Llegamos a la primera
mención de unos nombres que se repetirán mucho a lo largo de este conteo. Por
un lado John Zorn, saxofonista de Nueva York arraigado a la vanguardia musical
más alocada, y por otro, mi querido Mike Patton, una de las figuras que va más a
contracorriente dentro del mundo del rock, estilo, que hace tiempo le quedo
corto cuando nos referimos a su trabajo.
Caos,
excesos y demencia
Ornette Coleman + John Cage + Morricone = John Zorn |
La extensa carrera de
John Zorn (que cuenta con más de cien discos a su haber) da para varios
artículos sobre las muchas mutaciones que el músico ha desplegado: Desde el
klezmer, pasando por el noise, el jazz chill out, la tradición músical judía, las
bandas ambientales, el hardcore jazz, concierto con órganos tubulares dentro de
iglesias, art rock, música navideña, música para caricaturas… y así podríamos
seguir enumerando por un largo rato la lista de proyectos que el incansable
Zorn ha ingeniado. Tal cual como pasa
con Peter Brötzmann, Zorn es un referente de culto para la escena avantgarde, pero
al mismo tiempo, un personaje desconocido para un público mainstream, lo que es
entendible ya que la etiqueta de vanguardia que representa lo lleva por ese
lado oscuro de la música, donde lo excitante no es la cantidad de discos
vendidos, ni tocar para grandes escenarios. Lo de Zorn es trabajar y componer
sin cesar, explorando sonidos y fórmulas que a veces llegan a ser riesgosas en
cuanto a resultados. A sus sesenta y cinco años este saxofonista extremo no da
tregua y sigue sacando, como mínimo, tres discos por año.
La banda en una de sus últimas presentaciones en vivo, el 2013 en Buenos Aires. Concierto al que tuve la suerte de ir. |
Obviamente su
proliferación musical no siempre suele generar los mismos efectos. Hay discos
que simplemente no son de mi interés, así como épocas en que sus trabajos me suenan bastante caprichosos y repetitivos,
pero a estas alturas ya se trata de un iconoclasta de la música y su forma de
interpretar los sonidos contemporáneos cae como un yunque en quien no lo
conozca mucho. Para ordenar sus distintas miradas sobre el abanico musical que
extiende, Zorn divide varias de sus obras en bandas o proyectos, que a su vez
pueden subdividirse. Uno de estos proyectos que estuvo activo desde el 2006
hasta el 2012 fue Moonchild. Concebido originalmente como un trio de hardcore
jazz, el proyecto buscaba revitalizar el ansia más punk y desquiciada de
proyectos antiguos como Painkiller o Naked City, en donde el jazz improvisado
chocaba directamente con los sonidos más extremos del metal y el punk. Los dos
primeros trabajos lanzados el 2006 (“Moonchild” y “Astronome”) tenían como
intérpretes de las complejas composiciones, a usuales colegas del saxofonista:
Joey Baron en la batería, Trevor Dunn en el bajo y Mike Patton en las voces.
Para que os hagan una idea de qué es todo esto. Recuerdo que un amigo tenía esta canción como tono de llamada en su celular.
¿De qué se trataba
Moonchild? Básicamente era el desenfreno en sonido, si bien Zorn ya había
experimentado estas técnicas en otros puntos de su carrera, nunca había
compuesto para un formato reducido de banda de rock, con los límites que
llevaba el encerrar toda esa locura en tres tribales instrumentos (batería,
bajo y voz) Esta exploración se mantuvo ágil y demoledora en los dos primeros
discos, sin embargo, la tercera entrega, que es la que nos ocupa, fue sin duda uno
de los picos más altos en cuanto forma y fondo. “Six litanies for Heliogabalus”
es el disco más variopinto, estético, provocativo y afilado que el proyecto
haya firmado. En su momento creí que se trataría del cierre de una trilogía
fantástica, pero después vinieron más discos de Moonchild, que aunque no
estuvieron mal en calidad, quedaban muy por debajo de este asombroso trabajo
que no pierde un segundo de abrumadora esencia anarquista.
A simple escucha puede
parecer una excesiva ola sonora de pomposo desorden, pero a diferencia de los
trabajos anteriores del grupo, este disco se basa únicamente en un solo concepto
- algo que se repetiría luego con los siguientes trabajos – el cual se mimetiza
bastante bien con esta orgia de sonidos. Zorn despliega una actitud oscura y
caótica (más que nunca) en sus canciones, dejándose guiar por el ensayo de Antonin Artaud “Heliogábalo o el anarquista
coronado” el cual, obviamente, trata sobre la figura del emperador Romano
Heliogabalo quien asumió la corona con catorce años y fue asesinado cuatro años
después. Comprendiendo esto, no resulta tan desacertado este festival de
sonidos alocados. Heliogabalo es mayormente recordado por historiadorxs como un
emperador lujurioso, excesivo, bueno para las fiestas, los bacanales, cero
respeto por los tabúes y bastante furibundo a las tradiciones Romanas. No es de
extrañar que lo hayan asesinado tan pronto, cómo es que se dice en estos casos
de magnicidio, ah sí “Temed a los idus de Marzo”
El concepto del disco esta inspirado en el ensayo que Artaud escribió sobre Heliogabalus. Además el arte del disco esta extraído de estas imágenes llamadas "Las rosas de Heliogabalu" |
Zorn con astucia
retrata estos pasajes desde la lectura que Artaud hace sobre Heliogabalus,
rescatando su potente mirada desarraigada de tradiciones políticas, en donde el
libertinaje era una forma de corromper un imperio gobernado por el senado y los
patricios. Pero vayamos a lo musical, ya que si bien Zorn logra hacer un
excelente trabajo compositivo en cuanto al concepto que explora, no cabe duda que
la función de sus intérpretes destaca más que nunca, y esta vez, como
aditamento especial al trio original, Zorn incluyo en la producción a la
arremetida Ikue Mori como operadora en pasajes electrónicos, el misticismo de
Jamie Saft en teclados y órganos, además de un inquietante y fantasmagórico
coro femenino compuesto por Martha Cluver, Abby Fischer y Kirsten Soller, para
rematar esta fiesta, el mismísimo Zorn realiza una participación especial con
su saxofón, siendo la primera vez que la banda se aventuraba en una odisea de
mayor envergadura, como se dice, esta puesta toda la carne a la parrilla para
una experiencia alucinante.
