martes, 26 de marzo de 2019

100 discos para mis treinta: #92 Bobby Womack - The Bravest Man in the Universe (2012)





Uno de los mejores cantos de cisne que la música ha otorgado. Luego de una época nefasta, el cantante de soul y funk Bobby Womack volvería para otorgarnos uno de sus más sinceras y profundas producciones, de la mano orquestada de un lúcido (aunque arrebatado) Damon Albarn, el cruce generacional consigue encajar muy bien con la sensibilidad y voz de un hombre que está dispuesto a exorcizarse a través del canto. Con ustedes el hombre más valiente del universo.


A partir del 2000 Boby Womack fue una figura apagada, su último disco lanzado en 1999 se trató de un desaliñado tributo navideño que más que servir como curiosidad auditiva, ponía en evidencia el patético estado de degradación al que el otrora ídolo de los setenta había llegado.  Sumido por problemas con las drogas, Womack  no fue capaz de levantar cabeza artística ni moral por mucho tiempo, el funk y el soul que había dominado con tanta prolijidad, ahora quedaban atrás estilísticamente, cada vez parecían ser fantasmas tormentosos de un pasado nebuloso. Sin que nadie le preguntara directamente, ya se daba por hecho su retiro hasta que un intempestivo Damon Albarn, siempre entusiasta por la tradición de la música negra, y especialmente, por aquellas leyendas que forjaron su carrera a punta de hidalguía, invitó a Womack en 2010 para formar parte de una de las mejores canciones del tercer disco de Gorillaz: “Stylo” fue un single con muy buena repercusión, que volvió a instalar en el mapa la voz poderosa del llamado heredero de Sam Cooke (quien ciertamente fue su mentor) 

Bobby junto a Damon


La alianza no termino allí, Albarn junto a Richard Russell, el dueño de XL Recordings (y que ya había hecho su trabajo revival al producir un excelente disco de soul del olvidado Gil Scott-Heron) hicieron equipo y convencieron a un dudoso Womack a dar lo mejor para una nueva producción, de esta manera, después de muchos años de silencio en cuanto trabajos de autoría (desde 1994 prácticamente) canciones inéditas vieron la luz para devolverle el brillo al versátil y maravilloso soulmate. En principio Womack no se animaba a intentar un regreso, para él su carrera se había acabado y estaba muy seguro de que debió cerrar el telón mucho antes de los años noventa, sin embargo, el ímpetu de Albarn lo fue contagiando de entusiasmo, al punto que terminó acompañando a Gorillaz en su gira para interpretar “Stylo” y “Cloud of Unknowing (el otro tema que trabajó en estudio para la banda) las críticas a su performance vocal fueron rotundamente positivas, pese a sus sesenta y cinco primaveras de aquel entonces, el hombre mantenía una voz robusta que muchxs expertxs comparaban con la de otros ídolos del soul como Curtis Mayfield y Marvin Gaye. Toda esta actividad hizo que Womack comenzase a inspirarse poco a poco y un día simplemente, agarró la guitarra y compuso veinte canciones, después de tantos años, la chispa había vuelto a hacer combustión. Fue entonces cuando Damon le propuso la idea de un disco, aunque hubo algo de reticencia, el espaldarazo de Russell - debido a su excelente trabajo en el disco de Scott-Heron - lleno de confianza y energía a Womack para volver al estudio, y posteriormente a las giras.


Y a pesar del éxito, la buena crítica y el estatus de culto que volvió a adquirir el gran cantante, no fue más que un merecido epilogo para una carrera con bastantes altibajos. Bobby Womack moriría en 2014 a los 70 años, este fue su último disco, y lo haya presentido o no, lo dejó todo para que la obra fuese culminante. En lo personal adoro cuando en cierta medida lxs artistas están conscientes de que ese trabajo que están labrando bien podría ser el último de su vida y consiguen estremecernos con un epitafio que a veces llega a ser el resumen perfecto de toda su trayectoria. De esta forma Bobby Womack repasa, revive y reconvierte en 11 canciones sus mejores momentos, llenándolos de un aura gloriosa.


La elegancia más trepidante 



Para resumir este disco podríamos notar el valor elegante que tiene por la sola presencia de la estampa de Bobby Womack, que lejos de la figura patética y reciclada que fue años atrás, acá se escucha impoluto y lleno de vibra por lo que el sonido del disco en todo momento es palpitante, mucha vida en cada track, y en ellos se aprecia en primera persona el dolor y potencia que se quiere transmitir. Todo comienza con el track que da nombre al disco, una frase que a modo de declaración de principios propone saldar las cuentas con la música. Con un vozarrón que derrocha majestuosidad y remite a sus mejores momentos como en aquel funky  “Across the 110th Street” (de la película homónima), pero esta vez en clave soul, entre un desgarrado y vibrato acento musical, Womack nos estremece con una interpretación maravillosa de su canto, que en todo momento conduce la melodía mediante su lamento y rápida resiliencia.




