Película: The American
Meme
Año: 2018
Director: Bert Marcus
País: Estados Unidos
Sinopsis: Cuatro figuras de las redes sociales, Paris
Hilton, Josh Ostrovsky, Brittany Furlan y Kirill Bichutsky, muestran cómo han creado
su imperio gracias a internet y qué costos les ha traído para su vida.
Juventud
y mis 15 minutos de fama
Kirill Bichutsky haciendo su difícil trabajo, ser un patán. |
Una de las frases más
populares que Andy Warhol legó para el mundo fue “En el futuro, todos serán
famosos mundialmente por 15 minutos”. Visionario o no, Warhol tenía claro que
las palpitaciones dentro de la sociedad del espectáculo eran constantes,
excesivas y abismales. Si ya para finales de los 70’ la televisión, la radio y
las revistas populares eran un punto de referencia notable para que cualquier
persona se subiese a la palestra e hiciese su gracia, hoy, con las redes
sociales en pleno apogeo, esa afirmación resulta de perogrullo.
“The American meme”
testimonia el excitante ascenso de lxs llamados influencer de nuestro actual siglo. Claro que llevado de manera muy
restringida a las principales figuras Estadounidenses de las redes sociales,
pero que a la larga no son más que un modelo que se repite con una que otra
variación cultural en otros países. Esta idea de alcanzar la fama, el cariño,
el odio y el anhelo inmediato y fugaz de personas ajenas, me hace pensar en que
quizás el documental no escarba demasiado en una diferencia sustancial: Ser
conocidx, no es lo mismo que ser famosx. Desde mi puno de vista, la fama es
algo transversal a los tiempos y a la cultura, ser conocidx es simplemente
saber aprovechar los 15 minutos de fama que un medio te provee. Por lo mismo,
muchas de las figuras que aparecen en el documental difícilmente serán
identificadas por un público no Estadounidense, y que escapa del rango etario
al que éstas se orientan.
Aun así, son personajes
con millones y millones de seguidores que han logrado impactar nada más que con su actitud ganando mucho
dinero en medio de una economía en crisis, haciendo oro de ese flujo virtual del que
hablaba Preciado en “Testo Yonqui”: Excitación – frustración – excitación. Básicamente,
el contenido que estos personajes entregan es pornográfico ya que sólo buscan
provocar reacciones primarias en quienes les miran. Tenemos el ejemplo más
claro en Kirill Bichutsky, alias Slut whisperer, quien no tiene tapujos en
mostrarse como un completo imbécil. El hombre se hizo conocido en instagram por
ir a fiestas juveniles y fotografiar chicas bañadas en alcohol, meterles su
cabeza en un inodoro y simular felatios. Ha sido acusado de misógino, machista,
sexista y vago, su contenido no admite demasiadas interpretaciones, y su
actitud de troll en las redes sociales, burlándose de mujeres gordas y personas
que piden cierta moderación en su comportamiento, sólo lo hacen ser más y más
popular. La lección aquí es que no importa el amor o el odio dentro de las
redes sociales, únicamente basta con la reacción inmediata y visceral que produce
tu acción, tal como pasa en el porno duro y puro. La polémica termina siendo
más ventajoso para Kirill quien al final sigue siendo invitado a cuanta fiesta
juvenil se organice, ah y por supuesto le pagan por aquello.
