Película:
The Intern
Año:
2015
Director:
Nancy Meyers
País:
Estados Unidos
Sinopsis: La película nos cuenta la historia de Ben Whittaker (De Niro) un viudo de 70 años de edad y jubilado quien, para mantener su vida y mente ocupada, viaja, aprende nuevos idiomas, toma sesiones de yoga,
sale a dar paseos, etc. Pero siempre que llegaba a casa era como si
todo estuviera incompleto de nuevo. Hasta que encuentra una pasantía para personas de la tercera edad en una empresa que se dedica al comercio electrónico de ropa. El puesto de Ben será el de asistente personal de Jules Ostin (Hathaway) la joven fundadora y directora del emprendimiento.
Creo
que me gane mis alas
¿Qué? Me referí a esta canción de Wings
En 1987 Win Wender
presento al mundo una de sus películas más sobrecogedoras “El cielo sobre Berlín” la cual, a través de diálogos metafísicos y
un perfecto clima poético en el que se retrataba la ciudad Alemana como un
ensamble Barroco dividido por aquel muro político, cuenta – a grandes rasgos –
la historia de un ángel que desea Sentir como los mortales. ¿Qué tiene que ver
esto con la película de Nancy Meyers? Realmente nada, pero es necesario plantar
un precedente:
El éxito ante la
crítica que la película de Wenders suscitó no fue sorpresa para nadie, no así, la
buena recepción comercial, la cual consiguió que el director Alemán continuase
la historia mediante una destacada secuela llamada “Tan lejos, tan cerca” estrenada en 1993, contando para esta
segunda parte con la participación de diversas figuras como Lou Red, William
Dafoe e incluso Mijael Gorbachov, además de tener música original de U2, aunque
ya en la primera película personalidades como Nick Cave (en una lúcida
performance) y Peter Falk (interpretando al querido personaje televisivo
Columbo) aparecían. Lo que importa aquí son dos cosas: Los personajes de la
película al ser ángeles únicamente tienen la misión de reconfortar y dar
energía a lxs mortales en su dolor. Uno de los ángeles terminaría enamorándose
de una mujer.
Estas premisas fueron
replicadas en Hollywood mediante cintas noventeras como “Casi un ángel” (1990), “Michael”
(1996) o “Caído del cielo” (1996) La
mayoría películas que de una forma u otra (a veces abusando mucho de la
religión dentro de sus historias) reutilizaban la idea del ángel que aparece en
la vida de algún personaje para arreglársela de una forma en que éste
aprendiese una lección valiosa para su existencia. El abuso de esta idea llegaría
en 1998 cuando se estrenó el remake de “Las alas del deseo”; “City of Angel”, traducido en Hispanoamérica bajo el poco
sutil nombre de “Un ángel enamorado” la cual traía a los (en ese entonces)
taquillerxs Nicolas Cage y Meg Ryan a una trama que Hollywood había exprimido
tanto que ni como cinta romántica consiguió ser relevante los años posteriores
a su estreno (pese a esa excelente canción que acompañó su soundtrack)
Terminado los noventas y con la película original que dio chispa a esta especie
de “subgénero”, completamente difuminada en su esencia, la idea de los ángeles
enamorándose de personas y solucionándoles sus vidas no parecía algo que diera
mucho jugo en los dramas, por lo tanto se aposto a lo mismo, pero a través de
la comedia o realizando una que otra variación del argumento.
"Las Alas del deseo" de Wim Wenders |
De esta forma llegamos
al año 2015 cuando se estrena “The Intern”
cinta que pone sobre la mesa el clásico estilo formal de Nancy Meyer:
elementos visuales y sonoros poco vistosos o con nula expresividad, pero
completamente prolijos y cuidados en su forma naturalista ya que lo importante aquí
antes que todo es cómo se desenvuelve narrativamente la trama por medio del
diálogo de sus personajes, ante esto no se pueden esperar muchos recursos
estilísticos. La directora, si bien nunca ha intentado subvertir el género de
la comedia romántica, siempre ha ofrecido una narrativa que deja de lado los
tópicos clichés que hacen que estas se vuelvan tan empalagosas, burlándose de
ellos y dándoles una vuelta de tuerca para justamente criticar la
superficialidad en la que caen, siendo su gran logro “Alguien tiene que ceder” una
cinta correcta, fuertemente basada en el guion y las interpretaciones. Bajo esa
perspectiva “The Intern”, su última película hasta la fecha, no ofrece nada
nuevo y es a grandes rasgos su trabajo más autoindulgente y perezoso. La cinta repite la fórmula de aquellas películas noventeras sobre ángeles arreglándole
la vida a una persona, aunque de un modo tan cursi y plano que al final termina
convirtiéndose en la versión más paródica de los elementos con que Hollywood
bastardeó la cinta de Wenders.
