martes, 8 de enero de 2019

El cine que no vimos: The American Meme





Película: The American Meme

Año: 2018

Director: Bert Marcus

País: Estados Unidos

Sinopsis: Cuatro figuras de las redes sociales, Paris Hilton, Josh Ostrovsky, Brittany Furlan y Kirill Bichutsky, muestran cómo han creado su imperio gracias a internet y qué costos les ha traído para su vida.

 
Juventud y mis 15 minutos de fama

Kirill Bichutsky haciendo su difícil trabajo, ser un patán.
Una de las frases más populares que Andy Warhol legó para el mundo fue “En el futuro, todos serán famosos mundialmente por 15 minutos”. Visionario o no, Warhol tenía claro que las palpitaciones dentro de la sociedad del espectáculo eran constantes, excesivas y abismales. Si ya para finales de los 70’ la televisión, la radio y las revistas populares eran un punto de referencia notable para que cualquier persona se subiese a la palestra e hiciese su gracia, hoy, con las redes sociales en pleno apogeo, esa afirmación resulta de perogrullo.

“The American meme” testimonia el excitante ascenso de lxs llamados influencer de nuestro actual siglo. Claro que llevado de manera muy restringida a las principales figuras Estadounidenses de las redes sociales, pero que a la larga no son más que un modelo que se repite con una que otra variación cultural en otros países. Esta idea de alcanzar la fama, el cariño, el odio y el anhelo inmediato y fugaz de personas ajenas, me hace pensar en que quizás el documental no escarba demasiado en una diferencia sustancial: Ser conocidx, no es lo mismo que ser famosx. Desde mi puno de vista, la fama es algo transversal a los tiempos y a la cultura, ser conocidx es simplemente saber aprovechar los 15 minutos de fama que un medio te provee. Por lo mismo, muchas de las figuras que aparecen en el documental difícilmente serán identificadas por un público no Estadounidense, y que escapa del rango etario al que éstas se orientan.

Aun así, son personajes con millones y millones de seguidores que han logrado impactar  nada más que con su actitud ganando mucho dinero en medio de una economía en crisis,  haciendo oro de ese flujo virtual del que hablaba Preciado en “Testo Yonqui”: Excitación – frustración – excitación. Básicamente, el contenido que estos personajes entregan es pornográfico ya que sólo buscan provocar reacciones primarias en quienes les miran. Tenemos el ejemplo más claro en Kirill Bichutsky, alias Slut whisperer, quien no tiene tapujos en mostrarse como un completo imbécil. El hombre se hizo conocido en instagram por ir a fiestas juveniles y fotografiar chicas bañadas en alcohol, meterles su cabeza en un inodoro y simular felatios. Ha sido acusado de misógino, machista, sexista y vago, su contenido no admite demasiadas interpretaciones, y su actitud de troll en las redes sociales, burlándose de mujeres gordas y personas que piden cierta moderación en su comportamiento, sólo lo hacen ser más y más popular. La lección aquí es que no importa el amor o el odio dentro de las redes sociales, únicamente basta con la reacción inmediata y visceral que produce tu acción, tal como pasa en el porno duro y puro. La polémica termina siendo más ventajoso para Kirill quien al final sigue siendo invitado a cuanta fiesta juvenil se organice, ah y por supuesto le pagan por aquello. 

The fat jew y Paris Hilton en una reunión de negocios
Ese es quizás el gran mérito de estas figuras, como indica Josh Ostrovsky, conocido como “The fat Jew” una celebridad que parodia el modelaje y la fama en sus vertientes más típicas. Él lo tiene claro, si eres demasiado sensible no podrás con el vértigo de las redes sociales. Si te mantienes diariamente activo, en constante contacto con tus seguidores y sabes sobrellevar su desprecio y aprecio por igual, vas por el buen camino, y las recompensas van más allá de lo virtual. Fat Jew es quizás una de las voces dentro del documental que más apela al sentido común de este fenómeno virtual, no le da grandes aderezos a lo que hace, no se cuestiona tanto su modo de vida, comprende que es un trabajo casi a tiempo completo, comprende que ya no se puede desligar de su estrambótico personaje hasta que simplemente se retire o se muera. Es quien da con mayor fuerza la idea central que hay detrás de todo esta sobre exposición gratuita: “tienes que convertirte en una marca registrada” Eso es lo que luego trae contratos con tiendas de ropa, de alcohol, o comida que te pueden pagar para que aparezcas casualmente en una foto de tu cuenta de instagram con esos productos. Nueva mercadotecnia, el enfoque digital sabe cómo apuntar sus dardos y en quienes pueden promoverlo. Fat Jew dentro de su contante tono paródico es claro y consistente: no tengo talentos, pero gano millones generando simpatía. El mismo trabajo de un político en campaña, pero de manera permanente. Todos los excesos narcisistas e individualistas que marcan la condición de la sociedad capitalistas actual, son bien ejecutados por quienes saben mecanizarlo como un trabajo y la virtualidad se ha convertido en un fuerte aliado mediante estas prácticas que combinan el morbo voyerista más esencial de nuestra condición humana. 

