que ya me habían reemplazado con otro viejo que hermoseaba los pastos. Quise asustar como espíritu a mi jefe, pero me era imposible él ni nadie me podían percibir, entonces me encontré con un tipo que me dijo de pronto:
-Hola, bienvenido al club.- Lo quede mirando con una mezcla de desconcierto y alegría era el tipo canoso con el que había charlado el día que me morí. Me ofreció un cigarrillo y nos quedamos sentados viendo las tumbas, de pronto,  le dije que me gustaría volver a mi país. Él me dijo que aquello podría realizarse, me sentí feliz. Mientras tanto el mundo continuaba girando con sus injusticias y milagros.- 
   
 


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El animador murió por Nicolás Aravena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en blogdeperrachica.blogspot.com.

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