Lindo
día para trabajar
-Y así te creas un fotolog |
“The Intern” es una
cinta que tras sus buenas intenciones de entregar una historia sencilla con una
aparente moraleja final que se va construyendo y filtrando durante toda la
historia, termina siendo sosa, predecible, paternalista y demasiado acomedida
para los estándares actuales, de todos modos, uno de sus mayor pecado es que en
su historia no pasa nada, salvo su sinopsis inicial. Y no, no estoy afirmando
que para que una historia de película sea buena tiene que pasar algo increíble,
o se tiene que desatar la madre de todos los conflictos, el problema aquí es
más de concepto que otra cosa.
A grandes rasgos la
cinta se puede definir como “Gente blanca, adinerada y políticamente correcta,
resolviendo sus irrelevantes dramas cotidianos” y hasta por ahí nomás. Primero,
el chiste sobre gente blanca y sus problemas esta película se lo toma muy en
serio, en el reparto no encontraremos una pizca de actorxs afroamericanxs, latinxs o asiáticxs, mucho
menos personajes que representen alguna diversidad sexual. Esta bien, si no es
relevante a la trama estoy de acuerdo que no hay por qué empujar la aparición
de esta clase de personajes, sin embargo, la aplastante presencia de personajes blancos
heterosexuales de una clase social media-alta (o derechamente alta) nos indica
sin muchos rodeos que el mundo en el que nos adentramos representa al de la
hegemonía y como tal busca presentarse de una forma casi perfecta sin ánimo de
satirizarse si quiera, todo aquí debe respirar prolijidad, al menos en cuanto a
su orden social, económico y hasta espiritual.
Lo que en todo momento hace que la película se vea como una verdadera burbuja
alejada de la realidad que la gran parte de los mortales conoce.
Robert De Niro en el
papel de Ben consigue ser encantador en un principio, el problema es que el
guion lo convierte en un arquetipo odiosamente angelical al punto que llega a
ser ridículo lo eficaz, centellante y afable de su comportamiento. Anne Hathaway
aunque intenta darle versatilidad a Jules, es innegable que su personaje estuvo
escrito más como una proyección ideal de la chica joven, empresarial y
triunfadora que alguien alguna vez soñó ser, no como un ser real, e insisto,
los únicos momentos en que el personaje le otorga algo de carisma a la trama,
es sólo gracias a su actriz. De esta forma, con dos personajes tan planos en
cuanto a matices y a la vez, siempre tan irritablemente correctos, el resto del
elenco menos va a conseguir despertar si quiera un bostezo, no pasan de ser
simples monigotes que requieren del consejo (de sentido común) de Ben para
resolver sus triviales problemas que van desde cómo vestirse adecuadamente para
ir a trabajar, hasta cómo hablarle a una chica (directamente, no por mensaje de
texto).
Ben es viudo y está
aburrido de ser un jubilado, después de trabajar toda una vida en una empresa de
publicidad y sin mayores motivaciones que la de sentirse útil en algún entorno,
decide entrar a una empresa donde solicitan pasantes mayores de 60 años. La
empresa es una tienda de venta online de ropa, o algo así, que creció
estrepitosamente gracias a la dedicación casi obsesiva de su creadora Jules,
quien como toda mujer emprendedora sólo empezó con su computadora y una buena
idea…claro, así es como se consigue el éxito en esta vida, chica. Aquí llega el
primer momento con que “The Intern” nos pudo haber sorprendido: Una jefa joven
que impone todo un estilo de trabajo mucho más libre y con aires progresistas (que
incluyen oficinas con ventanales transparentes y un spa con masajista dentro de
la propia empresa) tiene que lidiar con las prácticas de la vieja escuela de un
viejo roble, haciendo un cruce generacional en el que ambas partes se vean de
alguna manera beneficiados con los conocimientos de cada unx. Algo típico, pero
que ya en sí entrega mucho rollo. No obstante, esto no es así, la película
lejos de ir por estos tiros se preocupa en su primer arco de dejarnos bien en claro
que la sabiduría, elocuencia, vitalidad y experiencia de Ben son lo que el
mundo necesita para ser un lugar mejor, básicamente convirtiéndolo en alguien
perfecto. Durante toda esta primera parte de la película la historia potenció
un posible enfrentamiento entre lxs protagonistas, repitiendo en reiteradas ocasiones
que Jules como jefa era terrible, cuando en todo momento se muestra como
alguien comprensiva y simpática. Curioso si pensamos que esta película, debido
a la presencia de Hathaway y al entorno laboral cercano al mundo de la moda,
nos remite de inmediato a aquella maravillosa cinta del 2006 “The Devil Wears
Prada” en donde la actriz tomaba algo así como el papel de De Niro (en la
práctica), enfrentándose a una verdadera jefa y ambiente laboral hostil. En
este caso no fue así, lejos de algún conflicto que enriqueciera el mundo ridículamente
perfecto de estxs protagonistas, todo se aplana y después de un par de charlas
la relación entre Ben y Jules se vuelve excesivamente íntima.