Disonancia
punzante
El disco se divide en
seis tracks titulados como Letanías, las
cuales se suceden una tras otra. La primera comienza con toscos golpes de
batería y un sonido de bajo punzante, elementos que se repetirían a lo largo
del disco, rápidamente aparece la maquinaria de sonidos que desarrolla Patton
por medio de sus cuerdas vocales. Si bien para esas alturas, el Californiano ya
había experimentado bastante con el no-lenguaje a lo largo de su carrera (chillidos,
aullidos, gemidos y alaridos coléricos) esta vez sorprende la brutalidad e
ingenio con que interviene, adueñándose de la atención en todo momento. Ya para
los primeros minutos se advierte un delicado órgano en segundo plano, que deja
ver que en esta ocasión, Moonchild entrara en un terreno mucho más inhóspito.
El primer quiebre, con las texturas electrónicas de Ikue Mori que replican el sonido
del cauce de un rio, y un coro femenino ambiental que otorga cierto respiro a
la locura desplegada por Patton, sería una tónica más en el recorrido de este
disco. Litany I es una onda musical que se regodea en los machaques constantes
del bajo arrítmico y disonante de Trevor Dunn, y en las suaves y elevadas voces
de un coro angelical que contrasta con un Patton que escupe, gorgotea y aúlla
de manera grotesca, el punto fuerte de este tema vendría con el desquiciado
solo de saxofón, casi una marca registrada en la carrera de Zorn. Después de
eso, la canción se suaviza para dar paso a inaudibles susurros que vociferan
algo inquietante.
Litany II parte con un
arranque muy técnico en su batería, dándole mayor protagonismo a los teclados
de Saft y sonidos electrónicos inimaginables que provee la maga de Ikue Mori.
Pero prontamente el tema retoma una base hardcore en la que un colérico Patton
interviene en un singular duelo con los chirridos del saxofón de Zorn. El tema
agarra un estilo más calmado y soft en donde volvemos a escuchar los susurros
del coro femenino, pero esta vez como espíritus de otra dimensión, voces que se
ríen y murmuran un hedónico placer. Las risas macabras de Patton, los gemidos y
suspiros del coro femenino lo enmarcan todo en escenas de delirante pornografía.
Litany III nos envuelve
en una misteriosa introducción de teclados, donde se escucha de fondo las voces
del coro suspirando con agotamiento ¿será lo qué viene después de la orgia? La
disonancia aparece de inmediato con el dúo salvaje y primitivo de Dunn y Baron
quienes consiguen armar una estructura de violento in crescendo, el cual
explota cuando aparecen otra vez en escena el iracundo dúo entre saxofón y aullar
Pattoniano. Litany IV es quizás uno de
los puntos más álgidos y la razón por la
que consideró este disco como uno de mis favoritos dentro de los trabajos de
Moonchild, Patton toma protagonismo absoluto en un tema que es quizás uno de
los puntos más altos de su carrera. En esta canción, el vocalista de Faith No
More hace gala de su extenso catálogo vocal, todas sus habilidades, todo su
rango orgánico, todo su talento para interpretar un solo de seis minutos en
donde sin decir una sola palabra, llena los silencios con múltiples ruidos:
Gruñidos, gorjeos, rezongos, carcajadas, llantos, chillidos, estertores.
Simplemente un mix de todo lo que una persona puede hacer al llevar al extremo
sus habilidades vocales. Esta sería una de las últimas veces que Patton
experimentase con su voz a tal grado, ¿el resultado? Algo naif, pueril, pero
sin duda impactante. Si hay un no-lenguaje que vale la pena aprender, sin duda
es este.
Las Letania V regresa con
el abrupto toque primitivo de Dunn y Baron, retomando a los golpes torpes y
violentos mientras el coro femenino aúlla de fondo. Zorn también tiene algo que
decir y se manda un par de solos desquiciados en compas con los teclados de
Saft quien lograría un papel bastante más preponderante dentro de la banda a
futuro, el tema se vuelve finalmente una epopeya hardcore bastante extrema y sería
un indicio del camino que el grupo tomaría en sus siguientes trabajos. Finalmente
el último track cierra el disco con un poético juego de voces en el que
terminan invocando a Heliogabalus para finalizar con un último y energético golpe
de fuerza.
Sin duda este disco es
todo un viaje de sensaciones abruptas, extenuantes y sobre todo no muy fácil de
escuchar sin apretar los dientes. Es uno de esos trabajos que logran manejar
bien lo disonante y primitivo, mezclándolo con elegantes texturas y colores que
le dan variedad y mucha personalidad, pese a sus excesos los cuales están a
servicio de las anárquicas razones que despertaron el concepto de la obra. Uno
de los mejores trabajos de Zorn, en su imposible y ridículamente extenso catálogo,
sin duda, si me preguntan por un disco extremo y brutal, no me remitiría a los clásicos
del death o trash metal, sino a este brutal experimento.-
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