Película: Bring me the head of Alfredo García
Año:1974
Director: Sam Peckinpah
País: Estados Unidos/México
Un poderoso terrateniente mexicano que todos llaman El Jefe (Emilio Fernández),
descubre que su hija soltera está embarazada y la obliga a confesar que
el padre de la criatura es Alfredo García. Como venganza por la afrenta
sufrida, ofrece una recompensa de un millón de dólares a quien lo mate y
traiga al rancho la cabeza del cadáver. Dos cazarrecompensas llamados Sappensly (Robert Webber) y Quill (Gig Young), realizan indagaciones para averiguar el paradero de García. Entran en un bar donde Bennie (Warren Oates) se ofrece a ayudarlos a cambio de una parte del dinero.
Bennie está enamorado de una mujer llamada Elita (Isela Vega)
que anteriormente había tenido una aventura con Alfredo García y sabía
que este estaba muerto y enterrado. Deciden desenterrar el cuerpo para
hacerse con la cabeza y obtener la recompensa. Sin embargo antes de
conseguir su objetivo se ven envueltos en una serie de acontecimientos
de enorme violencia.
Sam Peckinpah es uno de
los tantos directores necesarios para comprender la obra de Quentin Tarantino.
Alguien que durante la década de los 60 y 70 enarboló la violencia dentro de
sus películas como una búsqueda para renovar el estilo paroxístico del cine
clásico y hacerlo más dinámico y visceral ante la reacción del espectador.
Alguien criticado, polémico y muy poco sutil, muchas de sus películas al
momento de su estreno fueron acusadas de misóginas, irracionalmente violentas y
absurdamente grotescas, pero como todo maestro visionario el tiempo le terminó
dando la razón y más allá de algunos desaciertos brutales en su filmografía varias
de las películas de Peckinpah se
conservan en estatus de culto. En fin, una de las más logradas es “Bring me the head of Alfredo García” que
nos muestra un costado mucho más onírico a la violencia generalizada del cine
setentero, el cual empezaba a explorar esta faceta con el fin de dar luces
sobre un argumento que la ocupaba para reflejar tanto virtudes como vicios
humanos, dentro de esta línea podríamos nombrar al genial Boorman con “Deliverance” (1972), el inaudito Bo
Arne Vibenius con “Thriller - en grymfilm” (1974), el inquieto Dario Argento con “Proffondo Roso” (1975) el sorprendente Kubrick con “A Clockwork Orange” (1971) o a un
inspirado y joven Scorsese con “Mean Streets” (1973) Todo esto en un contexto donde a finales de los 60 se
debatía ampliamente el derroche gratuito de violencia en las pantallas del cine
y ante eso todas las películas nombradas tienen en común el tratamiento concienzudo
y depurado que se le aplica a la violencia que se muestra en pantalla, cada uno
en su estilo y según la visión del director por su puesto, pero en el caso de “Bring me the head of Alfredo García”
nos adentramos a una especie de obra teatral donde la violencia va tejiendo el
fondo, la tensión, pero no necesariamente explota el clímax más allá de la
crudeza con que se manifiesta. Peckinpah venía ensayando su cine violento con
algunos westerns crepusculares en donde practicaba ciertos elementos del
montaje y la realización que reflejarían esa obsesión por detener el tiempo en
pos del dramatismo más exacerbado, en 1971 lo había perfeccionado mucho con “Straw dog”, pero en “Bring me the head… logra llegar a un
cenit bastante insuperable en cuanto a su propio trabajo haciendo gala de una
violencia que teje mucho más el mundo interior que el evidente mundo exterior
de los personajes quienes se ven envueltos en un mundo salvaje en donde no hay
caminos de redención si no que puros soliloquios de venganza.
Peckinpah tuvo muchas
obstrucciones para producir una película sin que los productores o editores
metieran mano obligada y fue justamente está la única en la que ni el estudio
ni nadie se metió a censurar, sin ser el proyecto de su vida ni su opus magnum “Bring
me the head… era considerada por su propio director como su filme más
personal, tanto así que en una entrevista el periodista le pregunta
directamente si algún día se podrá ver un filme 100% Peckinpah a lo que el
Bloody Sam (como fue apodado por la crítica) contestó orgulloso: “He hecho ‘Quiero la cabeza de Alfredo
García, podrá ser buena o mala, gustar o no, pero es mi película”
MÁS ALLÁ DE LOS GRITOS Y BALAZOS
“Bring
me the head…es un viaje de redención sin retorno, a
su vez nos presenta a un México que comúnmente se oculta al ojo público y
termina siendo excelentemente retratado, honesto, intenso y bello a pesar de su
pobreza. De una forma u otra Peckinpah no se queda con el set simplista ni con el
paisaje obvio de una ciudad peligrosa, se atreve y emprende su propio viaje por
un desierto polvoriento, sucio, espeso y anti turístico para dejar en evidencia
una vida subterfugia, un clima de espesor, una vida donde la cobardía no tiene
ni sentido ni importancia y la osadía es lo que puede mantenerte activo, todo
esto reflejado de una forma muy orgánica, común, silvestre, cero forzada.
Bernie interpretado por Warren Oates es el anti héroe de esta historia quien
busca a Alfredo García por un asunto totalmente ajeno a su vida, pero que
lentamente se termina convirtiendo en algo clave para su existencia. Bernie es
un perdedor, un malvividor que está enclaustrado en una vida de perros,
estacionado como barman en un bar de poca monta en algún punto del desierto de
México, cuando se entera de la recompensa por la cabeza de Alfredo García su
motivación principal será el dinero fácil. Hace tratos con unos sucios sicarios
contratados por la verdadera persona que busca la cabeza de Alfredo García y se
mete sin querer queriendo en un embrollo que va más allá de su imaginación.