The fat jew y Paris Hilton en una reunión de negocios |
Ese es quizás el gran mérito
de estas figuras, como indica Josh Ostrovsky, conocido como “The fat Jew” una
celebridad que parodia el modelaje y la fama en sus vertientes más típicas. Él
lo tiene claro, si eres demasiado sensible no podrás con el vértigo de las
redes sociales. Si te mantienes diariamente activo, en constante contacto con
tus seguidores y sabes sobrellevar su desprecio y aprecio por igual, vas por el
buen camino, y las recompensas van más allá de lo virtual. Fat Jew es quizás
una de las voces dentro del documental que más apela al sentido común de este fenómeno
virtual, no le da grandes aderezos a lo que hace, no se cuestiona tanto su modo
de vida, comprende que es un trabajo casi a tiempo completo, comprende que ya
no se puede desligar de su estrambótico personaje hasta que simplemente se
retire o se muera. Es quien da con mayor fuerza la idea central que hay detrás
de todo esta sobre exposición gratuita: “tienes que convertirte en una marca
registrada” Eso es lo que luego trae contratos con tiendas de ropa, de alcohol,
o comida que te pueden pagar para que aparezcas casualmente en una foto de tu
cuenta de instagram con esos productos. Nueva mercadotecnia, el enfoque digital
sabe cómo apuntar sus dardos y en quienes pueden promoverlo. Fat Jew dentro de
su contante tono paródico es claro y consistente: no tengo talentos, pero gano
millones generando simpatía. El mismo trabajo de un político en campaña, pero
de manera permanente. Todos los excesos narcisistas e individualistas que
marcan la condición de la sociedad capitalistas actual, son bien ejecutados por
quienes saben mecanizarlo como un trabajo y la virtualidad se ha convertido en
un fuerte aliado mediante estas prácticas que combinan el morbo voyerista más esencial
de nuestra condición humana.
La
pobre niña rica
Paris Hilton y su soledad |
Bart Marcus a pesar de
que pone elementos interesantes sobre la mesa, termina convirtiendo su trabajo
en un testimonio televisivo casi artificial. Su gran golpe lo dio en 2013 con
el documental “Cómo ganar dinero vendiendo drogas” en donde consiguió una
entrevista con Eminem, en la cual confesó sus adicciones, algo que sorprendió
bastante, lo que me resulta incomprensible, pues el rapero blanco tiene al
menos cien canciones en donde habla de sus idas y recaídas a las clínicas de
adictos. En fin, siguiendo esa línea, Marcus orienta gran parte del documental
en la figura de Paris Hilton y sus declaraciones que van de menos a más en
cuanto a lo solitaria y frágil que se siente al tener que responder
constantemente a la figura que los medios y ella misma crearon a principios del
siglo XXI. ¿Es Paris Hilton nuestra María Antonieta? La blonda repite una y
otra vez que su imagen de chica fiestera, derrochadora y tonta fue creada por
el espectáculo. A veces Paris sueña con llevar una vida tranquila y familiar,
apartada de los flashes y la exposición mediática. En gran medida se victimiza
por cómo han moldeado su personalidad. A pesar de todo, abandonar las redes no
es una opción para ella ya que siente que al menos ahora tiene el control de lo
que quiere decir y mostrar, a pesar de eso, esta consciente de que no puede
escapar de su personaje.
“Todo lo que hago es la
misma mierda en distintos días”; “Tengo 21 años desde hace dos décadas”; “A
veces me siento más cercana a mis seguidores que a mis familiares” son algunas
de las tristes cuñas que expresa la multimillonaria, quien admite es sólo un
producto, no una persona, un producto rentable y exitoso que ha engendrado toda
esta forma de relacionarnos con la tecnología y las multitudes. Paris, quien
llega a soltar unas lágrimas de cocodrilo frente a las cámaras, esta hastiada,
pero en la siguiente escena la vemos reforzada y empeñada en un futuro proyecto
que la llevará al mundo digital en VR, donde ella será el centro de atención
sin límites y sus fans podrán escapar del mundo, y donde cualquier comentario
odioso será simplemente baneado, ¿una especia de dictadura? Sí, pero virtual y
online, para Paris se trata de seguir vigente a otro nivel “Soy quien soy, por
una motivo. Ya tengo un legado, Pero una vez que empiezas no puedes detenerte” y cierra el documental con unas palabras que
reflejan un escalofriante deseo de inmortalidad “Mucha gente no entiende que es
necesario ser sostenible para siempre”
No, Paris Hilton no es una
María Antonieta, es un monstruo que sabe sacarle partido a cada segundo de
exposición, su vida es un manual de cómo ser famoso invirtiendo sólo en tu
actitud: Su tórrido Reality Show, su video pornográfico, su caprichosa carrera
como artista tanto en la música como en el cine, todos son simples pasos que ha
dado por gusto, pero su verdadera materia prima estriba en su actitud y cuasi
omnipresencia virtual. Sin buscar juicios de valores, el documental sugiere en
varios momentos la megalomanía que esta mujer derrocha y que ha podido
sobrellevar de manera mucho más encausada gracias a las redes sociales, en
donde sorprendentemente existe una legión de seguidores que la idolatran y ella se alimenta simplemente de esa atención
desbocada. Aunque se muestra muy frágil frente a los comentarios negativos y
esboza una historia personal de sobreprotección familiar e ingenuidad, Paris no
deja de ocultar su crianza mimada en varios momentos del documental (sobre todo
en los que interviene su madre) para seguir dándole fuerza a aquel tan bien
armado papel de pobre niña rica.