Al igual que Fat Jew, la modelo  Emily Ratajkowski tiene una visión bastante práctica de estas herramientas, aunque fuera del tono paródico que toma Fat Jew, ella ve más allá del narcisismo de las redes sociales y los obvios contratos millonarios que le traen ser una celebridad de internet, concibe que pueden ser una forma de expresión para encausar convicciones ideológicas. Lamentablemente Bart Marcus no escarba más en esta postura, y prefiere recabar con más morbo que otra cosa, los sinsabores de lo que significa ser una estrella, tópicos usuales que se pueden resumir en dos aspectos: Soledad y agotamiento.



La pobre niña rica

Paris Hilton y su soledad
Bart Marcus a pesar de que pone elementos interesantes sobre la mesa, termina convirtiendo su trabajo en un testimonio televisivo casi artificial. Su gran golpe lo dio en 2013 con el documental “Cómo ganar dinero vendiendo drogas” en donde consiguió una entrevista con Eminem, en la cual confesó sus adicciones, algo que sorprendió bastante, lo que me resulta incomprensible, pues el rapero blanco tiene al menos cien canciones en donde habla de sus idas y recaídas a las clínicas de adictos. En fin, siguiendo esa línea, Marcus orienta gran parte del documental en la figura de Paris Hilton y sus declaraciones que van de menos a más en cuanto a lo solitaria y frágil que se siente al tener que responder constantemente a la figura que los medios y ella misma crearon a principios del siglo XXI. ¿Es Paris Hilton nuestra María Antonieta? La blonda repite una y otra vez que su imagen de chica fiestera, derrochadora y tonta fue creada por el espectáculo. A veces Paris sueña con llevar una vida tranquila y familiar, apartada de los flashes y la exposición mediática. En gran medida se victimiza por cómo han moldeado su personalidad. A pesar de todo, abandonar las redes no es una opción para ella ya que siente que al menos ahora tiene el control de lo que quiere decir y mostrar, a pesar de eso, esta consciente de que no puede escapar de su personaje.

“Todo lo que hago es la misma mierda en distintos días”; “Tengo 21 años desde hace dos décadas”; “A veces me siento más cercana a mis seguidores que a mis familiares” son algunas de las tristes cuñas que expresa la multimillonaria, quien admite es sólo un producto, no una persona, un producto rentable y exitoso que ha engendrado toda esta forma de relacionarnos con la tecnología y las multitudes. Paris, quien llega a soltar unas lágrimas de cocodrilo frente a las cámaras, esta hastiada, pero en la siguiente escena la vemos reforzada y empeñada en un futuro proyecto que la llevará al mundo digital en VR, donde ella será el centro de atención sin límites y sus fans podrán escapar del mundo, y donde cualquier comentario odioso será simplemente baneado, ¿una especia de dictadura? Sí, pero virtual y online, para Paris se trata de seguir vigente a otro nivel “Soy quien soy, por una motivo. Ya tengo un legado, Pero una vez que empiezas no puedes detenerte”  y cierra el documental con unas palabras que reflejan un escalofriante deseo de inmortalidad “Mucha gente no entiende que es necesario ser sostenible para siempre”