Saldar las cuentas con el pasado no es tan simple, el arrepentimiento y la necesidad de liberar los fantasmas se hacen patentes en la soberbia “Please forgive my heart”. En este track ya podemos escuchar un poco más la mano de Damon Albarn en unos arreglos musicales que recuerdan mucho a la etapa del Plastic Beach, pero que Womack sabe hacer suyos de forma orgánica, ni siquiera los loops de sonidos electrónicos que aparecen a la mitad de la canción quedan desacertados, son un ornamento que no hace ruido y que pareciera formar parte de la historia completa de este cantante. “Deep river” se yergue como un acercamiento a la hipnótica voz de un colega cercano,  Bill Withers. Mediante una mano de blues y ciertos toques de góspel, a Womack no le hace más falta que una guitarra acústica para encender la mejor tradición de la música negra, una preciosa tonada que brilla por su sinceridad y simpleza.


 

“Dyalgo reflection” es para muchxs la mejor canción del disco, quizás porque la base musical que remite al trip hop de Portishead consigue enredarse con total naturalidad a la voz lacerada de Womack, pero también por el impecable acompañamiento de Lana Del Rey, señorita que nunca ha sido santa de mi devoción, pero que evidentemente derrocha aquella sensualidad y glamour de otros tiempos. En esta canción el dueto funciona a la perfección gracias a una química sensual dotada por el ambiente musical que evoca a un olvidado bar y ese cruce de voces tan carismático que ambxs intérpretes sostienen, pero siendo sincero, en este tema Womack pasa a segundo plano y la relevancia la cobra toda la elegancia  que aporta la blonda (y sus precisos falsetes). Cabe destacar que esta canción nace de un sampler de Cooke. “Wathever Happened to the times” es mi tema favorito, es indudable que se puede escuchar la vibra de Damon Albarn detrás de aquel piano-órgano, y ese sutil, pero encantador guiño a  “DaYa Think I'm Sexy?” de  Rod Stewart, que por alguna razón me saca una sincera sonrisa del rostro. 



“Stupid” es otro tema potente que transmite mucha energía. Precedida por un interludio del fallecido Gil Scott-Heron que a modo de crítica denuncia el aprovechamiento con que ciertas personas someten a otras mediante el poder eclesiástico. Womack se atreve con una voz más arrastrada y explosiva a ratos, aquí nos damos cuenta del gusto y lujo que es tener un artista de este nivel a sus más de sesenta y cinco años cantando de una forma tan versátil. “Stupid” al mismo tiempo devuelve cierto aire funk al vibrato de Womack, además se vuelve a sentir las manos de Albarn en el coqueto piano y en unos secundarios coros donde se puede distinguir su pintoresco canturreo. 



La dramática “If there wasn´t something there” abre con una intro que puede recordar en algún punto los estrambóticos trabajos  de Scott Walker (R.I.P), pero rápidamente las reminiscencias a Gorillaz se hacen presentes en un track que parece algún lado B de Plastic Beach, quizás por su excesivo juego de trip-hop en la melodía. No es un mal tema, pero quizás es el único en el que siento que Womack no se luce con tanta espontaneidad, sin duda, el ex blur se le paso la mano y entintó gran parte de los parajes sonoros de la canción. Mucho más afro y nostálgica suena la lúdica “Love is gonna lift you up” que nos entrega un Womack extrovertido, movedizo y que nos remite no sólo al funk de los setenta, sino incluso a elementos de la música disco. “Nothin´ can save ya”  es otro golazo, con el aporte de la siempre exótica y distinguida actriz y cantante de jazz-soul Fatoumata Diawara, entramos en un sonido que coquetea con el afrobeat y el soul electrónico de club Nigeriano. Al igual que como ocurrió en “Dyalgo reflection”, luego de una estupenda introducción, Womack le da relevancia a su invitada que irradia luminosidad tras un piano melancólico.


En retrospectiva, no es un disco perfecto, aunque sostengo que es el mejor final que Womack pudo darle a su carrera. En muchos momentos la mano de Albarn parece demasiado invasiva, pero en muchos otros la conexión de ambos estilos y generaciones produce nada más que oro puro, demostrando que a final de cuentas el disco sabe equilibrar en la mayoría de los casos la presencia icónica de Womack, con las inquietudes sonoras de Damon Albarn. Por su puesto, el talento vocal de Bobby es bastante digno en toda instancia, y aunque algunas canciones nos dejan pidiendo más, quizás la temática del disco así lo requería. Una despedida, unas disculpas, un adiós al remordimiento, y un abrazo a los buenos tiempo. Bobby Womack, este disco fue perfecto para ti.-




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