Ese es el gran problema
de esta historia, no hay conflicto y cuando surge algún problema, se resuelve
tan rápido que ni tiempo nos da para entender qué ha pasado realmente. Ben se
convierte en un ángel que silenciosamente le va arreglando la vida a Jules,
primero en asuntos laborales y luego en planos más personales. El gran
conflicto que atravesaría gran parte de la película (al punto de volverse cada
vez más irrelevante) es que uno de los inversores de la empresa quiere que un
CEO supervise las tareas de Jules, ya que considera que su acelerado éxito y
crecimiento puede desencadenar una estrepitosa caída, de esta forma buscan solidificar
el futuro productivo de la empresa, pero Jules no quiere tener un jefe que le
diga qué o cómo hacer las cosas, no quiere tener a alguien que le de consejos
sobe su trabajo ya que considera como algo celosamente suyo, y en eso aparece
Ben que básicamente con su comportamiento y respetuosa dedicación le va
enseñando a Jules la lección más manoseada en la historia del cine “respira y
vive el momento”.
A medida que pasa la
película torna cada vez más difícil de tomarse en serio, sobre todo a un
personaje como Ben que a todas luces es alguien inexistente en la vida real. Al
mismo tiempo, es difícil no caer en la trampa de buscar una interpretación
psicoanalítica de la relación entre Ben y Jules, la cual más que amistad es a
todas luces la proyección de un Padre para ella, figura que no es siquiera
mencionada en toda la película, en cambio, la madre de Jules sí aparece como un
ente que sólo esta para infravalorar y menospreciar el trabajo de su hija.
Discúlpenme si la interpretación es muy simplista, pero Ben en todo momento
cumple el rol de un padre comprensivo, varonil, sensible, protector y
tremendamente cortes, algo que una chica trabajólica (su único y verdadero
problema) necesita como guía. Esta proyección se termina de cerrar (y transformar)
en la vomitiva escena en la que Ben y Jules comparten amablemente una cama de
hotel y ambxs se confiesan detalles íntimos de su vida, a ese punto, la
relación no parece una amistad equilibrada, sino realmente de una dependencia
emocional casi enfermiza por parte de Jules hacía Ben, quien al mismo tiempo
nunca deja una actitud paternalista que se disfraza como guay, pero que a fin
de cuentas no deja de ser a cierto grado posesiva.
Finalmente como
película del estilo “Persona que viene a cambiar la vida de otra persona”
resulta frustrante, porque cuando al menos en todos los ejemplos de películas mencionadas
arriba, en algún momento las partes tienen que lidiar con un conflicto que
amerita un cambio sustancial, acá nunca se da ni lo uno ni lo otro. Ben es
perfecto en todo momento, ahora es alguien completamente útil e incluso tan perfecta es su vida que de la
nada consigue novia, la masajista que atiende en la empresa tiene casi su edad
y es muy atractiva, igualmente, este romance tiene tan poco tiempo en pantalla
y es tan desabrido (con un ridículo chiste de sexo oral incluido) que incluso
en la escena de la cita entre ambxs transcurre en un funeral, y créanme,
tampoco es hilarante. Y en cuanto a Jules, su arco de personaje es bastante curioso y al mismo tiempo frustrante.