No, Paris Hilton no es una María Antonieta, es un monstruo que sabe sacarle partido a cada segundo de exposición, su vida es un manual de cómo ser famoso invirtiendo sólo en tu actitud: Su tórrido Reality Show, su video pornográfico, su caprichosa carrera como artista tanto en la música como en el cine, todos son simples pasos que ha dado por gusto, pero su verdadera materia prima estriba en su actitud y cuasi omnipresencia virtual. Sin buscar juicios de valores, el documental sugiere en varios momentos la megalomanía que esta mujer derrocha y que ha podido sobrellevar de manera mucho más encausada gracias a las redes sociales, en donde sorprendentemente existe una legión de seguidores que la idolatran  y ella se alimenta simplemente de esa atención desbocada. Aunque se muestra muy frágil frente a los comentarios negativos y esboza una historia personal de sobreprotección familiar e ingenuidad, Paris no deja de ocultar su crianza mimada en varios momentos del documental (sobre todo en los que interviene su madre) para seguir dándole fuerza a aquel tan bien armado papel de pobre niña rica.


No soy feliz, pero me va bien


Brittany Furlan y su novio Tomy Lee
Y este es otro aspecto que me incomodo del documental, invierte mucho tiempo en mostrar las vidas miserables de estos personajes antes de ser celebridades de las redes sociales: Kirill era un chico al que le hacían bullying en el colegio hasta que logro conseguir algo de atención cuando descubrió que podía comportarse como un “cretino adorable”; la actriz Brittany Furlan estaba lista para hacer carrera en Broadway, años de estudio y los ojos de su pueblo sobre ella y su posible éxito mediático, pero fracasó rotundamente y sólo consiguió visibilidad cuando se hizo una estrella de Vine - ¿recuerdan Vine, esa red social en donde se subían microvideos de diez segundos? - la cual dejo de funcionar en 2016 y ahí Brittany tuvo que reinventarse de alguna forma. Este personaje es el que más patetismo genera dentro del documental, no sólo por su visible frustración profesional, sino porque al momento de mostrar su historia familiar, oscuras anécdotas de suicidios y depresión salen a la luz. Es cuando el documental se vuelve sad y empieza a mostrar el vacío deambular de la vida de estos personajes. El problema es que no hay demasiada orientación a la hora de mostrar este material, de pronto el documental dejo de hablar del fenómeno de las redes sociales sino que se enfoca en especificas celebridades y lo desgraciadas que son a causa de su fama. 

Kirill se emborracha todas las noches porque no puede dormir bien si no lo hace, y ya ha ido a tantas fiestas que no sabe dónde está parado, no tiene problemas en exhibirse con una resaca de los mil demonios y caer en un patético estado de vida, su conclusión, no obstante, es firme “Seguiré haciendo esto hasta que me muera, no se hacer otra cosa. Ya no sé vivir de otra forma” Brittany constantemente cae en estados de depresión y se tiende a insinuar un cierto grado de dependencia emocional, es la que termina con el final más “falsamente feliz”: Se hace novia de Tommy Lee, sí, el mismo que fue baterista de Motley Crue y al que le filtraron en los noventa un tape porn con su esposa de ese entonces, Pamela Anderson. El documental intenta mostrar que Brittany gracias a esta relación ha conseguido tranquilidad, y que ahora postea en sus redes sociales cualquier cosa que la haga feliz, sin importarle los mensajes de odio que pueda recibir. Si miramos un poco a fondo, notaremos el contraste de una figura de las redes sociales que no entiende el modelo de negocios que debe expandir, como lo es Brittany, y otra como Paris Hilton que básicamente, creo las reglas de juego.

Vidas miserables o exitosas, a fin de cuentas, todo es un like o una reacción banal dentro de las redes sociales. Tecnologías que se sostienen  gracias a estos personajes que le dan vida y movimiento. Por supuesto, ningunx entrega un contenido crítico con respecto a nada, el documental se centra mayormente en figuras que sienten que las redes sociales son una burbuja de misantropía y banalidad, en donde es fácil hacer negocios y crear imperios de papel en nubes de algodón. Sin duda, “The American Meme” es un documental en el que se puede adivinar y saborear una gran historia de fondo, pero que se encapsula en un montón de testimonios con mensajes obvios sobre lo efímera y solitaria que es la fama, Marcus no consigue generar una acertada reflexión, su distancia como realizador dice mucho de alguien comprometido hasta las patas con esta misma industria de celebridades, no logra darle una vuelta de tuerca a estas tecnologías que se han instalado en nuestras vidas y nos obligan a funcionar en torno a ellas y sus reglas.- 


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