No
soy feliz, pero me va bien
Brittany Furlan y su novio Tomy Lee |
Y este es otro aspecto
que me incomodo del documental, invierte mucho tiempo en mostrar las vidas
miserables de estos personajes antes de ser celebridades de las redes sociales:
Kirill era un chico al que le hacían bullying en el colegio hasta que logro
conseguir algo de atención cuando descubrió que podía comportarse como un
“cretino adorable”; la actriz Brittany Furlan estaba lista para hacer carrera
en Broadway, años de estudio y los ojos de su pueblo sobre ella y su posible
éxito mediático, pero fracasó rotundamente y sólo consiguió visibilidad cuando
se hizo una estrella de Vine - ¿recuerdan Vine, esa red social en donde se
subían microvideos de diez segundos? - la cual dejo de funcionar en 2016 y ahí
Brittany tuvo que reinventarse de alguna forma. Este personaje es el que más
patetismo genera dentro del documental, no sólo por su visible frustración profesional,
sino porque al momento de mostrar su historia familiar, oscuras anécdotas de
suicidios y depresión salen a la luz. Es cuando el documental se vuelve sad y
empieza a mostrar el vacío deambular de la vida de estos personajes. El
problema es que no hay demasiada orientación a la hora de mostrar este
material, de pronto el documental dejo de hablar del fenómeno de las redes
sociales sino que se enfoca en especificas celebridades y lo desgraciadas que
son a causa de su fama.
Kirill se emborracha
todas las noches porque no puede dormir bien si no lo hace, y ya ha ido a
tantas fiestas que no sabe dónde está parado, no tiene problemas en exhibirse
con una resaca de los mil demonios y caer en un patético estado de vida, su
conclusión, no obstante, es firme “Seguiré haciendo esto hasta que me muera, no
se hacer otra cosa. Ya no sé vivir de otra forma” Brittany constantemente cae
en estados de depresión y se tiende a insinuar un cierto grado de dependencia
emocional, es la que termina con el final más “falsamente feliz”: Se hace novia
de Tommy Lee, sí, el mismo que fue baterista de Motley Crue y al que le
filtraron en los noventa un tape porn con su esposa de ese entonces, Pamela
Anderson. El documental intenta mostrar que Brittany gracias a esta relación ha
conseguido tranquilidad, y que ahora postea en sus redes sociales cualquier
cosa que la haga feliz, sin importarle los mensajes de odio que pueda recibir. Si
miramos un poco a fondo, notaremos el contraste de una figura de las redes
sociales que no entiende el modelo de negocios que debe expandir, como lo es
Brittany, y otra como Paris Hilton que básicamente, creo las reglas de juego.
Vidas miserables o exitosas,
a fin de cuentas, todo es un like o una reacción banal dentro de las redes
sociales. Tecnologías que se sostienen gracias a estos personajes que le dan vida y
movimiento. Por supuesto, ningunx entrega un contenido crítico con respecto a
nada, el documental se centra mayormente en figuras que sienten que las redes
sociales son una burbuja de misantropía y banalidad, en donde es fácil hacer
negocios y crear imperios de papel en nubes de algodón. Sin duda, “The American
Meme” es un documental en el que se puede adivinar y saborear una gran historia
de fondo, pero que se encapsula en un montón de testimonios con mensajes obvios
sobre lo efímera y solitaria que es la fama, Marcus no consigue generar una
acertada reflexión, su distancia como realizador dice mucho de alguien
comprometido hasta las patas con esta misma industria de celebridades, no logra
darle una vuelta de tuerca a estas tecnologías que se han instalado en nuestras
vidas y nos obligan a funcionar en torno a ellas y sus reglas.-
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