Cambiando oro por barro
Ven esa mueca torcida. De Niro no la dejara de hacer en las casi 2 horas de pelicula |
Lo más imperdonable de
“The Inter” es como teniendo dos grandes ideas las desaprovecha estrepitosamente,
como quien bota deliberadamente el interior de una botella del mejor vino. En
si la idea con que arranca la historia, la de un jubilado integrándose a
una empresa millenial, es algo que da mucha caña y que pudo haber sido tocado
incluso con la misma ingenuidad y “blancura”, pero de mejor forma. La
problemática de la vejez y el trabajo es simplemente algo que es pan de cada
día, pero en esta cinta alguien que en la vida real sería invisibilizado,
burlado y sesgado, en esta película termina siendo alguien que apenas entra a
la empresa ya se siente como un pez dentro del agua. Si esperábamos ver algún
intercambio generacional, apenas tendremos una burda escena de Jules
enseñándole a usar Facebook a Ben. Algunos dirán que la película consigue darle cierta dignidad a la tercera edad, pero creanme que esa condecendencia se pierde completamente con el tratamiento que se le da a otrxs adultos mayores que la película incluye, lo que acrecienta más el caracter excepcional y casi angelical de Ben. Absurdo.
Y lo otro que considero
más aberrante de haber desaprovechado es
la subtrama de género que la película intenta mostrar entintándolo con un
feminismo tan blanco y heterosexual que ni Andrea Dworking podría aprobar.
Resulta que en el momento que la empresa de Jules comenzó a crecer, ésta acababa
de tener una hija, para no renunciar a su sueño debido a la maternidad, su esposo
Matt se hace cargo de la niña, renunciando a su trabajo y carrera para
convertirse en un dueño de casa. Este punto de la historia me pareció
interesante y sospeché que serviría para contar algo más que simplemente el
hecho de que Jules sea la más progre del mundo al tener un marido “dueño de
casa”. El matrimonio de Jules atraviesa una crisis debido a lo empedernidamente
trabajólica que es ella. No obstante, esta trama, que ya la hemos visto en
otras películas, sólo viene a reposicionar de un modo muy torpe los roles de género
sin que exista un real cuestionamiento de estos, al mismo tiempo el halo ridículamente
ingenuo que los personajes masculinos tienen en esta cinta, hace que la
masculinidad, intentando por todos los medios no ser toxica, termine siendo
casi incompetente, a excepción del buen Ben, claro, quien siempre anda con un
pañuelo en su bolsillo para ofrecérselo a una mujer cuando se pone a llorar,
vestigios de caballerosidad dice él.
Así es, ella es la jefa, pero él es la estrella |
El colmo llega cuando
nos enteramos de que el marido de Jules le ha sido infiel y ella lo sabía desde
hace algún tiempo, pero no se lo ha recriminado, siendo esta la verdadera razón
de fondo para contemplar el contratar un CEO para la empresa, ya que así ella
pueda desentenderse de ésta y dedicarse a su familia y matrimonio. Como no me
gusto la película, no tengo problemas en arruinarles el final: Ben en su inmensa
sabiduría resulto ser un hombre con perspectiva de género y aconseja a Jules a
que no contrate a ningún CEO si sólo lo hace porque cree que así salvara su
matrimonio, de esta forma la envalentona para que se siga ocupando de la
empresa, tal como lo venía haciendo, y hable con su esposo de frente con
respecto al tema de la infidelidad. Y cuando pensamos que se vendría un speech
de empoderamiento femenino, en la escena final el esposo de Jules aparece, le
confiesa su infidelidad, le pide perdón y asunto arreglado. Nada cambió y a
nadie le importó.
Realmente no me gusta
hacer críticas malas, pero “The Intern” es una de esas películas que ocultan su
verdadera cara de trama convencional, moralina anticuada y conversaciones
pseudo profundas, a través de una careta progresista y políticamente correcta,
con tibios momentos que podrían pintar para algo más profundo. Lo peor es que
teniendo varios elementos para destacar y con dos protagonistas de lujo (que
realmente consiguen levantar dos personajes tan expresivos como una pared) es
que termina siendo uno de esos productos que se ignoran o se odian. Lo curioso
es que leí por ahí, no se si en broma o en serio, que esta fue la película
favorita de Tarantino durante el 2015. De todos modos la película está en
Netflix y se ha convertido en una de las más vistas. ¿Quién sabe? Por sus características
visuales vagas y su flojo guion, tiene todo el potencial de ser una de esas
películas domingueras que acompañan una buena siesta. En lo personal si
realmente quieren ver alguna comedia ligera que trate con mayor volumen y
sinceridad la problemática de la vejez y el trabajo os recomiendo “About
Schmidt” de Alexander Payne y sobre relaciones de trabajo, pues simplemente
“The devil wears prada” obvio.-
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