Resulto ser que García había dejado embarazada a la hija de un rico
terrateniente dueño de medio mundo que al enterarse de esta afrenta a su honor
y familia pide la cacería de este hombre quien a su vez había sido amante de
una prostituta de la cual Bernie está enamorado, Elita. Ella es la única que
conoce la verdad, Alfredo Garcia ya es un hombre muerto y enterrado producto de
un accidente automovilístico, desde ese punto Bernie cree que su misión será
fácil, únicamente ir y profanar la tumba, pero Elita logra trastocar un poco su
sensibilidad.
Más allá de los gritos
y los balazos, de la sangre que es notoria tempera roja y de una cabeza inerte
que no se muestra, pero que se pudre a medida que el camino se va volviendo más
infernal, más allá de todo eso la película escarba sin verse forzada, ni
extraña, ni mucho menos moralista en la verdadera idea de redención que un
hombre como Bernie podría encontrar. Elita no se presenta ante Bernie como la
salvación de su vida, Elita no es alguien que intente cambiarlo directa ni
indirectamente, Elita es justamente uno de los pocos personajes femeninos y
aguerridos en el cine de Peckinpah, una dama fuerte, con cuero resistente a
todo y que además conserva una pulsión sexual de femineidad bastante potente
tal como los personajes femeninos de Roberto Bolaño (Impecable la escena en
donde ella revierte una violación sólo con la dureza de su mirada y actitud) un
personaje rico en desgloses y que a pesar de todas sus bajezas mantiene un
código de honor impecable que sólo entra en conflicto al momento de enterarse
de las verdaderas intenciones de su amado. Un código de honor que a pesar de
todo tampoco es lo suficientemente fuerte para entorpecer el accionar del
hombre que ama, pero es justamente en estas actitudes e intentos de Elita de
evadir está loca misión en que se ve involucrada por (más que mal) pura mala
suerte que Bernie también empieza a cuestionárselo, a dudar si realmente quiere
seguir en esas, pero finalmente es la muerte de Elita en un fuera de campo
bastante elegante y apropiado para la grandeza del personaje lo que desbarata a
Bernie a decidir por el mismo, ya no es el dinero lo que importa si no que el
honor de Elita. Es así como en silenciosas escenas que preceden los estallidos
de violencia y balazos entendemos la profundidad y peligrosidad de las
situaciones, como cuando Bernie comienza a picar hielo para dejar la cabeza de
Alfredo García mientras detrás de él un auto con los familiares del finado
aparecen buscándolo o luego cuando ya de vuelta en casa después de la carnicería
del desierto deja corriendo la ducha con agua caliente para que el hielo que
cubre a García se derrita o mucho antes cuando en el hotelucho en donde Bernie
y Elita alojan luego de haber matado a los motociclistas Elita se queda tirada
en la ducha catatónica y Bernie la observa sin saber cómo recomponer todo.
Silencios, escenas discretas que en manos de realizadores independientes pueden
sonar pretenciosas y aburridas, pero que en una película como ésta exudan
grandeza y realmente terminan armando el perfil psicológico o emotivo de lo que
estamos viendo, más allá de los balazos y los gritos. En ese aspecto los mismos
diálogos son relevantes, son engañosos, no dicen lo que realmente la película
quiere traspasar, son diálogos cotidianos, torpes, encerrados en una situación
obvia, pero complementan la imagen, complementan la acción. Bajo todo lo irreal
que puede ser una ficción de este estilo, los diálogos cotidianos, normales terminan
complementando y argumentando mucho mejor el sentido de las imágenes, los
preámbulos a una tensión creciente que eventualmente se resolverá a balazos,
eso lo sabemos, pero que nos aterra más allá de la cagada que quedará. Sin
proponérselo nunca Sam Peckinpah le da una vuelta de tuerca al suspense,
haciéndolo más psicológico y más denso. La mismísima primera secuencia de la
película, con el padre exigiéndole a su hija que le diga quién fue el que la
embarazó precedida de una escena muy pacifica de ella con sus pies en el agua
frente a un apacible lago, ella forzada con dos guardias a cada lado mostrando resistencia
de forma valerosa desafía a su padre con la mirada, no hay dialogo, hay
tensión, hay terror, hay distensión y hay violencia, pero no una violencia que
salpique sangre (aunque también la haya luego) si no una violencia de imposición,
la misma violencia con la que es tratado Bernie al momento que va a dejar la
cabeza de Alfredo García a los maleantes quienes lo ven como poca cosa.
SUTILEZA EN EL TERROR
Más allá de los gritos
y de una supuesta apología a la violencia explícita, “Bring me the head of Alfredo García” resulta un poema onírico de
un hombre que lo ha perdido todo y se da cuenta que ya no puede caer más bajo.
Todo adornado como un espejismo de un triste desierto abandonado dentro de un
país preocupado de otras cosas (era muy interesante como en varias escenas se
dejaba entender que el lugar en donde transcurría toda la trama era un punto
muerto entre México y Estados Unidos, ósea es tierra de nadie) La bajezas
humanas, y el honor de antaño relucen en esta película a través de sus imágenes
y planos, un lugar hostil y duro, donde sólo el que se mueve más rápido se
salva (irónicamente en las escenas de acción y balazos muchos planos son
ralentizadas para analizar con lujo de detalle la violencia de la escena más que
por una cosa impresionista sobre el espectador) Ojo entonces con estas películas,
ojo con guiarse sólo por su valor de acción y dolor porque va más allá de eso,
de la violencia explícita porque como dijo una versión animada de Tarantino en
Los simpsons “Aquí trato de decir que la violencia se impregna hasta en la caja de cereales”
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